Capítulo
28
Bahía de Urquhart
- Será la búsqueda y
captura más extensa jamás intentada, y cuando se termine, el
monstruo estará encerrado en su corral sin peligro para
nadie.
David Caldwell se erguía en
el podio del escenario al aire libre, con Brandy a su lado,
mientras hablaba a los miembros del Consejo de las Tierras Altas.
Más de mil residentes y turistas le escuchaban, junto con montones
de reporteros, personalidades de la información y sus equipos de
cámaras. -¿Quiere revelarnos su plan, doctor Caldwell?
- Para eso he venido.
Como pueden ver, el puente flotante se ha terminado en un plazo
récord. No pueden ver debajo del agua, donde ya se han colocado dos
terceras partes de la valla de acero. La tercera que queda, cercana
a la orilla norte, ha sido dejada abierta a propósito.
David señaló el Nessie III
y el Nothosaur. Ambos barcos estaban situados ahora dentro del
perímetro del puente flotante arqueado.
- La primera fase de
nuestro plan consistía en preparar el corral mientras utilizábamos
nuestro sonar activo para mantener a Nessie dentro de su
madriguera. Vidas salvadas, misión cumplida. Ahora ha llegado el
momento de la fase dos: capturar al monstruo. Ahora que está
hambriento, dispondremos nuestra trampa. En cuanto oscurezca,
bajaremos al agua una boya más, solo que esta se hallará en el
centro de la bahía de Urquhart, dentro del corral. Llevará sujetos
montones de cebo jugoso. En cuanto el monstruo entre en el cercado,
la tripulación del Nethosaur capturará con redes al animal,
mientras nuestro equipo de construcción coloca el resto de la verja
en su sitio y cierra el corral.
Yo estaba cerca del fondo
de la tribuna, y escuchaba mientras los periodistas iban gritando
una pregunta tras otra. David se concentraba en las pocas que
confiaba en poder contestar.
- Doctor Caldwell,
asumiendo que sea capaz de capturar al monstruo, ¿qué impedirá que
escape por tierra?
- A la larga, el
perímetro de la valla aumentará. De momento, estamos colocando en
la orilla altavoces submarinos. He descubierto que a Nessie no le
gustan los sonidos elevados. En cuanto capturemos al monstruo,
aumentaremos el volumen de los altavoces, y eso será suficiente.
-¿No irritará al animal?
- No. Pondremos
Mozart, o algo suave como "Auld Lang Syne"
La multitud rió, y David se
entregó a su adoración.
- Doctor Caldwell, una
vez el monstruo esté dentro, ¿cuánto tiempo tardarán en cerrar el
corral?
- Según el operador de
la grúa y su equipo, concluirán el trabajo en menos de quince
minutos. -¿Qué ocurrirá después de que lo capture?
- En primer lugar,
comprobaremos que el corral esté en buenas condiciones, y después
utilizaremos sumergibles manipulados por control remoto para
conseguir buenos planos del monstruo. En cuanto se acostumbre a su
nuevo habitat, lo abriremos al público. -¿Se refiere al público que
pagará?
- Eh, se paga para
entrar en el zoo, ¿no? Así será, solo que será un zoo único en el
mundo.
Tuve ganas de formular cien
preguntas a gritos, pero ¿para que? Además, no tenía ganas. La
revelación del crimen de mi padre me estaba royendo por
dentro.
Mentalmente, me sentía
aniquilado, y si no hubiera enviado a True a su plataforma
petrolífera del mar del Norte, habría tomado el siguiente vuelo a
Miami.
Pero antes de poder
marcharme con la conciencia limpia, tenía que hacer una última
cosa.
Así mi bastón, me alejé
cojeando del parque de atracciones y me abrí paso entre la
muchedumbre, cada vez más numerosa. Las laderas que rodeaban la
bahía de Urquhart ya estaban atestadas de cientos de personas que
buscaban un lugar privilegiado desde el que presenciar el inminente
espectáculo. Había mantas y sillas, sacos de dormir y tiendas,
barbacoas y asadores, y mesas plegables cubiertas de comida. Los
vendedores ambulantes pregonaban sus productos, y músicos
disfrazados de juglares tocaban melodías que contrastaban con los
temas de heavy metal reproducidos en radio-casetes y CD a lo largo
y ancho del jardín principal.
Era el acontecimiento del
año, tal vez del siglo, si el invitado de honor elegía esa noche
para hacer acto de aparición, pero yo tenía otros planes.
Subí a la moto, puse en
marcha el motor y me dirigí hacia Invermoriston.
Pese a la "confesión" de mi
padre, todavía existía un entramado de mentiras, engaños y
secretos, relacionados con el depredador del lago Ness, que
impedían mi marcha. Y en lo tocante a los secretos de las Tierras
Altas, bastaba con investigar un poco a los clanes. Mientras las
antiguas Tierras Bajas escocesas estaban gobernadas por sus jefes y
señores fronterizos, la geografía de las Tierras Altas, con sus
montañas y valles, lagos e islas, obligaba a la población a
concentrarse en grupos más reducidos, conocidos como clanes. Clan
es una palabra gaélica que significa "hijos" o, con más precisión,
"familia".
Cada "familia" de las
Tierras Altas estaba gobernada por un jefe, cuyo apellido adoptaban
sus seguidores. El jefe era el líder y legislador supremo, y todos
los hombres del clan le juraban obediencia como "parientes". Cada
clan tenía un escudo de armas y un tartán, el cual distinguía la
categoría, no por la tela, sino por los colores del tejido. En el
agreste entorno de las Tierras Altas, el clan representaba
solidaridad, una forma de gobierno y protección contra los
enemigos.
Con el paso de los siglos,
la cantidad de tierras del jefe del clan fue en aumento, y con
frecuencia subarrendaba la tierra a sus hombres para que plantaran
cosechas.
El gobierno del clan llegó
a un brusco final en 1746, con el último levantamiento jacobita y
la derrota de Bonnie Prince Charlie en la batalla de Culloden. La
"Ley de Desarme" proclamada por el rey Jorge declaraba ilegal el
tartán y el sistema de gobierno de los clanes, lo cual abría el
camino a una autoridad central de las Tierras Altas. Los
arrendatarios perdieron su estabilidad, si bien se promulgaron con
posterioridad leyes de minifundismo para proteger los derechos de
los agricultores rurales. De todos modos, los clanes, antes tan
poderosos, así como sus costumbres centenarias, se fueron diluyendo
poco a poco en las sombras.
Los Caballeros Negros del
Temple se movían en estas sombras, y por lo que había deducido, sus
miembros procedían de los antiguos clanes más arraigados.
La pregunta a la que yo
buscaba respuesta: ¿Cuál era su objetivo?
Calum Forrest estaba
emparentado con el clan Stewart y con el clan MacDonald, dos de las
familias más poderosas de Escocia, un dato que subrayaba más el
emplazamiento de la granja del alguacil del lago. La comunidad
agrícola más cercana estaba en Grotaig, situada sobre el lago entre
un espeso bosque de pinos escoceses, pero las diez pintorescas
hectáreas de Calum, como la tierra que mi padre había vendido a
John Cialino, se hallaban situadas en las orillas del Ness, justo
al sur de Invermoriston.
Tardé veinte minutos en
localizar por fin la carretera de tierra de un solo carril que
permitía el acceso a la granja de Calum. La propiedad estaba
rodeada por una valla de alambre de espino, y la casa de una sola
planta y el granero estaban alejados del borde del agua.
Seiscientas ovejas, congregadas muy cerca de la vivienda,
salpicaban los terrenos.
Cuando me acerqué más,
advertí un pequeño muelle de madera que se adentraba en el lago. La
barca del alguacil del lago no estaba a la vista.
Seguí la senda sin
pavimentar que empalmaba con el camino de entrada de Forrest y
aparqué al lado de un tractor verde lima pintado de nuevo, que
había visto mejores días, y caminé hacia la granja.
Llamé con los nudillos a la
puerta. No me contestaron. Di la vuelta a la casa y miré por la
ventana de la cocina, pero dentro estaba oscuro. No había nadie en
la casa.
Soplaba viento desde el
lago, silbaba entre la valla. Los postes de madera que aguantaban
el alambre de espino estaban grises y podridos, necesitados de una
urgente reparación.
La mayoría de los
agricultores eran pobres, pues la tierra jamás había albergado la
intención de proporcionar a los lugareños un medio de vida. Los
agricultores tenían que dedicarse al pluriempleo con el fin de
sustentar a sus familias, lo cual, en el caso de Calum Forrest,
significaba trabajar como alguacil del lago. De todos modos, criar
ovejas era una buena ayuda. Las granjas de ovejas de las Tierras
Altas estaban subvencionadas por el gobierno. Sin este dinero, casi
todos los granjeros se habrían arruinado, una realidad condicionada
por la pobre calidad del suelo, el tiempo inclemente y la distancia
que los separaba de los mercados importantes.
Abandoné la granja y me
dirigí hacia la puerta más cercana de la valla de pastoreo, y
contemplé la soberbia vista. Se estaba gestando una tormenta
vespertina, que levantaba espuma de la superficie, e incluso desde
aquella distancia sentí la humedad en la cara. Debía de molestar a
las ovejas, porque los animales se habían congregado en el rincón
más próximo a la propiedad.
Y entonces, reparé en algo
muy extraño.
Habían apacentado en la
hierba cercana a la granja, hasta dejar la tierra desnuda, pero la
hierba lindante con el lago Ness se veía intacta.
No obstante, el rebaño se
negaba a abandonar las cercanías de la granja.
Picado por la curiosidad,
abrí la puerta y entré en la zona de pastoreo. El intenso olor a
animales de granja invadió mi olfato cuando dejé atrás a las ovejas
y crucé la tierra intocada, en dirección a la parte de la valla que
bordeaba la orilla del lago Ness.
Al llegar a la puerta
opuesta, reparé de inmediato en varias cosas.
Al contrario que la valla
cercana a la casa, la madera y el alambre del lado del lago eran
nuevos y mucho más robustos, y la puerta estaba asegurada con
fuertes cadenas. Más intrigantes eran los rollos de alambre de
espino que corrían paralelos a la valla, de forma que creaban una
barrera que separaba la zona de pastoreo de la caída de cuatro
metros y medio hasta el lago. ¡Pero mis alarmas mentales se
dispararon de verdad cuando vi el cobertizo de aluminio, que
albergaba un generador portátil y la media docena de manojos de
cables que se hundían en el lago Ness!
Para ver mejor, salté la
valla y bajé por un sendero sinuoso, flanqueado de alambre de
espino, que conducía al muelle. Me tendí de bruces y escudriñe el
borde del agua.
Había ocho focos
submarinos, dispuestos en parejas y encarados hacia el lago.
Ahora sabía por qué las
ovejas estaban acurrucadas lejos del agua: ¡tenían miedo! Calum
también tenía miedo, pero había optado por dotarse de nuevas
defensas antes que revelar la existencia del animal al resto del
mundo.
"¿Porqué?"
El viento azotaba mi cara,
y el cielo despejado se había cubierto de nubes. Como me sentía
algo más que nervioso en el muelle, volví hacia la puerta, la
escalé y regresé a mi moto justo cuando empezaba a llover. La
puerta del cobertizo no estaba cerrada con llave, de modo que metí
la Harley dentro, y después me recosté contra una bala de heno
mientras esperaba el regreso de Calum Forrest.
A bordo del Nessie III,
bahía de Urquhart, 21.45 h.
El viento azotaba el lago
Ness, golpeteaba el parabrisas de la timonera y levantaba olas en
la oscura superficie.
Brandy Townson se erguía
ante el timón, concentrada en alejar el Nessie III de las orillas
implacables de la bahía de Urquhart.
Michael Newman estaba
sentado detrás de ella, ante el conjunto de sónares, con el
estómago revuelto a causa del constante balanceo. Estar encerrado
dentro de la timonera no hacía más que contribuir al mareo del
ingeniero, que necesitaba con desesperación huir del agua y
regresar a la habitación seca y confortable de su hotel.
- No puedo aguantar
más. ¡Voy a vomitar!
- Aquí no -gritó
Brandy-. Utilice el váter.
Newman se tapó la boca,
bajó corriendo la escalerilla y consiguió llegar al cuarto de baño
justo a tiempo.
David salió de abajo,
indiferente a los movimientos. Se colocó detrás de Brandy y le
acarició el cuello con la nariz.
- Para, David. Me
haces cosquillas.
- Para David, para
David. Eso es lo único que has sabido decirme durante la última
semana. ¿Cuál es el problema?
- Si no te importa,
intento mantenernos alejados de las rocas.
- Ya sabes a qué me
refiero. Aquella primera noche en el bar, estabas colgada de mí.
Ahora, actúas como si fuera un enfermo.
- Me siento un poco
más vulnerable. Acabo de salir de un matrimonio horroroso, ya lo
sabes.
- No es eso. Si no lo
has olvidado, te abalanzaste sobre mí, evidentemente para que
eligiera tu barco. Me utilizaste. -¡Oh, por favor! Como si fueras
tan inocente. Yo necesitaba el trabajo, y tú no has vacilado ni un
momento en exhibirme casi en pelotas, utilizándome como símbolo de
las Tierras Altas. Los negocios son los negocios.
- Si quieres que sea
así, adelante, pero como ya sabes, hoy he conocido a una mujer muy
rica que me ha ofrecido utilizar su barco. Es tres veces más grande
que este cascarón de nuez, y la prensa la adorará igual que a
ti.
- Estás
mintiendo.
- Se llama Theresa
Cialino.
- ¿La viuda de Johnny
C.?
- Exacto. De modo que
será mejor que empieces a ser amable de nuevo o…
Michael Newman entró
tambaleante en la timonera, muy pálido.
- Caldwell, no puedo
aguantarlo más. O lo hacemos ahora, o me dejas donde sea.
- Tranquilo, acabo de
hablar con Hoagland. La boya con el cebo está en el agua. Puedes
pasar el conjunto de activo a pasivo.
- Gracias a
Dios.
Newman utilizó el ratón
para transmitir una orden, y después tecleó PASIVO.
Las treinta y cuatro boyas
distribuidas a lo largo y ancho del lago Ness enmudecieron.
Granja de Calum
Forrest.
Abrí los ojos, rodeado de
oscuridad. Un trueno resonó a lo lejos, y durante un momento
aterrador, no supe dónde estaba.
El cobertizo.
Debí adormecerme, pero algo
me había despertado. ¿La tormenta? ¿El viento?
No, era un pitido,
procedente de mi ordenador portátil.
Tanteé en busca del aparato
y abrí el monitor, cuya pantalla bañó mis contornos de una luz
azulada. La imagen GPS en tiempo real del lago Ness fue adquiriendo
definición poco a poco, punteada por treinta y cuatro puntos verdes
que representaban las boyas sonar.
La palabra ACTIVO había
cambiado a PASIVO en la esquina superior derecha de la
pantalla.
El pitido procedía de una
alerta de sonar. Con el corazón acelerado, tecleé la orden y aislé
el emplazamiento del objeto.
La pantalla cambió y se
concentró en el tercio central del conjunto. Un diminuto punto rojo
se movía hacia el sur, siguiendo la orilla este del lago
Ness.
Tecleé IDENTIFICAR OBJETO y
apreté ENTRAR.
BIOLÓGICO.
Longitud: 15,75
metros.
Velocidad: 13 nudos.
Dirección: sur
sudoeste.
Emplazamiento: 2,48
kilómetros al sur de Foyers.
"¿Casi dieciséis
metros?"
Mientras miraba la
pantalla, el punto rojo alteró su curso de repente y cruzó el lago,
en dirección a la orilla opuesta.
"Jesús… Se está moviendo en
esta dirección."
Abrí de un empujón la
puerta del cobertizo, y me quedé sorprendido por lo que vi.
La noche era desagradable,
y la orilla oscura que estaba detrás del perímetro de la valla se
hallaba bañada en una luz blanca artificial. La barca de Calum
estaba amarrada al muelle. Dos ovejas estaban balando
lastimeramente en un pequeño claro situado ante la verja. Los
animales estaban atados a estacas clavadas cerca del agua. Una luz
roja, que arrojaba una farola situada sobre el perímetro de la
valla, iluminaba la pequeña extensión de hierba.
Entonces, vi a Calum. El
alguacil del lago estaba arrastrando una tercera oveja hacia el
claro. El animal iba atado con una correa corta, y se revolvía con
furia contra el hombre.
Calum se arrodilló en la
hierba y ató el extremo libre de la correa a algo invisible que
había en el suelo.
Volvió a entrar en la zona
de pastoreo, cerró la puerta, corrió hacia un poste de la esquina y
tiró de una palanca sujeta a una caja eléctrica.
Las luces de la orilla se
apagaron, dejaron la tierra y el lago envueltos en la negrura,
salvo por el rectángulo de luz roja en el que se acurrucaban las
ovejas, balando a la noche.
Eché un vistazo al
ordenador portátil. El punto rojo se había desviado hacia nuestra
orilla occidental y seguía aproximándose. El objeto se hallaba a
menos de kilómetro y medio de Invermoriston.
"Esto es una locura. Está…
¡Le está dando de comer!"
Varios relámpagos
destellaron en lo alto y revelaron nubes de tormenta, montañas y a
Calum, todavía en su puesto. El sudor cubrió mi cuerpo y sentí un
hormigueo en la carne.
El punto luminoso se acercó
más.
Tembloroso, pero sin poder
evitar la tentación de acercarme más, salí del cobertizo y me
acerqué a la valla a hurtadillas.
Las tres ovejas se
revolvieron, y sus gritos se hicieron más desesperados.
Seguí paralelo a la valla,
cerca de donde el resto del rebaño resoplaba.
El punto luminoso dejó
atrás Invermoriston y cualquier duda se disipó.
Continué siguiendo el
perímetro, hasta que me encontré a cuarenta metros del borde del
agua. Tras decidir que ya estaba lo bastante cerca, me arrodillé en
el barro y esperé.
Las ovejas continuaron
montándose y mordiéndose unas a otras, presa del pánico.
Y entonces, me quedé
petrificado.
No vi al monstruo cuando se
acercó a la orilla, solo distinguí una masa oscura, la parte
superior del torso tan grande como un autobús escolar, cuando
emergió como una sombra, y después, su larga cabeza de serpiente
quedó bañada por el charco de luz roja, y sus enormes mandíbulas se
cerraron a la velocidad de la luz sobre dos de las ovejas. Una
desapareció en la noche, la otra salió volando por los aires,
aterrizó sobre su espalda, con las patas traseras rotas, todavía
pataleando. Mientras el animal herido caía al suelo, la
superviviente se debatía y retorcía la cabeza, hasta que se liberó
por fin de la correa.
La oveja salió
disparada.
Un resplandor blanco y azul
marino iluminó los cielos, y reveló de paso una cabeza y un cuello
altísimos, que se movieron a un lado a una velocidad
imposible.
Las fauces abiertas se
apoderaron de la oveja que huía, el monstruo echó la cabeza hacia
atrás y engulló al animal de un solo bocado.
Fue brutal, aterrador y
asombroso, pero seguí mirando, paralizado, con los ojos como
platos, mientras los cielos se oscurecían otra vez y el monstruo se
confundía de nuevo con las sombras.
Antes de que el animal
siguiera avanzando, reapareció de repente la orilla, bañada con su
brillante luz blanca, y devolvió el demonio a su reino
acuático.
Tembloroso, me obligué a
respirar hondo varias veces. El ser al que acababa de ver era tan
frío y cruel como el propio lago, tan violento como solo la
naturaleza podía ser. Era puro animal, pura evolución, y existía
únicamente gracias al instinto. Era magnífico en su belleza
original, y aterrador por la crueldad de su ataque.
Necesitaba ver más.
Necesitaba saber más.
Me puse en pie, agarré el
ordenador portátil y corrí hasta la parte delantera de la valla, y
después me dejé caer en silencio sobre la zona de pastoreo.
Calum se hallaba de pie
sobre la oveja restante, y después disparó al animal herido con un
revólver.
Arrastró al animal hasta el
agua y empujó el cadáver ensangrentado sobre el borde. Volvió a
entrar en la zona de pastoreo, me vio cuando se acercaba a la parte
posterior de la granja y paró en seco. -¿Lo has visto?
- Todo. -Destellaron
relámpagos en el cielo-. Hablemos dentro.
Meditó durante un largo
momento, y después le seguí hasta la casa.
Bahía de Urquhart, 23.25
h.
Michael Newman señaló la
pantalla, demasiado nervioso para seguir mareado.
- Lo perdimos después
de que dejara atrás Invermoriston, y ha vuelto a aparecer. ¿Lo ven?
Está en el centro del lago, al sur de Invermoriston.
David miró por encima del
hombro del ingeniero, espabilado por la descarga de adrenalina.
-¿Invermoriston? ¿Así como así? ¿Quince kilómetros al sur? ¿Cómo
lograremos que venga hacia aquí?
- Dele tiempo. Tal vez
olerá el cebo.
- Y tal vez volveremos
a perderlo. El cebo está quieto en el agua. De haber querido, se lo
habría zampado hace mucho rato. Esa cosa no es estúpida.
David miró por la ventana
de estribor. Aunque el viento se había apaciguado, todavía
lloviznaba, y había ahuyentado a una muchedumbre superior a tres
mil personas.
- Brandy, acércanos un
poco más a la boya, se me ha ocurrido una idea.
Granja de Calum Forrest,
23.37 h.
Me senté a la mesa de la
cocina de Calum, con el pulso latiendo al ritmo de un reloj de pie
que hacía tictac en algún lugar de la sala de estar a
oscuras.
El alguacil del lago trajo
dos tazas de café, y después añadió un chorro de whisky a cada
una.
- Siempre me bebo dos
o tres tragos para calmar los nervios. Mi esposa, Dios se apiade de
su alma, solía sustituirme. -¿Desde cuándo le da de comer?
- Desde antes de que
nacieras, y mucho antes de eso, pero solo en invierno. En verano
hay muchos peces.
- Pero este verano no,
¿verdad?
Miró mi pie herido.
- Creo que ya sabes la
respuesta, ¿eh? -¿Desde cuándo ha pertenecido a su familia esta
granja de ovejas?
- Desde los tiempos de
tu pariente sir Adam Wallace. -¿Sir Adam Wallace? Nunca oí hablar
de él.
- En ese caso, es
mejor que preguntes a tu padre.
- Se lo estoy
preguntando a usted. ¿Era Adam Wallace un Caballero Negro
templario?
- Fue el primero. -¿La
misión de los Caballeros Negros era dar de comer a estas
bestias?
- En parte, y nosotros
las llamamos drakontas. La que llaman Nessie es la última. -¿Por
qué es la última?
- No puedo
decirlo.
- Pues yo se lo diré.
A juzgar por su tamaño, no fue jamás intención de la Naturaleza
acomodarla a ella o a su especie en un lago de agua dulce, incluso
tan grande como el Ness. Eso significa que los Caballeros Negros
debieron de cortarle el paso al mar del Norte… ¿Estoy en lo
cierto?
Calum no dijo nada, pero el
brillo de sus ojos me animó a continuar.
- Bien, ¿por qué
querrían los Caballeros Negros que esos monstruos se quedaran
encerrados en el lago Ness? -Pensé un momento-. ¡Los están
utilizando! Querían mantener alejada a la gente. Es eso,
¿verdad?
- Más o menos.
- Estupendo. Olvidemos
de momento la misión de los Caballeros. Lo que más me preocupa es
por qué esa bestia se alimenta de seres humanos.
- A mí también.
- La anguila que me
atacó presentaba lesiones cerebrales, provocadas por envenenamiento
a base de hidrocarburos. -¿Qué es eso?
- Es un derivado del
petróleo. Hay una fuga de petróleo en algún sitio, y se está
vertiendo en el lago.
Usted es el alguacil del
lago, ¿ha…?
- No he encontrado ni
rastro de petróleo.
- De acuerdo, pero ¿y
si entra por el pasaje que comunica el lago con el mar del
Norte?
El anciano meditó sobre la
posibilidad.
- Sí, es posible.
-¡Entonces, existe un pasaje! Dígame dónde está.
El viejo sacudió la
cabeza.
- No puedo hacerlo.
Además, el pasaje se derrumbó hace años, cuando construyeron la
A82. Atrapó a algunos drakontas en el lago, e impidió que el resto
de su especie entrara. Nessie es el último. La bestia alfa, como
diría Doc Hornsby.
- Y ahora, se ha
vuelto loco.
- Sí.
- Esas luces
submarinas… ¿Cuándo las instaló?
- No hace mucho. -¿En
invierno? ¿En primavera?
El hombre evitó el contacto
visual.
- Tal vez en invierno.
-¿Qué pasó este invierno, cuando sintió la necesidad de instalar
las luces?
- Lo acabas de decir.
¡Nessie se volvió loco! -Se alejó de la mesa, muy nervioso-. ¿Qué
vas a hacer con lo que has descubierto? ¿Lo matarás, como quiere tu
padre? ¿Para eso has venido? -¿Mi padre quiere que maten al
monstruo?
- No juegues conmigo,
quiero saber qué harás con él.
Eran las palabras de Alban
MacDonald, y le di la misma respuesta.
- Lo pondré en
libertad, si puedo. ¿Es eso lo que usted quiere?
Pensé que mi respuesta iba
a complacerle, pero en cambio dio media vuelta, con los puños
apretados y la cara congestionada.
- Espere un momento…
Usted también quiere que muera, ¿verdad?
- Ha vivido más de la
cuenta y es peligroso, pero yo no puedo hacerlo. -¿Debido a su
juramento de Caballero Negro?
- Sí.
Recordé de repente el
ordenador portátil, levanté la tapa y examiné el punto
luminoso.
- Mierda.
El monstruo se dirigía
hacia el norte, cada vez más cerca de la bahía de Urquhart.
Me encontraba en la orilla sur del lago Ness, pescando truchas, encarado casi directamente a la bahía de Urquhart, cuando vi algo que rompía la superficie, y después desaparecía. Seguí mirando, sin dejar de pescar, cuando una gran forma, similar a la de un elefante, se alzó del agua. Era un objeto negro y grande…, como una ballena. Se sumergió, y después reapareció al cabo de unos segundos, y observé que había dado la vuelta antes de sumergirse.Llamé a mi amigo Willie Frazer, quien lo había visto un año antes, casi el mismo día. Él también lo vio, y nos dimos cuenta de que se movía hacia nosotros, en dirección contraria a la corriente. Se hallaba a unos doscientos metros de distancia, y la gente del otro lado del lago también lo estaba viendo.Permaneció en la superficie unos cincuenta minutos, el avistamiento más prolongado del que se tiene noticia.IAN CAMERON, ex subjefe de la Northern Police Force, junio de 1965.