Capítulo
22
Estrecho de Bona, lago Ness
Al cabo de una hora, me
encontraba en el punto del lago Ness situado más al nordeste. Desde
allí, encontraría un medio de cruzar el canal conocido como
estrecho de Bora, que me conduciría de nuevo a la orilla oriental
del lago, o podría continuar siguiendo la orilla oriental otros
treinta sinuosos kilómetros, dejando atrás el lago Dochfour y el
río Ness, una ruta tortuosa que me depositaría al final en
Inverness y el estuario de Moray.
La idea de volver al lago
en barca me ponía nervioso, así que continué andando por la orilla
oriental con mis botas de excursión mojadas, preparado para seguir
a pie hasta Inverness en caso necesario.
La autoridad estaba a punto
de intervenir.
Cuando me acercaba al faro
de Bona, vi la lancha motora del alguacil del lago que cruzaba el
canal a toda pastilla, y después se desviaba hacia mí.
Calum Forrest me saludó
desde la timonera.
- Santo Dios, doctor
Wallace. Está dando un buen paseo, ¿no?
- Eso me han dicho.
¿Puedo ayudarle en algo?
- Tal vez sea yo quien
pueda hacer algo por usted. Suba a bordo, le llevaré.
- No, gracias. Es que,
er…, prefiero andar. -¿Cómo? ¿Hasta Dochfour Weir? Eso sería una
tontería.
Antes de que pudiera
responder, posó la proa sobre la orilla de grava.
Vacilé, con el pulso
acelerado.
- Suba, no es
necesario preocuparse por…, usted ya sabe.
Su convicción, combinada
con el tamaño de su barca, me proporcionó el consuelo que
necesitaba. Empujé la proa para alejarla de los bajíos y salté a
bordo.
- Extraoficialmente,
¿por qué está tan seguro de que nuestro amigo no hará acto de
aparición?
- Confíe en mí. Puede
que no tenga títulos, doctor, pero estoy en estas aguas desde que
usted iba en pañales. A los grandotes no les gustan las aguas poco
profundas, salvo hasta hace poco, por supuesto, pero solo después
de oscurecer. -¿Los grandotes? ¿Los ha visto?
- No. -Calum apuntó la
barca hacia la orilla oriental, con el motor a escasa velocidad
para que pudiéramos hablar-. Pero he visto la huella que la hembra
grande dejó en la playa de Invermoriston. Igual que usted, ¿eh? ¿La
hembra? ¿Cómo sabía que era una hembra? Paseé la vista entre el
hombre y la superficie oscura del agua.
- Pero ¿cómo…?
- Soy el alguacil del
lago, doctor. Mi trabajo es saber lo que sucede en el lago Ness.
-¿Cómo sabe que es una hembra?
- Una intuición, eso
es todo.
No le creí. -¿Por qué no lo
dijo ante el tribunal?
- Bien, nadie me lo
preguntó, así que les den por el culo, me dije. En cuanto a mi
presencia en la sala, el abogado bastardo de su padre me lo
suplicó. Dije lo que debía, pero por mí, que arda en el infierno si
cree que los que llevamos el tartán vamos a apoyar las tonterías de
Angus. -¿Debo deducir que no cree la historia de mi padre?
- Ni usted tampoco,
pero no por lo que dije. De modo que persevere, joven Wallace, lo
está haciendo muy bien. Y tiene razón al concentrarse en el lago en
su conjunto, porque las respuestas que busca residen aquí, no en
perseguir fantasmas. De todos modos, le voy a dar un consejo: en lo
tocante al lago Ness, no se fíe de nadie, porque hay más cosas en
juego de las que usted imagina.
- Si sabe tanto,
ayúdeme.
El hombre negó con la
cabeza.
- No puedo, muchacho.
Estoy atado por un juramento de sangre, ¿sabe a qué me
refiero?
- No, no lo sé… No lo
entiendo. Si tanto hay en juego…
- Mi abuelo, Dios se
apiade de su alma, fue John Reid Forrest. Su madre era del clan
Stewart, y su mujer, mi madre, del clan MacDonald.
Mensaje recibido. Los
Forrest eran descendientes de dos de los clanes más importantes de
las Tierras Altas. Antes movería una montaña que a Calum Forrest.
-¿Y los Caballeros Negros? ¿También eran de su linaje? -¿Los
Caballeros Negros? Nunca he oído hablar de ellos.
Aceleró mientras cruzaba el
estrecho de Bona, y esquivó por poco el tocón de un árbol. -¿Qué
diferencia a los Caballeros Negros del resto de los templarios,
señor Forrest? ¿Cuál es su misión?
Calum aminoró la velocidad
y acercó tanto su cara a la mía, que percibí el olor de lo que
había comido.
- No sé nada acerca de
Caballeros Negros, y no me lo vuelva a preguntar.
Continuamos navegando en
silencio hasta que llegamos a la orilla occidental. El anciano se
secó la espuma de la frente, y después meditó durante un largo
momento.
- Dígame, muchacho,
¿ha ido a pescar salmones desde su regreso? -¿A pescar salmones?
No. ¿Por qué? ¿Ha pescado buenas piezas en los últimos
tiempos?
- No. He estado
demasiado ocupado con esa chorrada del juicio. Un día de estos
tendré que acercarme a los lugares donde desovan para echar un
vistazo. Claro que también podría hacerlo usted, ¿no?
Sostuvo mi mirada, para
asegurarse de que había recibido el mensaje; después nos acercamos
a la orilla, y frenó cuando el casco arañó los bajíos.
- Vaya con Dios, joven
Wallace. Que la valentía de sir William florezca en su
corazón.
Salté a la playa, y después
vi que se alejaba sin ni siquiera despedirse.
Estaba de nuevo en Lochend,
la tranquilidad del Great Glen perdida entre el abundante tráfico
de la A82, a mi espalda. Hacia el sur, las aguas del lago Ness
llegaban al otro lado del valle como la sombra de una serpiente
gigante. Sus olas negras lamían mis pies, y su trueno lejano
retumbaba sobre las montañas, con la amenaza de un chubasco
nocturno.
En aquel momento, me sentí
como Dorita, perdida en el país de Oz. Calum Forrest era mi
Espantapájaros, que me indicaba el sendero de baldosas amarillas, y
me advertía de que no hiciera caso de la malvada bruja y me
concentrara en el sendero. No obstante, lo que no me había dicho
era lo más importante. Rodeado de pistas, yo buscaba la verdad,
pero los árboles aún no me dejaban ver el bosque.
"Calum Forrest. Sangre de
los clanes MacDonald y Stewart, y sin duda miembro de los
Caballeros Negros. Sabe lo que es Nessie, pero como Caballero Negro
no puede decirlo. Aun así, como alguacil del lago, ha jurado
proteger el lago, pero eso le está poniendo en conflicto con su
juramento de sangre a los Caballeros Negros." -Así que se pone en
contacto conmigo, con la esperanza de que yo resuelva el problema
por él.
Como en respuesta, los
cielos gruñeron y liberaron una descarga de rayos blancos, que
desaparecieron sobre el castillo de Aldourie.
- Bien, Dorita, ha
llegado el momento de ir en busca del mago.
"Espera… ¿Qué ha dicho
Calum sobre los salmones? Los lugares de desove… Quería que fuera a
echar un vistazo."
Ceñí las correas de la
mochila y me encaminé hacia el sur, con la esperanza de llegar a
Brackla y al hotel Clansman antes de que un rayo me
fulminara.
Hotel Clansman, Brackla,
19.45 h.
El veterano de Vietnam Pete
Lindner estaba sentado en el espejo de popa de su crucero de
diecisiete metros de eslora, el Wiley, sin dejar de vigilar el
tiempo mientras terminaba los restos de gambas y vino blanco. Dos
años antes, el ex encargado de facturación de Verizon se había
prejubilado cuando Jonathan Deval, un antiguo compañero de guerra
de la Royal Navy, le había ofrecido asociarse con él en su negocio
turístico en el Great Glen. Desde entonces, Lindner pasaba los
inviernos en Nueva York con sus nietos y los veranos en las Tierras
Altas, transportando pasajeros arriba y abajo del canal de
Caledonia, desde Fort William a Inverness.
Pero los acontecimientos
recientes le habían obligado a cambiar de planes. El negocio estaba
en el lago Ness, y los beneficios eran demasiado elevados para
desperdiciar tiempo y combustible en viajes de ida y vuelta a Fort
William. De modo que Lindner comunicó a su socio que él se quedaría
en el lago Ness, controlando la invasión turística mientras
pudiera, aunque eso significara amarrar en Cherry Island.
Encontrar un amarradero
libre en el hotel Clansman fue un golpe de suerte, algo más difícil
que encontrar aparcamiento en Manhattan.
Lindner terminó otra gamba,
cuando un coche de alquiler frenó con un chirriar de neumáticos en
el aparcamiento contiguo. Tres hombres salieron del vehículo, sus
carcajadas alimentadas por el alcohol que circulaba por su torrente
sanguíneo.
El líder y mayor de los
tres era un estadounidense llamado Chuck Jones, un músico de
talento que había ido de gira en una ocasión con Lynyrd Skynyrd.
Jones había dejado momentáneamente su trabajo de policía debido a
una grave lesión en el cuello. El hombre que había planificado sus
vacaciones era su primo, Ron Casey, quien también trabajaba para la
policía, pero como fotógrafo del lugar del crimen. El más joven del
trío, Chad Brager, era un ex defensa de hockey sobre hielo de la
USC(13) y el mejor amigo de Ron Casey. Los tres
se encontraban de vacaciones en Londres cuando la noticia de los
ataques de Nessie empezó a circular. Un accidente de tránsito, una
sesión de brainstorming y una veloz incursión de compras les habían
proporcionado equipo y un plan.
Chuck Jones abrió el
maletero del coche de alquiler y se apartó a un lado para dejar que
sus compañeros, más expertos, se ocuparan de un pesado saco de
arpillera y lo que parecía un estuche de trompeta.
Lindner, divertido, vio que
los tres se dirigían al embarcadero, y se detenían en todos los
amarraderos para negociar con los capitanes de barco locales. Todos
se negaron, y los tres estadounidenses tuvieron que continuar su
búsqueda.
Por fin, llegaron al
Wiley.
- Buenas noches -dijo
Jones-. Tiene un barco excelente. Dos motores diesel.
Estabilizadores hidráulicos.
Desplazamiento clásico.
Apuesto a que ni se mueve.
- Veo que sabe de
barcos, ¿verdad?
Chad Brager sonrió.
- Un compatriota,
gracias a Dios. Juro que no entiendo ni la mitad de lo que dicen
estos tipos de las Tierras Altas.
Lindner asintió.
- Bien, muchachos,
¿qué andan buscando?
- De hecho -dijo
Jones-, nos gustaría pescar de noche.
- Esto es un crucero,
no un chárter. ¿Qué llevan en esa bolsa de arpillera?
- Cebo.
Los estadounidenses
rieron.
Jones se inclinó hacia
ellos.
- No necesitamos un
chárter, lo que queremos es hacer alguna incursión nocturna. Tal
vez inmortalizar en película a Nessie, ya sabe.
Lindner bebió su vino y
reprimió una sonrisa.
- Enséñenme lo que hay
en la bolsa de arpillera.
Jones cabeceó en dirección
a Brager, quien desató la bolsa y reveló una oveja muerta, con los
cuartos traseros destrozados y desfigurados.
- Nos la vendió un
agricultor. Dijo que un turista la atropello esta mañana cuando
salía de un área de descanso.
Jones señaló el espejo de
popa.
- Hemos traído mucho
cable. Suficiente para aparejar su barco.
Lindner rió.
- Muchachos, hay miles
de personas que infestan las orillas del lago Ness con la única
intención de fotografiar a ese bicho. ¿Por qué creen que lo van a
inmortalizar en película, y de noche, nada menos?
- Soy fotógrafo
profesional -comentó Ron Casey, mientras palmeaba su estuche-.
Trabajo sobre todo de noche. Incluso con el cielo nublado,
tendremos una bonita luna llena dentro de unas horas, con mucha luz
para hacer exposiciones largas.
- Tenemos el cebo, eso
significa la mitad de la batalla -dijo Jones con semblante serio-.
Estamos dispuestos a pagar un poco más…, si es capaz de soportar la
presión.
- Ahórrese la
psicología, soy inmune. -Lindner los miró de arriba abajo, mientras
calculaba lo que podía sacarles-. Cuatrocientas por noche, libras,
no dólares. Además, me llevaré un diez por ciento de lo que
consigan de esas fotos, en el caso de que haya suerte. -¿El diez
por ciento? -Chad sacudió la cabeza-. Ni hablar.
Jones buscó su cartera para
sacar dinero en metálico.
- Haremos una cosa:
aumentaremos a cuatrocientas cincuenta, pero no se llevará nada por
las fotos.
Lindner vació lo que
quedaba del vino, y echó un vistazo indiferente al agua. Aunque el
lago seguía calmo, se estaba levantando viento. Con un poco de
suerte, llovería, y la noche terminaría pronto.
- De acuerdo,
caballeros, pero antes quiero ver el dinero. Y guarden ese animal
muerto en la bolsa hasta que lleguemos a aguas profundas. No quiero
que el alguacil del lago me fastidie.
Hotel Clansman, 22.45
h.
La luna llena se estaba
alzando sobre las montañas del este, cuando subí tambaleante por la
pista asfaltada que conducía al hotel Clansman. Llamé a True por el
móvil, y le dejé el mensaje de que se encontrara conmigo en el
vestíbulo lo más pronto posible. Estaba cansado, dolorido y
hambriento, y olía bastante mal, aparte de que me picaba la piel a
causa de la turba seca. Entré con la idea de utilizar los lavabos
públicos, lavarme un poco y comer algo mientras esperaba.
Mal pensado.
La sala de banquetes estaba
acordonada para una fiesta privada, llena de celebridades, medios y
autoridades locales.
Me acerqué al jefe de
comedor, el cual me miró como si acabara de salir de un
estercolero.
- Lo siento, solo se
admiten invitados.
- De acuerdo, solo
quería llevarme algo de comer. ¿Dónde puedo…?
- Esto es el hotel
Clansman, señor, no un McDonald's. ¿Por qué no prueba en una granja
de las cercanías? -¡Zachary Wallace!
Era David Caldwell, vestido
de esmoquin, rodeado de reporteros. Se acercó con su séquito, y
empezó a burlarse de mí enseguida.
- Jesús, Zack, hueles
a mierda de vaca. ¿En qué trabajas desde que la universidad te
echó? ¿Limpias váteres?
Mi mente me pidió a gritos
que me largara, pero mi ego, sin hacer caso del hemisferio
izquierdo de mi cerebro, se obstinó en pisar la mierda. -¿Cómo está
tu cara, David?
- Las contusiones se
curan, Zack. Es una pena que no pueda decirse lo mismo de las
reputaciones dañadas.
- No te preocupes. No
pasará mucho tiempo antes de que los lugareños se den cuenta de que
eres un fraude.
- Días, Zack. Dentro
de pocos días habré capturado a una leyenda, y tú no serás nada más
que un badén en mi camino hacia la fama y la fortuna.
Se volvió hacia su derecha
y saludó.
- Aquí, nena.
Se me abrieron los ojos de
par en par cuando Brandy se acercó. Llevaba un traje de fiesta
color caoba, con un escote que revelaba la turgencia de sus pechos
bronceados. Se movía con absoluta seguridad.
- Brandy, te presento
a mi ex colega Zachary Wallace.
- Sí, creo que le he
olido en mejores días. ¿Te has extraviado en los pantanos,
Zack?
Mi mente buscó una réplica
ingeniosa.
- Tal vez.
Brillante.
Brandy pasó su brazo
alrededor de la cintura de David, y se esforzó por utilizar un
acento más estadounidense que escocés. -¿Te has enterado? David ha
elegido el Nessie III como barco capitán del equipo que va a
capturar al monstruo. Pasaremos mucho tiempo juntos.
Mi sangre gaélica ardió.
-¿Sí? Bien, esta vez espero que tengas un seguro a todo
riesgo.
Mi respuesta despertó la
furia de las Tierras Altas que Brandy llevaba dentro.
- Al menos, no tendré
que preocuparme de que me dejen plantada por las noches.
David sonrió con
satisfacción.
- Brandy me ha contado
eso de tu impotencia. Caramba, Zack, qué mal rollo. Doy gracias a
Dios por no padecer ese problema. -Me guiñó un ojo y palmeó el
trasero de Brandy-. Si ves balancearse el Nessie III, no llames a
la puerta.
Salté hacia él con los
dedos extendidos, ansioso por aplastar su tráquea de pájaro…, pero
me olvidé del maldito cordón de terciopelo.
Mis rodillas se engancharon
y, sin poder recuperar el equilibrio debido al peso de la mochila,
caí de bruces al suelo.
David retrocedió y rió. Los
clientes me rodearon, algunos fotógrafos tomaron fotos. Antes de
que pudiera reaccionar, dos robustos guardias de segundad me
levantaron del suelo y me sacaron a la fuerza por la salida de
atrás.
Lago Ness, 00.02 h.
La luna estaba alta en el
cielo de medianoche, y sus rayos se filtraban a través del velo de
los cirros.
Ron Casey se erguía detrás
del espejo de popa del Wiley, con la cámara apoyada sobre el
trípode Bogen Manfrotto. Se masajeó los ojos, cansado después de
cuatro horas de mirar por la Nikon F3Hp. A través de las lentes
f4.5 de trescientos milímetros, aún veía la oveja muerta que
oscilaba sobre la superficie, a unas decenas de metros de distancia
de la popa. Un extremo del cable de acero estaba atado a una
cornamusa situada detrás del soporte de los motores gemelos, y el
otro, a su cebo. Chuck había abierto el estómago del animal justo
antes de lanzarlo, y gracias a la luz nocturna casi perfecta y las
potentes lentes, Casey distinguía los restos de las entrañas
flotantes de la oveja.
Lo que Chuck y Ron no
habían dicho al capitán del Wiley era que el cable estaba sujeto al
cadáver mediante un gancho de acero de quince centímetros, con el
extremo dentado ensartado entre la caja torácica y la boca de la
oveja.
Chad Brager terminó su
cerveza y eructó. -¿Y bien? ¿Continúa flotando?
- Apenas. Esperaré
unos minutos más, y haré otra serie de exposiciones de treinta
segundos. -¿Estás seguro de que esa película de alta velocidad
funcionará?
- No la estoy
utilizando, ya te lo dije hace tres horas. Velocidades mayores no
convienen para exposiciones largas, las imágenes salen con
demasiado grano. Bebe tu cerveza, sé lo que estoy haciendo.
Chuck se inclinó hacia
delante.
- Olvídate de esas
chorradas -susurró-, yo he venido a cazar a ese hijoputa. Podréis
tomar todas las fotos que os dé la gana cuando arrastremos su culo
muerto hasta el puerto.
- Sí, en este momento
nos conformaríamos con una toma borrosa. ¿Estás seguro de que el
capitán sabe lo que hace?
- Vamos a
averiguarlo.
Jones se tambaleó hacia
delante y entró en la timonera. -¿Que pasa, capitán? Llevamos
cuatro putas horas y aún no hemos visto ni un pez de colores en ese
localizador de peces suyo. ¿Está seguro de que ese trasto
funciona?
- Funciona bien. Tal
vez su cebo está asustando a los peces.
- O quizá deberíamos
probar en otro sitio.
- Es su dinero.
Imaginé que querrían dejar un bonito rastro de perfume. -Lindner
señaló la consola de navegación del barco y una gráfica GPS en
tiempo real que representaba el lago Ness-. Hemos estado navegando
entre Brackla y la bahía de Urquhart, y viceversa. Es una zona en
la que se han producido muchos avistamientos de Nessie. Es mejor
mantener un olor potente en una misma zona…, a menos que ustedes
opinen lo contrario.
- No, creo que es
lógico. Oiga, ¿qué son todos esos objetos brillantes que aparecen
en pantalla?
- Boyas sónar. El
alimentador de corriente emite radiaciones térmicas. El lago está
plagado de boyas ahora, pero creo que todavía no se han activado.
Mejor así. Todos esos sonidos metálicos asustan al pez gordo.
Muelle del Clansman, 00.20
h.
El doctor Michael Newman,
subdirector del Instituto Nacional de Medidas y Tecnología,
esperaba con impaciencia en el muelle, mientras dos repartidores
del pueblo amontonaban las últimas de las siete cajas de aluminio
en la timonera del Nessie III. Newman garabateó su nombre en la
factura por triplicado, y después se volvió cuando David Caldwell y
la mujer del pueblo se encaminaban cogidos del brazo hacia el
amarradero.
- Ah, doctor Newman.
Bien, doctor, ¿está todo listo?
- No, todo no está
listo. El equipo acaba de llegar, tardó seis horas en pasar la
aduana, y otras dos horas para encontrar una empresa de reparto, de
todo lo cual debía ocuparse usted. Hemos de hablar.
- Hable.
- En privado.
- Tranquilo -dijo
Brandy-. Te veré a bordo.
Mientras los dos hombres
miraban, la joven se quitó los zapatos de aguja, se subió el
vestido y saltó por encima de la barandilla.
David la siguió con la
mirada.
- Dios, menudo bombón.
Bien, ¿qué pasa, Newman?
- Ya me doy cuenta de
lo que pasa. Escuche, Caldwell, cuando acudió al NIST en busca de
ayuda, accedimos a prestarle el equipo, no a ponerlo en peligro.
-¿Cómo voy a ponerlo en peligro? -¿Está de broma? Este barco es más
viejo que la tierra e igual de boyante. El motor está en las
últimas, el interior es demasiado pequeño para nuestras
necesidades, le han hecho un puente al sistema eléctrico y es
totalmente inadecuado, la bomba de achique está cerrada y he visto
troncos con mejor estabilidad.
- Sí, pero se olvida
de la importancia de implicar a los locales. Es bueno para las
relaciones públicas y abre puertas.
- Sé qué puerta se
está abriendo. También he visto montones de barcos de pesca locales
que se adaptan mejor a nuestras necesidades.
- Tal vez, pero yo
trato con la televisión y los medios globales, y la propietaria del
Nessie III tiene un cuerpo capaz de hervir el agua.
Newman golpeó un pilote con
su tablilla.
- Escuche, Caldwell,
no pienso poner en peligro decenas de miles de dólares en aparatos
de alta tecnología para que usted eche un polvo.
- Shhh, joder,
cálmese. Mire, lo primero que haré por la mañana será pedir al tipo
del Consejo de Inverness un generador nuevo. Eso solucionará sus
necesidades de electricidad, y el resto ya lo iremos solventando
sobre la marcha.
- Esto es
ridículo.
- Funcionará, confíe
en mí. Entretanto, vaya a instalarse. Pida el servicio de
habitaciones, una película, lo que quiera, duerma un poco. Hasta
mañana.
00.25 h.
Yo estaba escondido detrás
de una pinada, observando la conversación de David Caldwell con su
nervioso acompañante.
No era el único que echaba
chispas.
En primer lugar, David me
había utilizado como chivo expiatorio, lo cual me había costado mi
empleo en la FAU. Posteriormente, mi presunto colega se había
adjudicado los méritos de haber sacado de su escondrijo al
Architeuthis, durante la conferencia de prensa. ¡Y ahora me estaba
robando a mi chica!
De acuerdo, Brandy no era
exactamente mi chica, pero desde luego no era propiedad de aquel
saco de mierda.
Apreté los dientes, y vi
que el hombre con el que David había estado hablando se encaminaba
hacia el hotel. David se despidió con un saludo poco entusiasta y
subió a bordo del Nessie III.
- Mira el hijo de puta
salido. Se cree que va a acostarse con ella.
Saqué el móvil y llamé de
nuevo a True, pero seguía sin contestar. "Se estará poniendo ciego
en Sniddles."
"O tal vez sea una señal
-me susurró el hemisferio derecho de mi cerebro-. No te quedes
sentado ni permitas que ese aprovechado se tire a tu chica. ¡Mueve
el culo y haz algo!"
Dejé la mochila debajo de
los árboles, bajé corriendo la colina y salí al muelle con
sigilo.
Lago Ness, 00.32 h.
El corazón de Pete Lindner
se aceleró cuando el punto luminoso rojo se materializó en su
localizador de peces. -¡Eh! ¡Eh! -Golpeó en la ventanilla de atrás
de la timonera para llamar la atención de Chad Brager-.
Tenemos compañía.
Brager entró corriendo en
la timonera. -¿Qué es?
- Cuesta saberlo. Mire
usted mismo. -Señaló la pantalla, donde un punto rojo estaba
siguiendo al Wiley-.
Está muy profundo, tal vez
a noventa metros, y todavía muy lejos, pero hemos llamado su
atención.
- Jesús. ¿Es muy
grande?
- Grande, demasiado
grande, por lo cual será mejor que no se entusiasme todavía. Debe
de ser un banco de truchas árticas, les gustan las profundidades.
Dígale a su amigo el fotógrafo que siga probando, tal vez tenga
suerte.
Chad salió corriendo de la
timonera y regresó a popa.
- El capitán dice que
algo grande está siguiendo el cebo. O es un banco de peces, o…
-¡Sí! -Jones abrió y cerró los puños-. Ciento cincuenta mil libras.
¿Cuánto es en dólares, Casey? -¿Qué importa? ¡Deja de dar saltitos!
-Casey se encorvó sobre su cámara y mantuvo abierta la lente del
teleobjetivo-. Maldita sea, empezamos a balancearnos de nuevo.
Chad, dile al capitán que aminore la velocidad. -¿Qué soy, el chico
de los recados?
- Hazlo.
Ron Casey devolvió su ojo
derecho al teleobjetivo. Mientras miraba, el cebo desapareció de
repente.
- Caramba.
- Caramba ¿qué?
- O nuestro cebo se ha
hundido, o se lo han zampado. -¡Mira! -Jones señaló el cable de
acero, que se tensaba en la cornamusa-. ¡Lo hemos cazado!
La fibra de vidrio gimió, y
después empezó a partirse a lo largo de los bordes de la
cornamusa.
Casey miró a Jones con un
nudo en la garganta.
- Creo que dijiste que
este barco podía soportar una gran carga.
- Puede, o sea,
debería. El monstruo habrá descendido a una gran profundidad. Tal
vez el…
El capitán Lindner salió de
la timonera. -¿Qué coño está pasando ahí?
Casey señaló el
cable.
- Creo que hemos
pescado a Nessie. -¿Pescado? ¡No dijo nada de que querían
capturarlo!
El barco dio un bandazo y
el trípode cayó.
Casey atrapó la cámara
cuando la popa viró a estribor.
El capitán cayó de costado
contra uno de los motores fuera borda, y después se sujetó con
fuerza mientras examinaba la cornamusa. -¿Están locos? El espejo de
popa no está hecho para arrastrar este peso.
El barco rodó a babor, y el
cable de acero se enredó con la hélice del motor de estribor y
partió dos de sus aspas. -¡Hijo de puta! ¡Acababa de reconstruir
esa hélice!
El capitán volvió corriendo
a la timonera, seguido de Chuck Jones.
- Tranquilo, capitán,
está a punto de ser famoso. Lo único que tenemos que hacer es
arrastrar a este monstruo, y tendremos suficiente dinero para
comprarle una docena de hélices.
Lindner cerró el motor de
estribor, y después aceleró. El barco se esforzó por oponer
resistencia a la tremenda fuerza. -¿Arrastrarlo, señor Jones?
¿Arrastrarlo adónde?
- A aguas poco
profundas. El estrecho de Bona.
- Cuando lleguemos al
estrecho, este barco estará hecho añicos.
El barco volvió a
inclinarse a estribor, y los dos hombres fueron lanzados contra la
consola de navegación.
El capitán se apoderó del
timón y lo giró con fuerza a babor. Aceleró, y su solitario motor
consiguió alcanzar los seis nudos.
- Su plan tenía varios
defectos, pez gordo. Para empezar, lo que ha pescado pesa más que
todo mi barco.
Para continuar, no creo que
le haga ninguna gracia tener un gancho en la boca.
El chirrido del acero al
desgarrarse perforó la noche, cuando la cornamusa y parte de la
pared del espejo de popa que había inmediatamente detrás de los
motores fuera borda empezaron a desprenderse del casco. -¡Ostras,
me está destrozando el barco! -El capitán agarró la radio-.
¡Socorro, socorro, aquí el Wiley!
Socorro…
Embarcadero del Clansman,
00.57 h.
Después de llegar al
amarradero del Nessie III, me escondí detrás de un pilote para
escuchar. Oí voces bajo la cubierta, pero apagadas.
Salté por encima de la
barandilla y entré en la timonera.
La diminuta cabina estaba
atestada de cajas de aluminio que contenían aparatos, apiladas
contra la pared de atrás y cubiertas en parte por una lona gris.
Picado por la curiosidad, aparté la lona y leí una de las etiquetas
de la factura a la tenue luz.
ENLACE RADIOFÓNICO MAESTRO
UHF.
PROPIEDAD DE NIST.
Era un equipo para la
estación de análisis principal de formaciones de sónar. -¡Para,
David!
Al oír la voz de Brandy, me
puse de rodillas y apliqué el oído a la cubierta. -¿Qué pasa?
-ronroneó David. -¡Tómatelo con calma, no soy tu puta! -¿Puta?
Brandy, tú y yo formamos un equipo, socios en una gran aventura.
Cuando los espectadores me vean, te verán a ti. Esa es la sociedad
a la que aspiro…, a menos que no estés a la altura. O sea, si tal
es el caso, dímelo ahora, porque tiene que haber cientos de
aspirantes ansiosos por asociarse conmigo, pero te elegí a ti.
-¿Para qué? ¿Para bajarme las bragas?
- Claro que no. Tú y
yo tenemos química. Sé que tú también lo sientes, ¿verdad,
nena?
Apreté los puños, decidido
a entrar como una tromba en el camarote.
- Tal vez si fueras
más despacio, lo sentiría mejor, ¿ch?
- De acuerdo, iré más
despacio, pero este es el carril de aceleración hacia el
estrellato. Tú y yo vamos a ser famosos. Seremos la siguiente
pareja que reinará en Hollywood. Es lo que tú, hum, también deseas,
¿no?
Mis venas ardieron cuando
les oí gemir y besarse.
Y entonces, oí algo más, un
montón de gente que corría por el muelle.
Eran los capitanes y
tripulantes de otros tres barcos de investigación, todos pugnando
por abrirse paso.
Una docena de civiles más
se dirigían hacia el Nessie III, y a su cabeza iba el preboste de
las Tierras Altas.
Me encontraba
atrapado.
Me embutí en el rincón del
fondo de la timonera, y arrastré las cajas de metal a mi alrededor
para formar una mampara, y después tiré la lona por encima de las
pilas. -¡Doctor Caldwell! Doctor Caldwell, ¿está a bordo?
Oí que David subía
corriendo la escalera.
- No es el mejor de
los momentos, Owen.
- Acabamos de recibir
una llamada de socorro de un crucero local. ¡Afirman que han
pescado a Nessie!
Por una rendija entre las
pilas vi a Brandy entrar como una bala en la timonera, sus bien
torneadas piernas al descubierto hasta los faldones de la camisa de
David, que apenas le cubrían las nalgas.
El motor tosió dos veces,
escupió una nube de vapores nocivos, y después se estremeció, de
modo que mi cabeza golpeó contra la pared. David entró en la
timonera sin camisa, seguido de Owen Hollifield, quien ladró
órdenes a Brandy.
- Rumbo sur. La última
vez que informaron de su posición se hallaban al norte de la bahía
de Urquhart.
Lago Ness, 01.09 h.
La idea de que tal vez
había cometido una gran equivocación estaba firmemente plantada en
la mente de Ron Casey, mientras veía que secciones del tablazón se
iban desprendiendo del espejo de popa, las fibras podridas
disimuladas bajo una capa de pintura reciente. -¡Dale otra vez,
Chad!
Gases de escape surgieron
del fueraborda de babor cuando Chad Brager atacó de nuevo el cable
de acero con el hacha.
- No sirve de nada,
sigue rebotando. Si pudiéramos…
Chad calló, mientras Ron y
él miraban el cable, que de repente se había destensado. -¿Qué ha
pasado?
- No lo sé. O el cable
se ha partido bajo el agua, o…
Libre de su ancla
biológica, el Wiley saltó hacia delante y aceleró.
Chad y Ron intercambiaron
una mirada, vacilantes, y después se alejaron del espejo de popa,
mientras sus ojos escudriñaban las aguas.
Chuck Jones se inclinó
sobre el hombro del capitán y contempló el punto rojo que los
perseguía en el localizador de peces. -¿Qué quiere decir que está
subiendo?
- Mírelo usted mismo,
pez gordo. No puede liberarse descendiendo a las profundidades, así
que nos persigue.
El capitán miró el medidor
de profundidad del localizador de peces, y las cifras que
descendían a toda velocidad… cuarenta y tres metros… veintinueve
metros… catorce metros… -¡Santo Dios! ¡Agárrese!
El capitán viró a babor con
violencia. ¡Bum! El flanco de estribor estalló como alcanzado por
un tanque, y el impacto provocó que el barco perdiera el centro de
gravedad.
El barco rodó, y su capitán
cayó de costado cuando una muralla de agua negra helada penetró en
la timonera. Dio tumbos como un ciego, incapaz de enderezarse,
mientras el Wiley continuaba rodando a babor, en busca de un nuevo
equilibrio.
Madera y acero gruñeron en
sus oídos, y después la timonera se hundió bajo las aguas.
El capitán se puso en pie,
asombrado al ver que la timonera invertida se llenaba rápidamente
de agua.
Con el corazón acelerado,
las manos y los brazos ardiendo a causa del frío, apretó la cara
contra las planchas que había sobre su cabeza e inhaló varias
bocanadas de aire, mientras las ideas se sucedían en su
mente.
Destellos de luz
chisporroteaban a modo de protesta en las consolas de navegación.
Latas de cerveza pasaron flotando frente a su cara, y le
sobresaltaron en la timonera invadida por la oscuridad. El nivel
del agua continuaba subiendo, lo cual le obligaba a nadar con tal
de respirar. Bajo sus pies se encontraba el techo, y oyó una puerta
que chirriaba: su ruta de escape.
"Abajo y a la
derecha."
El capitán Lindner agachó
la cabeza y nadó en dirección a la puerta. Tanteó en busca del
pomo, consiguió abrirla, y entonces se quedó petrificado.
Estaba pasando por debajo
del barco, y la luz de la luna revelaba su forma. El lomo de
gruesos músculos era de color chocolate, adornado con una aleta
dorsal a modo de crin que se alargaba hasta una cola redondeada sin
aletas. Tan largo y ancho como dos autobuses conectados, el ser se
movía de derecha a izquierda mientras nadaba, ondulante como una
serpiente.
Pasó a toda prisa, y si
bien no había conseguido distinguir su cabeza, Pete Lindner supo
que había visto una serpiente de mar, fría como el demonio, tan
vieja como el tiempo.
El corazón retumbaba en su
pecho y sus pulmones amenazaban con estallar, pero el capitán se
negó a salir, con la intención de conceder al animal veinte
segundos más para abandonar la zona.
Pero la timonera, junto con
su vía de escape, giró en dirección contraria a las agujas del
reloj y se alejó de él, y después el barco volcado se precipitó
hacia delante, arrastrado por el poderoso animal, todavía sujeto a
su espejo de popa.
Atrapado bajo el agua,
envuelto en la oscuridad, Lindner tanteo las paredes, de repente
desconocidas, desesperado por volver a localizar una bolsa de aire
que ya no existía. Sus palmas golpearon con torpeza el parabrisas
invertido, y después tuvo arcadas y vomitó burbujas, mientras
luchaba por desembarazarse de los restos inertes de Chuck
Jones.
Incapaz de razonar, incapaz
de ver, agitó las manos mientras describía círculos cada vez más
cerrados, en su esfuerzo por encontrar una salida de la asfixiante
negrura.
Los pulmones exhaustos
emitieron gorgoteos primarios.
Los brazos dejaron de
moverse, los ojos dejaron de ver.
El silencio se apoderó del
Wiley cuando las garras heladas del lago se extendieron de nuevo
para reclamar su presa.
Chad Brager emergió a
quince metros del barco volcado. Años de jugar al hockey sobre
hielo en lagos helados le habían preparado para el repentino frío,
y su adiestramiento como salvavidas en la USC le protegía de ser
presa del pánico. Mientras se mantenía a flote, llamó a sus
compañeros. -¡Chucky! ¡Ron!
Se desprendía vapor de su
cabeza, y su cuerpo perdía calor a marchas forzadas.
"He de salir de estas aguas
gélidas antes de que la hipotermia me venza."
Se volvió para nadar en
dirección al barco, y entonces se dio cuenta de que el casco
volcado estaba dando vueltas, y el barco se dirigía hacia él.
- Mierda…
Brager dio media vuelta y
nadó, pero sus brazos y sus piernas apenas se movían por culpa de
las capas de ropa. Hizo una pausa, se quitó los zapatos y se
permitió una mirada hacia atrás.
El casco del buque se
precipitaba hacia él con la popa por delante, y sobre el agua se
distinguían apenas el espejo de popa roto y el maldito cable de
acero.
Brager se desprendió de la
cazadora, y después se puso a nadar con furia.
"Sesenta metros… ¡Sesenta
metros de puto cable!"
Su corazón se aceleró
cuando percibió el chasquido de un cable de acero al partirse, su
eco tan claro como la trampilla de una horca al abrirse.
Una descarga de adrenalina
inyectó energía en los músculos de Brager y le impulsó a través del
agua, al mismo tiempo que un dolor lacerante despertaba sus células
nerviosas medio heladas cuando saltó hacia delante… y perdió la
conciencia misericordiosamente, con la columna vertebral aplastada
y mutilada, el torso desgarrado y engullido.
El Nessie III disminuyó la
velocidad.
Yo seguí en silencio, pero
aparté la lona para poder ver.
El Nothosaur había llegado
primero, a juzgar por su cercanía al barco volcado. Los otros dos
barcos describían círculos con los faros apuntados a las aguas
negras.
David manoteó con la radio,
pero al final Brandy se la arrebató.
- Nothosaur, aquí el
Nessie III. Adelante.
- Aquí Hoagland. Hemos
llegado demasiado tarde. Tres cuerpos cayeron al agua, el Galon ha
rescatado al único superviviente. Está farfullando, en estado de
shock. Un helicóptero viene para trasladarle a Inverness.
David tomó el
micrófono.
- Hoagland, aquí
Caldwell. ¿Ha dicho qué les pasó a los demás?
- Negativo, pero hemos
encontrado los restos de un antebrazo flotando dentro de la manga
de una chaqueta. Creo que podemos dar por sentado que el resto está
descansando en la panza de nuestro amigo.
Me desplomé sobre la
cubierta, mientras la bilis ascendía por mi garganta. "Y allá voy,
por la gracia de Dios…"
Como científico e inventor formado en el MIT, siempre había estado intrigado por las posibilidades de utilizar la tecnología moderna para solucionar el misterio del lago Ness.El doctor Charlie Wyckoff y yo empezamos nuestra investigación en 1970, pero pasaron dos años hasta el día de nuestro primer avistamiento. Estábamos en la orilla, sobre el castillo de Urquhart, cuando una giba apareció en la superficie de la bahía de Urquhart. Vi por mi telescopio algo que parecía el lomo de un elefante. Distinguí su punto más alto y calculé que la giba debía de medir unos ocho metros de largo y sobresalía un metro veinte del agua. Conseguí rodar algunas escenas de lo que semejaba una mancha sobre el agua, pero las fotos salieron borrosas.DOCTOR ROBERT RINES, miembro de la Academia de Ciencias Aplicadas, Galería de Inventores Norteamericanos Famosos.