Capítulo
27
Castillo de Inverness, Tierras Altas de Escocia
- El Tribunal Supremo
de Justicia, caso número C93-04, reanuda la sesión, con la
presidencia de lord Neil Hannam. Todos en pie.
Me levanté cuando el juez
tomó asiento y se dirigió al jurado.
- Damas y caballeros,
como sin duda sabrán, circunstancias extraordinarias rodean este
caso, y hemos de rogarles paciencia y comprensión. Señor Rael, ¿la
defensa está preparada para continuar el caso?
- Sí, señoría. -¿Señor
fiscal?
Mitchell Obrecht
asintió.
- El abogado de su
majestad está preparado, señoría.
- Muy bien. Señor
Rael, durante la última sesión interrogó a su testigo, el doctor
Zachary Wallace. ¿Tiene más preguntas para el testigo?
- No, señoría.
- Señor fiscal,
¿quiere interrogar al testigo?
- En efecto,
señoría.
Me llamaron al estrado de
los testigos y tomé juramento. Angus parecía casi divertido
mientras miraba desde detrás de la mesa de la acusación.
- Bienvenido de nuevo,
doctor Wallace. ¿Qué le ha pasado en el pie?
- Un accidente de
camping.
- Camping. Sí, tengo
entendido que ha pasado la mayor parte de las dos últimas semanas
acampando y explorando el lago Ness.
- Sí.
- En el curso de la
última sesión, el señor Rael le preguntó, y cito textualmente:
"Hablando de manera hipotética, si un animal marino de buen tamaño
cazara en las aguas del lago Ness, ¿es posible que se hubiera
aficionado a la carne humana?". A lo cual usted respondió: "En
teoría sí, supongo, pero solo si este animal fuera un depredador y
no vegetariano, y solo si la dieta de la especie hubiera sido
alterada sustancialmente por alguna ruptura inusual en la cadena
alimentaria". Mi pregunta, doctor Wallace, es si, durante estas dos
últimas semanas, su investigación ha demostrado que alguna de estas
circunstancias era cierta.
"Sabe algo…"
-¿Doctor?
- Las heridas de
Justin Wagner indicaban que había sido atacado por un depredador.
Ninguna de las demás muertes podía relacionarse con un animal
acuático.
- Gracias, pero esa no
era mi pregunta. Le he preguntado si su investigación había
demostrado que alguna de las dos circunstancias que mencionó antes
eran ciertas.
Vacilé.
- Da la impresión de
que algunas poblaciones de peces que frecuentan el lago Ness en
esta época del año no se hallan presentes.
Se elevaron murmullos en la
sala, silenciados al instante.
- En otras palabras,
¿un fallo en la cadena alimentaria?
- Sí. -¿Qué especies
de peces echa de menos en el lago Ness?
- Ha disminuido de
manera significativa el número de las especies más grandes,
concretamente los salmones. -¿Cómo lo sabe, doctor Wallace?
"¡El camarero!" -Me han
facilitado el acceso a la red de sónares para cazar el
monstruo.
- Ah. Aclaremos el
punto. ¿No ha encontrado salmones en el lago Ness?
- Ni uno. Al menos,
dentro de los límites de la red.
- Tal vez podría
resumirnos la rutina reproductora de los salmones.
- Los salmones nacen
en los ríos que desembocan en el lago Ness. Cuando se hacen
mayores, emigran al Atlántico, donde crecen mucho. Cuando llega la
época de desovar, un salmón puede recorrer miles de kilómetros,
utilizando el campo magnético de la tierra para que le oriente
hacia las aguas dulces donde salió del huevo. -¿Cuándo suelen
llegar los salmones al lago Ness?
- Al final del
invierno, cuando son grandes y están bien alimentados. El pez ha de
esperar a que los ríos vayan crecidos, pues con frecuencia han de
saltar las cascadas y superar corrientes intensas. En cuanto el
salmón regresa a su lugar de nacimiento, desova, y por lo general
no vuelve a comer hasta que regresa al mar, en otoño.
- Según su testimonio,
cuando usted cayó al lago Ness hace diecisiete años, se vio rodeado
por un banco de salmones. ¿Es eso cierto?
- Sí. -¿Qué mes
era?
- Agosto.
- En ese caso, es en
verano cuando puede encontrarse un banco de salmones en el lago
Ness.
- En primavera y
verano, sí.
- Pero ¿no este
verano?
- Hasta el momento…
no. -¿Cuál podría ser la causa de que la población de salmones
evitara el lago Ness este verano?
Vacilé, pues no quería
airear el problema de la contaminación hasta tener pruebas.
- Cuando un salmón se
acerca al lago Ness, una memoria química permite al pez oler
literalmente su río.
Es posible que alguien
interfiera en ese proceso, pero se trata tan solo de una conjetura.
Por lo que sabemos, puede que se hayan desviado hacia otro lago o
río de las Tierras Altas…
- Pero no al lago
Ness. Al menos, este verano.
- No, este verano
no.
- Y si este verano no,
el invierno pasado mucho menos, ¿verdad?
- No. El agua es
demasiado fría para desovar.
- Entiendo. En tal
caso, ¿febrero está descartado?
- Sí.
- Gracias, doctor
Wallace. No haré más preguntas.
El juez miró a Max. -¿Señor
Rael?
- Señoría, la defensa
no tiene más testigos. -¿Señor fiscal?
- Sí, señoría,
querríamos volver a interrogar al señor Angus Wallace.
Mi padre dirigió a Max una
mirada de preocupación, y después se acercó al estrado de los
testigos. El secretario del tribunal comprobó que Angus sabía que
continuaba bajo juramento, mientras el fiscal daba vueltas como un
tiburón.
- Señor Wallace, voy a
leerle su declaración en relación a la muerte de John Cialino…, una
muerte que tuvo lugar el 15 de febrero. Cito textualmente: "…así
que le di un puñetazo en la nariz. Fue un buen golpe, y retrocedió
unos pasos dando tumbos, y luego se torció el tobillo con una
piedra y cayó al lago Ness. Me puse de rodillas y miré por encima
del borde. John había emergido y se mantenía a flote, aunque le
salía sangre de la nariz. […] De pronto, el agua se llenó de
salmones, habría cientos de ellos.
Algunos saltaban fuera del
agua, otros golpearon a John en la cabeza. Entonces, vi un animal
enorme, alargado como una serpiente, debía de medir quince metros
de longitud, como mínimo, y estaba dando vueltas alrededor de John
y de esos salmones como un lobo hambriento". Fin de la cita.
Angus estaba pálido.
- Salmones, señor
Wallace. Según su testimonio, vio cientos de salmones, pero según
el experto testimonio de su hijo, no hay salmones en el lago Ness
esta temporada, y mucho menos en los meses de invierno. ¿Cómo
explica haber visto tantos salmones el 15 de febrero?
- Yo no soy biólogo
marino. Vi lo que vi.
- Volvamos a lo que
dijo. En su testimonio, afirmó que el señor Cialino le debía un
último pago por las tierras que usted le vendió. ¿A cuánto ascendía
ese pago?
- A quince mil libras.
-¿No se lo pagó?
- No.
El fiscal se acercó a su
ayudante, quien le entregó dos sobres de papel manila. Obrecht
extrajo del primero una fotocopia de un talón bancario. -¿Reconoce
esto, señor Wallace?
Angus miró el cheque.
- Sí. Es un cheque
cancelado de mi último pago. -¿Cuál es la fecha del cheque? -23 de
febrero.
- Pagado una semana
después de la muerte del señor Cialino. ¿De qué cuenta se sacó el
dinero?
- De la de Theresa
Cialino.
Se elevaron murmullos en la
sala. -¿De modo que la señora Cialino le pagó una semana después de
que usted fuera detenido por el asesinato de su marido? ¿No le
parece un poco sospechoso, señor Wallace? -¿Desde cuándo la
honradez es sospechosa? Theresa sabía que lo sucedido a su marido
había sido un accidente, y yo necesitaba el dinero para mi
medicamento del corazón. Ellos tienen mi tierra. Un trato es un
trato.
- Sí. La cuestión es a
qué trato se refiere, por supuesto. La transacción de bienes
raíces… u otra cosa. - El fiscal abrió la segunda carpeta y sacó
una serie de fotografías en color-. ¿Las reconoce, señor
Wallace?
Angus ojeó las fotos.
- Es una pensión de
Dores. Hay fotos de mí, y otras de Theresa Cialino. ¿Adónde quiere
ir a parar? -¿Cuántas veces se citaron en esta pensión en concreto?
-¿Citarnos? Parece que lo dice como si nos estuviéramos
escondiendo.
- Limítese a responder
a la pregunta-indicó el juez Hannam.
- Pues no lo sé, la
verdad. Tal vez media docena de veces. El chef es un viejo amigo
mío. Prepara la mejor torta de avenas y haggis a este lado de Fort
William. He estado allí con Johnny y ella. -¿Desde cuándo conoce a
la señora Cialino?
- Nos conocimos hace
siete u ocho años. -¿Su marido sabía que ustedes dos se habían
citado en la pensión de Dores?
Más murmullos, acallados
enseguida.
- No lo sé. Tendría
que preguntárselo a él.
Obrecht volvió a su
escritorio, y cambió el sobre de las fotos por un grueso
expediente.
- Señor Wallace, ¿le
sorprendería enterarse de que John Cialino había contratado a un
detective privado para que siguiera a su esposa?
- En absoluto. Theresa
es un bombón, como puede comprobar, y Johnny estaba un poco
paranoico.
- Señor Wallace,
¿mantenían una relación amorosa usted y la señora Cialino?
Paseé la vista entre Angus
y la viuda, como casi todos los presentes. Ella estaba sentada con
expresión estoica, la vista clavada en el frente, pero los músculos
de su mandíbula estaban tensos.
- No existía tal
relación, señor Obrecht. Siento decepcionarle. -¿No se acostó nunca
con la señora Cialino?
- Protesto. -Max se
puso en pie-. Señoría, yo diría que el señor Wallace ya ha
contestado a esa pregunta, ¿no?
- Denegado. El acusado
responderá a la pregunta.
Angus desvió la vista
mientras meditaba sobre su respuesta.
- Sí, una vez, pero
eso fue hace mucho tiempo. -¿Habían hablado de los problemas
matrimoniales de ella en esos encuentros en la pensión?
- Hablábamos de muchas
cosas mientras desayunábamos, señor Obrecht. -¿Incluido el
asesinato de su marido? -¡Protesto!
- Se acepta.
La sala contuvo el aliento
mientras Mitchell Obrecht miraba al jurado, con el fin de confirmar
que había recibido el mensaje.
- No más preguntas a
este testigo, señoría.
El juicio se aplazó hasta
el día siguiente, y decenas de reporteros salieron corriendo para
entregar sus artículos a tiempo de que salieran en las noticias
vespertinas. Como me sentía mal por mi testimonio, me rezagué con
la esperanza de hablar con mi padre.
Cuando las multitudes
empezaron a disminuir, firmé en el punto de seguridad, y después
bajé cojeando por la escalera de piedra que descendía a las
entrañas del castillo de Inverness, pero me detuve al pie de la
escalera cuando oí una voz de mujer.
Me asomé a la esquina con
cautela.
Era Theresa Cialino, y
estaba hablando con Angus, muy angustiada.
- No me obligarán a
prestar declaración, ¿verdad?
- Cálmate,
Theresa.
- No quiero
testificar, Angus. ¿Y si me hacen preguntas directas?
- Relájate, querida. A
Obrecht le faltan datos para saber lo que ha de preguntar.
- Pero sí supo
preguntar sobre los salmones. Y descubrió el cheque.
- Todo eso es
circunstancial, aunque te dije que no me pagaras después de lo
sucedido.
- Lo siento, lo
siento… Ya sabes que estaba lunática aquella semana. Tenía que
dirigir la empresa, empecé a pagar montañas de facturas… No sabía
lo que habías dicho a la policía.
- Shhh, cálmate. Al
final, nada de eso importará.
- Angus… Tal vez
deberíamos decir la verdad, o sea, aún no es demasiado tarde. Maxie
podría volver a llamar a Calum. Podría interrogarle sobre todo lo
sucedido el pasado invierno. Su testimonio bastaría… -¡No, no y no!
Encima de ser expulsado de la Orden, solo faltaría someter a mi
mejor amigo a la furia de Alban MacDonald. No, Theresa, vamos a
ceñirnos al plan, es lo mejor. Zachary encontrará al monstruo y
olvidaremos todo esto.
- Yo no abrigaría
tantas esperanzas. Tu hijo no está más cerca de localizar al
monstruo que cuando llegó.
Y pese a que le animaste a
ello, aún no me ha abordado para que le preste el barco.
- Lo hará. -¿Y si no?
Desengáñate, Angus, tu hijo todavía tiene miedo. -¡No! La sangre de
los Wallace corre por las venas de Zachary, y lo superará, tal como
yo predije. ¿Dónde está tu trainera?
- Amarrada en Fort
Augustus.
- Ponte en contacto
con el capitán. Que la lleve al embarcadero del Clansman. Será más
fácil conseguir que Zack suba a bordo y… -¿Y qué? -Salí de mi
escondite y me precipité hacia su celda, con los puños apretados y
la sangre hirviendo en mis venas-. No soy un asesino, Zachary, yo
no lo hice, hijo. ¡Mentiroso!
Angus estaba pálido como un
muerto.
- Hijo, no es…, no es
lo que piensas. -¡Cierra el pico! Me utilizaste en el juicio, y
después me azuzaste y animaste a que fuera en persecución del
animal, con el fin de que pudiera confirmar tu coartada…, tu
mentira. Bien, pues se ha acabado. Ya he testificado, vuelvo a
casa, y por mí, tú y tu viuda alegre os podéis pudrir en el
infierno. -¡Espera, Zack! ¡No te vayas, hijo, no puedes irte
ahora!
Sin hacer caso del dolor
del pie, me alejé a toda prisa por el pasillo y subí la escalera,
mientras me tapaba los oídos para no escuchar sus gritos y
alaridos.
En el verano de 1986, efectuamos pruebas con sonar como preparativo para la Operación Deepscan, la investigación más exhaustiva del lago Ness jamás llevada a cabo. Laurence Electronics accedió a proporcionarnos unidades de sónar Simpson-Lowrance X-16, elegidas porque registrarían en una gráfica de papel cualquier cosa vista en las profundidades del lago Ness. Cada unidad tenía un alcance de trescientos noventa metros, y podía localizar objetos de treinta centímetros, separados por dos y medio.El 9 de octubre de 1987, empezó la Operación Deepscan, el rastreo con sonar más extenso de una masa de agua dulce jamás intentado. Más de doscientos cincuenta reporteros y veinte equipos de televisión asistieron al acontecimiento, más de los que hicieron acto de aparición en la cumbre Gorbachev-Reagan celebrada en Reikiavik, Islandia, en 1986. Iniciamos nuestra investigación en las aguas del hotel Clansman. Diecinueve barcos formaban una hilera que recorría el lago Ness a lo ancho, cada uno provisto de una unidad de sonar X-16. Seguía a la flotilla el New Atlantis, un barco más grande provisto de un sonar Simrad Scanning, diseñado para concentrarse en contactos identificados. El primer día, se registraron tres contactos de sónar fuertes entre setenta y ocho metros y ciento ochenta metros. El mejor de los tres se tomó durante más de ciento cuarenta segundos a ciento setenta y cuatro metros de Whitefield, frente a la bahía de Urquhart. Después de un análisis minucioso, David Steensland, de Laurence Electronics, afirmó que los tres objetivos eran más grandes que un tiburón, pero más pequeños que una ballena.ADRIAN SHINE, director de la Operación Deepscan, Royal Geograhic Society.