Capítulo
21
Inverness
Una sucesión de golpes en
la puerta me despertó. Temiendo que hubiera vuelto a chillar en
sueños, salté de la cama con un gruñido, todos los músculos del
cuerpo doloridos. -¿Quién coño es?
- Maxie. ¡Abre!
Abrí la puerta, y después
me tambaleé hacia el cuarto de baño y engullí varias
aspirinas.
Max me siguió, armado con
un periódico enrollado. -¿Todavía dormido? Son las dos y media de
la tarde.
- Estuve levantado
hasta tarde, envenenándome el cuerpo.
- Imitando a tu padre,
¿eh?
Abrió el periódico.
La fotografía en blanco y
negro me había captado de pie sobre David, los puños apretados, el
rostro deformado por una expresión maliciosa. El titular rezaba:
"Wallace da la bienvenida a colega al lago Ness".
- Al menos me pillaron
el perfil bueno.
- Caldwell amenazó con
denunciarte. No te preocupes, se tiró atrás cuando yo amenacé con
demandarle por calumnias.
- Que me denuncie, no
tengo nada que perder.
Di la vuelta al periódico,
y me fijé en otro artículo.
EL CONSEJO ENMIENDA
LEYES
Tras el espantoso ataque
contra el vecino de Alaska Justin Wagner, y las muertes casi
seguras de otros dos turistas, el Consejo de las Tierras Altas votó
por unanimidad enmendar el Decreto de 1912 de Protección de
Animales, así como el posterior Decreto de 1966 de Veterinarios. La
ley de 1912 prohibía que el animal acuático conocido como Nessie
fuera capturado por investigadores y cazadores de monstruos,
mientras que el Decreto de 1966 prohibía cualquier intento de tomar
muestras de tejido de cualquier animal acuático del lago Ness.
Theron Turman, alguacil de la Junta Protectora de Piscifactorías,
accedió a los cambios, pero matizó enseguida que las enmiendas se
referían solo a animales acuáticos grandes, y que todavía era
ilegal pescar truchas o salmones en el lago Ness.
- Sí, yo también he
leído el artículo. ¿Qué significa todo eso?
Meneé la cabeza con
incredulidad.
- Significa que
quieren capturar al animal.
Salón de Observación, hotel
Clansman.
Con un amplio embarcadero
situado sobre el lago Ness, el hotel Clansman había sido siempre el
lugar de reunión favorito de los cazadores de Nessie, y el Consejo
de las Tierras Altas no lo pensó dos veces a la hora de establecer
allí su cuartel general.
El preboste Owen Hollifield
consultó su reloj, y después volvió a llamar con los nudillos a la
suite de David Caldwell.
- Buenas tardes,
doctor. ¿Preparado?
David abrió la puerta, con
los ojos enrojecidos todavía a causa del jet lag.
- Preparado. Supongo
que el Consejo habrá hecho todo lo que debía.
- Sí. Se han enmendado
las leyes, y ya hemos empezado a hablar con dos constructoras. En
cuanto a los cazadores de monstruos, hemos seleccionado a los tres
capitanes y barcos más cualificados, tal como usted solicitó, y si
no le gustan, tenemos entre cuarenta y cincuenta solicitudes más.
Todo el mundo, desde pescadores locales hasta ex miembros de la
marina, pasando por locos de los ordenadores, quiere estar
aquí.
- Suficiente. Uno más,
y empezarán a tropezar entre sí.
- Ya está pasando, me
temo. Muchos han dejado caer boyas sonar, y las señales se están
cruzando.
- Yo me ocuparé de
ellas. Ya he tratado antes con tipos como esos.
Hollifield le guió por un
pasillo alfombrado hasta la sala de banquetes contigua.
- Le advierto que
algunos conservadores de museo han insistido en participar en la
reunión. Uno es del Smithsonian, los otros dos trabajan en el Museo
Británico de Historia Natural. Trátelos bien, tienen
influencias.
- Comprendido.
Entraron en el Salón de
Observación, una sala de banquetes que ofrecía vistas panorámicas
del lago Ness y del muelle, donde varios buques de investigación
grandes estaban ahora amarrados. Un tablero de corcho portátil
sobre ruedas estaba situado cerca de la cabecera de la mesa de
conferencias, con un mapa del lago Ness clavado con
chinchetas.
Cinco hombres y dos mujeres
revoloteaban alrededor de las mesas del bufet, sirviéndose una cena
temprana.
Hollifield se situó en la
cabecera de la mesa, con David a su derecha.
- Damas y caballeros,
por favor.
Los líderes de las
expediciones y los conservadores de museos tomaron asiento.
- Les presento al
doctor Caldwell, el caballero que el Consejo ha contratado para
organizar nuestra búsqueda. Doctor Caldwell, nuestros cazadores de
Nessie: Michael Hoagland, del barco de investigación alemán
Nothosaur; Scott y Debbie Sloan, criptozoólogos estadounidenses del
Galon, y Bill Plager, un biólogo marino que trabaja a bordo de un
barco de diecisiete metros de eslora, el Great White North.
- Es un placer. Ya sé
que quieren presentar algunas quejas, pero antes de entrar en
materia, hablemos de nuestro objetivo. Ustedes, y docenas de
cazadores de Nessie antes que ustedes, han dedicado varias décadas
y miles de dólares a perseguir fotos submarinas y señales de sónar.
Ahora, todo eso ha cambiado. Con la repentina sed de sangre del
monstruo, creo que podemos decir sin lugar a error que algo grande
habita en el lago. En otras palabras, tenemos la prueba, está en el
depósito de cadáveres, y lo que queremos ahora es capturar a la
bestia. -¿Capturarla? -se burló Scott Sloan-. ¿No está siendo un
poco presuntuoso, y bastante más que melodramático? Para empezar,
¿quién ha hablado de sed de sangre?
Miró a su mujer, la cual
asintió.
- Scott tiene razón.
Además, ¿cómo se captura algo tan escurridizo, que aún no hemos
conseguido una foto decente en más de setenta años?
David guiñó el ojo al
preboste.
- Mis escépticos
decían lo mismo del calamar gigante. El juego ha cambiado, tíos,
asumidlo. Sea por el motivo que sea, Nessie ya se ha cansado de
alimentarse solo en las profundidades. Se ha convertido en un
auténtico comedor de carne.
Bill Plager se pasó una
mano encallecida por su calva.
- Comedor de carne o
no, no capturará nada hasta que esos aficionados dejen de tirar sus
malditas boyas sónar por todo el lago. -¿Nosotros? -Hoagland se
levantó-. ¡Son sus boyas las que están interfiriendo con nuestra
cuadrícula!
- Tranquilos,
muchachos -advirtió David-, aquí no hay sindicatos. O juegan
limpio, o se los expulsará a patadas del lago.
El doctor Saumil Shah,
subconservador del Smithsonian, levantó la mano.
- Una pregunta, por
favor. Suponiendo que pueda localizar a esta bestia acuática,
¿dónde cree que va a encerrarla?
- Aquí mismo.
David se levantó, y rodeó
con un círculo la bahía de Urquhart en el mapa.
Meghan Talley puso los ojos
en blanco.
- De acuerdo, ya veo a
muchos escépticos, pero piensen un momento. La bahía nos
proporciona un hábitat natural, con tres orillas que podemos
utilizar para encerrar al animal. El Consejo ya está negociando con
algunos ingenieros y constructoras, quienes han dicho que pueden
dejar caer una valla de acero desde un puente prefabricado que
abarque toda la boca de la bahía, aislándola del resto del lago. La
valla se sujetará al fondo mediante anclas de cemento, y estará
sostenida a lo largo de la superficie mediante una serie de boyas.
También habrá que vallar la costa que rodea la bahía, por supuesto.
Será el corral más grande del mundo, y les garantizo que el más
popular.
- Además -añadió el
preboste-, nos permitiría estudiar al ser mientras protegemos la
leyenda… y a nuestros turistas.
David le dedicó una sonrisa
engreída.
- Ahora contestaré a
sus preguntas. Sí, señora, ¿quién es usted?
- Meghan Talley. Mi
marido, Mark, y yo somos conservadores del Museo Británico de
Historia Natural.
Estuvimos presentes en su
conferencia de prensa de anoche, cuando identificó en público al
depredador como un plesiosauro. ¿En qué se basa su análisis?
- En décadas de
avistamientos. Fotos. Todo eso.
- Entiendo. -Los ojos
azules de Meghan destellaron-. ¿Es este el tipo de protocolo
científico que cabe esperar?
- Escuche, señora,
¿qué más da lo que yo diga? Una vez lo capturemos, miraremos debajo
de su falda y lo sabremos con seguridad, ¿de acuerdo?
- Es al revés, doctor.
Se supone que esto es todavía una expedición científica. -¿Quién lo
dice? -David paseó alrededor de la mesa, sacando pecho-. Me han
contratado para organizar una cacería, así de claro. Si usted
quiere llamarlo expedición científica, es su problema. Yo digo que
capturemos la pieza, y la ciencia ya vendrá más tarde.
- Mi esposa tiene
razón -dijo Mark Talley-. Si no sabe lo que va a cazar, ni siquiera
puede estar seguro de que solo haya un animal. También basa sus
suposiciones en la leyenda del lago. Hay muchas probabilidades de
que no exista algo tan romántico como un plesiosauro. ¿Y si es un
esturión gigante? -¿Un esturión?
- Sí, doctor Caldwell,
un esturión. Búsquelo. Es una especie anadroma, de más de
doscientos millones de años de antigüedad, que prolifera en el lago
Ness. El esturión báltico parece casi un tiburón Thresher, y puede
alcanzar más de seis metros de longitud. ¿Cree que el público va a
pagar por ver un esturión?
David lanzó una mirada al
preboste.
- No es un esturión.
Los esturiones no tienen unos dientes tan grandes y afilados como
para destrozar de aquella manera al chico de Alaska.
- Lo que querernos
decir, doctor, es que se está precipitando con todas esas proclamas
y gastos. ¿Por qué no lo toma con más calma, averigua qué es, y
después va a por él?
David negó con la
cabeza.
- No. Mire, todos
ustedes, conservadores y cazadores de monstruos, están haciendo lo
mismo desde hace décadas. Ya es hora de adoptar un enfoque más
agresivo. ¿No es cierto, señor preboste?
Hollifield asintió.
- El Consejo va a
aportar cincuenta mil libras esterlinas a la captura de la bestia,
y el National Geographic, que se adjudicó la exclusiva del rodaje,
acaba de añadir cien mil libras para hacer más atractiva la oferta.
Este dinero… y el reconocimiento de la captura, se dividirá entre
el doctor Caldwell, el Consejo y los barcos que participen en la
búsqueda.
David volvió al mapa.
- Voy a dividir el
lago en tres partes. El Nothosaur cubrirá el extremo norte del lago
Ness, desde el sur del coto de pesca de Abban hasta la bahía de
Urquhart. Los Sloan y la tripulación del Galón patrullarán el sur
de la bahía de Urquhart hasta Foyers. Como Bill Plager cuenta con
el barco más grande y veloz de los tres, vigilará desde el sur de
Foyers hasta Fort Augustus. Como primer paso necesario, pido a cada
uno de ustedes que se responsabilicen de la misión y recojan de
inmediato sus respectivas boyas sónar.
Después, las
redistribuirán, siguiendo las instrucciones de mis técnicos, en una
pauta específica en las zonas que les han sido asignadas. Además de
estar atentos a su cuadrícula, sus señales se descargarán en un
sistema maestro de gestión de señales a bordo de mi barco, que
mañana por la mañana elegiré entre una lista de solicitantes
locales.
David dio una segunda
vuelta alrededor del grupo, como un joven Patton.
- Dentro de unos días,
suministraremos a sus barcos redes de pesca sumamente pesadas, que
deberían llegar a Inverness a finales de esta semana. Para
entonces, esperamos tener acordonada casi toda la boca de la bahía
de Urquhart. En cuanto nuestra cuadrícula de sónar localice al
monstruo, todos los barcos convergerán en el lugar donde se
encuentre y lo capturaremos con las redes.
Meghan Talley meneó la
cabeza.
- Así de sencillo,
¿eh?
- Escuche, señora, nos
enfrentamos a un gran depredador que vive en un gran lago, pero
sigue siendo un lago. Quiero decir, ¿adónde va a ir esa cosa? La
localizamos, le echamos la red, la encerramos. Dicho y hecho. -¿Y
el museo? -preguntó el doctor Shah.
- Una vez capturemos
al monstruo, empezaremos a recibir solicitudes de conservadores y
otros científicos para estudiar a Nessie. -¿Solicitudes? ¿Espera
que enviemos solicitudes?
- Esto es un negocio,
señora Talley. Vamos a dejar algunas cosas claras. En lo
concerniente a la prensa, todas las entrevistas pasarán a través de
mí. Y no quiero ni oír hablar de que Nessie es un esturión, de lo
contrario su solicitud puede que aterrice debajo de la pila.
Capiche?
Meghan Talley empezó a
decir algo, pero su marido le agarró el brazo. -¿No hay más
preguntas? Bien. Redistribuyan sus boyas de sónar, chicos y chicas,
la temporada de la caza de Nessie acaba de empezar.
Castillo de Aldourie,
orilla nordeste del lago Ness.
Cielos plomizos cubrían el
Great Glen. El agua oscura estaba tan lisa como un cristal, y
ocasionales filamentos de niebla se deslizaban sobre su superficie
como plantas rodadoras.
Caminaba en dirección norte
por la orilla este del lago Ness, a la caza de nuevas pistas, con
la camiseta empapada a causa del chubasco de la tarde que había
ahuyentado a casi todos los turistas. A las cinco y media me
encontraba en las orillas del muelle de Aldourie. Una canoa de
aluminio baqueteada estaba embarrancada en la alta hierba, con el
fondo cubierto de algas. No había nadie en los alrededores.
Continué andando, y me
acerqué a los terrenos del castillo de Aldourie. La antigua mansión
baronial se hallaba a varios cientos de metros del lago, rodeada
por hectáreas de tierra. Agujas de cuatro pisos de altura coronaban
la propiedad abandonada, y su silueta quedaba empequeñecida por un
fondo de pendientes boscosas verde esmeralda, cubiertas de pinos y
alerces.
El castillo de Aldourie
había sido reconstruido en distintas ocasiones desde que habían
erigido su torre principal en 1626. La obra más reciente consistía
en una plataforma de cemento que separaba los cimientos del primer
piso. En su momento, el propietario, coronel William Fraser-Tytler,
afirmaba que lo había hecho para evitar incendios en la propiedad.
Según los vecinos, el coronel estaba más preocupado por "otorgar
eterno y definitivo descanso al fantasma de la dama de gris", un
espíritu que, según decían, rondaba por los terrenos del
castillo.
Si los recuerdos de la
infancia eran los espíritus que me rondaban a mí, entonces el
castillo de Aldourie era uno de ellos, pues este era el lugar donde
Angus había sembrado en mi espíritu sus supersticiones sobre
demonios y dragones.
Me acerqué al borde de la
orilla sobre la cual mi padre había levantado a su hijo de corta
edad. ¿Había sido clarividente el hijo de puta borracho, o solo
estaba jugando conmigo, como siempre había hecho?
Tal vez lo estaba haciendo
ahora…
Escudriñé las aguas oscuras
y me puse a pensar.
Y entonces, levanté la
vista y vi el objeto.
Era una figura pálida, que
se movía sobre la superficie a varios cientos de metros de
distancia. De no haber estado el agua tan en calma, no la habría
visto, pero su movimiento estaba levantando ondas en la tranquila
superficie del lago. ¿Era un ciervo?
Como la visibilidad era
escasa y la niebla se estaba espesando, no podía estar seguro, pero
me pareció… ¡un cuerpo!
No había nadie más en los
alrededores, ni una barca a la vista. ¿Qué hacer?
Miré hacia la canoa con el
corazón acelerado.
"Muy bien, Wallace, juraste
que entrarías en acción cuando llegara el momento; pues bien, el
reloj se ha puesto en marcha."
Corrí hacia la canoa. Mis
músculos se movían como plomo líquido, el miedo enviaba hormigueos
a mi vejiga. Aparté las algas y descubrí un remo de madera podrido
y una docena de ranas toro.
- Lo siento,
chicas.
El interior de la canoa
hedía a agua estancada. Utilicé el remo para apartar cortinas de
telarañas, y después arrastré la barca sobre la hierba en dirección
al pequeño muelle.
Bajo el agua… Los pulmones
en llamas, la sombra se alza sobre mí… ¡Ve hacia la luz! -¡Eh!
-Sacudí la cabeza y luché por expulsar la imagen subliminal-.
Cálmate. Es mejor afrontar tus miedos a plena luz del día.
Un trueno retumbó en el
Great Glen. Sus plácidas aguas me retaban a violar su
serenidad.
Bajé la canoa al agua,
mientras intentaba imaginar qué habrían sentido William Wallace y
su banda de seguidores cuando esperaban en Stirling el momento de
enfrentarse al ejército de Longshanks.
Inferiores en número,
habrían superado su miedo, y de esta manera ganaron una batalla
decisiva. -¿Miedo? ¿El dragón representaba el miedo? Tal vez era
eso lo que Angus intentaba decirme. Todo el mundo ha de enfrentarse
a su dragón personal en algún momento.
Idiota. ¿Desde cuándo
hablaba Angus Wallace en términos filosóficos?
Examiné la canoa, comprobé
que no había vías de agua, dejé la mochila en el muelle, bajé una
pequeña escalerilla de madera y me acomodé en la barca. Aferré el
remo podrido y empecé a alejarme de la orilla, en aguas más
profundas que las del mar del Norte.
"De momento, todo va bien.
Puedes hacerlo."
Debido a la niebla, tardé
un momento en volver a localizar el objeto. Los músculos de mis
hombros se tensaron mientras remaba, y finalizaba cada remada
trazando una "J" en el agua para lograr que la canoa siguiera un
curso recto.
A doscientos metros de
distancia, las ondas aumentaron de intensidad.
Al cabo de unos minutos, el
frío del lago Ness empezó a filtrarse por el fondo de la barca de
aluminio y entumeció mis pies. Sin hacer caso del frío, cambié de
lado y seguí remando, mientras la proa de la barca cortaba las
espesas cortinas de agua.
Ahora ya estaba cerca, tal
vez a una distancia de unas veinte barcas, cuando oí chapoteos más
adelante.
Algo se estaba revolviendo
en el agua… ¡Lo que fuera estaba vivo! -¿Hola?
Remé con más vigor, con la
imaginación desbocada. ¿Era un barquero que había volcado? ¿Cuánto
tiempo podía mantenerse a flote alguien en estas aguas
heladas?
Me pareció ver una cabeza
hundirse y volver a emerger, tal vez unos brazos que manoteaban
sobre la superficie. -¡Espere, casi he llegado!
Llegué al cuerpo, describí
una amplia C, di la vuelta a la canoa y me incliné.
- Joder.
No era una persona y no
estaba viva. Era un pez enorme, un esturión de cinco metros de
largo, solo que estaba cubierto de docenas de marcas de mordiscos,
que medían entre veinte y veinticinco centímetros de anchura, y
unos diez de profundidad.
Mientras miraba, el cadáver
fue arrastrado al fondo de nuevo y atacado, como si hubiera un
banco de pirañas debajo.
- Ostras, ¿qué coño
está pasando? ¡Tump!
Mi corazón pegó un bote
cuando algo golpeó el fondo de la canoa, y su impacto resonó en
todos mis huesos.
Tump… ¡Tump-tump!
Más golpes, en sucesión
escalonada. ¡Me estaban atacando!
Volví a agarrar el remo, y
estaba a punto de empezar a remar, cuando la canoa fue golpeada de
nuevo desde abajo con tal fuerza, que las planchas de aluminio que
había junto a mis pies saltaron hacia arriba y se separaron,
liberando un chorro de agua helada.
"¡Jesús, Wallace, levanta
el culo!"
Remé como un loco,
impulsando hacia delante la barca, pero mi corazón casi dejó de
latir cuando mi barca resbaló sobre los restos del esturión, que
había vuelto a emerger. -¡Maldita sea!
Desvié la canoa a un lado,
y mis nervios destrozados hormiguearon cuando el remo golpeó algo
sólido que nadaba debajo. ¡Tump… tump!
La canoa osciló cuando fue
alcanzada de nuevo. El agua que había a mis pies alcanzó noventa
centímetros de altura y siguió subiendo.
"¡Esto no está
pasando!"
En el fondo de mi mente,
una voz interior me recordó: "Tranquilo, Wallace. Solo es un lago.
No puede hacerte daño si no entras". -¡Cierra el pico!
Bajé el hombro y remé como
un atleta olímpico, en dirección a la lejana orilla, ahora oculta
por la niebla.
El agua gélida de la canoa
me llegaba a los tobillos. ¡Una sombra gigantesca se alza sobre
mí!
Imágenes subliminales me
cegaron.
- Cien metros… ¡Sigue
remando!
Una boca se abre alrededor
de la parte inferior de mi torso…
- Ochenta metros…
¡Ánimo, Wallace!
Con el agua hasta las
pantorrillas, la canoa pesaba cada vez más. ¡Algo dentado está
desgarrando mi carne!
- Sesenta metros…
¿Dónde está el puto muelle? ¡Ve hacia la luz, Zachary, ve hacia la
luz! ¡Tump! -¡Aléjate de mí, joder!
Mis manos cubiertas de
ampollas y los antebrazos me ardían, y todo mi cuerpo se esforzaba
por mover la canoa inundada.
Me estaba acercando. Vi el
castillo de Aldourie. Vi los prados de césped verde.
Y entonces, el agua me
llegó a las nalgas, y supe que iba a entrar a batear.
Cincuenta metros…
La canoa oscilaba a cada
remada, solo que apenas se movía.
"Cuarenta metros. ¡Quédate
en la barca lo máximo posible!"
La proa se alzó, la popa
osciló, y luego se hundió bajo mi cuerpo.
Joder.
Solté el remo, me puse en
pie y me lancé al lago. Su abrazo ya demasiado familiar me robó el
aliento, mientras mis piernas se agitaban y empezaba a nadar a crol
con torpeza. Mis botas de excursión eran bloques de cemento, las
ropas me estrujaban, el miedo impedía que me sumergiera mientras
nadaba.
"Veinte metros, Wallace…
¡Veinte putos metros!"
Una imagen destelló en el
ojo de mi mente. El cuerpo de un hombre. Desnudo. Muerto.
-¡Aj!
Distraído, mi frente golpeó
con fuerza un pilote de madera, con tal fuerza que vi estrellitas
púrpura.
"¡Sal de la puñetera
agua!"
Tanteé ciegamente en busca
de la escalerilla, y después subí como pude sus peldaños
astillados.
Mareado por el frío y el
cansancio, llegué a lo alto y caí de rodillas sobre el muelle,
después me tumbé y cerré los ojos, mientras me masajeaba la
cabeza.
Con los ojos cerrados, vi
destellos de luz que desfilaban ante mis párpados, mientras
escuchaba el murmullo de las olas.
- Estás bien.
Respira.
Con la respiración más
calmada, deje que mi cuerpo se relajara, mientras mi mente volvía a
las imágenes subliminales.
Algo parecía diferente esta
vez… Más claro que las imágenes de mis anteriores terrores
nocturnos. ¿Qué era?
Bajo el agua… ¡La
luz!
Esta vez, había visto la
luz con más claridad. No eran los rayos del sol los que perforaban
las profundidades, y no era un resplandor celestial, sino una lanza
artificial brillante…, una lámpara submarina, que penetraba en mi
tumba de agua como el foco de un faro.
Abrí los ojos, con los
pensamientos acelerados a causa de la revelación. -¡Eso fue lo que
me salvó hace diecisiete años! ¡Fue una luz submarina! Debió de
ahuyentar al animal hacia las profundidades.
Me puse en pie y miré
desafiante al lago.
- Ahora conozco tu
punto débil, Nessie, seas lo que seas. Tus ojos son sensibles a la
luz brillante. La próxima vez que nos encontremos, estaré
preparado.
Mis pensamientos regresaron
a la aventura de la canoa, y ahora me sentí confuso, porque no era
el asesino de Justin Wagner lo que había atacado al esturión. No,
estos animales acuáticos, fueran lo que fueran, eran más pequeños,
pero muy feroces. ¿Era el hijo de Nessie, u otra especie
diferente?
- Aquí está pasando
algo muy raro, algo que está afectando a todo el ecosistema.
Al recordar el laboratorio,
busqué en mi mochila el móvil y llamé al número del sheriff
Holmstrom.
- Sheriff, soy Zachary
Wallace. ¿Qué pasa con esas muestras de sangre y especímenes que le
pedí analizar? ¿Hola?
- Lo siento, doctor
Wallace, no sé cómo decírselo…, pero, bien, parece que uno de
nuestros técnicos extravió sus muestras. -¿Extravió? -Sentí un nudo
en el estómago-. ¿Qué extravió, exactamente?
- Todo lo que nos dio,
me temo. Aún estamos buscando en el laboratorio, y tenga la
seguridad de que el responsable ha sido castigado, pero…
Colgué.
Angus tenía razón: estaba
perdiendo el tiempo.
Maldije en voz alta, agarré
la mochila y me cobijé bajo un alerce. Me quité la ropa mojada y me
puse una camisa y unos téjanos secos.
Y entonces, se me ocurrió
otra idea: "¡Cascarrabias MacDonald! Era el que portaba la luz
subterránea. ¿Cómo sabía que debía llevarla cuando me
rescató?".
- Ese viejo bastardo…
Sabe muy bien lo que hay ahí abajo.
Me cargué la mochila a la
espalda y seguí mi camino hacia el norte, mientras me preguntaba
qué me asustaba más: los seres que habitaban el lago Ness o la idea
de enfrentarme al viejo.
… existe la habitual, y debo decir que irritante, confusión de la selección natural con la "aleatoriedad".La mutación es aleatoria. La selección natural es justo lo contrario de lo aleatorio. En la verdadera selección natural, si un cuerpo posee lo necesario para sobrevivir, sus genes sobreviven automáticamente, porque están dentro. Por lo tanto, los genes que sobreviven tienden a ser, automáticamente, los genes que confieren a los cuerpos las cualidades que los ayudan a sobrevivir.RICHARD DAWKIns, The Blind Watchmaker: Why the Evidence of Evolution Reveals a Universe Without Design, 1986.
Una explicación posible es que el "Monstruo" puede ser un tipo de animal de las profundidades que en raras ocasiones asciende a la superficie. Es posible que estos animales quedaran aislados del océano en el lago Ness hace mucho tiempo debido a movimientos de tierra, y sus descendientes lograran sobrevivir.C. ERIC PALMER, conservador del Museo de Historia Natural de Glasgow, 1951.