Capítulo 23

 

Lago Ness

 

   El Nessie III se quedó en la zona otras dos horas hasta que el sol se alzó, y para entonces mi vejiga estaba a punto de estallar.
   Brandy amarró. David le dio un beso de despedida, y el preboste se marchó para preparar otra conferencia de prensa. Esperé a que Brandy bajara, y después subí desde mi escondite improvisado en la timonera a la cubierta.
   - Me estaba preguntando cuándo saldrías.
   Sobresaltado, me volví y vi a Brandy, vestida ahora con una bata lavanda. -¿Lo sabías?
   Se apoyó con indiferencia contra la barandilla de popa, las manos cruzadas sobre el pecho.
   - Te olí en cuanto dejamos de movernos. -¿Por qué no dijiste nada?
   - Imaginé que ya te habías puesto en ridículo lo suficiente por una noche. Todavía te da miedo el agua, ¿eh?
   - Tu hermano es un bocazas.
   - Y tú tendrías que haberme dicho algo. ¿Crees que eres el único que padece fobias? -Se abrió la bata, exhibiendo una pierna exquisitamente bronceada, con la parte interior del muslo recorrida por una serie de cicatrices blancas zigzagueantes-. Cuando me vino la depresión, me dio por hacerme daño. Es como rasurarse las piernas, pero de otra manera. -¿Lo superaste?
   - Lo controlo, punto. Las pastillas te calman los nervios, pero el miedo siempre está presente. Acecha en la periferia, a la espera de que bajes la guardia.
   Asentí.
   - Creo que ahora estoy más furioso que asustado. Supongo que representa una mejoría.
   - No necesariamente. La furia es una espada de doble filo. Si bien te da fuerzas para matar al monstruo, puede convertirte en otro. -¿Qué quieres decir?
   - Ahora no es el momento.
   - No, continúa. Termina.
   - Muy bien. El Zachary Wallace que yo conocía nunca utilizaba los puños para convencer de algo. Angus Wallace, por su parte…
   - David se ha pasado varios pueblos.
   - Es el ego de Angus el que está hablando.
   - Brandy, no pienso permitir que David destruya mi vida.
   - Da la impresión de que tu vida ya sufría bastante antes de que David Caldwell apareciera.
   - Y me lo dices en la cara. ¿Por qué él, Brandy? De todos los tíos, ¿por qué te liaste con él?
   - Mírame, Zachary. Mi barco se está cayendo a pedazos, apenas sobrevivo y no tengo dinero, ni ahorros, ni parientes ricos a los que pedir un préstamo. Encima de vivir sola, debo afrontar el invierno sin medios para sobrevivir. Con el trabajo de David, gano en un día más que en una semana.
   - Y a cambio, te acuestas con él.
   Sus ojos lanzaron chispas. Se acercó y me abofeteó en la mejilla con la palma de la mano.
   - En primer lugar, caballero, no soy una puta. En segundo, ¡me acuesto con quien me da la gana, cuando me da la gana, y no es asunto tuyo!
   Miró por encima de mi hombro y vio que David, Owen Hollifield y el ingeniero del NIST se acercaban por el muelle.
   - Tienes que irte.
   - Escucha, lo siento… -¿No me has oído? Fuera de mi barco. ¡Ya!
   Me empujó hacia la barandilla.
   Bajé justo cuando David llegaba al embarcadero. -¿Qué pasa?
   - Te estaba buscando -mintió Brandy-. Tuve que amenazarle con denunciarle por intrusión legal antes de que se marchara.
   El ingeniero del NIST subió corriendo a bordo para examinar su equipo. El preboste me encaró.
   - No nos va a dar problemas, ¿verdad, doctor Wallace?
   - Estaba a punto de irme.
   - Estupendo -gorjeó David-. Me han dicho que hay una bonita celda vacía contigua a la de tu padre.
   Levanté las manos y retrocedí poco a poco.
   - Solamente estaba conversando con la señora. Haz lo que debas para cazar a tu monstruo, pero será mejor que lo pienses dos veces antes de hacer daño a Brandy, es lo único que tengo que decir.
   Me alejé, con las venas del cuello abultadas, mi ego envanecido acallando los susurros procedentes del hemisferio izquierdo de mi cerebro… -¡Eh, Angus! … y mi psique se desinfló una vez más cuando Brandy sepultó su boca abierta en la de David.

 

   Castillo de Inverness.
   - Bien, ¿qué esperabas? -dijo Angus, al tiempo que terminaba su caldo escocés y las patatas fritas-.
   Nunca te metas con la forma de vivir de un escocés, sobre todo de una mujer. Brandy sabe lo que hace, créeme.
   - La quiero. -¿La quieres? Ah, es tu polla la que habla. Además, hay muchos peces en el mar. Lo último que necesitamos es que te lo montes con una MacDonald.
   Meneé la cabeza, y me pregunté cómo había caído tan bajo, pidiendo consejos sobre mujeres a mi padre.
   - Bien, muchacho, cuéntame otra vez este último ataque.
   - Ya te he dicho lo que sé. Según los periódicos, el fotógrafo estadounidense aún sigue en coma. -¿Y perdió la cámara?
   - Sí.
   - Vaya mierda. Mi juicio se reanuda la semana que viene. Pese a que todos los encuentros con Nessie me acercan un poco más a la libertad, Maxie dice que no es suficiente. Necesito tu ayuda, hijo. -¿Hijo? ¿Ni Alice ni Deirdre? ¿Por qué soy tu hijo cuando necesitas algo?
   - Mensaje recibido. Bien, ¿cuándo vas a salir en pos de esa cosa?
   - Cuando sepa algo más al respecto.
   - Uf… Estás perdiendo un tiempo valioso. ¿Qué más quieres saber sobre él?
   - Para empezar, ¿por qué un pacífico animal que solo comía peces añadió de repente carne roja a su dieta? -¿Cómo esperas averiguarlo?
   - No lo sé, sobre todo después de que el laboratorio del sheriff consiguiera extraviar todas las muestras que recogí. Supongo que tendré que conseguir más. -Me levanté y me alejé por el pasillo-.
   Hablaremos dentro de unos días. Quiero inspeccionar el lugar donde desovan los salmones. -¿Donde desovan los salmones? ¡Espera, Zachary! Olvídate de los lugares de desove, muchacho, vas a desperdiciar el poco tiempo que me queda. ¿Me estás escuchando, Zack? Necesitamos pruebas, pruebas reales de que ese bicho está matando gente. Llama a Theresa, ella…
   - Por última vez, no me interesa hablar con la viuda de Johnny C., ni con ninguna mujer con la que hayas compartido fluidos corporales.
   Dejé atrás a los guardias, abandoné la zona carcelaria y subí la escalera de caracol, mientras los ecos de los gañidos de mi padre me seguían hasta que llegué a la planta baja del castillo.

 

   A bordo del Nessie III.
   Un agotado Michael Newman salió cojeando de la abarrotada timonera del Nessie III, ansioso por estirar su espalda dolorida. Durante las últimas seis horas había estado sentado detrás del escritorio de madera improvisado clavado al suelo de la timonera, intentando montar una cuadrícula de sónar que funcionara. Cada una de las treinta y cuatro boyas sónar que flotaban en el lago Ness tenían que recalibrarse para que pudieran recibirse y analizarse las transmisiones de datos, y en muchos casos, Newman tenía que ordenar a un capitán de barco muy poco complacido que cambiara la posición de sus boyas. Justo cuando por fin parecía que el ingeniero del NIST había conseguido poner en funcionamiento su cuadrícula, el nuevo generador del Nessie III se había averiado, desconectando de paso su receptor GPS, lo cual le había provocado una subida de tensión.
   Había tardado el resto de la tarde en solucionar el problema, y ahora experimentaba la sensación de que alguien había retorcido sus vértebras inferiores con una llave inglesa. -¡Caldwell! Despierte y venga aquí.
   David, dormido en una tumbona, abrió los ojos. -¿Estamos en funcionamiento?
   - Estamos. Venga y le enseñaré cómo funciona, y después doy por terminada mi jornada laboral. Mi espalda no puede aguantar ni un minuto más.
   David le siguió al interior.
   - Preste atención… ¡y no deje caer bronceador sobre mis aparatos! ¿Ve el monitor de la izquierda?
   Apriete Control-M y verá su cuadrícula.
   Newman tecleó la orden y apareció una vista GPS del lago Ness, dividida por líneas de cuadrícula.
   - El lago es tan largo que tuve que dividir la pantalla en tres zonas de sónar. -Newman clicó sobre una zona con el ratón-. Aquí está la visualización norte, central… y sur. Utilice el ratón para acercar y alejar. -¿La cuadrícula está activa?
   - Todas las boyas sónar están activas y emitiendo señales acústicas desde hace unos diez minutos. He dispuesto la búsqueda del objetivo de modo que informe sobre cualquier objeto más grande que una tortuga de mar. Si algo grande cruza el haz acústico de la red, sonará una alarma, y la información aparecerá en la segunda pantalla.
   - Espléndido, magnífico… pero ¿dónde está el monstruo? Si la red está activada…
   - Está activada, pero eso no significa que no haya zonas muertas. Estamos trabajando en una cuenca de agua fría de más de doscientos cuarenta metros de profundidad. Por más señales que recibamos, aún habrá anomalías geológicas y bolsas alrededor de la orilla que seguirán impenetrables.
   - De acuerdo. ¿Cuánta extensión no es impenetrable?
   - Yo diría que entre el ochenta y cinco y el noventa por ciento, en el mejor de los casos, siempre que las señales no interfieran entre sí. He tardado todo el día y toda la noche en montar la red, de modo que puede decir a esos capitanes de barco que será mejor que no se muevan ni añadan más boyas al campo, de lo contrario los entregaré como alimento al monstruo. Y otra cosa, advierta a su novia de que no debe utilizarse el nuevo generador para otra cosa que no sea la estación de control del sónar. Si enchufa su secador a esa máquina, me iré y me llevaré el equipo. -¿Sabe una cosa, amigo? Necesita una buena mamada.
   - Lo que necesito es un quiropráctico y una cama. De modo que buena caza y buenas noches. Si me necesita, no me llame hasta mañana por la mañana.
   Newman salió de la timonera, y se dirigió cojeando hacia el hotel Clansman.

 

   Invermoriston
   Ya era tarde cuando llegué a las orillas del río Moriston.
   Los ríos del Great Glen que desembocan en el lago Ness también sirven en invierno como lugar de desove de los salmones atlánticos. Cuando las aguas se calientan hacia finales de abril, el salmón inicia su periplo desde el estuario de Moray en el sur hasta el lago Ness, pasando por el río Ness, para luego seguir ríos y riachuelos arriba para desovar.
   El río Moriston se había ganado fama de zona salmonera. Cada primavera y verano, los visitantes contemplaban desde atalayas el espectáculo de las grandes hembras saltando fuera del agua, en un esfuerzo por ascender las Cascadas de Invermoriston, que conducían a estanques reproductores más tranquilos.
   Los salmones ponen decenas de miles de huevos, los cuales producen peces jóvenes conocidos como alevines. Una vez salen del huevo, los alevines consumen sus sacos de huevos, e inician lo que será un crecimiento anual de veinte centímetros. Los peces tardan dos años en convertirse en smolts, un período en que los cambios corporales los preparan para su regreso al mar. Los salmones crecen con más rapidez en aguas saladas, y cuando vuelven a entrar en el lago Ness de adultos pueden llegar a pesar hasta dieciséis kilos.
   Después de una hora de caminar paralelo al río, llegué a una zona rocosa donde el Moriston experimentaba un ascenso notable. Dejé en el suelo mi mochila y me aposté sobre una piedra de buen tamaño para admirar la belleza de las cascadas, mientras mi mente vagaba.
   Angus había declarado que un banco de salmones había rodeado a John Cialino antes de que el monstruo le atacara. Si bien no era extraño ver salmones en la superficie, yo seguía siendo escéptico en lo tocante a la dieta del animal. Para empezar, los salmones eran epilimnion, lo cual significa que preferían habitar en las regiones más elevadas del lago Ness. Si el animal se alimentaba exclusivamente de salmones, se habrían producido más avistamientos a lo largo de los años.
   También me había rodeado un banco de salmones cuando me mordieron, diecisiete años antes.
   De todos modos, había llegado a la conclusión de que el depredador al que iba buscando prefería truchas asalmonadas o lucios, incluso anguilas. Las truchas asalmonadas eran peces migratorios, más pequeños que el salmón pero mucho más numerosos, y habitaban en las regiones más profundas del lago.
   Los lucios también eran peces de aguas profundas y alcanzaban una longitud de noventa centímetros, pero no abundaban mucho en el lago Ness. Por su parte, las anguilas no solo superaban los dos metros y medio de longitud y pesaban más de cien kilos, sino que preferían las profundidades, y se suspendían en vertical sobre el fondo del lago. La vista de las anguilas era deficiente y cazaban guiándose por el olfato, pero solo frecuentaban el lago Ness durante los meses de primavera y verano, cuando la temperatura del agua aumentaba.
   No obstante, Calum Forrest me había dirigido específicamente hacia los territorios de desove de los salmones.
   Consulté mi reloj. Había transcurrido una hora, y sin embargo no había visto ni un solo salmón saltar las cascadas.
   Sonó mi móvil. Era True. -¿Zack? Pasé por el castillo de Inverness, pero ya te habías ido. Angus me ha dicho que te dirigías a los lugares de desove de los salmones.
   - Ya he llegado. ¡ -¿Y dónde está eso?
   - En el bosque, al oeste de Glenmoriston.
   - Muy bien. Iré a buscarte.
   - No te molestes. Se está bien aquí, es un sitio plácido. Además, quiero seguir explorando, tal vez tomar algunas muestras. Es probable que acampe para pasar la noche. -¿Has perdido la razón, Zack? La semana pasada el monstruo mató no lejos de ahí.
   - Estoy bastante tierra adentro, en terreno elevado. No me pasará nada.
   - Zack…
   - Nos encontraremos mañana por la mañana en el refugio. Hasta luego.
   Desconecté el móvil, y después me encaminé río arriba, en busca de un lugar adecuado para acampar.
   Inverness Como fiscal jefe del juicio por asesinato de Angus Wallace, Mitchell Obrecht había sido presionado por sus superiores desde que el acusado había dejado caer la "bomba Nessie" en la sala. Su experiencia le decía a Obrecht que Angus estaba mintiendo, pero a cada nuevo ataque, las probabilidades de obtener una condena (y salvar su carrera) parecían disminuir.
   Fue Obrecht quien persuadió al juez de tomarse dos semanas de aplazamiento, convencido de que necesitaba más tiempo para demostrar que Angus Wallace había planificado de antemano su defensa. La buena noticia era que la defensa de Wallace había abierto una puerta para que la acusación demostrara que el asesinato de John Cialino había sido premeditado. La mala era la repentina dificultad de separar la furia sin precedentes del monstruo del asesinato de Johnny C.
   Obrecht levantó la vista cuando su ayudante, Jennifer Shaw, entró en el despacho con un grueso expediente.
   - Espero que sea el informe de tu detective privado.
   La rubia sonrió.
   - Lo es, y ha descubierto toda una nueva serie de novedades sobre Johnny C. y su viuda alegre. Por ejemplo, ¿sabías que Cialino sospechaba que su mujer tenía un lío con Angus?
   - Soy todo oídos.
   - Contrató a un detective privado dos meses después de comprar las tierras de Wallace. Por lo visto, Theresa y Angus se citaban en una pensión de Dores.
   - Ah, ¿sí? -Obrecht se incorporó, intrigado-. ¿Tienes algo que lo apoye?
   La rubia abrió el expediente y sacó una carpeta de papel manila. Dentro había fotos de Angus y Theresa Cialino por separado, ambos entrando en la misma pensión. -¿De qué sirve esto? No hay ni una sola foto de los dos juntos.
   - Estoy en ello. Entretanto, el complejo turístico de Cialino abre dentro de tres semanas, y está todo reservado. Hasta los apartamentos están vendidos, y pedían el doble de lo que valían. Todo este asunto de Nessie ha convertido a Theresa Cialino en una viuda muy rica.
   - Ya era rica antes. Te estás agarrando a un clavo ardiendo, Jennifer. Solo cuentas con rumores envueltos alrededor de insinuaciones, nada sólido que pueda utilizar para acusar a Theresa de complicidad, ni siquiera para llamarla a declarar como testigo. No, olvídate del dinero y olvídate del lío amoroso. La clave reside en demostrar que este monstruo, sea lo que sea, no tuvo nada que ver con la muerte de Johnny C. Si lo conseguimos, todas las demás piezas encajarán en su sitio. -¿Y el alguacil del lago? Ese tipo sabe mucho más de lo que dice. Creo que deberíamos volver a citarlo.
   Hay que averiguar por qué los periódicos nunca se hicieron eco de todos esos misteriosos ahogamientos en el lago Ness. Es posible que el alguacil supiera de qué se trataba y se lo contara a Angus. -¿Cómo lo demuestras?, te repito. Calum Forrest es de un clan antiguo. Moriría antes que hablar contra los suyos. -Obrecht hizo una pausa, absorto en sus pensamientos-. Espera un momento… -¿Qué?
   - El vínculo débil… no es Angus, ni Theresa, ni ese alguacil del lago, sino el hijo… Zachary. -¿Qué quieres decir?
   - Ese chico no es idiota. Sigue investigando por su cuenta.
   - Si llamas investigar a dar la vuelta al lago a pie.
   - No le subestimes. Si algo está pasando allí, tengo la intuición de que lo descubrirá. Y cuando lo haga, no ocultará la verdad, ni siquiera para salvar a su viejo.
   - Bien, ¿qué quieres que haga?
   - Ponte en contacto con tu investigador privado. Dile que se convierta en la sombra de Zachary Wallace.
   Quiero estar enterado de todo lo que averigüe el buen doctor.

 

   Glenmoriston, 01.45 h
   - ¡Eh!
   Me incorporé de un brinco en el saco de dormir, rodeado de tinieblas, con la camiseta empapada en sudor, la piel de gallina. Mis músculos temblaban de miedo, pero no era debido a los terrores nocturnos.
   "¡Hay algo merodeando ahí fuera!"
   Contuve la respiración y escuché los sonidos del bosque, pero los latidos de mi corazón retumbaban en mis oídos.
   "Suena… ¡a mi izquierda! Algo está saliendo del río, se mueve a lo largo de las rocas… ¡hacia mí!" ¡Ve hacia la luz!
   Así la linterna, un aparato impermeable de sesenta y cinco mil bujías de potencia que había comprado la mañana anterior en Inverness. La encendí, me calcé las botas de excursión y asomé la cabeza. ¿En las rocas? Nada. ¿En el lugar donde había plantado la tienda? Nada. ¿Lo habría soñado? El vello erizado de mi nuca me aseguraba que no. -¡Ay! ¡Mieeerda!
   Volví corriendo a la tienda presa del dolor, mientras la luz resbalaba de mi mano, mi cuerpo víctima de espasmos, con una inmensa bestia sobre mí, que clavaba sus dientes afilados como estiletes en mi bota y tobillo izquierdos, como si hubiera pisado una trampa para osos.
   Me revolví de espaldas en la oscuridad, lanzando patadas a la feroz bestia invisible con mi pierna libre, mientras mi mano derecha intentaba localizar la luz.
   La agarré y apunté el haz hacia el origen del dolor.
   La bestia me soltó y se quedó petrificada, mientras sus ojos redondos y opacos se tornaban de un plateado luminiscente a la luz, su cabeza de color chocolate dispuesta a atacar de nuevo. De su boca, erizada de colmillos afilados, caían gotas de mi sangre.
   Mi mente repasó datos, aunque mi cuerpo seguía paralizado de miedo.
   Una anguila.
   De dos metros diez.
   Sesenta kilos.
   Un gruñido agudo surgió de su boca abierta, provocado por su saliva mezclada con sangre. Estábamos en un punto muerto, el animal hipnotizado por mi luz, yo por sus mandíbulas y su cercanía a mis órganos más vitales.
   Y entonces, oí otra cosa…, algo más grande, y se acercaba a toda velocidad a través del bosque.
   La anguila lo oyó, y sus gruñidos aumentaron de intensidad, cada vez más agitada. ¡La segunda bestia estaba dando vueltas alrededor de la tienda!
   Parpadeé para librarme del sudor que me cegaba, mientras obligaba a mi cuerpo herido a moverse, cuando la lona salió volando como atrapada por un tornado, y mi luz arrancó reflejos de una espada chapada en oro cuando la hoja acuchilló el haz de luz, para luego cortar la cabeza de la asustada anguila. -¡Jesucristo!
   Yo estaba acuclillado, con toda la pierna dolorida y protegiéndome los ojos con la mano libre de las tres luces que ocultaban la identidad de mis salvadores.
   - Le ha mordido.
   - Sí, tiene mal aspecto. Necesita atención médica.
   Las capuchas ahogaban sus voces. -¿Puedes andar, muchacho?
   Me puse en pie para ver si el tobillo herido aguantaba mi peso.
   - Duele mucho. Puede que lo tenga roto.
   - Vosotros dos, cogedle. Yo me ocuparé de la anguila.
   Los haces descendieron y revelaron a los tres caballeros templarios, con sus túnicas negras desde la capucha a las botas. Dos de los hombres, uno a cada lado, me sostuvieron mientras el tercero recogía los restos de la anguila y los guardaba en un abultado saco de arpillera.
   Nos alejamos a buen paso en la oscuridad por un sendero invisible, mientras las linternas de los caballeros no dejaban de escudriñar los arbustos.
   - La anguila… ¿por qué me atacó?
   No hubo respuesta. -¿Cómo sabían que estaba allí?
   No hubo respuesta.
   Vi luces más adelante. Nos estábamos acercando a un pueblo. -¿Por qué los Caballeros Negros vigilan el lago Ness? ¿Cuál es su misión?
   Los tres templarios pararon en seco.
   El líder dio media vuelta y se acercó. Alzó la espada ensangrentada hacia mi cara. -¿Cree que sabe algo, doctor Wallace?
   - Yo… sé que algo está afectando a los animales que habitan el Glen. También sé que los templarios están muy preocupados por su país. Pero lo que están haciendo…, patrullar los bosques…, no va a cambiar nada.
   - Lo hecho, hecho está. Cumplimos nuestro deber.
   - Puede que no sea demasiado tarde. Tal vez pueda ayudarlos. -¿Cómo?
   - Dejándome los restos de la anguila. Los llevaré a un laboratorio y yo mismo practicaré la autopsia. La causa de que la anguila me atacara podría haber afectado al monstruo de la misma manera.
   - No.
   - Deja que lo intente -dijo el caballero de mi izquierda.
   - He dicho que no. Si llegara a saberse…
   - No se lo diré a nadie, lo prometo.
   - No confío en él -replicó el caballero de mi derecha-. Recuerda, es de la estirpe de Angus.
   - Sí. No se hable más.
   Seguimos andando.
   - Olvidaos de mi padre -grité-. ¿Creéis que yo confío en él? ¿No os acordáis de lo que me pasó cuando tenía nueve años? No soy como él, creedme.
   El líder aminoró la marcha cuando llegó a la linde del bosque, pero me di cuenta de que me prestaba atención.
   - Un garbanzo negro no debería destruir todo un clan. ¡Juro por el alma de mi antepasado, sir William Wallace, que no hablaré de mis descubrimientos! ¡Jamás!
   Salimos del bosque y bajamos a toda prisa por un sendero adoquinado, y al final llegamos al hotel Glenmoriston Arms.
   Mis acompañantes me dejaron en el porche. Uno de ellos llamó con los nudillos a la puerta principal, y después desaparecieron en la noche.
   Se encendió una luz amarilla en el porche. La puerta se abrió unos centímetros, y apareció un anciano en bata.
   - Estamos al completo, váyase.
   - Espere, estoy herido. ¿Podría telefonear a un médico?
   El anciano salió al porche y examinó mi pie ensangrentado. -¿Qué le ha pasado?
   - Un perro salvaje… Se materializó de la nada.
   - Ummm. Un médico se aloja con nosotros. Espere aquí, y no me manche de sangre el porche.
   Volvió a entrar, pero dejó la luz de fuera encendida.
   Fue entonces cuando reparé en el saco de arpillera.

 

El diario de Sir Adam Wallace
Traducido por Logan W. Wallace

Anotación: 25 de octubre de 1330
Durante horas, los caballeros golpearon con martillos las paredes de la caverna, montando un armazón de hierro destinado a sujetar el portal en la piedra inmortal. Al principio, temí que el ruido atraería a otra bestia, pero al parecer los sonidos las ahuyentaban.
MacDonald había diseñado el portal para que pudiera subirse y bajarse dentro de su armazón mediante cadenas. Estamos a punto de terminar, y me siento aliviado. De todos modos, he tenido tiempo de reflexionar sobre las consecuencias de nuestros actos contra la Naturaleza, y he apremiado a MacDonald para que me ofreciera respuestas.
- No estamos obrando contra la Naturaleza, sir Adam, sino que la estamos utilizando. Desde la época de san Columba, el número de monstruos ha disminuido. Al final de cada verano, el portal se bajará al lecho del río, con el fin de impedir que las hembras fértiles escapen al mar y se reproduzcan. A principios de cada primavera, volveremos de nuevo, esta vez para izar el portal y dejar que entren los jóvenes drakontas. De esta manera, el número de bestias se multiplicará de nuevo en el lago Ness, y de paso defenderemos la seguridad del Grial de Escocia. -¿Y si alguna hembra se niega a desovar en el lago Ness? -pregunté.
- No seáis estúpido. Una hembra fértil ha de desovar en algún sitio. Mejor aquí, donde servirán a nuestros propósitos, que en el mar. -¿Y si el lago Ness no puede acoger a tantas bestias? Tal vez la intención de Dios es que su número disminuya. Tal vez la cantidad de alimentos no sea… -¡Basta! ¿Crees que fue Dios el creador de estos monstruos? Fue Satanás, sin la menor duda, y ahora están a nuestro servicio. Entrégame el estuche de Bruce.
MacDonald había ensanchado una fisura en la roca, justo encima de la entrada que nos había conducido a este agujero infernal. Depositó con cuidado el estuche de plata en el estante recién creado, y después lo cubrió con el paño de los templarios.
- Que el espíritu divino de Bruce mantenga alejado a Satanás, y que su Santo Grial regrese a la luz cuando Dios decida que Escocia vuelva a ser libre.
Dejo ahora de redactar esta anotación. Sir Keef ha anunciado que el portal está preparado para ser bajado en el interior de su armazón, una tarea que necesitará nuestras fuerzas combinadas.
Dios mediante, redactaré la siguiente anotación a la luz del día.

 

   Mi amigo, James Cameron, y yo estábamos pescando en una barca a unos doscientos metros de Tor Point, cerca del castillo de Aldourie. Eran las diez de la noche, cuando la barca empezó a mecerse en las aguas calmas. De repente, la cabeza y el cuello de un animal de grandes dimensiones emergieron del lago, a treinta metros de nosotros. Un momento después descendieron, alborotando el agua. La cabeza que vi era ancha y fea, continuación natural de la curva del cuello, y daba la impresión de tener una crin marrón y negra.
   DAN MCINTOSH, Dores, julio de 1963.

 

   Mi cuñado, James, y yo salimos de Inverness aquella noche, con la intención de recorrer el camino de Dores a Tor Point a pie. ¡Y entonces, lo vimos! Aquel animal negro estaba atravesando el Ness. El agua casi no se movía, y lo recorría a gran velocidad.
   Señorita E. M. J. KEITH, directora del colegio Rothienorman, Aberdeenshire, 30 de marzo de 1965.

 

   La cabeza era similar a la de una pitón, con el cuello alargado y grueso. No pude ver el cuerpo, pero lo que surcaba el agua se movía gracias a un potente método de propulsión. Yo estaba fascinado y emocionado… y, al mismo tiempo, asustado.
   JAMES BALLANTYNE (cuñado), 30 de marzo de 1965.