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Vladawen exponía su plan a Ópalo y Lillatu, reunidos en la privacidad de sus aposentos. La primera no pudo evitar fruncir el ceño al escuchar los planes del elfo. Como era predecible, la segunda fue más locuaz en su desaprobación.

—¿Has perdido el juicio? —explotó. Los últimos rayos de la puesta de sol atravesaban la ventana, concediendo un vago brillo color sangre a su acero y su guarnición de cuero.

—Espero que no —respondió el elfo—. Recuerda que conseguiste domar a tu dragón. Quizá puedas ayudar a Andelais a subyugar a su espectro mucho mejor de lo que podría llegar yo a hacerlo nunca.

En sus días de princesa terca e irresponsable Lillatu había ofendido a un aquelarre de videntes. Éstos se cobraron venganza al maldecirla con una doble naturaleza; desde ese momento, y de forma periódica, se transformaría en una voraz sierpe. Aquella metamorfosis le costaría pronto su familia, su hogar y su condición social. Sin embargo, con el tiempo logró dominar su otro yo y, finalmente, acabó con él cuando esa fue la única forma de escapar de la prisión mágica en la que Sendrian los había encerrado a ambos. De esa otra personalidad apenas le quedaban ya unas cicatrices casi imperceptibles, dos en la frente y otra tercera en la base de la columna; en los lugares en que había llevado los cuernos y la cola aun en forma humana.

—No me vengas con el cuento de ayudarlo —contestó Lillatu—. Estamos en medio de una misión secreta, y a ti no se te ocurre nada mejor que aliarte con un extraño.

—Queremos contactar con los espectros, y es posible que la noche pasada, en las calles, realmente fuera él quien los atrajese, y no yo. Es posible que vuelva a ocurrir, y puede que sus artes nos sirvan para deslizamos entre los espías de Baryoi. Sin duda el liche nos ha asignado vigilancia.

—¡Pero no podemos confiar en él! ¿Qué ocurre si lo que hizo fue invocar a los espíritus en tu propia cabeza, y además aposta? ¿Quién sabe si realmente su intención era dañarlo a él tanto como a ti? ¿Quién iba a poder diferenciar eso en medio de la niebla?

—¿Y por qué iba él a querer hacerme daño?

—Oh, no sé, ¿por qué alguien le ha pagado para que lo haga? Tus enemigos no andan escasos de fondos, cerebro de chorlito. Pueden permitirse pagar a agentes.

—Mi intuición me dice que Andelais es lo que dice ser, y dado que necesita nuestra ayuda, podemos confiar en que él, a cambio, colabore con nosotros. No obstante, soy consciente de que podría estar equivocándome.

Lillatu frunció el ceño.

—¿Y eso quiere decir qué?

—Pues que debemos vigilarlo de cerca. Supón que está empleando magia para ayudar a los espíritus hostiles a que se manifiesten. Tendría que suspender esa actividad en el tiempo que estuviera con nosotros. Bueno, seguramente podremos ver señales de todo ello en el modo en que espectros y fantasmas actúen frente a él.

—Es un buen razonamiento —contestó la asesina—, pero creo que lo que pasa es que lo has traído porque te sientes culpable. Piensas que si saliste de Wexland arrastrando contigo todos tus problemas, eso es lo que está perturbando la mente de Andelais, y al mismo tiempo invocando a los fantasmas. Por eso te preocupas por cuidarlo. ¡Cometes las mayores atrocidades sin siquiera pestañear, y acto seguido, cuando menos conviene, te vuelves aprensivo!

—Te prometo que no se trata de eso —contestó Vladawen—. En realidad, creo que es más que una coincidencia que Andelais llegara a la puerta de la ciudadela al mismo tiempo que nosotros, y también que yo sintiera la necesidad de proteger su vida. Tengo la impresión de que tiene un papel importante que representar en la gran trama oculta en la que estamos inmersos.

—Ya sé a dónde lleva esa trama la mayoría de las ocasiones —dijo Lilly—. A Belsamez.

—¿Sabía el druida que ibas a contamos todos sus secretos? —pregunto reposada Ópalo.

Vladawen pestañeó.

—Supongo que sería consciente de que tendría que explicaros algo de todo ello para exponeros hasta qué punto está involucrado.

—¿Le contaste que pude ver a Nindom y a otros muertos de Wexland?

—No. No fui demasiado preciso a la hora de explicarle por qué nosotros tres estamos también interesados en investigar las apariciones. Simplemente le dije que estábamos preocupados porque pudieran perturbar el desarrollo de nuestra misión, que pedí ayuda a mi dios, y que Él me dijo que obráramos en consecuencia.

—De modo que estamos ante el inicio de otra relación basada en secretos y medias verdades —dijo Ópalo agriamente—. Al menos pisamos terreno conocido.

—Yo desde luego —dijo Lillatu—. Pues incluso aunque Vladawen esté en lo cierto al proponer que hagamos formar parte a Andelais de toda esta locura, y aunque todo lo que el druida le haya contado sea verdad, eso aún nos deja con el problema de que nuestro amigo es dos personas en una, y sé lo que eso significa. Supone que, en cualquier momento dado, no sabremos quién está entre nosotros en medio de la oscuridad. Así que, si ese bastardo alguna vez te mira de forma extraña, fríelo.