El tapete verde

I

ANGELITO Sardoal, rubio, atildado, el veguero entre los dientes, tenía la banca del bacarrá. Apuntaban los de siempre: El brigadier Valdemoro, Pepe Támara, Manolo Villegas, Manolo Ceballos, Don Pedro Tomé, Bernardino Frías, Pepe Arias, Adolfito Bonifaz, y otros trasnochadores, pollos y camastrones del trueno dorado.

El Marqués de Sardoal anunciaba las tres últimas tallas.

II

El Barón de Bonifaz tenía delante piletas de oro, fichas y billetaje. Había empezado por un centén, y amenazaba saltar la banca. Casi era el único punto en aquel momento. Apuntaba con fingida indiferencia, un poco pálido, frío y sonriente, gustando la fatua satisfacción de asombrar a los mirones, atraídos por la temeridad con que arriesgaba cuanto tenía delante.

Cada pase suscitaba ardorosos murmullos. Don Segis, que seguía el juego, tocó en el hombro al Barón de Bonifaz:

—¡Retírate!

—En tres golpes me llevo la banca.

Don Segis se dobló más, hablándole a la oreja:

—Te expones a perderlo todo, sin desquite posible. ¿Qué tienes delante?

—¡Unas treinta mil pesetas!

—¡Vámonos!

—Necesito llevarme la banca.

—¡No seas insensato!

—¡Déjame!

El Niño de Benamejí, al incorporarse, vio enfrente, a espaldas del banquero, la gigantona figura de Vallín. Con una mirada se convinieron, y aplazaron hablarse, intrigados, de momento, por los azares del naipe. Adolfito, con gesto de aburrida indolencia, empujaba sobre el paño fichas, billetes, carrerillos de oro:

—¡Juego!

Adolfito levantó sus cartas del tapete, se impuso, miró al banquero, y a una muda interrogación, plegó el naipe:

—¡Paso!

El banquero volvió sus cartas:

—¡Nueve!

—¡Cinco!

El Niño de Benamejí, otra vez se inclinaba sobre el hombro de Adolfito:

—¡Vámonos! ¡Sesenta mil pesetas te salvan!

—¡Toma tila, Segis!

El Niño de Benamejí se incorporó acogido de una admiración repentina por aquel perdulario:

—¡Qué corazonazo, compadre!

Adolfito, siempre con los mismos faroles de tedio, repitió la maniobra de empujar con la raqueta cuanto tenía delante, indiferente, sin darse la molestia de contar la puesta. El Marqués de Sardoal, jugador de raza, le interrogó en el mismo tono de elegante frialdad:

—¿Cuánto llevas, Adolfo?

—¡Creo que unas sesenta mil!...

—No hay tanto en la banca.

Intervino Vallín:

—Si usted lo permite, va abonado el paño. El Marqués de Sardoal volvió la cabeza:

—¡Querido Vallín, no se lo aconsejo!... ¡Bonifaz las acierta todas!

—¡Déjele usted que me gane!

III

Era Fernández Vallín extremado de cuerpo, lucida estampa, negras patillas, vitola antillana. Amigo de juergas y toros, amparador de celestinas, docto en caballos, arriscado jugador, carambolista, y tirador de armas muy diestro, liberal y valiente, lográbanle tales prendas, el oficioso rendimiento de limpiabotas y mozos de café, floristas y cocheros de punto, trápalas del sable y niñas del pecado.

El cristobalón se acariciaba las patillas. Adolfito sonreía con el archigesto de tedio insoportable. Anunció el Marqués de Sardoal:

—¡Abonada la jugada!

El Barón de Bonifaz recogió su naipe, lo miró un momento y pidió carta. El Niño de Benamejí se echó atrás espantando los ojos. Adolfito, sonriente, un poco pálido, con ligero temblor de la mano, mostró su juego:

—¡Nueve!

El Niño de Benamejí levantaba los brazos y se volvía a todos los vientos:

—¡Pedir con cinco!

Carraspera doctoral a una punta de la mesa:

—¡Siempre!

El que sentenciaba tan rotundo, era un viejo que había leído cuarenta años el libro de Vidan. Concluía Don Segis:

—¡Ya lo ve usted!

Corroboraba otro sabio del tapete verde:

—¡Con cinco no se pide jamás!

Un erudito inicia una disertación:

—¡En Monte Carlo, señores!...

Un patriota:

—¡No estamos en Monte Carlo!

Un filósofo:

—¡Con cinco hubiera ganado!

El Barón de Bonifaz:

—¡Señores, he preferido perder con nueve!

Don Segis no bajaba los brazos del cielo:

—¡Si en la talla anterior habías ganado con cinco!... ¿Por qué no quedarte en el mismo punto?

El Barón de Bonifaz se vendió con una súbita mudanza de voz y de gesto:

—¡Por seguir la corazonada!

Se recobró incontinenti, y por un rincón del bigotejo, sacó ilesa la sonrisa de fatua indiferencia. Le brillaban algunas gotas de sudor en la frente, sentía, y disimulaba, la necesidad de moverse, de andar, de emborracharse.

IV

El Marqués de Sardoal había cedido su puesto a Fernández Vallín. Ceceles del cubano:

—Caballeros, si hay puntos haré banca. Bonifaz, le ofrezco a usted el desquite.

Adolfito esbozó una mueca fría y desvergonzada:

—¡Gracias! ¡He perdido el último chavo!...

El criollo insistió generoso y farruco:

—Eso no puede ser impedimento. La palabra de usted es el Banco de Londres.

Adolfito Bonifaz acentuaba su mueca cínica:

—¡El Banco de Londres, tronado!

—Repito que en cualquier momento me tiene usted pronto a darle el desquite. Segis, ¿quiere usted ayudarme a rallar?

—Benjamín, me parece que no hay partida, y usted y un servidor aún tenemos, esta noche, que tratar la salvación de España.

Fernández Vallín batió las palmas:

—¡Casa! ¡Casa!

V

Ordenó Vallín a un criado que contase el dinero de la banca, y dejó la mesa. El Niño de Benamejí le llevó al fondo de la sala:

—¡Estoy en las parrillas de San Lorenzo! ¿Se decide al préstamo su señor padre político?

—He dejado la carta en el bolsillo del paletó. Usted la verá...

—¿Qué dice?

—El viejo, a la hipoteca preferiría la compra de Los Carvajales... Le daré a usted la carta.

—¿Me será permitido mostrársela al Señor Marqués?

—Indudablemente.

VI

Abandonaron la sala de juego con el grupo noctámbulo de los últimos puntos, y en tertulia bajaron la escalera, las luces del alba en la claraboya.

Obra completa
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
sec_0019.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021.xhtml
sec_0022.xhtml
sec_0023.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029.xhtml
sec_0030.xhtml
sec_0031.xhtml
sec_0032.xhtml
sec_0033.xhtml
sec_0034.xhtml
sec_0035.xhtml
sec_0036.xhtml
sec_0037.xhtml
sec_0038.xhtml
sec_0039.xhtml
sec_0040.xhtml
sec_0041.xhtml
sec_0042.xhtml
sec_0043.xhtml
sec_0044.xhtml
sec_0045.xhtml
sec_0046.xhtml
sec_0047.xhtml
sec_0048.xhtml
sec_0049.xhtml
sec_0050.xhtml
sec_0051.xhtml
sec_0052.xhtml
sec_0053.xhtml
sec_0054.xhtml
sec_0055.xhtml
sec_0056.xhtml
sec_0057.xhtml
sec_0058.xhtml
sec_0059.xhtml
sec_0060.xhtml
sec_0061.xhtml
sec_0062.xhtml
sec_0063.xhtml
sec_0064.xhtml
sec_0065.xhtml
sec_0066.xhtml
sec_0067.xhtml
sec_0068.xhtml
sec_0069.xhtml
sec_0070.xhtml
sec_0071.xhtml
sec_0072.xhtml
sec_0073.xhtml
sec_0074.xhtml
sec_0075.xhtml
sec_0076.xhtml
sec_0077.xhtml
sec_0078.xhtml
sec_0079.xhtml
sec_0080.xhtml
sec_0081.xhtml
sec_0082.xhtml
sec_0083.xhtml
sec_0084.xhtml
sec_0085.xhtml
sec_0086.xhtml
sec_0087.xhtml
sec_0088.xhtml
sec_0089.xhtml
sec_0090.xhtml
sec_0091.xhtml
sec_0092.xhtml
sec_0093.xhtml
sec_0094.xhtml
sec_0095.xhtml
sec_0096.xhtml
sec_0097.xhtml
sec_0098.xhtml
sec_0099.xhtml
sec_0100.xhtml
sec_0101.xhtml
sec_0102.xhtml
sec_0103.xhtml
sec_0104.xhtml
sec_0105.xhtml
sec_0106.xhtml
sec_0107.xhtml
sec_0108.xhtml
sec_0109.xhtml
sec_0110.xhtml
sec_0111.xhtml
sec_0112.xhtml
sec_0113.xhtml
sec_0114.xhtml
sec_0115.xhtml
sec_0116.xhtml
sec_0117.xhtml
sec_0118.xhtml
sec_0119.xhtml
sec_0120.xhtml
sec_0121.xhtml
sec_0122.xhtml
sec_0123.xhtml
sec_0124.xhtml
sec_0125.xhtml
sec_0126.xhtml
sec_0127.xhtml
sec_0128.xhtml
sec_0129.xhtml
sec_0130.xhtml
sec_0131.xhtml
sec_0132.xhtml
sec_0133.xhtml
sec_0134.xhtml
sec_0135.xhtml
sec_0136.xhtml
sec_0137.xhtml
sec_0138.xhtml
sec_0139.xhtml
sec_0140.xhtml
sec_0141.xhtml
sec_0142.xhtml
sec_0143.xhtml
sec_0144.xhtml
sec_0145.xhtml
sec_0146.xhtml
sec_0147.xhtml
sec_0148.xhtml
sec_0149.xhtml
sec_0150.xhtml
sec_0151.xhtml
sec_0152.xhtml
sec_0153.xhtml
sec_0154.xhtml
sec_0155.xhtml
sec_0156.xhtml
sec_0157.xhtml
sec_0158.xhtml
sec_0159.xhtml
sec_0160.xhtml
sec_0161.xhtml
sec_0162.xhtml
sec_0163.xhtml
sec_0164.xhtml
sec_0165.xhtml
sec_0166.xhtml
sec_0167.xhtml
sec_0168.xhtml
sec_0169.xhtml
sec_0170.xhtml
sec_0171.xhtml
sec_0172.xhtml
sec_0173.xhtml
sec_0174.xhtml
sec_0175.xhtml
sec_0176.xhtml
sec_0177.xhtml
sec_0178.xhtml
sec_0179.xhtml
sec_0180.xhtml
sec_0181.xhtml
sec_0182.xhtml
sec_0183.xhtml
sec_0184.xhtml
sec_0185.xhtml
sec_0186.xhtml
sec_0187.xhtml
sec_0188.xhtml
sec_0189.xhtml
sec_0190.xhtml
sec_0191.xhtml
sec_0192.xhtml
sec_0193.xhtml
sec_0194.xhtml
sec_0195.xhtml
sec_0196.xhtml
sec_0197.xhtml
sec_0198.xhtml
sec_0199.xhtml
sec_0200.xhtml
sec_0201.xhtml
sec_0202.xhtml
sec_0203.xhtml
sec_0204.xhtml
sec_0205.xhtml
sec_0206.xhtml
sec_0207.xhtml
sec_0208.xhtml
sec_0209.xhtml
sec_0210.xhtml
sec_0211.xhtml
sec_0212.xhtml
sec_0213.xhtml
sec_0214.xhtml
sec_0215.xhtml
sec_0216.xhtml
sec_0217.xhtml
sec_0218.xhtml
sec_0219.xhtml
sec_0220.xhtml
sec_0221.xhtml
sec_0222.xhtml
sec_0223.xhtml
sec_0224.xhtml
sec_0225.xhtml
sec_0226.xhtml
sec_0227.xhtml
sec_0228.xhtml
sec_0229.xhtml
sec_0230.xhtml
sec_0231.xhtml
sec_0232.xhtml
sec_0233.xhtml
sec_0234.xhtml
sec_0235.xhtml
sec_0236.xhtml