La noticia
¿Por qué se apura él de esta manera? Cuando oye algo que sucede en ese momento o que ya ha sucedido; hay un incendio en algún lado, alguien ha sufrido un accidente; cuando efectivamente oye que ha sucedido algo, aunque no pueda entender qué cosa sea o aunque no pueda saber el nombre de quien ha sido afectado por el suceso, lo oído lo retiene como por arte de magia en su sitio, en primer lugar se toma a sí mismo como causa del alboroto y se toca por si está quemándose, o, como ya ocurrió una vez, por si sale nuevamente sangre de su cabeza. Si en la calle estalla una risa sin que él pueda adivinar la causa, ya comienza a caminar de prisa, con las manos sobre la cara o la ropa, como si hubiese en él algo vergonzoso o indigno. Entonces advierte que el asunto no le atañe, por lo menos no personalmente a él, sino a uno que quizás está cerca de él. Ninguno de los que siempre bordean en largas hileras las calles se ocupa de decírselo. Ellos no deberían cortar su conversación o empezar a cuchichear cuando él llega; basta con que para ilusionarlo, la conversación siga igual, o que tome un giro aparentemente serio, que alguno en el círculo de los que conversan se refiera al número de participantes en una carrera de bicicleta que pasó por el pueblo, mientras uno u otro se acalora discutiendo sobre la cantidad de corredores que no podría ser tal de acuerdo con las apariencias. Ellos lo marginan del verdadero suceso, justamente porque él, cuando pasa junto a ellos, agudiza sus sentidos y los concentra en su conversación.
Esto le cae pésimamente; no obstante se conduce en forma amigable, manifestando con la expresión de su rostro lo que se denomina con el nombre de indiferencia, creyendo así facilitarles la vía para las más pesadas palabras; sin embargo se sigue hablando de los corredores de bicicleta, lo cual no le interesa en absoluto. El no se deja intimidar por sus conversaciones. Algo le pasó a su hermano. De hecho, a sus espaldas, mientras él arrastra trabajosamente sus piernas hacia allí y retrasa todavía más su andar, las caras (como él oye) se vuelven furtivamente hacia él; lo reconoce en los sonidos de la conversación que se tornan más claros y más abiertos. Hasta ahora, en cierta forma, se ha hablado en las cuencas de las manos puestas ante las caras, pero ya se va dejando caer una mano y después otra, mientras la boca continúa diciendo sin mayores esfuerzos lo que también hasta ahora había estado diciendo. El demora sus pasos con mayor frecuencia y espera. Esto podría darles valor, piensa él en secreto. Un saludo o alguna otra palabra indiferente no serían para él una mala señal. Que ellos simulen no verlo inquieta el bastón en sus dedos, de modo que casi se le pierde. El buscará después una respuesta. Da la casualidad que su hermano tiene un bar no lejos de aquí.