La muerte de la madre
Dijo mi hermana que en aquel entonces, cuando murió la madre ella vio a la enferma sentada en la silla mecedora, allá arriba. La mujer había estado mirando hacia el patio por entre la balaustrada de madera tallada. Se había inclinado cuanto pudo hacia adelante, y, con la cabeza estirada en esa dirección y la mano sobre la frente, la espiaba por entre las barrigudas tallas. La muchacha vio correr un niño por detrás de la mujer; yo habría sido ese niño. No lo recuerdo, dije yo. Lo recuerdas muy bien, dijo mi hermana. Yo te vi correr, dijo ella. Cuando yo escapé, ella vio caer de las hendiduras del piso tallos de paja y granos de maíz; las tablas del corredor habrían crujido bajo los pasos. Ella habría colgado la cesta de la pared del establo, v desde allí habría llamado a la mujer. Ella fue hasta allí y reproduce sus gestos y cómo había llamado. La enferma no había comentado nada sobre el asunto; sin quitarse las manos de la cabeza, espiaba ansiosamente abajo, al patio, a través de las molduras; desde abajo, la muchacha, por más que se puso de puntillas, no pudo ver más que las manos y los ojos acechantes. Cuando las gallinas, cacareando con sus cuellos engolados, se lanzaron del granero abajo,.ella corrió entre ellas a la casa. En la galería perdió un zapato; volvió sobre sus pasos dando saltos y con la mano se lo puso en el pie mientras continuaba andando. Subió corriendo los escalones, pero cuando cayó de rodillas, no oyó por arriba de ella, en el corredor, volcarse la silla mecedora; tampoco oyó, dijo ella, el otro ruido, el de la silla al caer. No miró entonces hacia la mujer que estaba tendida, dijo ella. Se ocupó, más bien, en primer lugar de levantar la mecedora caída, y estiró cuidadosamente las mantas encima. Me mostró cómo había levantado la mecedora. No me acuerdo, dije yo. La madre estaba arrodillada sobre las tablas; había apretado la cara contra un agujero de la madera. Vomitaba entonces, al parecer, a través del piso del corredor, abajo, sobre las gallinas. Metió los dedos, dijo mi hermana, entre dos hendiduras de una tabla e intentó arrancarla del envigado, mientras, estirando con este objeto su cuello, golpeó el suelo con la huesuda frente. La muchacha estaba de pie con rostro ausente; acomodaba y acariciaba las mantas sobre la perezosa. Al principio ella no veía que la mujer vomitaba, dijo mi hermana; ella no se movió del sitio; yo observaba a la mujer, que mientras se encogía y se estiraba en el suelo, vomitaba abajo sobre las gallinas por el agujero de la madera. Mi hermana re produjo los movimientos con que la mujer había vomitado. No fue echada de espaldas, dijo ella; sino que más bien, allí donde estaba encogida y eructaba, se le separaron de un golpe las piernas que pataleaban; la mujer puso el pabellón de la oreja contra el agujero de la madera y atendía con cara tensa el cloquear y protestar de las gallinas. Los ojos se le saltaron de la cara; por las mejillas le corrieron los vomitados bocados del almuerzo. Ella miró de reojo sobre el cuadernillo de la novela que estaba junto a sí. No junto a sí, dije yo, sino al lado de su cuerpo. ¿Qué pasó?, dijo mi hermana. Habla. ¿Qué pasó? No me acuerdo; ni de las cebollas que colgaban por encima de la madre, en ristras, para secarse, y que se balanceaban impelidas por el viento; ni de las preguntas de la muchacha, que se había inclinado sobre la madre y que le había sacado los dedos de entre las hendiduras de la madera. Las cebollas coleaban aún por el golpe que dio la mecedora al tumbarse, dijo mi hermana. Las sombras apenas habían avanzado algo. Ella saltó de la empalizada donde estaba sentada, y contó y representó cómo había arrancado las manos de la mujer de entre las tablas. Así dijo ella, y se estiró el cabello caído sobre la cara; por entre los mechones me miraba. Yo permanecí sobre el listón más alto de la empalizada, y apoyé el brazo sobre el poste; una y otra vez levantaba yo los hombros y miraba desconcertado a mí alrededor. No sé, dije. ¿Qué tiene, en definitiva, que ver este suceso con la historia? Gregor Benedikt es un mentiroso.