El sol
Me dará lo mismo si nadie viene, porque yo lo pienso. Cuando yo pienso que allí no hay nadie, me resultará indiferente que nadie haya venido. Yo debo decirme a mí mismo que me es indiferente, para que llegue hacerme indiferente si nadie viene.
Como también el sol calienta, debo pensarlo, y, pensándolo, hacerme a la idea de que mi hermano no ha llegado todavía. Si lo pienso me resultará indiferente, porque ya antes fue pensado que él no vendrá. Este es el sol en el que debo pensar; que nadie descenderá mientras yo esté en el pueblo, o que quien descienda me será desconocido. Puesto que yo no conozco a nadie, el coche me dará lo mismo. Me resultará igual si nadie viene, que nadie esté allí, porque yo lo puedo decir. Porque yo lo pienso, si alguien llega, mientras viene el sol, cuando me da lo mismo. Como él escribe en la carta, donde va el sol, de modo que nadie sepa donde está el sol. Me será igual, aun si está vacío, puesto que realmente el sol se pone, si el sol está aquí antes de que llegue el coche. Porque yo camino por aquí para no tener que estar parado, porque primero fue pensado para que el sol me tire. Como tú escribes en la carta, para que nadie sepa que éste es el sol. Como si yo ahora pudiese hablar, puesto que él está ahí parado al sol, aunque me da lo mismo. Será igual si nadie viene, porque yo lo pienso. Porque yo lo pienso, aunque el sol me tira, de modo que eso me deja completamente frío. Para que yo me haga a la idea, si yo lo pienso, aunque el sol me tire. Como si él sigue de largo... me será igual, puesto que el sol, sí, viaja, aunque él me deje frío, si ha sucedido, porque yo lo pienso.