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Martes, 15 de junio [1897]
Berneval-sur-Mer
Mi querido Muchacho,
¿Quién echa tus cartas? ¿Lo hace alguien? ¿O realmente no sabes el día y el mes? Yo mismo raramente lo sé, y Ernest Dowson, que está aquí, nunca.
La razón de estas tediosas cuestiones es que la pasada noche, al volver de Arques-la-Bataille, donde había ido a desayunar con Ernest, me encontré una carta tuya fechada el 11 de junio (o sea el viernes pasado) pero cursada el 13 de junio (el pasado domingo).
He guardado el sobre para que lo veas.
Me preguntabas en ella si podías venir el sábado. Pero, querido y dulcísimo muchacho, ya te había yo pedido que vinieras entonces: con lo que, como de costumbre, ambos tenemos idéntico deseo.
Tu nombre habrá de ser Jonquil du Vallon.
Escribe sin demora a Edward Strangman, Hotel Terminus, Gare St. Lazare, diciéndole que te gustaría verle y tener noticias mías. Es enormemente gentil y casi un chico tímido: de Irlanda por raza, y de Oxford por cultura; amigo de Will Rothenstein y de Robbie, y buen amigo mío. Me ha enviado hace poco unos magníficos libros que necesitaba; te ruego le hagas saber que yo estaría muy conmovido y complacido con su visita.
Espero que sabré de ti durante el día de hoy: el facteur viene a las doce en punto y se va enseguida, de modo que lo único que podré escribirte como respuesta inmediata será una de esas postales verde-grisáceas. Únicamente el vino hace que el facteur espere. Ninguna otra cosa logra influenciarle.
Siempre devotamente tuyo,
Oscar
Edward Strangman —amigo de pintores y artistas— nació en Irlanda en 1866, y estudió en el Pembroke College de Oxford.
Facteur, «cartero» en francés.
Evidentemente —y aunque la carta no es explícita—, Strangman iba a ser el encargado de preparar el encuentro entre Bosie y Oscar. O quizá Bosie acudiría a Berneval haciéndose pasar por Strangman.
La mayoría de los amigos de Wilde desaprobaban el reencuentro, y había además motivos económicos (la pequeña mensualidad que su mujer le pasaba a Oscar se cortaría si éste veía a Douglas) que aconsejaban disimular o camuflar al máximo su nueva unión, cada vez más deseada, pese a todo.