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[20 de Mayo de 1895]

[? 2 Courtfield Gardens]

Niño mío,

Hoy aguardamos los veredictos, que se darán por separado. A Taylor le estarán juzgando probablemente en este momento, por eso me ha sido posible volver aquí. Mi dulce rosa, mi delicada flor, mi lirio de los lirios, será a buen seguro en la prisión donde tendré que probar el poder del amor. Veré si puedo convertir en dulces las aguas amargas con la intensidad del amor que te tengo. Hubo momentos en los que pensé que hubiera sido más sabio separarnos. ¡Ah, momentos de debilidad y de locura! Veo ahora que ello habría mutilado mi vida, arruinado mi arte, roto los acordes musicales que forman un alma perfecta. Aunque cubierto de fango, te enalteceré, te llamaré desde los más profundos abismos. En mi soledad estarás conmigo. He determinado no rebelarme, sino aceptar cada ultraje por devoción al amor. Dejar que mi cuerpo sea deshonrado tanto como pueda mi alma conservar tu imagen. De tu pelo sedoso a tus delicados pies representas para mí la perfección. El placer odia al amor por nuestra causa, pero el dolor nos revela su esencia. Oh, la más querida de las criaturas, si alguien herido por la soledad y el silencio llega a ti, deshonrado, de risible linaje para los hombres, oh, tú podrás al tocarle cerrar sus heridas y rehabilitar su alma que la desdicha había por un instante ahogado. Nada será difícil para ti entonces, y recuerda que es esa esperanza la que me hace vivir, y sólo esperanza tengo. Lo que la sabiduría es al filósofo, lo que Dios al santo, eres tú para mí. Mantenerte en mi alma es el único objeto de este dolor al que los hombres llaman vida. ¡Oh, amor mío, que aprecio sobre todas las cosas, blanco narciso en un campo ubérrimo, piensa en la aflicción que cae sobre ti, aflicción que sólo el amor puede iluminar! Pero no estés entristecido por ello, antes bien sé feliz por haber colmado de un inmortal amor el alma de un hombre que gime ahora en el infierno, y lleva, con todo, el cielo en su corazón. Te quiero, te quiero, mi corazón es una rosa a la que tu amor ha hecho florecer, mi vida un desierto aventado por la brisa deliciosa de tu aliento, cuyos refrescantes manantiales son tus ojos; la huella de tus pequeños pies forma para mí valles de sombra, el aroma de tu pelo es cual mirra, y donde quiera que vayas exhalas el perfume del árbol de la casia.

Quiéreme siempre, quiéreme siempre. Has sido el supremo, el perfecto amor de mi vida; no podrá haber ningún otro.

He decidido que es más noble y hermoso permanecer aquí. No podremos estar juntos. No quiero ser llamado desertor ni cobarde. Un nombre falso, un disfraz, una vida acosada, nada de eso me gusta, pues tú te me has mostrado en esa alta colina donde se transfiguran las cosas bellas.

¡Oh, el más dulce de los muchachos, el amado de los amores! Mi alma se adhiere a tu alma, mi vida es tu vida, y en los mundos todos del dolor y el placer tú eres mi ideal de admiración y alegría.

Oscar

El veredicto condenatorio —que Wilde esperaba, de nuevo, claramente— se produjo el 25 de mayo. Oscar Wilde fue condenado a dos años de trabajos forzados, y enviado a la prisión de Pentonville, donde estuvo hasta el 4 de julio. Ese día fue trasladado a la de Wandsworth, donde permaneció hasta el 20 de noviembre, fecha en la que fue llevado, definitivamente ya, a la cárcel de Reading.

Alfred Waterhouse Somerset Taylor (nacido hacia 1862) era un hombre de buena posición social que ejerció de proxeneta entre homosexuales. Su casa en Westminster fue una especie de elegante burdel masculino. Wilde lo conoció en 1892, y al parecer frecuentó la casa. Aunque Taylor tuvo ya problemas con la policía en 1894, fue juzgado con Wilde, y condenado a la misma pena. Al salir de prisión, Taylor abandonó Inglaterra y vivió en Canadá y Estados Unidos.

Durante los días de su libertad condicionada, varios amigos de Wilde —temiéndose lo peor— habían preparado su salida camuflada de Inglaterra. Como vemos en esta carta, Oscar se negó a aceptar la huida.

Aparece ya aquí (y algo en las dos cartas precedentes) un sentimiento trágico y franciscano del sufrimiento que tendrá un amplio desarrollo en el posterior De Prorundis.