29. Diario II

14 de marzo de 1938, lunes

Anoche volvimos a ir a casa de herr Rudolph. Estuvimos charlando hasta tarde, bebiendo. Había tormenta y nos quedamos a pasar la noche allí. Ömer y Rudolph jugaron al ajedrez y, como siempre, estuvieron pinchándose el uno al otro. Luego hablaron, hablamos. Rudolph volvió a recitar a Hölderlin de memoria. Nos contó lo que piensa sobre el alma de Oriente y sobre lo que hace Ömer. También elaboró algunas ideas sobre mí. Me aconsejó que no dejara de lado el racionalismo. ¿En qué consiste eso que llama «racionalismo»? ¿Separar mis ideas de mis sentimientos y mis pasiones? Probablemente también se metió la admiración que siento por Rousseau. Pero entiendo perfectamente lo que él llama Ilustración y encuentro muy correcta su explicación de por qué no me adapto a la tierra en que vivo. ¡Qué gusto hablar con este alemán! La tormenta sigue desde ayer… Pienso sin cesar en lo mismo: ¿cuándo y cómo regresaré a casa?

19 de marzo

Ayer amainó la tormenta. Leo. Hace más de un mes que me fui de casa, pero sigo aquí. Tengo que escribir una carta o decidirme a regresar. Pienso: ¿por qué estoy aquí? Creía que me vendría bien cambiar de aires por un mes, alejarme de casa. No podía seguir con mi antigua vida en Estambul. Eso es verdad, lo sé, pero ¿que esperaba? No lo sé. Cuando me puse en camino, ahora lo entiendo, estaba convencido de que en un mes se arreglaría todo, de que recuperaría mi antigua paz espiritual. Ahora me doy cuenta de que no será tan fácil. Seguiré estando inquieto, incómodo, angustiado. Así pues, venir aquí me ha servido para dos cosas: 1) para alejarme de casa y poder verlo todo con cierta distancia; también para ver otro mundo, y 2) para encontrar la energía y la tranquilidad que me proporcionan los libros que estoy leyendo.

22 de marzo, martes

He escrito una carta a casa avisando de que volveré dentro de un mes. Les he dicho que voy a trabajar en algunos proyectos, que me paso el día leyendo y meditando y que me da miedo no acabar lo que he empezado si regreso inmediatamente. Le escribiré otra carta a Perihan. He pensado que es una tontería que lleve un mes sin escribirle. Yo tuve la culpa de nuestra discusión. De hecho, la discusión solo fue una excusa. Ayer lo hablé con Ömer y me dijo que tenía toda la razón y que debía escribirle a Perihan de inmediato. También hablamos de otras cosas. Me preguntó qué intenciones albergaba. Se lo expliqué: voy a trabajar hasta que saque algo útil de lo que estoy leyendo. ¿Qué hay que hacer para resolver el problema del campo?

26 de marzo

Le he escrito también a Perihan y me he quedado más tranquilo. Le he dicho que he comprendido que tenía toda la culpa de nuestras discusiones, que el último año he sido un hombre malhumorado, pendenciero y nervioso, y que pensaba más en mí que en ella. Le he pedido que me dé más tiempo para trabajar aquí y que sea comprensiva. Ahora escribo esto con una paz interior que hacía mucho que no sentía. Tengo el corazón tranquilo, y las ideas claras, o eso creo. Puedo ver con claridad mi futuro. O, más exactamente, comprendo que mi futuro está en mis manos. Veo que el que me ocurran cosas buenas o malas, el ser feliz o no, la paz o la angustia, dependen de mí, de lo que haga. No hay otra fuerza aparte de mí que defina mi vida. Y ahora también sé que no soy una persona muy inteligente.

2 de abril, sábado

Un día soleado, como cuando llegué. Ömer no tenía demasiado que hacer. Hacı nos ha llevado a dar una vuelta. Caminamos cuatro o cinco kilómetros en dirección a Erzincan, hasta la estación de Alp. Un poco más allá de la estación hay una finca en la que Hacı trabajaba de capataz. Su mujer, su linda hija y su hijo mayor siguen allí. Antiguamente la finca y las tierras pertenecían a un hombre a quien Abdülhamit le concedió el cargo de prefecto de Kemah como forma de destierro. Cuando murió, los herederos se repartieron sus propiedades. Parte de ellas se vendió. Y Hacı trabajó de capataz en las que quedaron, pero luego lo dejó. Hay un antiguo palacete de madera labrada con mucho gusto que se está pudriendo. En el piso bajo viven Hacı y su familia. A la vuelta nos topamos con un animal. Tenía una cola gruesa y enorme. Al parecer, era un zorro. Huyó antes de que Hacı pudiera apuntarle con la escopeta. Este Hacı es un tipo raro, todavía no acabo de comprenderle. Me parece que pronto empezarán a trabajar en los puentes, al aire libre. Ya han iniciado los preparativos. Hace un momento he hablado con Ömer. Me ha dicho que teme no cumplir a tiempo el contrato de obras, pero todavía queda mucho. Siento un dulce agotamiento, no paro de bostezar, voy a acostarme…

8 de abril, viernes

Hemos ido a casa de Rudolph. Hemos estado charlando. Yo también he jugado al ajedrez. Rudolph me ha ganado y se ha puesto muy contento. Luego volvimos a hablar de lo de siempre. Rudolph dice que tiene mucha curiosidad por el futuro de Ömer y el mío. ¿Soy tonto?

12 de abril

Me da la impresión de que por fin estoy sacando algo de lo que leo y de las notas que tomo. ¿Qué hay que hacer para resolver el problema del campo en Turquía? Para sacar el campo de la oscuridad, para integrarlo en la modernidad de las ciudades y la revolución, pienso que hay que hacer algo distinto a lo intentado hasta ahora… ¡Hay que meterle mano a muchas cosas en el marco del estatismo! Pero la Revolución y la Organización no bastan para resolverlo todo. Ni el liberalismo de El estado y el individuo… Pienso cosas muy particulares, distintas, confusas, las escribo y luego las desarrollo. Cuando creo que he encontrado algo me lleno de alegría, me levanto de la mesa animado y empiezo a recorrer la habitación de un lado a otro, luego me vienen otras ideas a la cabeza y me siento aún más confuso. De repente, visualizo imágenes. Por ejemplo, como me ha pasado hace un instante, mi boda con Perihan, o una persona insólita que vi un día en algún sitio. Quiero profundizar en mis ideas sobre el problema del campo y luego escribirlas y entregárselas a alguien… ¿Por qué no a İsmet Bajá? Podría verlo en Heybeli. O a otro… ¿Süleyman Ayçelik? Aunque piense así no me tengo por un soñador. Puede que me angustie un poco por las mañanas, al despertarme, pero eso es todo.

16 de abril

Ha llegado carta de Perihan. Dos hojitas. Quién sabe cuántas veces me la habré leído a lo largo del día. «Puedes regresar cuando quieras, solo tú sabrás cuándo, pero me gustaría que volvieras lo antes posible y que no me dejaras aquí sola con la niña», dice. No se le ha ocurrido irse de casa, con su madre, sabe que ella tenía razón en la discusión. Y que es bueno que haya comprendido que yo no la tenía… En la breve carta también me habla un poco de la niña. No nos culpa a ninguno de los dos. Usa frases muy comedidas para proteger el orgullo de ambos, me apetecería volver de inmediato a Estambul, pero eso sería dejarlo todo manga por hombro. Bueno, ¿y cuándo voy a volver? Llevo dos meses aquí, y no es que haya avanzado mucho… Me levanto a las siete. Desayuno hasta las ocho y salgo a dar un paseo haga el tiempo que haga. Trabajo hasta la una. Luego almuerzo y hago una siestecita. Por la tarde trabajo hasta las seis o hasta poco después de la puesta del sol. Luego ceno. O visito a Rudolph o, como hoy, leo… Voltaire, Rousseau… Perihan me ha escrito que comprará los libros que le pido y me los enviará. En realidad, estoy avergonzado, muy avergonzado, pero ¿qué puedo hacer?

26 de abril

¡Primavera! Ha empezado el trabajo en los puentes, al aire libre. Las demás habitaciones del barracón están ocupadas por los ingenieros que acaban de llegar. Ya no podemos usar el cuarto con la tranquilidad de antes. He conocido a tres de los recién llegados. Se quedaron muy sorprendidos cuando supieron que no tengo nada que ver con los asuntos de esta gente. Querían saber qué hacía. Pero es tan aburrido dar explicaciones… Me encuentro incómodo. Y me parece que esos Enver y Salih les dan explicaciones un tanto sarcásticas.

27 de abril

He conocido también al famoso Kerim Naci Bey. Iba de paseo a caballo. Es tal y como decían. Casi un Napoleón montando. Todos le miran con la boca abierta, admirados, en posición de firmes. Y él asiente con la cabeza como el general que pasa revista a su ejército. Le gastó alguna broma a Ömer sobre su independencia y su capacidad emprendedora, pero como el bajá que le hace un cumplido a un oficial. No pudo entender qué pintaba yo aquí. Le siguen, también a caballo, los inspectores del Estado… Yo también monté, creí que me caería, pero no. El caballo anda y lo hace todo él solo, tú te quedas sobre él y te dejas llevar.

Mis proyectos avanzan con rapidez. Estoy muy contento.

Cevdet Bey e hijos
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