Capítulo veintidós
Zell
Así que ese vampiro se llamaba Zell. Carim había pasado más de una hora explicando cada movimiento; aun así yo no estaba conforme. Había algo que hacía rodar los engranajes de mi mente, que no terminaba de entender, pero estaba muy enojada como para escucharlos así que los empujé a lo más hondo de mi subconsciente y los dejé allí…
Quería recuperar mi vida. Mi maldita y aburrida vida; esa es la que me gusta. Lejos habían quedado las noches en que jugábamos pool y salíamos con humanos. Estaba atascada en una mansión como una prisionera. Había empezado a caminar por la sala apenas comenzaron a describir su accionar, cada muerte detallada en un informe, y parte de mi cuerpo se estremecía, porque cada una de esas muertes era porque yo no había llegado tiempo. Nerviosa me paseaba de un lado al otro, no podía quedarme quieta sabiendo que aquello estaba afuera. Hero y Nicolás estaban interesados en sus movimientos, Carim y Eva hablaban de sus estadísticas de muerte.
—Haré de cebo —dije sin más, imprimiéndole en cada letra mi convicción mientras me cruzaba de brazos, demostrándoles así que no había marcha atrás. Varios ojos me observaron pero no reparé en ninguno de ellos, estaba decidida. Momentos después la conversación siguió como si nadie hubiera escuchado mis palabras—. ¡Dije que haré de cebo! —grité.
—¡No! —fue la respuesta unánime. En especial Hero y Nicolás pusieron gran énfasis en su negativa.
—No, no lo harás.
—¡Claro que sí! Es lo mejor que puedo hacer —me puse de pie de un salto—. ¿Por qué se empeñan en protegerme? Él me quiere a mí, ¿cierto? Bien, le daré lo que quiere —enfurruñada caminé hacia la puerta ignorando a todos, hasta que Hero se metió en mi camino. Maldito bastardo, egoísta y guapetón.
—¡No puedes! —gritó y lo taladré con la mirada.
—¿Pero quién te crees? ¿Ves alianza en mi dedo? ¿Marcas de apareamientos o marca? —Él me dirigió una mirada despreocupada.
—No, no la hay, pero ve a sentarte Sal.
—¡No! Nicolás escucha, él me buscará, ustedes estarán cerca y entonces…
—No —dijo escondiendo la cabeza entre sus manos mientras suspiraba.
—¡Pero…!
—Pero nada, Salomé, deja de ser tan molesta. —Noté la mirada furibunda que me dirigió—. ¿No entiendes? Hubo un nuevo llamado —soltó y me quedé mirándolo. Hero me llevó hacia el sillón, y de mala gana me senté apartándome un poco de él—. Ha matado a tres humanas, creemos que se ha regenerado, no puedes salir, debemos encontrar otra forma.
—¡¿Y tú pretendes que me quede aquí?!
—Eres más valiosa viva, cariño —respondió Hero recostándose en el sofá y acariciando mi muslo.
—¡Cállate!, quítame tu mano de encima, no quieras confundirme, no eres mi centinela —dije y me levanté. Debía alejarme de su toque, debía hacerlo pues aún la neblina lujuriosa cubría mi cuerpo y también porque me sentía más posesiva que nunca. Tomé una respiración rápida y me envalentoné; fui directo hacia la puerta nuevamente cuando Hero me atrapó en un santiamén. ¿Qué diablos tenía por pies? Se había levantado en menos de una fracción de segundo y me había atraído hacia él.
—No me fuerces Sal, mi paciencia tiene un límite —gruñó y supe por su mirada asesina que no mentía. Aún así lo maldije en todos los idiomas que conocía mientras él me empujaba.
—¿Dónde? —Eva se levantó y acomodó su chaqueta, interrumpiendo nuestra pelea. Eva era metódica y fría, su instinto de caza se había disparado cuando aquel vampiro llegó tan cerca de mí y no se detendría por mi discusión—. ¿Adónde aparecieron las nuevas víctimas? —revisó su arma y la acomodó en su cintura, luego fue por el resto, cuchillos y demás armas que tanto le gustaban.
—En un barrio, cerca del centro. —Nicolás me miró; yo me solté de Hero y crucé los brazos.
—No puedes dejarme aquí —me quejé.
—Carim, Eva y yo iremos por un lado. Hero, quiero que te lleves a Mikela y Sal contigo; estoy seguro de que Mikela puede seguir el rastro y será de ayuda si hay problemas.
—¡No! ¡Ni un cuerno que no! —me coloqué frente a Hero sin más, con mis brazos abiertos como si fuera el arquero de un equipo de fútbol observando a Nicolás como un oponente—. ¡Ni lo sueñes!
—Entonces puedes esperar aquí Sal… —me respondió y lo odié, juro que nunca creí odiarlo ni un poquito, pero allí estaba la llamita creciendo, y creciendo con cada pestañeo. Deseé que mi mirada transmitiera todo lo que estaba pensando sobre él ahora, pero en vez de molestarse Nicolás sonrió.
—No es justo —protesté nuevamente sabiendo que no podía hacer nada si Nicolás decidía dejarme.
—No creo que Mikela acceda… —Hero posó una mano en mi hombro y me dio un pequeño apretón que me reconfortó, pero no mucho, seguía molestándome que hablara de ella, tan solo que la nombrara.
—Lo ha hecho. Ben habló con ella y cerró un trato más apretado que el mío. Él la dominará por un tiempo, si quiere libertad la tendrá, pero primero debe cooperar.
—Hero, no, ella no… —me di la vuelta y lo tomé de la camiseta que llevaba, su perfume me invadió por completo y amenazó con incendiarme.
—Sal —suspiró y capturó mi rostro con las manos, acarició mis mejillas e hice pucheros, mi labio inferior tembló y puse mi mejor carita de perro mojado, o bueno, vampiro mojado claro está, el punto es que él me observó y suspiró—. Por Vatur, sé comprensiva.
—Ella no puede —volví a decir con voz de niñita.
—Yo no… ¿Qué? —Oí su voz, aquella que había registrado en la mente de Carim, y los pelos de todo mi cuerpo se pararon. Miré por encima del hombro de Hero y la vi parada allí, como si fuera la dueña de la casa, y no dudé en gruñir.
—Tú decides, o vamos con ella o te quedas Sal. —Me volví para mirar a Nicolás y le dediqué una de mis miradas más acusadoras e hirientes antes de retornar a Mikela. Me moví para que me viera por completo.
—Le pones una mano encima y no me importa si eres la puta hija de Vatur, te la cortaré ¿me entiendes?
—Tu gatita tiene mal carácter, Hero, nunca te había visto con alguien así. —Hero se movió de modo que quedó entre ambas y acarició mi rostro, atrayendo mi mirada, me froté contra su mano en un gestó más felino que vampírico.
—Sí, y tengo garras y dientes ¡maldita! —dije sin dejar de mirar al ser que nublaba mis sentidos—. Así que ya sabes, lo tocas y mueres.
—Por lo que a mí concierne puedo con eso, además no creo que sea a mí a quien debes temer; él no esta marcado como «tuyo» —respondió.
Fulminé a Hero con la mirada, expresándole que eso era su culpa.
—Mikela… —murmuró con los dientes apretados, su voz sonaba amenazante mientras me sujetaba con fuerza por los hombros.
—¿Qué? ¿Qué dije?
—Sabes qué dijiste —respondió y un segundo después lo tironeé hacia la planta alta. Pasamos junto a la bruja, que sonrió maliciosamente, pero no me importaba. Hero lucía enfadado y murmuró algún insulto cuando pasamos a su lado. Él se frenó un paso antes de llegar al piso superior, intenté moverlo pero sin resultado alguno. Frustrada solté su mano y lo encaré.
—¿Qué significa eso? —susurré aunque sabía que todos podían oírnos; bueno, tal vez no Mikela, pero el destino a veces juega malas pasadas, así que me esforcé por mantener mi voz baja. Él arrugó la frente y me miró con detenimiento. Hinqué mi dedo en su pecho para que supiera que hablaba en serio—. ¿Qué significa? —insistí.
—¿Qué… significa qué? —dijo en lo que parecía un mueca de confusión.
—Lo que ella ha dicho, que no estás «marcado» —debía mantener todo mi temperamento a raya ahora, porque si no lo hacía, correría con él a la habitación y lo obligaría; aunque dudaba de poder hacerlo, pero con intentar no perdía nada. Esto no era ya solo contra Mikela, era contra todo vampiro que se cruzara con él, por Vatur. ¿Qué debía hacer, encerrarlo en una burbuja? ¡Qué demonios!
—No lo estoy… —dijo como si tan solo se tratara de una broma—. No estoy «marcado» Sal —sonrió, y al ver mi mirada asesina disimuló llevándose el puño a la boca para ocultar su sonrisa. Lo estaba disfrutando y lo sabía, pero aún así no podía encontrarle el punto, me había dado justo en el nervio, y dolía como si fuera un condenado desgarro.
—Yo, yo… —me atraganté, producto de la ira y la ponzoña que me llenaba y acusaba con salirse— creía que solo las hembras eran marcadas…
—No, también los machos lo somos —sonrió y achiqué mis ojos— y yo no tengo marca… —No lo dejé terminar, no quería saber más, tan solo quería una solución o lo que era peor, saber cuál era el cuadro de situación.
—Eso significa que podría venir cualquiera y… —mi puño dio contra la pared, Hero ni se inmutó. ¿Cómo podía ser tan ignorante? Debí imaginarlo. Qué idiota. Siempre había estado tan preocupada por no ser marcada que nunca había pensado qué haría si alguna vez me emparejaba. Había estado echándole carrera al destino sin saber que no sería la única que llevaría la marca.
—Debemos irnos —me dijo y estaba a punto de dar un paso cuando lo detuve.
—Quiero marcas, quiero que tú y yo, esto, márcame, ¡vamos! —hice el intento de empujarlo hacia mi habitación, pero no resultó y bufé.
—Eso no es así, Sal, no funciona de ese modo…
—No sé cómo debe ser, pero quiero que me marques; y no puedes estar cerca de nadie si no te marco…
—Estás paranoica… —aquello me irritó más—. Vamos, antes de que Nicolás piense que has perdido la cordura y te deje aquí.
¡Genial! Nada mejor que un macho recordándote lo chiflada que estás, aunque no sabía si las hormonas humanas funcionaban al igual que las de los vampiros. Bajé las escaleras a su lado enojada y ceñuda, mis puños estaban apretados y sentía que las uñas se me clavaban en las palmas de las manos, pero no importaba, tal vez el dolor me devolviera la cordura como lo había hecho varias veces a lo largo de los años. Hero se detuvo antes de pisar la planta baja, sonrió y acarició mi cabello.
—Trata de no matar a nadie…
—¿Adónde vas? —pregunté antes de que se alejara en dirección contraria a la sala.
—Necesito hablar con Nicolás. —Le coloqué una mano de forma pesada en el pecho, como si aquello pudiera marcarlo con mi olor de cierto modo, y sin saber por qué él se quejó torciéndose y alejándose de mí.
—Hero, estás… ¿bien?
—Sí, cariño —en un abrir y cerrar de ojos las muestras de dolor en su cara desaparecieron, me devolvió una sonrisa amplia que hizo que mi cuerpo temblara, aunque tenía mis dudas, al fin de cuentas no estuve muy cuerda en el último ataque. Había dicho que no mató a Phill, pero puede que…—. Tranquila —se acercó, dejó un dulce beso en mis labios y se marchó hacia el cuarto de Nicolás. Me vi tentada a seguirlo, ¿acaso el ataque del nefilim lo había lastimado más de lo que quería admitir? No había visto marcas la otra noche. Iba a dar un paso hacia allí cuando Carim salió.
—Ven, necesito conocer algo más de lo que sabes. —Entré nuevamente a la biblioteca y el perfume de Mikela se infiltró en mi nariz como el veneno. Noté que se había acomodado en un sillón y se estudiaba las manos. Me sentía incómoda y molesta, aquella mujer no me daba ninguna tranquilidad.
—Sal escúchame, debes calmarte o vas a volverme loca —los ojos de Eva se clavaron en mí como puñales, contemplé el lazo y estaba en lo cierto. Inspeccioné sus emociones y ellas no se encontraban más calmadas de lo que yo estaba. Maldije cuando me percaté de cómo el gato en Carim luchaba por zamparle las garras a Mikela, y el desagrado de Eva. Cada una de nosotras estaba al acecho, nada que se percibiera por encima de nuestras facciones, aunque allí estábamos las tres rodeando a la intrusa, a la presa. Carim la observaba desde atrás parada junto a la ventana, Eva a mi lado comenzó a caminar hacia el flanco izquierdo, mientras yo me encontraba en el derecho. Rodeada, Mikela parecía no presentir nada raro mientras se observaba las cutículas de los dedos.
¿Qué pasaría si jugáramos con ella? Solo un poco.
—Sal, tan solo di cuándo —masculló Carim en mi cabeza, su gato estaba a solo centímetros de salir. En mi cabeza podía ver la imagen despedazada de Mikela. El horror y la satisfacción en nuestras garras. Su sangre fluyendo sin parar cuando le arrancara el corazón… ¡muerta! Mikela levantó la vista y me estudió.
—¿Así que no sabías lo de las marcas? —le mostré los dientes sin más y eso pareció causarle gracia.
—Si fuera tú no jugaría con eso ahora —ronroneó Carim en una voz sedosa y peligrosa a la vez. Mikela por primera vez pareció notar que estaba rodeada y se puso incómoda. Nos examinó de una a una y sentí el aroma dulzón del miedo. ¿Así que ahora había logrado tener su atención? Sin pestañear clavé mis ojos en ella.
—Si él tiene secretos contigo, no es mi culpa —dijo desdeñosa en un intento de defenderse, aunque sabía que la superaríamos si decidíamos caerle encima.
—¡Él no tiene secretos! —murmuré firmemente—. Así que cierra la boca antes de que te la cierre y te arranque todos los pelos de tu hermosa cabellera.
—Claro —respondió sonriente. Odiaba cuando alguien sabía algo más que yo.
—¿Qué sabes tú? Nada, para ti es solo una posesión…
—No —dijo y se puso de pie—, no te atrevas a hablarme así, tú no sabes lo que él significa para mí.
—Otro muñeco, eso significa, y él no siente nada por ti…
—¿En serio? ¿Por eso luces… tan tranquila? —movió su mano como quitándole importancia. Me observé un segundo. Bien, no lucía muy bien, mis jeans se ajustaban a mis piernas pero no estaban completamente sanos, mi camiseta negra estaba bien, aunque no era muy bella, tenía botas cortas color carmín, eso era lo mejor.
—Mira cariño, te sugiero que te alejes de él…
—¿O qué? ¿Te revolcarás con otro… nefilim? —Aquello dio en el clavo. ¡Date por muerta! Salté sobre ella.
Caí sobre Mikela empujándola contra el sillón que crujió antes de que ni siquiera se diese cuenta. Mi puño dio directo en su costado mientras ella movía las manos y se cubría el rostro, y un dolor de cabeza me tomó por completo; me tiró del cabello y grité. Mandé un mensaje mental a mis hermanas. Cierren la puerta, nadie entra ni se mete. Es mía.
—Nunca será tuyo, no importa lo que hagas, siempre volverá a mí —gritó mientras se oía que unos puños golpeaban la puerta con furia.
—Apúrate Sal, Nicolás está afuera y Hero está a punto de atravesar la puerta, si arruina mi ropa juro que me las pagarás… —dijo Eva por medio del lazo.
—¿Qué harás? Ni siquiera puedes curarlo. Si le pasa algo, maldita chupasangre, será tu culpa. —Sus palabras me dejaron helada; había tenido ese mal presentimiento momentos atrás, y al escucharla… Me pateó el estómago. Me tiró hacia atrás.
—Él se curará.
—¿Qué sabes tú del daño que le hace un ángel? —insistió. La tomé del cabello y la hice rodar.
—¿Qué tiene que ver eso con él? —me giró y se subió a horcajadas sobre mí.
—No sé, dímelo tú, tú te acuestas con ellos… Oh espera, no, ese era el hijo maldito de un ángel…
—¡Hija de puta! —le espeté y mi puño dio en sus costillas.
—Todo esto es tu maldita culpa —gritó mientras se retorcía. Me apartó de un golpe, que rápidamente devolví en forma de patada a su estómago, la tomé del cabello, sí lo sé, era casi una pelea de niñas, pero yo tan solo quería marcar mi punto, hasta que su rodilla dio en mi nariz, tambaleé hacia atrás y la observé correr. ¡Excelente, corre perra! Mi instinto se disparó. Tomé una silla y la arrojé contra ella cortándole el paso. Salté acorralándola.
—Es duro verlo conmigo ¿no? Tú eres solo una humana, una bruja, yo soy como él, nunca superarás eso… —ella me aventó algo y me cubrí justo en el momento en que le devolvía un golpe. Me acerqué tomándola del cuello—. Eres solo una humana, maldición, no lo olvides, antes de que seas mi cena —murmuré.
—No lo mereces, no estás a su altura y nunca lo estarás.
—Tal vez, pero eso es su decisión mal que te pese, si te molesta verlo conmigo es tu problema, puedes marcharte ahora… o seguir sin provocarme.
—¡Salomé deja la idiotez que están haciendo! ¡Basta!, ahora… —ambas nos petrificamos ante el tono de voz de Nicolás. Me alejé de ella y Mikela se arregló la ropa sin apartar sus ojos de mí. Nos miramos un momento y nos agachamos junto a la silla rota mientras le indicaba que hiciera silencio o… bueno, ella ya sabía el resto.
—Abran. —Carim y Eva se movieron y al momento Nicolás entró, seguido por Hero.
—¿Qué demonios están haciendo? —dijo y un segundo después estaba frente a nosotras. Me lamí el labio quitándome la sangre de la boca. Observé a Mikela inocentemente y, de forma calculadora, ambas lo miramos.
—Nada, solo le enseñaba unos trucos en la pelea —mentí y sentí una punzada de dolor cuando Nicolás extendió su mano a Mikela, y allí vi su sonrisa desdeñosa otra vez. Él me dedicó una larga y feroz mirada, dándome a entender que no había creído ni una de mis palabras. Ahora ella se apretaba contra él, apoyando sus pechos contra su costado y mandándome una señal de guerra con los ojos. Así que ese era su juego ¿eh? Nicolás. Maldita si lo tenía.
Este era uno de esos momentos en los que debiera haberle dicho la verdad, pero el golpe final para ella llegó cuando Hero me levantó del suelo y me besó en los labios. Miré por sobre mi hombro mientras me dejaba acurrucar, y noté la ira en ella. Nicolás acompañó a Mikela para cambiarse la ropa, ya que la que llevaba se le había arruinado por completo, aunque no sabía desde cuándo ella tenía ropa allí. Hero me tomó de la nuca mientras su otra mano se envolvía en mi cintura; me alejó para mírame a los ojos y sonrió sacudiendo la cabeza.
—Mentiste —susurró y me contempló mientras quitaba una viruta de madera de mi pelo. Quise decirle que él también me había mentido, pero eso lo hablaría después. Ahora tenía demasiadas cosas en mente y la verdad quería saberlo todo de él. De sus heridas—. No ahora —me dijo.
—No la quiero cerca de ti —confesé y él sonrió.
—Eres dura e intensa Sal, tan fuerte hasta el punto que duele —me confesó lo mismo que me había dicho la primera vez que estuvimos solos, mientras me acariciaba el cabello colocando algunos mechones detrás de mi oreja. Aunque a veces pensaba que él me sentía como un olor rancio, molesto y apestoso, aún así, no lo dejaría en paz hasta que me marcara—. Creo que si tan solo te hubiera conocido antes yo… —lo silencié con un beso fugaz, me alejé un poco y apoyé mi frente contra su pecho.
—Eso no importa, eres mío. —Cuando las palabras salieron de mi boca, abrí los ojos asustada de mí. Simplemente no supe de dónde me había salido el coraje para confesarle aquello. Lo dejé salir desde lo profundo de mi interior y la bestia se regodeó de aquella confesión. Dolía, pero no me importaba. Él no dijo nada durante un momento y comencé a replantearme que tal vez…
—Lo sé, lo soy —me dijo cuando lo miré.
—Entonces… ¿Por qué? —gimoteé.
—Porque todo tiene un tiempo Sal, todo en su momento cariño. Ahora debemos ir por ese maldito. —Examinó mi rostro como quien aprecia una obra de arte y me sentí arder—. ¿Estás segura de que quieres ir por él?
—Sí, quiero ir, ¡vamos!
Salimos del destrozado salón y sonreí cuando su mano estrujó la mía. Nos encontramos con los demás en la entrada. Bien, hacia allá íbamos. Debíamos atrapar a Zell.