Capítulo dos

Nefilim

Ben era el alto mando de Alaska, uno de los dirigentes más importantes. Sabíamos de la existencia de otro metamorfo de su mismo rango, solo que dirigía la parte oriental del planeta; su nombre era Deity. Después de ellos tan solo estaba la bella diosa Vatur.

Bueno, Ben… Básicamente lo describiría como un dolor en el culo; nadie sabía bien qué era y cuáles eran sus poderes en concreto, por ello muchos le temíamos; lo único cierto es que era un «cambia formas» y uno de los mejores psíquicos de la tierra. Poseía la conexión con nosotras y otros diez tríos guardianes. La mayor parte del tiempo controlaba los enlaces y las emociones de todos, y nos enviaba a cumplir misiones a fin de contener el desastre, sin que los humanos tomaran conciencia de lo problemática que podía ser la convivencia al tener a tantos seres distintos en su mismo mundo.

Entramos al recinto rechinando los dientes. Estábamos molestas; podía sentir, por la conexión, la impaciencia de mis hermanas. No les he contado eso, ¿cierto?

Cuando ingresamos a la agencia se decidió que un teléfono móvil no era el mejor elemento de comunicación para nosotras, ya que los humanos podían interferir las líneas y, como estábamos en época de guerra, se decidió buscar otra forma de estar conectadas. Carim, Eva y yo debimos realizar un pacto, algo así como una prueba. Nuestras mentes debían relacionarse y unirse, pero era más complicado que eso; nuestras mentes debían congeniar. Pensar en la compatibilidad entre un jaguar, una licántropa y una vampiresa, era probable en un uno por ciento, pero tal vez solo porque Vatur lo quiso, nuestras mentes lo lograron. Y ahí estábamos las tres, unidas para siempre.

La gran Vatur, reina de las tinieblas y de los no muertos, era nuestra «diosa», algo así como una guardiana. Ella era la madre de todos los oscuros; cuidaba que los nuestros no rompieran el pacto; cualquier cambio en la existencia de alguno de nosotros, incluso uno tan pequeño e insignificante como una diferencia de matiz en el color de un aura, provocaría a la diosa. Eso se decía…

Uno de los nuestros no podía estar en relación con un humano por mucho tiempo, pues implicaría que pudieran vincularse, y era bien sabido que una vampiresa o cualquier ser oscuro vinculado con un humano podía absorber su alma de a poco. Los científicos buscaban aún la conexión, pero no había nada probado. En consecuencia, un humano unido a un oscuro podía perder el alma. Y punto.

Recorrimos la entrada hasta encontrar la aglomeración de agentes cerca de la puerta de Ben.

¿Qué va mal ahora? —murmuré mentalmente a mis hermanas. Nunca antes había visto a todos los agentes, incluso algunos me resultaban desconocidos.

No lo sé, pero realmente algo va muy mal —susurró Eva que lucía tranquila y distante—. ¿Nadie ha encontrado nada raro?

No, que yo sepa. Hablé con Nicolás, pero no sabe nada —dijo Carim que se observaba las uñas sin preocupación.

¡¿Hablaste con Nicolás?! —me acomodé contra el muro mostrando una postura relajada, aunque por dentro bufaba.

Nicolás, nuestro hermoso centinela. Sus músculos torneados, su piel dorada por el sol, como un surfista de Miami, sus ojos cristalinos, hacían que mis bragas se mojaran, bueno las mías y las de otras miles, aunque en el fondo me sentía un poco mal por pensar de ese modo. Conocía a Nicolás desde siempre, y era casi un hermano para mí, pero… ¡era tan bello! Las agentes lo admirábamos como a un semidiós, lo mismo las humanas y cualquier mujer que se cruzara en su camino, aunque nunca lo habíamos visto con ninguna hembra. Por suerte para nosotras, solo estaba a cargo de dos grupos: el nuestro y un trío de chicos. Por cierto, y no menos importante, Nicolás era uno de los centinelas con más rango, el mejor de ellos, él que le seguía era un amigo suyo llamado Zander, pero este era algo así como su gemelo maldito.

Oh, por favor —bufó mentalmente Eva— recuerda que podemos oírte mientras babeas —sabía que su enojo había pasado, pero el fastidio de estar encerrada allí se trasmitía fuerte y claro por el lazo.

¿Se puede babear mentalmente? —pregunté sonriendo en mi interior mientras la licántropa se sacudía y casi podía ver rodar sus ojos.

No deberías, y menos por, por… Nicolás, él es un superior, es un…

Un «papito» con todas las letras —respondí al tiempo que Nicolás se acercaba por el pasillo, a nuestra derecha. Se detuvo a hablar con un Inamhi; cuando se volvió, nuestros ojos fueron a su trasero cubierto por un jean holgado. ¡Por Vatur, alguien debía hacerle un monumento a ese trasero! Algo resbaló de las manos del Inamhi y Nicolás se agachó para tomar el papel que había caído dándonos una excelente visión que quedaría en nuestras mentes por todo el día—. Sí, creo que babeo mentalmente.

Te deshidratarás si sigues de ese modo —Eva lanzó la respuesta con un tono serio, aunque sabíamos muy bien que había tatuado en su retina las curvas de ese trasero. Carim rio para sus adentros de modo estridente, haciéndonos saltar en forma graciosa. Los demás agentes sabían que estábamos interactuando, siempre había un constante flujo de información y charlas entre los hermanos, por lo tanto no nos prestaron mucha atención. Era imposible no interactuar, casi se sentía como un disco externo, un pendrive, que tiene una información allí alojada y la usas cuando necesitas, aunque algunas veces podíamos bloquearla; gracias a Vatur por eso, ya que sería un infierno escuchar a Eva quejarse mientras tengo sexo con alguien.

Nicolás se volvió al oír a Carim, me cubrí la boca tratando de calmar mi risa. Él saludó al Inamhi y caminó hasta nosotras.

—No sabían que estaban aquí —su voz era dulce y perezosa; cada palabra sonaba como una vibración que hacía estremecer nuestros cuerpos. Sus ojos celestes nos observaron y una hermosa sonrisa curvó sus labios, llevaba una barba de un día o dos, que lo hacía ver más sexy que nunca. Con sus pasos gatunos se paró delante de nosotras.

—¡Hey Nick! —le dije con soltura.

—Nicolás… ¿Qué ocurrió? ¿No dormiste anoche? —se mofó Carim. Él le sonrió de lado, palmeó su hombro con dulzura y haciéndole una mueca meneó la cabeza. Se veía cansado, más que en los últimos tiempos.

—Digamos que no, no he dormido, pero no por algo placentero —respondió y sus ojos se posaron en Eva—. ¿Te encuentras bien Eva?

—Sí —respondió con la garganta seca. Eché un vistazo rápido por sobre su hombro para ver a Carim, ambas notamos en ese instante el calor que surgía de Eva.

Eva, si sigues así voy a empezar a gemir —la tenté. Ella me dedicó una fugaz mirada de odio y volvió a Nicolás.

—¿Ha ocurrido algo, Nicolás? —preguntó tosiendo.

—No lo sé con claridad; algo pasó anoche, todos estamos reunidos aquí —contestó y se rascó la cabeza al tiempo que giraba para observar a los otros. Mis ojos se encontraron con los de mis hermanas, sabíamos que mentía. Nicolás siempre sabía qué pasaba—. Debió ser algo grande.

Lo mismo estaba pensando. Algo grave había ocurrido y no tenía ni un atisbo de qué era. Pasaron solo unos minutos hasta que nos llamaron; nos dirigimos hacia allí con los demás agentes y nos ubicamos contra la pared izquierda de la enorme sala de reunión, cerca de la puerta. Varios agentes se acomodaron en la mesa ovalada que ocupada el centro de la sala. Desde donde estábamos podíamos notar el nerviosismo de los demás, sus miradas furtivas y su preocupación.

Nadie se veía calmo, excepto Hero. ¿Cómo hacía para lucir relajado?

Miraba al resto con aires de superioridad; yo odiaba eso. Él me molestaba. No sabía bien por qué, pero una parte de mí parecía atraída por él, por descifrar qué lo hacía tan jodido como para que nadie quisiera estar cerca suyo. Debía tener un punto débil. Mis ojos viajaron por su cuerpo; no estaba mal. Donde miraras había músculo y poder. Me estremecí cuando sus ojos encontraron los míos, su rostro era lindo, pero había un dejo de maldad en su mirada, como si pudiera comerme desde el otro lado de la mesa. Apreté inconscientemente mis manos, nadie lo observaba pero yo sí, no sabía por qué; aunque era hermoso me molestaba aquella postura de superioridad. Eché un vistazo al resto. Nadie cruzaba su vista con él, todos le esquivaban como a la peste, incluso dejaban varios asientos de distancia entre Hero y los demás; todos parecían temerle, menos yo. Como si supiera lo que pensaba de él y su maldita pose de rey y señor de los jodidos, sus ojos se clavaron en los míos como si quisieran atravesarme, sus cejas formaron una línea espesa y crearon una sombra perversa sobre su mirada dura. Contuve la necesidad de mostrarle los dientes cuando su mirada se posó en mi cuerpo, todo mi cuerpo, y aunque me sentí arder ante aquel escrutinio posesivo me contuve, no podía sentirme atraída por él. Era peligroso. Debido al lazo sentí tiritar a mis hermanas. ¿Qué tenía aquel hombre que lograba que todos le temieran?

Él levantó parte de su labio superior en una mueca parecida al desprecio, achiqué mis ojos escrutándolo, negándome a agachar la mirada, podía intentar amedrentarme, y aún así yo intentaría demostrarle cuán insignificante era su actitud de tipo rudo. La puerta se abrió de golpe y mis ojos no abandonaron los de Hero hasta que Nicolás tocó mi hombro a sabiendas de aquel duelo mental. Mi mirada se encontró con la claridad de aquella azulada calma que irradiaban las pupilas de Nicolás. Asintió, al tiempo que alguien se aclaraba la voz; era Ben. Estaba parado con unas hojas en su mano; golpeó teatralmente contra la mesa para captar la atención de todos, y tras las gafas de marco grueso observó a cada uno de los agentes hasta que habló.

—Verán que esta es una reunión diferente a todas, y ello se debe tan solo a una cosa —tomó aire y lo soltó lentamente observando las hojas en sus manos—. Todos tenemos un problema —volvió a mirarnos con recelo; un escalofrío se me coló por la columna vertebral cuando su mirada pasó fugazmente por mis hermanas y por mí—. Muchos se preguntarán: ¿Por qué están aquí? Bien… Nicolás por favor —le extendió las hojas y lo mismo hizo con los otros jefes de equipo. Nicolás nos tendió las hojas y también al otro equipo que supervisaba. Eché un vistazo y sentí cómo todo mi cuerpo se tensaba.

En ella había tres fotos. Una mostraba el cielo encapotado, totalmente gris y un enorme rayo rojo que caía hacia la tierra, las nubes que rodeaban aquellos fenómenos estaban también teñidas de un rojo profundo. Junto a ella, la imagen de un gran cráter en una parte de alguna ciudad, no decía cuál era, pero parecía importante. Y luego una imagen ilustrativa. Dudé un momento y repasé las imágenes.

Lo que más llamó mi atención fue el hueco en la tierra. No era la primera vez que lo veía. Mucho tiempo atrás había presenciado algo así, pero aún era lo que se podría decir joven. Pasé la hoja intentando evitar la ilustración del humano, de manos grandes y en cuyos ojos me parecía reconocer mi miedo; en la segunda hoja leí un apartado de la Biblia de los humanos que confirmaba mi apreciación.

6:1 Aconteció que cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas,

6:2 que viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas.

6:3 Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; mas serán sus días ciento veinte años.

6:4 Había gigantes en la tierra en aquellos días, y también después que se llegaron los hijos de Dios a las hijas de los hombres, y les engendraron hijos. Estos fueron los valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre.

6:5 Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal.

Nefilim. Sabíamos que el cambio de luna traería desgracias, incluso peores de las que se decía que habían ocurrido en el 2012. Pero un Nefilim era mucho más de lo esperado.

¿Qué es? —fue Eva quien habló mentalmente. Sentí su desconcierto y busqué la forma de hablar de esto.

Es un Nefilim —ella tan solo escuchó; podía sentir su mirada mental posada en mí. Busqué en mi memoria imágenes que pudieran ayudar—. Proviene del hebreo, significa los caídos: puedes encontrarlos en la historia como gigantes, tanto para la tradición judía como la cristiana, se dice que son los hijos de la unión de los Gregory, los ángeles caídos y las hijas de Adán, humanas —dejé rodar en mi mente una imagen de una pintura, evocando aquello.

Su origen comienza con la historia de los ángeles caídos. Shemhazai, que era un ángel de rango elite en las hordas celestiales, condujo a un grupo de ángeles rebeldes a la Tierra; se dice que él pretendía instruirlos, pero el tiro le salió por la culata y al tiempo se acostaron con las humanas del lugar, dando así origen a los nefilim —La voz mental de Carim sonaba calma mientras explicaba con certeza aquello que ya sabía—. Se cree que estos ángeles, conducidos por Azazel, educaron a sus mujeres en la magia. Los nefilim obtuvieron la mezcla con la forma humana, pero con tamaño, fuerza y apetito incalculables. Cuando consumieron los recursos que la tierra podía darles, comenzaron a devorar humanos; eso desató el caos. En la Biblia humana afirman que fue por esto que se produjo el diluvio, para lavar la maldad en la tierra.

Unos malditos bastardos. —Musité.

Y ahora… —Eva titubeaba.

Ahora creen que han vuelto.

¿Han vuelto? ¿Los han visto antes? —su voz tembló y quise consolarla. Asentí en silencio, y en mi mente dejé fluir la imagen de antiguas excavaciones que mostraban tanto momias como huesos de gigantes enterrados.

¡Mierda! —Eva maldijo en silencio en el mismo momento en que uno de los agentes preguntaba algo. Me enfoqué en él.

—¿Nefilim? —Ben asintió, solemne. Aquel tipo echó un vistazo a sus compañeros antes de seguir—. ¿Existe algún fundamento para creer que es cierto?

—Es joven —intervino Nicolás.

Ben volvió a asentir.

—Sí, hay evidencias, encontrarás gran parte de ellas en la Internet, libros; hay evidencia y mucha más de la que puedes creer… ¿agente?

—Cooper, señor, agente Nails Cooper.

—Bien señor Cooper, existe evidencia escrita; puedo citarle la Biblia Etíope, el libro de Enoc dice:

El diluvio universal, y como consecuencia la destrucción de toda la humanidad fue provocada por estos seres que no habrían sido creados según los planes de Dios.

La descendencia de los ángeles caídos y las hijas de Caín, de donde surgió esta raza con el fin de sabotear los planes de Dios, cruzándose y contaminando la descendencia de Adán.

—Tal vez desea que le cite el Libro de los Jubileos. —Ben caminaba a lo ancho de la sala con las manos entrelazadas en la espalda, y citaba cada uno de los párrafos de memoria.

Allí nacieron los famosos gigantes de los primeros tiempos, de gran estatura y expertos en la guerra. Pero no fue a ellos a quienes Dios eligió y les dio el camino de la ciencia; ellos perecieron por su falta de discernimiento, perecieron por su insensatez.

—También puede relacionar esto con la historia de la Atlantes y su destrucción por uso de la tecnología, que los mató —se detuvo tras Cooper y sin levantar la voz dijo:

Libro de la Sabiduría:

Así también, al comienzo, cuando murieron los orgullosos gigantes, la esperanza del mundo se refugió en una balsa.

—Le sugiero que haga su tarea señor Cooper, estos son tiempos difíciles para nosotros. Para todos. Nadie debe quedar desinformado.

Eva agradeció mentalmente nuestra discreción y suspiramos casi al mismo tiempo. Ben dio por terminada la reunión haciéndonos saber que, además de estar al tanto de nuestras operaciones, debíamos indagar la causa de la aparición del nefilim. Eso no me lo esperaba.

—Nefilim —repetí una vez que estábamos en el pasillo— nada mejor que enfrentarse a algo que no puedes matar —dije y volví a encaminarme hacia la puerta.

—¿No se los puede matar? —preguntó Eva, nerviosa, al tiempo que echaba un vistazo a la sala para saber si alguien la había escuchado.

—Eso dicen, hasta ahora —se apresuró Carim.

—Nefilim —volví a repetir con amargura. Como si tener a un vampiro descontrolado no fuera suficiente, ahora debíamos lidiar con eso. ¡Al diablo los planes del fin de semana!