Capítulo diez

Sucumbir

Ingresamos al amplio vestíbulo de la planta baja del edificio, donde estaba nuestro apartamento. Las paredes lucían decoradas con finas placas de madera veteada, con un pequeño bisel en las juntas que lo hacía ver sofisticado. Había pequeñas luces colgando de las paredes, acompañadas de una hermosa araña de porcelana china con exquisitos filamentos dorados e incrustaciones de piedra; aquella araña era el centro del vestíbulo, iluminándolo todo y creando sombras juguetonas que se derramaban por el ambiente. El piso estaba cubierto por una alfombra mullida con detalles hindúes, muy antigua; a nuestra izquierda estaba el escritorio del cuidador, quien nos observó a ambos al entrar, lo tranquilicé saludándolo con la mano y me devolvió una sonrisa. Entramos al ascensor y de pronto, con Hero allí, todo parecía empequeñecerse, impregnándose con el dulce aroma de su piel, como si fuera a ahogarme; me sentí acalorada. Él lucía relajado, aunque no lo estaba podría jurarlo, toda su perorata de unos minutos antes era más para mí que para él, había intentado desconcentrarme para que no sintiera miedo y lo había logrado, sus manos se abrían y cerraban formando un puño apretado, que podría matar a cualquiera. Me sorprendí descubriéndolo, como si lo conociera hace mucho; noté también que sus hombros estaban rígidos por la tensión y por un instante mi mente registró su atuendo. Llevaba pantalones de jean gastados en las rodillas y largos, que cubrían sus botas, allí es donde debía esconder sus armas aunque siempre dudé sobre si las necesitaba, una camisa gris que se pegaba a su cuerpo y aquella chaqueta de cuero a la que me había aferrado.

—Nadie puede ingresar al apartamento sin autorización, en realidad no pueden llegar ni siquiera con el elevador, no manualmente —dije cuando observó el teclado numérico.

—Él no necesita eso —su afirmación me hizo dar un paso al frente.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque yo tampoco lo necesito —lo escruté intensamente, y en vez de estar molesto Hero me devolvió una sonrisa. Me apoyé contra la pared contraria enfrentándolo y presioné el botón del último piso, el panel dio un pitido cuando reconoció mi huella dactilar. Las puertas del ascensor se cerraron y este comenzó a moverse lentamente llevándonos al apartamento.

—¿Qué eres?

—Soy un vampiro, pero la mezcla con la sangre de mi madre me da ciertos poderes —de un momento al otro el ascensor se detuvo y mi pulso se disparó. No era nuestro piso, no era ningún piso en particular, sabía muy bien que el elevador se había detenido entre niveles. Yo estaba atrapada ahí, con él… y de pronto tuve miedo. Hero no se movió, pero en su rostro había confusión—. Lo siento, no intentaba asustarte. —Tragué con fuerza intentando esconder mi temor.

—No, no lo haces —mentí tragando aún más fuerte. Él entrecerró los ojos y destruyó mi autocontrol cuando se acercó—. Ni siquiera lo intentes —tartamudeé. Sus dedos acariciaron mi cuello y levantó mi mentón con suavidad.

—Eso me gusta de ti, eres fuerte Sal, tan fuerte hasta el punto que duele —el elevador comenzó a moverse nuevamente, pero él no se alejó, en cambio se giró para enfrentar la puerta, dejándome detrás de él. No entendí qué hacía, hasta que sacó las armas de su cintura y las apuntó en dirección a la puerta. Al fin y al cabo había armas. Me distraje a tal punto que no había notado que estábamos a solo unos metros de la entrada. Si era cierto que Hero podía sentir al vampiro… tal vez aquello estaba allí. Saqué mis armas también, no entraría tras él como una niña indefensa. Quería que supiera que era fuerte. Quise colocarme a su lado pero no me lo permitió, me contuvo con solo una mano. Quise discutir pero fue en ese momento que las puertas se abrieron y una ráfaga de viento dio contra mi rostro arrastrando cada uno de los aromas. La puerta se encontraba abierta de par en par como si hubiera sido arrancada. Por un momento me pregunté cómo nadie había oído nada, e inmediatamente recordé lo que me había dicho Hero: no era un vampiro corriente.

Entró al apartamento a paso firme, sus botas hacían un ruido seco sobre el hermoso piso de madera lustrosa; lo seguí con un puñal y mi revólver listos. Recorrió la sala y la cocina. Mientras mis ojos observaban incrédulos la destrucción de la sala, había muebles y cosas por todos lados, el piso que siempre lucía brillante estaba opaco y con polvo. Hice una mueca de dolor. Aquello era nuestro y él nos lo había robado, incluso las cortinas colgaban de algunos ganchos mientras el resto fue arrancado; desde allí vi el tintineo de las luces de la ciudad… amaba esa vista.

—¿Está aquí? —pregunté aún con mis ojos prendados de las imágenes de la cuidad y la mandíbula tan apretada que mis dientes estaban a punto de partirse. Hero pasó a mi lado, revisando el lugar. Sentí un bombeo de energía surgiendo de él y me estremecí. El calor provenía de él. Era como una capa invisible.

—No, pero estuvo, hace muy poco.

—Lo sé, él dejó al tipo aquí hace unas horas —confesé vencida. Aún era de noche, y la brisa se había convertido en un viento potente ahí arriba, que arremolinaba mi cabello; los ojos se me llenaron de lágrimas contenidas aunque intentaba convencerme de que era el frío del aire azotando mi piel lo que me hacía llorar.

—No, el rastro es nuevo —dijo. Yo me aparté de la ventana limpiando una minúscula lágrima y lo miré—. Si aquel vampiro atacó a ese hombre y te lo dejó por aquí medio muerto, debió ser él quien volvió por más, de ningún modo hubiera podido arrancar las cortinas si hubiera sido de día; son las tres de la madrugada, seguramente volvió antes que nosotros. —Sopesé la idea. Hero estaba en lo cierto—. Volvió aquí hace poco, pero ¿qué esperaba encontrar? ¿Qué buscaba? —me tensé. Conocía la respuesta: Su presa era yo. Sin pensarlo dos veces caminé hasta mi habitación, si había venido por mí, ese era el lugar donde buscaría. Deshaciendo la distancia que me separaba de mi cuarto pude notar a mitad de pasillo que la puerta estaba hecha añicos; di un paso adentro para ver el caos. Todas mis cosas estaban revueltas, mi cama rota, partida en la mitad, incluso mi ropa estaba destrozada y había plumas por todos lados, en los muebles, en el aire, y provenían de mis almohadas… Eso fue un golpe, algo en mi mente luchó por ocultar el temor de un recuerdo… Plumas, plumas, ¡no, plumas… por favor, no!

Angustiada me tomé la cabeza. Al instante sentí el cuerpo de Hero detrás de mí, posó sus manos en mis hombros en un gesto tranquilizador. Sin saber por qué me apreté contra él, mi cabeza descansó en su pecho y las lágrimas inundaron mis ojos. Había destruido lo único que era mío. Mi lugar. Aquel sitio era puro, hasta que él lo destrozo todo. Sumergida en el dolor me dejé guiar por Hero, de modo que me giró y me acunó en sus brazos. Mi cuerpo se aferró al suyo, dejando salir la frustración y la rabia. Mis puños apretaban su ropa y puse mi cara contra él, como si quisiera fundirme y calmar el dolor en aquel cuerpo. No sabía por qué, pero nunca había llorado frente a mis hermanas, en cambio aquí estaba Hero, un extraño, que me acunaba como a una niña, consolándome.

—Son cosas materiales, dulzura —me susurró al oído y acarició mi cabello— lo importante es que tú estás bien, tus hermanas están bien, estás a salvo.

No era lo material lo que más me dolía pero, cuando levanté la cabeza para protestar, él acercó sus labios y no pude detenerme. Su boca se apoderó de la mía y lentamente me relaje allí, en su protección, al punto que su lengua se metió, lenta y suave hasta que encontró la mía. Mis manos se apretaron contra él absorbiendo su calor, su perfume, como un elixir. Hero me tomó del trasero y me subió de modo que estuviéramos a la misma altura. Mis piernas se enroscaron en su cintura y mis manos apresaron su cuello. Lo sentía abrazándome, como un objeto inflamable a mi alrededor, dentro de mí, invadiendo todos mis sentidos. Su sabor era exquisito, misterioso y profundo como él. Me apretó contra el marco de la puerta y pude sentir su necesidad y la mía bullendo. Sus labios eran todo lo que había imaginado. Suaves, aunque sus besos eran posesivos, sin clemencia devoró mi boca; tomé con mi mano su cuello y alejándome de su boca, tirando su cabeza hacia atrás lamí su cuello. Pequeños lengüetazos hasta terminar en un beso, una succión. Hero respondió apretando mi trasero contra él de modo que pude sentir su erección. Mis caderas se frotaron contra él inconscientemente, buscando una respuesta a mis pulsiones. Hero liberó una de sus manos y la metió bajo mi blusa para apresar uno de mis pechos, mis labios volvieron a su boca y me alejé un momento mientras él depositaba una hilera de besos en mi cuello. Gemí. Sí, gemí y me aferré a él frotándome con violencia, y protesté cuando se alejó lentamente y me miró a los ojos.

—Dime qué quieres y lo conseguiré —se giró y mi espalda fue a dar contra el muro apresándome allí, entre sus brazos— dime que necesitas que me quede, y desobedeceré las normas y no me iré de tu lado Sal —lamió mi cuello— tan solo dímelo —gruñó con la voz ronca, se alejó y lo observé notando la honestidad de sus palabras. El deseo. Podía sentir su angustia. ¿Podía él acaso sentir mi necesidad?

—No lo entiendes —gimoteé echando un vistazo a mi habitación.

—Lo asesinaré, lo prometo, y no tendrás por qué tener miedo. —Volví mi mirada hacia él—. Voy a matarlo por ti, cariño. Voy a hacerlo sufrir tanto que rogará no haber nacido, haré que me ruegue por la muerte —sus palabras estaban tintadas de furia, aunque sabía que no era para mí sentí la fuerza y el odio de su promesa. Su premura y la crudeza de cada una. Alargué mi mano hasta tocar su mejilla, por un instante cerró los ojos y se restregó contra mi mano, me detuve en cada sensación. Estaba tan agradecida de sus palabras, de su deseo, de que estuviera allí y no me juzgara mientras me desplomaba. Diosa, que estúpida había sido. Lo deseaba, deseaba su toque.

Su piel se sentía áspera a mi tacto, mientras que su postura era totalmente protectora y amorosa, sexual. Sentí la barba crecida e imaginé cómo sería sentirla entre mis piernas mientras él me daba placer con su boca. Paseé las yemas de mis dedos por la línea de su mentón, luego por su cuello, y mi centro se estremeció. Hero no abrió los ojos, pero sus brazos se cerraron a mi alrededor como si fuera a fundirme con él; aprecié la pasión y el deseo corriendo a través de nosotros. Abrió los ojos lentamente, inclinó su cabeza hacia mí y sus labios rozaron los míos una vez más. Nos quedamos un minuto así, quizá más, cuando mi teléfono sonó.

Con un fastidio que no sabía controlar bajé mi mano hasta chequear el bolsillo de mi chaqueta. Hero me soltó dejándome parar y por un instante quise decirle que no era necesario. Acallé esa voz cuando vi el nombre en la pantalla.

—Es Nicolás —murmuré.

—¡Ja! Ese tipo esta loco por ti —dijo de una forma tan brusca que me sacudí. Golpeó el marco de la puerta con el puño y se giró para caminar hacia la sala. ¿Acaso eran celos? ¡Hero, celoso…!

Un timbrazo me sacó del atontamiento de ver su culo bien formado. Tenía buen trasero.

—Y deja de mirarme el culo Sal, no es correcto —dijo sin mirarme, y una risita tonta escapó de mis labios. Me atraganté mientras intentaba responder.

—Nicolás… —dije aún tosiendo.

¡Dile al idiota con el que estás, que más vale que se esconda muy bien, porque que voy a destriparlo! —fruncí el entrecejo. Eso no sonaba bien. ¿Qué tenía que ver…? Y de pronto lo recordé. Hero me había preguntado si me incomodaba, que Nicolás lo había amenazado. Claro, la charla de chicos.

—Espera Nick…

¡Voy a cortarlo en pedazos!, debería haberme oído… —la furia bulló en mí. Esa noche, Hero se había ganado un punto, bueno unos siete, ocho puntos en mi escala y no podía dejar que Nicolás lo tratara así.

—¡No eres mi padre! —Nick dudó un momento— así que no te metas en esto ¿vale? —dije desviando mis ojos nuevamente hacia Hero; estaba segura, había oído eso. Se encontraba agachado junto a la barra, sus dedos frotaron el piso para luego llegar hasta su nariz, pero no fue aquel acto lo que llamó mi atención, no. Mis ojos recorrieron sus brazos fuertes, con los que minutos antes me había inmovilizado y cubierto dándome calor, los músculos se le marcaban por debajo de la chaqueta. Dejé de mirarlo cuando escuché a Nicolás maldiciendo.

Te dije que no salieras

—Y yo te dije que eso no me detendría.

¿Te ha hecho algo?

—No —volví a mirarlo, ahora se había puesto de pie y caminaba hacia mí. Él hizo un gesto parecido a una sonrisa. Pasó a mi lado rozándome, lo que electrificó mis terminaciones nerviosas. Se dirigió a una de mis cajoneras revueltas. Lo ignoré mientras Nicolás seguía con su discurso de padre perfecto, cuando me percaté de que era el cajón de mi ropa interior.

—¡No toques eso! —grité espantada y me moví interponiéndome entre mis bombachas y Hero. Sonrió y sonrojándome lo observé lamerse los labios.

¿Sal? ¿Dónde estas? ¡Maldición Sal! —volví a poner el teléfono en mi oído sin despegar mis ojos de él.

—No vengo a hurgar tus bragas —sentencio Hero cruzándose de brazos, lo que hizo que todos sus músculos se mostraran extremadamente apetitosos.

—Vete al diablo —le gruñí.

¿Qué?

—No era a ti Nick…

Sal, dime si estás en peligro.

—Sí, lo está —contestó Hero acercándose un paso a mí y al teléfono.

—No, no lo estoy —repliqué—. Hero está hurgando en mis bragas —el acusado torció la cabeza y rio, aunque no entendí por qué hasta un segundo después.

—¡Dime que no está hurgando en las que llevas puestas, por favor! —Nicolás farfulló aquello como si ni siquiera deseara pensarlo. Por un instante me sentí palidecer ante las palabras de Nicolás, luego imaginé mi cara pasando por todos los colores, de los rojos vivos a los violetas.

—¡Claro que no! —le espeté. Hero aún se mofaba de mí; acarició mis mejillas que estaban en fuego puro y me besó en la frente.

—Hay un rastro —dijo señalando a mis espaldas.

—¿Dónde? —la respuesta llegó del otro lado del teléfono, yo no podía apartar los ojos de él, el calor traspasaba su ropa incendiando mi cuerpo a fuego lento.

—Nicolás, parece que ha vuelto aquí hace poco y, por lo que noto, estaba interesado en sus bragas —ahora el teléfono estaba en medio de los dos, pero claramente Hero le respondía a Nicolás sabiendo que lo oiría.

—¿En mis bragas? —dije girándome para encarar el cajón. ¿Qué vampiro se empeñaría en llevarse mis bragas?

—Tienes cosas muy interesantes allí cariño —volví la mirada hacia Hero y me horroricé—. ¿Ocasiones especiales? —Sus dedos levantaban una fina prenda de Victoria Secret. Era una tanga de encaje negro que no dejaba nada a la imaginación, con el símbolo de unos colmillos en el frente. Le di un golpe en el hombro.

—Deja eso… —se la saqué de las manos, mientras él echaba otro vistazo al cajón que cerré un segundo después.

—Yo nunca vi tus bragas —escuché decir a Nicolás del otro lado. Yo personalmente tenía ganas de salir pitando de allí y evitar el bochorno. ¿Desde cuándo mis bragas se habían vuelto un tema popular? ¡Diosa querida!

—Nicolás ¡concéntrate! —le grité. Él aclaró su garganta como si de pronto sintiera la misma incomodidad que yo.

—Había un rastrero cerca de donde la encontré, a unas cuadras de donde «la mantenías segura» —dijo Hero cambiando radicalmente de tema. Agradecí eso y Nicolás emitió un gruñido.

—¿Un perro psíquico?

—Sí, casi la atrapa —acarició con los nudillos mi cabello y temblé sin querer.

—Hero ¿sabes lo que estás haciendo? —la voz de Nick sonaba cansada. Hero escuchó aquello y me observó; aquellos hermosos ojos casi podían traspasarme. Achicó el espacio entre nosotros y me besó en la frente. Me quede paralizada sintiendo como algo escondido de mi ser se paralizaba por la sensación desconocida.

—La cuidaré, pero algo no encaja Nicolás, tú debes saber eso.

—El día está por llegar, Sal necesita estar cubierta.

—La llevaré antes de que despunte el sol. —Hero miró su reloj y me crucé de brazos molesta. Ni siquiera había notado el paso de la noche, pero estaban en lo cierto, las pocas neuronas vivas y sobrevivientes al «virus Hero» me avisaron que el sol estaba por salir en unas pocas horas.

—No hablen como si yo no estuviera aquí —bufé indignada.

—Lo siento cariño, estará allí en media… —Hero se movió tan rápido que no lo pude seguir con la vista y antes de que pudiera hacer nada gritó—: Sal, ¡corre! Un embate de energía lo tiró al suelo como si fuera tan solo un muñeco, golpeó contra el muro de mi habitación dejando una marca en el revoque. Mis ojos conectaron con la fuente de energía que provenía de la puerta y mi teléfono fue a parar al piso, oía los gritos de Nicolás del otro lado. Mi mano fue hacia mi arma pero no alcancé a tomarla, algo me lo impedía manteniéndome estática, mientras aquel joven rubio me observaba. Era él. Él. Quise retroceder y tomar mi arma pero mis manos no respondían, mis ojos estaban muy abiertos mientras lo veía caminar hacia nosotros con pasos lentos y calmados como si fuera el dueño del lugar. —¡Corre!— la voz de Hero parecía agonizante, lo miré realizando un esfuerzo terrible por girar la cabeza y noté cómo el rubio lo sostenía contra el muro tan solo elevando una de sus manos, casi podía ver la mano inmaterial que lo sostenía. El dolor cubría el rostro de Hero; aquello me despertó y comencé a luchar contra la fuerza que me retenía, pequeños hilos me sujetaban. Tomando coraje intenté correr hacia el nefilim tratando de impedir que matara allí. El nefilim bajó su mano cuando me interpuse y tan solo con un dedo en mi frente, volvió mi visión borrosa por completo, sentí mis piernas fallando, mis rodillas doblándose y todo se volvió negro.