Capítulo nueve
¿Confiar en el diablo?
Siempre confié en mis instintos, siempre; si me dolía el pecho izquierdo, seguro estaría por llover así que buscaba un paraguas, si mis tobillos estaban un poco hinchados, seguro que había baja presión y el viento soplaría durante el día entero por lo tanto me recogía el pelo en un rodete, pero ahora… ahora me fallaba mi intuición. Por un momento pensé que tal vez alucinaba e intenté moverme, pero cuando sentí su dureza, pues todo su cuerpo era puro músculo, caí en la cuenta de que realmente me encontraba entre sus brazos. Algo iba mal. ¿O yo estaba mal? ¡Mierda! No lo sabía.
Miré hacia la calle nuevamente; él me había salvado de aquello, pero aún no lograba entender por qué lo hizo. El hombre que había conocido en las reuniones no se parecía en nada al que tenía frente a mí. Esta versión de él era amable y brusca a la vez, pero siempre con mucho cuidado de no lastimarme. Pudo golpearme, pudo haberme matado de primera mano, si esa hubiera sido su intención, pero él estaba haciendo lo mismo que intentara Nicolás algunas horas atrás. Protegerme. Aquel gesto me encantaba y me enojaba en partes exactamente iguales. No era una niñita que debía ser protegida, era una asesina de la Asociación, al igual que él. Después de unos instantes suspiró y volvió sus ojos hacia mí, quemándome con la mirada hasta sacarme de mis diatribas internas.
—Mira, puedes creer lo que quieras, incluso puedes pensar todo esto mientras andamos —él dio un paso hacia mí. Lo miré a los ojos y noté una expresión de molestia. ¿Acaso lo fastidiaba? ¿Qué importaba si lo hacía? Yo también estaba fastidiada. Odiaba el revoltijo que se me formaba en el estómago cuando sentía su proximidad.
—¿Qué haces aquí? —pregunté de forma hosca y retrocedí otro paso, que él cubrió en un segundo. Debía alejarme, no podía respirar con Hero tan cerca. Simplemente no podía. Mi mente parecía gelatina, era como si los conectores de mi cerebro no lograran encontrar a las neuronas encargadas de hacer funcionar mi cuerpo de modo correcto. ¿Qué sería lo próximo? ¿Abrir la boca y babear frente a él? ¡Seguro que no! Se mordió los labios y suspiró, aún más fastidiado, acercándose a escasos centímetros. Podía percibir su respiración sobre mi cara como una suave caricia; temblé al sentirlo tan cerca. Había algo en aquellos ojos que me tentaba. Mi respiración se agitó y me lamí los labios.
—Mira Sal, no sé por qué —su voz sonaba triste—, pero hay algo en ti que me gusta. —Bien, ahora sí temblaba como una niña ante su primer beso. Mis rodillas se aflojaron como si fueran a dejarme caer sin más. Él se rascó la cabeza, nervioso—. No puedo explicarlo… ¡maldición! —Se alejó un poco e hizo un gesto de irritación—. Rompes con todo —se alejó unos pasos más, privándome de aquel calor que mi cuerpo necesitaba. Se revolvía el cabello mientras soltaba una mala palabra tras otra, hasta que su mirada volvió a enfocarse en mí. Sentir su fastidio me molestaba. Dolía—. No sé por qué, pero si sé que eso —dijo señalando la calle ahora vacía— viene por ti. —Me señaló con el dedo y una de sus cejas se arqueó acentuando su malestar—. Tal vez no haya resuelto el enigma que se me plantea cada vez que te tengo cerca; no sé por qué necesito jugar al Romeo contigo, o por qué necesito saber que estás a salvo, así que mueve tu culo hermoso o te sacaré de aquí a la rastra y, créemelo, lo disfrutaré.
Me tomó de la mano. Mientras, mi mente se había quedado atorada entre sus palabras: me gusta, cada vez que te tengo cerca, Romeo y culo hermoso. Otra vez mis neuronas fallando, la sinapsis en huelga. Caminé tironeada por él, no sé cuánto tiempo, pero la única parte viva de mi cerebro babeaba con su discurso que se repetía una y otra vez.
Llegamos a su moto; reaccioné cuando él me tendió el casco. Miré hacia atrás notando que había caminado casi zombi las últimas… ¿tres cuadras?
Hero me observaba aún con el casco en la mano, tendiéndomelo. Paseé mis ojos del casco a él y a la moto e hice una mueca rara que le causó gracia, y rio… Me quede dura cuando lo oí, y hasta podría decir que me dio un vuelco el corazón. Sus dientes blancos, aquellos finos labios abriéndose en una mueca tentadora y el sonido de su risa. ¡Santa sea Vatur!, nunca lo había visto sonreír siquiera; aquella risa fue más de lo que esperaba, incluso el sonido de su voz riendo me calentó el alma. Cuando noté que Hero no desistía en cuanto a entregarme el casco, lo tomé de mala gana. Si me negaba parecería que me intimidaba, lo tomaría así estuviera en llamas. Nunca lo dejaría pensar que su presencia me acobardaba.
Montó en la moto y me indicó el asiento tras él. Subí lentamente, levantando una pierna para pasar sobre el asiento; mis manos apresaron su cintura y su campera de cuero negro hasta que arrancó. Al aumentar la velocidad no pude más que apretarme contra su espalda y abrazarlo. Casi me sentía como uno de esos monitos que van colgados del cuerpo de su madre, aunque Hero no era nada parecido a algo peludo y tranquilo. Más bien parecía una pantera a punto de saltar, todo su cuerpo estaba tenso dándome una extraña sensación de seguridad. Era peligroso. Todo en él indicaba que lo era. Algo iba mal, lo presentía en mi fuero interno, no podía sentir aquello, esa necesidad de sentirme protegida, aquello me enturbiaba la mente… hasta que mi cuerpo reparó en que nunca en mi vida había sentido tanto músculo. Podía incluso imaginarme recorriendo cada montículo cuidado de su estómago. Mis piernas casi lo rodeaban por completo y eso hizo que mi termómetro corporal estuviera a punto de estallar. Mi centro apoyado en la parte baja de su espalda, mi imaginación corriendo a toda velocidad, el perfume de Hero… tragué. ¿Cómo se sentiría tenerlo entre mis piernas? ¿Cómo sería tenerlo dentro de mí? Lo imaginé dominándome, y eso me hizo peor. Podía ahogarme si seguía así. Tal vez las chicas tuvieran razón y podría morir ahogada en mi baba mental, porque estaba segura de que había escuchado el estallido de más de una neurona dentro de mi cabeza.
—Por Vatur, juro que eres hermoso —confesé en un susurro en la privacidad del casco, apoyándome aún más en él. No me atrevería a admitirlo de otro modo—. Y tú también tienes buen un trasero —murmuré recordando sus palabras. Sonreí ante la imagen de cómo sería la cara de Hero si yo le confesara eso, ¿se ofuscaría, o simplemente estaría avergonzado? No lo sabía, y no pensaba averiguarlo en mi estado actual; no era momento para estas cosas. Suspiré y me aferré aún más fuerte a su cuerpo. ¿Cuánto se tomaría por fiebre en un vampiro? Oye ¿los vampiros pueden tener fiebre? Porque claramente había un calor intenso entre mis piernas en ese instante, y auguraba con aumentar si no llegábamos pronto. ¡Qué mierda! Debía admitirlo, olía bien, su campera acariciaba la piel de mis manos aferradas a su cintura y cada uno de mis músculos apreciaba la textura que cubría su pecho, la dureza de años de entrenamiento, de un cuerpo que podía fácilmente ser un arma si así lo deseaba. Los músculos de todo su cuerpo se marcaban con cada curva, con cada frenada; incluso con mi cabeza metida en ese casco se sentía bien, y eso que nunca fui una chica de lugares pequeños… allí estaba su perfume que lo tomaba todo. Abrí la visera intentado que entrara un poco de aire y al mismo tiempo hablarle. Estábamos cerca.
—En la próxima a la derecha, iremos a mi departamento —le grité intentando que me oyera por sobre el casco mientras la brisa golpeaba contra mi rostro. Él inclinó un poco la cabeza en señal de asentimiento.
—Te oigo cariño —su voz empalagosa llego a mis oídos. ¿Mis oídos? ¿Cómo?— y quiero que sepas que eso suena tentador… —apenas lo oí supe que no había gritado, sin embargo lo había oído fuerte y claro. Al principio pensé que era una alucinación, que tal vez tuviera el poder de hablar directo a mi mente, pero cuando lo oí reír ante mi silencio sepulcral, lo supe. ¡El casco poseía micrófono y auriculares! Eso llevó a los engranajes de mi cerebro a caer en la cuenta de que él había oído todas mis declaraciones.
—¡Tú! ¡Bastardo…! —golpeé su costado y me desestabilice tanto que casi caigo de la moto. Hero soltó el manillar y con su mano asió mi trasero y me sostuvo. Por alguna misteriosa razón, no me quejé.
—Es bueno saber que te gusta mi trasero… —se mofó.
—¡Tú no debías oír eso! —rechiné los dientes— es tramposo, no debías espiar.
—No espié, lo dijiste en voz alta…
—Sí, pero, pero, no me avisaste que podías oírme.
—Ni tú que te gustaba mi culo. —Maldije—. ¿Te pongo nerviosa, muñeca? —mis manos atinaron a soltarse, pero él las envolvió rápidamente con la suya manteniéndolas sobre su estómago.
—Mira, por qué no te detienes y…
—Llegamos —la única neurona que parecía estar consciente de la realidad me hizo levantar la vista, y allí estaba nuestro edificio. Hero aparcó la Ducati y me quité el casco. En el instante en que vi el edificio un frío sepulcral se instaló sobre mí, amenazando congelarme por completo. Me bajé sin apartar los ojos de aquel lugar, como si sopesara cada sombra, cada rincón, a la espera de que aquel bastardo que había roto el único lugar en el que me sentía segura se hubiera marchado. Hero acomodó la moto en un sitio oscuro y caminó hacia mí.
—Podría estar aquí aún —dije escudriñando la calle mientras avanzábamos hacia la puerta. Una sensación de energía me envolvió, observé a Hero por el rabillo del ojo, parecía concentrado, con los ojos clavados en la lejanía. Me froté los brazos con fuerza tratando de evitar la sensación, mi piel crepitaba hasta que él me miró.
—No, no esta aquí —lo estudié intrigada percibiendo como el calor volvía a mí, como si la energía fluctuara y me calentara pero… ¿cómo podía estar seguro? Sus hermosos ojos me observaron y no pude evitar sonreír en respuesta—. Podría sentirlo si estuviera cerca —aseguró respondiendo a mi pregunta no verbalizada. No me atrevía preguntar cuán cerca… una ventaja era mejor que no tener ninguna. Sus palabras me tranquilizaron y también parte de mí se alegraba de que él estuviera a mi lado.
—¿Y como sé que no me mientes? —pregunté curiosa. Se alejó unos pasos y levantó los brazos en actitud defensiva frente a su cara, pero en un instante bufó y los dejó caer hasta que se acomodó las manos en los bolsillos de la chaqueta de una forma demasiado sensual, que hizo que mis sentidos se concentraran aún más en él y todo mi cuerpo respondiera.
—Estoy aquí ¿cierto? —levantó provocativamente una ceja—. Si hubiera deseado entregarte, cariño… —se acercó tanto a mí que levanté la cara para ver sus ojos mientras él con la parte posterior de su mano me acarició la barbilla hasta el pómulo y acomodó uno de los mechones descontrolados de mi pelo. Estábamos a solo unos metros de la entrada, pero se las apañó para encontrar un sitio donde acorralarme. No sabía cómo lo hacía, pero Hero siempre encontraba una forma de cercarme, para evitar que corriera—. Si ese fuera mi deseo —susurró de manera pausada, con una voz dulce y espesa como la miel— lo hubiera hecho; como dije, no sé qué es, pero intento averiguarlo.
Mi garganta estaba seca, no pude decir nada, mi lengua se me atascó en el paladar cuando sonrió. —Vamos— me tomó de la mano y comenzó a caminar hacia la entrada.