Capítulo cinco

El olor de la sangre

Cuando llegué al departamento parecía una mendiga derrotada. Carim y Eva no estaban. Me lamenté en silencio, mientras me dejaba caer en el sillón después de tomar una toalla para no arruinar el tapizado. Mi cabello chorreaba, y mi ropa estaba húmeda, pero me sentía perturbada y con demasiado cansancio como para quitármela. Me quedé allí, tirada en el sillón, enojada, humillada, no sentía frío ni nada, así que tomé el control remoto que permitía el cierre de las ventanas. No quería fritarme por mi mal humor.

—Debieran estar aquí a estas horas —me quejé consultando el reloj, aunque recordé que ellas podían trabajar a la luz del sol. Yo no. Tomé el control de la televisión y barrí todos los canales sin detenerme en ninguno. Aquella mirada aún me perturbaba. ¿Qué hacía Hero ahí? ¿Acaso era él a quien habían enviado a vigilarme? Me estremecí de solo pensarlo. Él era un maldito sádico; lo que no conseguía por las buenas lo sacaría por las malas. Un zumbido se coló por la conexión. Me levanté para buscar mi móvil, algo no iba bien, podía percibirlo por la conexión con mis hermanas; aunque no pudiera verlas ni espiar dónde se encontraban presentía que algo iba mal. Tecleé el número de la central de emergencias de la S.A., mientras sopesaba la pérdida de mis hermosas botas empapadas que habían quedado junto a la puerta. Me quité el resto de la ropa mientras esperaba la respuesta del otro lado de la línea.

Un mississippi. Dos mississippi. Tres mississippi…

Mis dedos tamborileaban en mi pierna cuando la espera se hizo larga. Nahima siempre respondía al primer llamado. Algo iba mal.

—¿Qué pasa? —murmuré al no tener respuesta. Colgué e intenté con el número de Nicolás. Él atendió al segundo timbrazo—. Nicolás ¿qué ocurre?, Nahima no está…

—¡¿Sal…?! —exclamó agitado interrumpiendo mi catarata de preguntas. Me levanté de un salto—. ¡Sal! ¿Recuerdas la cara del tipo al cual el vampiro atrapó? ¿Lo recuerdas?

—¿Qué? —respondí, sin comprender, estaba gritándome y eso no implicaba nada bueno. Por un momento recordé el paso de las imágenes frente a mis ojos. Su rostro. Debía recordar su rostro. Me froté la frente como si eso ayudara, y lo hizo; recordaba su cabello rubio, su piel pálida, su cuerpo tendido allí, yo…

—Sal, es de vital importancia que lo hagas…

—Lo intento, ¿ok? ¿Qué pasó con el humano? —debía preguntar aunque algo en mi mente me decía que a veces es mejor no saber más.

—Por lo visto parece que no era un humano.

Todo mi cuerpo se tensó de pronto y un golpe seco en mi ventana hizo que me paralizara.

—Nick —tragué con fuerza mirando el oscuro ventanal cubierto por las cortinas— te llamo luego… —comencé a quitarme el móvil del oído cuando le oí gritar—: ¡No cortes Sal…!

Tiré el teléfono en el sillón con todos mis sentidos apuntando a la ventana, tomé el arma que estaba bajo la mesilla de té. Apuntando hacia allí caminé hasta la ventana, mi pulso se aceleró y mis instintos se proyectaron. Sin bajar el arma moví las cortinas con cuidado, si el sol me daba de lleno estaría en problemas pero, por suerte para mí, las nubes aún tapaban el cielo y me daba apenas un poco de luz. Aun con su ayuda, no pude ver nada, el agua golpeaba contra el vidrio con fuertes ráfagas de viento. Suspiré sintiéndome un poco estúpida y aliviada. Las moví otro poco sintiéndome aún más tonta por haberme asustado por nada, había comenzado a caminar hacia mi teléfono nuevamente cuando algo golpeó contra la puerta del ascensor. Mi ascensor. Nuestro ascensor. Al que nadie podía acceder para llegar aquí. No sin una clave. Me giré de golpe otra vez con mi arma en alto; mi olfato fue el primero que lo sintió.

—¿Sal? ¿Sal, qué pasa allí? —oí los gritos de Nicolás por la línea. No era raro que supiera que algo ocurría, si Eva o Carim estaban junto a él lo habrían sentido.

¡Sangre!

Caminé lentamente atravesando la sala hasta llegar a la puerta. Nadie podía subir hasta allí sin autorización. Tal vez era otra cosa. Podía serlo ¿no? El ascensor bloqueaba el último piso y solo se podía entrar con una tarjeta magnética. Se oyó otro golpe, luego un gemido. Empuñé el arma con más fuerza y abrí. Las puertas del elevador estaban bloqueadas, se abrían e intentaban cerrarse sin éxito, mientras chocaban contra algo. Lo primero que vi fue la sangre en los laterales de la cabina y en el espejo de fondo ¿Qué había ocurrido? Con mi arma en alto busqué en cada rincón del pequeño ascensor pero no había nadie en pie; lentamente bajé la mirada hacia lo que no deseaba ver. En el piso, en medio de una mancha de sangre se retorcía un hombre, atado de pies y manos y con varias cortadas. Su cabeza impedía el cierre de las puertas automáticas, su sangre brotaba a raudales manchándolo todo. Me cubrí la boca cuando mis dientes atinaron a salir, preparada para beber el dulce néctar que fluía de él. Con mi mano libre frene el ascensor y arrastré al hombre hasta el departamento dejando una estela escarlata en la hermosa alfombra. Sentí cómo mis colmillos se preparaban para beber de él, estimulados por la sangre fresca, podía sentir el gorgoteo de esta por las heridas abiertas y el latido débil de su corazón. Cuando estuve afuera busqué toda mi concentración para seguir, volví al ascensor escrutando la entrada superior de servicio, había sangre por todos lados, pero no vi nada más, corrí hasta sillón para tomar mi teléfono.

—Nick llama a emergencias ¡ahora! —Él sin dudar cortó la comunicación. Me agaché junto al hombre intentando frenar el flujo de sangre de una de las heridas más importantes, pero aquello empeoraba mi situación. Los colmillos estaban totalmente extendidos ahora y mi lengua sentía la ponzoña. Mis manos se sumergían en sangre cálida y tentadora. Tan solo podía rezar a Vatur para que los de emergencia llegaran rápido—. Vamos, no te mueras… —gimoteé— no puedes morirte, ¡no puedes hacerme esto a mí! —Cubrí con más fuerza sus heridas cuando mis ojos se clavaron en el espejo del ascensor. Vi algo que no había notado, debido a mi frenética búsqueda. Plasmados en sangre había unos trazos; en un principio pensé que era una mancha, pero no lo era. Mis ojos se forzaron a leer, aunque sentía mi visión borrosa a causa del colapso que estaba por atacarme.

Gracias por la ayuda con el Nefilim.

Disfruta la cena Sal.

No había firma, pero sabía quién era. Un tic se produjo en mi mandíbula mientras apretaba dolorosamente los dientes. ¡Hijo de puta! La ira se mezcló en mi sangre junto con el veneno, acumulándose en mi cuerpo como en un frasco vacío. Me sentía enferma. De pronto todo cayó sobre mí como un balde de agua helada. Todo encajaba. El humano. Nick había dicho que no era humano, el vampiro lo sabía, él sabía qué era y yo… lo dejé escapar. ¿Cómo mierda? Parecía humano, no tenía alas, él simplemente… me tomé la cabeza con ambas manos e inmediatamente me arrepentí; estaba arrodillada junto al hombre que luchaba por su vida, pero no sabía qué hacer. Había estado tan cerca. En mi confusión oí como súbitamente las puertas del ascensor se cerraban. Alguien había entrado en el sistema, ¡alguien con los poderes suficientes como para entrar en la máquina y moverla! Así había entrado. El vampiro no solo era uno normal y con colmillos, poseía algo más. Pero ¿por qué atacar al nefilim? Él había estado bebiendo su sangre. Sangre nefilim. ¿Por qué?

Segundos después las puertas volvieron a abrirse. Un metamorfo y un vampiro corrieron hacia mí, ellos, junto con una humana, conformaban el escuadrón de emergencias. Nick salió luego, seguido por Carim y Eva que tenían el rostro desencajado. Me limité a mirarlos atontada y con una terrible sensación de impotencia; quería gritar. Ambas caminaron hacia mí ignorando a los demás, pero mis ojos no podían apartarse de las letras escritas con sangre en la pared del ascensor. Estaban tatuadas en mi mente.

—Sal, vamos, déjalo —la voz de Carim era suave y envolvente, palpé la desesperación por el lazo. Eva me tendió las manos, con la mirada puesta en mí. Ayudándome a pararme me movieron hasta el sillón.

—Déjalo Sal… ellos se harán cargo ahora, vamos hermana. —Mis ojos aún no se movían. Sentía toda la desesperación mezclándose con la amargura acumulada en mi interior; el veneno parecía llenarme hasta el cuello, casi lo sentía rebasándome la boca. Parpadeé concentrándome en mis hermanas. Mis puños estaban cerrados, con un tenue color escarlata, y el dolor que sentía en mis palmas ensangrentadas eran de mis propias uñas hincándose en mi piel. Aquello me aliviaba, casi podía decir que pensaba más claramente ahora. Escuché la voz de Nicolás de fondo.

—Llama a los forenses. Quiero un reporte de todo y una foto de eso —mis ojos viajaron hasta él, señalaba la pared con el escrito, y allí quedaron prendidos otra vez hasta que su figura se cruzó en mi campo de visión. Levanté la cabeza para mirarlo, lucía consternado. Recordé las insinuaciones que había hecho hacía apenas una hora, y solté una maldición tras otra. Creo que le molestaba un poco mi reacción, tal vez su intención no fue en verdad acusarme, pero eso no cambiaba los hechos. Imprimí en mi mirada todo el veneno que pude, pero eso no pareció sorprenderlo o al menos no hizo nada que lo demostrara—. Sal, Eva, Carim, vendrán conmigo por unos días, hasta que esto se calme —me tendió un paño húmedo; no lo tomé. Rápidamente Carim se lo quitó de las manos y comenzó a limpiar las mías.

—No iré a ningún lado —protesté con los dientes apretados agradeciendo que mis colmillos habían vuelto a esconderse.

—Por lo visto nuestra seguridad es más vulnerable de lo que creíamos, aún no sabemos qué cosas puede darle la sangre de un nefilim, sin contar con que él también ha escapado. Así que tú vienes conmigo. —No había forma de protestar, por el tono de su voz, él ya no era mi amigo, ahora era mi jefe, y podía llevarme a la fuerza si lo creía necesario.

—Tomaremos nuestras cosas. —Eva se levantó sin decir nada más y caminó hacia las habitaciones.

—Carim, déjame a solas con Sal —murmuró Nicolás mientras lo fulminaba con la mirada. Ella me miró y se levantó lentamente, dedicándome una dulce sonrisa de medio lado que no llegó a sus ojos. Ahora solo oía el murmullo de los paramédicos que entraban y salían. Nicolás se agachó frente a mí y me escrutó un momento antes de hablar—. Quiero que me cuentes todo lo ocurrido, pero antes quiero saber ¿cómo estás? —Vio la nota de disgusto en mi rostro—. Soy tu amigo Sal. —Solté una risita forzada—. ¿Cómo estás?

—¿Me lo preguntas como jefe o como amigo? —respondí destilando ironía por cada poro de mi piel—. Porque últimamente no sé qué pensar… —mis dientes crujieron cuando cerré la boca. Aquello estaba pasándose de la raya. Me levanté de golpe, aún no olvidaba su declaración acerca de mi «presunta traición».

—Sal, aquello que te dije, no es algo mío, sabes que no es algo que quiero ni pienso, tan solo tenía que decírtelo, necesitabas saberlo, de lo contrario sería peor.

—¿Y crees que acusarme de traición es mejor que nada? ¿Crees que me siento bien sabiéndolo? —Di un paso alejándome de él que, creía, era mi mejor amigo—. ¿Intentaste defenderme o solamente bajaste tu cabeza frente a Ben y asentiste? —Gruñó y se paró. Levanté la cabeza sin apartar la mirada.

—Te estás pasando de la raya…

—¡Oh, lo lamento tanto! ¿Cómo crees que me siento yo? ¿O qué, acaso piensas que estoy tranquila sabiendo que todo lo que haga está bajo la mirada de Hero? —exploté, gritándole las últimas palabras. Nick achicó los ojos con recelo y se alejó un poco—. ¡Sí, sí, también me enteré de que mandaron a Hero por mí! ¿Qué más? —coloqué las manos en mis caderas, esperando alguna otra declaración, y sonreí con desagrado instándolo a que me dijera la verdad.

—¿Hero? —Musitó pensativo—. ¿Qué tiene que ver él en todo esto? No, él no fue enviado a…

—No digas más, sé que estaba allí, ¡lo vi, no me mientas! —le ladré cada palabra enarcando las cejas—. Así que sabes Nicolás, ahora no estoy de humor, me han golpeado, me han dejado a ese tipo aquí empeorando mi situación, y debo abandonar el único lugar en el cual me siento segura, así que si quieres saber qué pasó, tendrás tu informe, pero ahora tan solo métete la perorata psicológica en el trasero y déjame ir a buscar mis cosas. —Él pareció sorprendido. Me lancé enfurruñada, a paso firme, hasta la habitación. Cerré la puerta con un golpe fuerte. Estaba furiosa, mis manos no paraban de temblar y me castañeteaban los dientes. Allí, en el silencio de mi cuarto, hice tan solo unos pasos y me deje caer de rodillas junto a la cama, tomándome la cabeza. Trataba de asimilar todo lo que había ocurrido, todo lo que había pasado en tan solo unos días. Sabía que era vulnerable, si hubiera querido, el vampiro habría podido atacarme; aún así no lo hizo, tan solo jugaba con mi mente. Con mi vida, pero… ¿Por qué? ¿Qué pasaba? ¿Acaso tenía un psicópata enamorado de mí? Unos golpes en la puerta me sacaron un poco de mi conmoción. Estaba a punto de insultar a quien fuera que estaba del otro lado cuando vi entrar a mis hermanas. Ambas se escabulleron dentro del cuarto cerrando la puerta tras de sí.

—Sal… lo lamento tanto, debimos estar aquí, ese maldito nunca podría haber llegado tan cerca —la desesperación se colaba por la voz de Eva.

—No es su culpa —murmuré y aquella sensación de apremio que había sentido a través del lazo me recordó que algo les había ocurrido—. ¿Qué pasó con ustedes? —dije recordando las palabras nerviosas de Nick antes de que llegaran los paramédicos.

—Déjalo para después Sal, ahora hay algo más urgente —observé a Carim, quien se sentó a mi lado. Luego miré a Eva, que se apoyaba contra la puerta; pronto sentí cómo el vínculo se abría y, haciendo un poco de esfuerzo, Eva logró expandir un campo, como una burbuja de protección.

—¿Qué están haciendo?

—Bebe. —Carim se retiró el cabello y exponiendo el cuello, lo acerco a mí. Inconscientemente me lamí los labios.

—No puedo hacerlo.

—Lo necesitas —dijo Eva.

—Sí; no sabemos bien adónde vamos, y lo necesitas Sal… —Me lamí los labios otra vez al escuchar a las chicas. Necesitaban que estuviera bien, me necesitaban viva. Posé mis labios contra su cuello cuando alguien golpeó la puerta.

—¡Debemos irnos! ¡Ahora! —la voz de Nicolás me llegaba apagada, como si estuviera bajo el agua o algo parecido, debido a la sed.

—Mierda… —maldijo Carim y se levantó. Sus ojos encontraron los míos.

—Estaré bien, vamos —me levanté. Eva fue por unas cosas, mientras yo buscaba otras y Carim tomaba una maleta. Eché una última mirada a la habitación. Odiaba a aquel vampiro más que a nada en el mundo, la nostalgia corrió por nosotras con una punzada de dolor al abandonar aquel sitio.

Salimos lentamente. El cuerpo ya no estaba allí. Nicolás nos estudió el rostro una a una. Sabía que algo pasaba, aunque en el fondo no comprendía qué era. Rogaba a Vatur que él solo pensara que estaba conmocionada, aunque sabía muy bien que no me creería por mucho tiempo. Había luchado con cosas peores que esta, aunque nunca antes me había visto bajo la lupa. Tomamos el ascensor, aunque ahora el espejo había sido removido y se podía ver el armazón de la estructura. Nicolás no apartaba sus ojos de mí. Lo miré molesta, no me iba a quedar callada y quietecita. Si creía que era culpable, que disparara. Suspiró con fuerza y apretando los dientes me encaró. Percibí las sensaciones incómodas que sentían mis hermanas.

—Él… él no fue enviado a vigilarte —me dijo con los dientes apretados. Sonreí con sarcasmo y sacudí la cabeza. ¡Como si fuera a decírmelo de ser cierto!

—Claro —le respondí apartando la mirada de él.

—Sal —me tomó de la muñeca y me obligó a mirarlo— Hero no fue enviado a investigarte.

—¿Investigarla? ¿De qué hablan? —Eva se removió inquieta.

—¿Nos investigan?

—No, solo a mí —respondí en tanto fulminaba a Nicolás con la mirada.

—Hablé con Ben, él no está designado para eso. Estaba allí, aunque aún no sé por qué, imagino que iba detrás de la pista del nefilim; pero no lo dejaré pasar, lo prometo.

—Claro… —repetí cual robot y sacudí mi mano para soltarme de su agarre.

—¿Por qué? ¿Por qué la investigación?

—Creen que estoy traicionándolos —declaré sin humor. Las chicas tenían los ojos tan abiertos como la boca; quise largarme a reír, pero no era el momento.

—¡Eso es una locura! —gritó Eva—. Nicolás, tú permitiste eso…

Las puertas se abrieron en planta baja. Salí sin mirar atrás. Caminé directo a la camioneta que nos esperaba; el día iba mordiendo lentamente la línea del horizonte anunciando su llegada. Nicolás murmuraba mientras oía los reclamos de Carim y Eva. No podía dejar de pensar en lo que Nicolás dijo. El aire matinal golpeaba contra mi rostro, entré de un salto a la oscuridad de la camioneta. Si había hablado con Ben tal vez este no le hubiera dicho la verdad, tal vez tuviera razón… Si Hero no había sido asignado, si Nicolás no mentía, entonces todo era peor. Mucho peor.