Historia de ratas (2001)
Cuando el Presidente Fujimori huyó del Perú, y la dictadura que encabezó alo largo de diez años se desplomó como un castillo de naipes, los nuevosgobernantes, elegidos por el Congreso para garantizar un proceso electorallimpio, se encontraron con un Palacio de Gobierno desmantelado por losantiguos locatarios (se habían llevado hasta los ceniceros y las sábanas), y atrozmente afeado por arreglos huachafos (la huachafería es la varianteperuana de la cursilería).
Se encontraron, también, con que la antigua Casa de Pizarro era un nido deratas. La compañía encargada de desratizar Palacio capturó y contó, antesde incinerarlos —me aseguraron que la cifra era redonda— 6,200 roedoresque se habían aposentado en los sótanos, entretechos, rincones, repisas ycovachas de la construcción que desde hace cuatro siglos y medio esemblema de los destinos del Perú.
Veo en esas ratas palaciegas legadas por la dictadura a la democracia queahora renace de sus cenizas y en medio de grandes dificultades, unaalegoría de lo que pasa en el Perú. En muchos sentidos, los cambios sonprofundos y exaltantes. El país ha recuperado la libertad, el derecho deopinión y la crítica se ejercita por doquier e incluso con estridencia, ylos partidos y dirigentes políticos polemizan y rivalizan en todos losfrentes, en tanto que la lucha contra la corrupción del decenio infame nose ha detenido. Por el contrario, por primera vez en la historia del Perúse hallan entre rejas buen número de militares, empresarios, dueños demedios, traficantes de influencia y prebendas, por robos y otros delitoscometidos al amparo del poder autoritario, y el Poder Judicial, en procesode purificación, prosigue su tarea con bastante independencia y firmeza.
Es verdad que buen número de acusados de fraude, corrupción y violenciasse hallan fugados, aquí o en el extranjero, sin que la justicia dé conellos. Pero, aun así, da la impresión de que, por una vez, no habrá totalimpunidad —la política de borrón y cuenta nueva— para un buen número dequienes a lo largo de diez años cometieron gravísimos delitos contra losderechos humanos, el Estado de Derecho, y saquearon el Estado hastaacumular fortunas inmensas.
Este panorama alentador se ve ensombrecido por una crisis económicaprofunda, que ha empobrecido el país, provocado unos índices de desempleomuy elevados y una caída de los niveles de vida que golpea, con particularbrutalidad, a los sectores más desfavorecidos. Por ello, las demandassociales son muy intensas, a lo que ha contribuido, sin duda, que elPresidente Toledo hiciera en su campaña electoral promesas exageradas, deimposible cumplimiento. Todo lo cual genera un clima de agitación y pugnasocial que dificulta la concertación.
La crisis económica es, en gran parte, consecuencia directa de la pilleríasistemática y generalizada que la pandilla encabezada por Fujimori yMontesinos, perpetró a lo largo de diez años amparada en la fuerza y lacoerción. Como muestra, basta un botón: de los cerca de diez mil millonesde dólares que ingresaron al Estado en ese período por concepto de lasprivatizaciones, hechas a menudo sólo para transferir monopolios públicosa monopolios privados o para favorecer a grupos cómplices y de testaferrosde gente del régimen, no queda ya un centavo en las arcas del Estado.
Deducidos ciertos gastos concretos del servicio de la deuda y losdestinados a cubrir el déficit fiscal, buena parte de esa ingente suma sevolatilizó misteriosamente, sin que quede ahora rastro de ella. Es decir,fue a perderse en el laberinto de paraísos fiscales y cuentas bancariassecretas de la mafia fujimorista que, al ser excretada del gobierno por larepulsa popular, dejó el país en estado económico comatoso.
El poder económico de esa mafia fujimontesinista está casi intacto, pueslo que se ha podido recuperar, o congelar, de las cuentas extranjeras delos numerosos inculpados es todavía insignificante. Y la experienciareciente de países que se han emancipado de regímenes dictatorialescleptómanos y que tratan de recobrar lo robado nos indica que, pordesgracia, no hay que hacerse demasiadas ilusiones en lo que concierne ala recuperación de los dineros mal habidos por los prohombres (y algunaspromujeres) de la dictadura.
¿Cómo fue posible que un régimen de esta índole, manejado por rufianesdescarados y explícitos, que no sólo cometían a diario innumerablesfechorías, sino, como hacía Vladimiro Montesinos, las filmaban en cientos,acaso miles de vídeos, que documentan día a día las dimensionesvertiginosas de la corrupción, fuera, durante buena parte de estos diezaños de oprobio, un régimen popular? Porque, para vergüenza de losperuanos, lo fue, y hasta los dos últimos años, acaso menos, de suproterva existencia. La respuesta a esta pregunta es: gracias alinteligente e inescrupuloso manejo de los grandes medios de comunicación,en especial los canales televisivos de señal abierta, que la dictadurapuso a su servicio, comprando a sus dueños.
La manera como procedió Montesinos, el habilidoso genio maléfico delservicio de inteligencia de la dictadura fue, al mismo tiempo, sutil ybrutal. A ciertos medios de comunicación los chantajeaba, mediante laoficina de impuestos. A condición de su silencio, servilismo y complicidadla espada de Damocles del cobro de los tributos acumulados se alejaba oacercaba hasta amenazar la supervivencia de la empresa. Los que no seentregaban debían pagar sus deudas, que crecían a capricho del régimen. Enotros casos, la operación era más cruda y directa: los dueños de losmedios vendían en monedas contantes y sonantes, su línea editorial, susprimeras planas, sus informaciones, las mentiras, infamias y silencios queservían a la propaganda del régimen y a la satanización y desprestigio desus críticos mediante campañas y diatribas que Montesinos concebía,administraba y ordenaba. Esta orquestación demagógica de la opiniónpública, gracias a los grandes medios de comunicación, fue factor centralen la popularidad de un régimen que vivía de y en la mentira.Cuando los periodistas de Canal 2 —Frecuencia Latina— se rebelaron contraestos métodos y empezaron a decir la verdad, —ellos dieron a conocer losmillones que ingresaba Montesinos en sus cuentas y algunas matanzas de losescuadrones de la muerte de la dictadura— el régimen privó de lanacionalidad peruana a su dueño, Baruch Ivcher, y entregó el canal a susaccionistas minoritarios (ahora presos), a los que tenía sobornados. Desdeentonces, el Canal 2 fue también, como los otros, un vertedero de lasinmundicias políticas del régimen.
Los dueños de los dos canales más poderosos del país —el 4 y el 5— fueroncomprados con billetes de dólares, muchos millones. Y, naturalmente,filmados también por Montesinos, en vídeos donde aparecen, en escenas quedan náuseas, contando las pirámides de dólares, y, en medio devulgaridades pestilentes, mendigándole al amo y señor del régimen defuerza, más millones de los que recibían a cambio de su labor deturiferarios mediáticos. Esos personajes —los Crousillat en Miami y Schützen Argentina— están ahora prófugos. Pero, aunque usted no lo crea, siguensiendo los amos y señores de esos canales que alquilaron a la dictadurapara manipular a la opinión pública, desinformando y mintiendo,calumniando, defendiendo los fraudes electorales y las violaciones a laConstitución, y, naturalmente, cerrándose a piedra y lodo a losopositores, al extremo de que en las últimas elecciones fraudulentas, senegaron a pasar incluso los avisos pagados de los candidatos nofujimoristas. Para guardar las apariencias, los prófugos han traspasadosus acciones a testaferros de la familia.
Mi opinión es que dejar estos instrumentos en manos de quienes cometieron,valiéndose de ellos, el peor crimen que se puede cometer contra unasociedad —destruir el Estado de Derecho y amparar una dictadura—,constituiría un peligro mortal para la democracia que ahora comienza,rodeada de acechanzas, a levantar cabeza en el Perú después de una décadaabyecta. Sería igual que dejar en manos de sus dueños un laboratorio queobtuvo una licencia para producir medicinas y se dedicó a fabricarestupefacientes, o el fusil en manos de quien acaba de perpetrar unasesinato. El arma del delito de estos personajes prófugos fueron esaslicencias que ellos vendieron a la dictadura y que, ahora, utilizan através de intermediarios para una lenta labor de zapa de la democracia. Enun acto de verdadera provocación ya no sólo a la democracia, sino a lasimple decencia, uno de esos canales se apresta a reponer el programa"informativo" de uno de los peores esbirros mediáticos de la dictadura,Nicolás Lúcar, de cuyos métodos puedo dar testimonio personal, pues,cuando el autogolpe, me preparó una emboscada en la que ingenuamente caí:me ofreció su programa para dar mi opinión sobre lo que ocurría en elPerú, y, a la hora de la entrevista, me cortaba el micro y, mientras yomovía la boca sin emitir sonido alguno, él vomitaba propaganda y consignasfujimoristas. Su regreso a la pantalla es todo un símbolo de ladesvergüenza con que la mafia fujimontesinista ha emprendido su nuevabatalla para frustrar la democratización del Perú.
Esas licencias deben serles retiradas, no mediante un acto de fuerza sinosiguiendo rigurosamente los procedimientos que contempla la ley, paraasegurar una libertad de expresión y de crítica que aquéllos ayudaron aconculcar y que ahora quisieran envilecer a fin de obstruir la transicióndemocrática. Naturalmente, el proceso debe tener como meta latransferencia de esas licencias a otros empresarios privados, mediante unalicitación transparente y bajo severa vigilancia internacional, de maneraque ni el gobierno ni el Estado peruano puedan, ni directa niindirectamente, beneficiarse con la transferencia, ni echar mano de esasempresas, porque si así ocurriera, el remedio resultaría tan nefasto comola enfermedad. Pero hay maneras sobradas de asegurar esa transferenciadentro de la sociedad civil, sin intervención del gobierno, conparticipación de organismos de probada independencia —asociacionesinternacionales de comunicaciones y auditores internacionales deprestigio— para levantar la hipoteca que hoy día pesa sobre la difícilreconstrucción de la legalidad y la libertad en el Perú. Ésta jamás seráuna realidad mientras, como en el Palacio de Gobierno antes de ladesratización, las alimañas que la dictadura prohijó sigan desde suscuevas y escondrijos preparando nuevos liberticidios ¡en nombre de lalibertad!