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Hospital Mercy

Portland, Oregón

Sábado, 12.16 h.

Scully comprobó una y otra vez los resultados de los análisis de Jody Kennessy, pero después de una hora de estudio seguía tan perpleja como al principio. Estaba sentada en la atestada cafetería ante una taza de café amargo. Los médicos y enfermeras entraban y salían comentando casos clínicos como otros pueden charlar de fútbol. Los pacientes se reunían con sus familiares fuera de sus habitaciones.

Por fin Scully pidió otro café y fue a reunirse con Mulder, que hacía guardia fuera de la habitación de Jody. Cuando salió del ascensor hizo un gesto con el sobre de papel manila que llevaba en la mano. Mulder alzó la vista, ansioso por conocer los resultados, y metió la revista que estaba leyendo en su sobre marrón. La puerta de la habitación de Jody estaba abierta de par en par, con la televisión encendida a todo volumen. De momento no había venido ningún desconocido a molestar al muchacho.

—No sé si me asombran más las pruebas de la nanotecnología o la ausencia de ellas. —Scully le entregó a Mulder los resultados de los análisis. Él miró los números, los gráficos y las tablas, pero era evidente que no sabía lo que significaban.

—¿Debo suponer que no es esto lo que esperabas?

—No hay ni rastro de nanotecnología en la sangre de Jody. —Scully cruzó los brazos—. Mira los resultados del laboratorio.

Mulder se rascó la cabeza.

—¿Cómo puede ser? Tú viste cómo se curaba de una herida de bala, una herida mortal.

—Tal vez me equivoqué. Tal vez la bala no alcanzó ningún órgano vital…

—Pero, Scully, mira qué sano está. Tú viste su fotografía con los síntomas de la leucemia. Sólo le quedaba un mes o dos de vida. Y además sabemos que David Kennessy probó su tratamiento con él.

Ella se encogió de hombros.

—No tiene nada, Mulder. ¿Recuerdas la muestra de sangre del perro en la clínica veterinaria? Las nanomáquinas se veían claramente. El doctor Quinton dijo lo mismo sobre la muestra de fluido que tomé durante la autopsia de Vernon Ruckman. Las nanomáquinas no son difíciles de encontrar si están en la sangre, y para realizar las drásticas reparaciones celulares que hemos visto, tendría que haber millones y millones en la sangre de Jody.

La primera prueba que había tenido de que las cosas no eran como ella sospechaba fueron los recientes arañazos y cortes de Jody en el incendio. Aunque no eran heridas graves, no habían sanado con más rapidez que cualquier rasguño normal. Jody Kennessy parecía un chico corriente, a pesar de todo.

—¿Qué ha pasado entonces con los nanocritters? —preguntó Mulder—. ¿Acaso Jody los ha perdido de alguna forma?

Scully no tenía ninguna explicación.

Entraron los dos en la habitación. Jody estaba sentado en la cama, sin prestar atención a la televisión encendida. Teniendo en cuenta todo lo que había pasado, parecía haberlo asimilado muy bien. El chico sonrió al ver a Scully.

Un momento después irrumpía en la sala el especialista en oncología, con una carpeta en la mano y moviendo la cabeza. Miró a Scully y luego a Jody, sin hacer ningún caso de Mulder.

—No veo ninguna evidencia de leucemia, agente Scully —dijo—. ¿Está segura de que se trata del mismo muchacho?

—Sí, estamos seguros.

El médico suspiró.

—He examinado su expediente y los análisis anteriores. No tiene células enfermas en la sangre. Le he practicado además una punción lumbar para estudiar el fluido cerebroespinal. Tampoco he encontrado nada. En un caso avanzado, como se supone que es el suyo, los síntomas deberían ser evidentes sólo con mirarle. Dios sabe que he tenido muchísimos casos como este. —Por fin miró a Jody—. Pero la leucemia ha desaparecido por completo. No es que haya remitido, sino que ha desaparecido del todo.

Scully no habría esperado otra cosa. El médico bajó la mano con la carpeta.

—He visto algunos milagros médicos… No muchos, pero dado el número de pacientes que pasan por aquí, a veces suceden cosas que la medicina no puede explicar. El caso es que este chico que hace sólo un mes se enfrentaba a un cáncer terminal, ahora no tiene ningún síntoma. —El médico miró con las cejas alzadas a Jody, que no parecía interesado en la conversación, como si ya conociera todas las respuestas—. Señor Kennessy, está usted curado. ¿Comprende la magnitud de este diagnóstico? Está completamente sano. Aparte de algunos rasguños y quemaduras de menor grado, no tiene absolutamente nada.

—Si surge alguna cuestión se lo haremos saber —le dijo Scully. El médico pareció decepcionado al no verla tan perpleja como él. Scully lo acompañó a la puerta de la habitación, tal vez con cierta brusquedad.

Una vez salió el especialista, Mulder se sentó en la cama de Jody.

—¿Sabes que no hay en tu sangre ni rastro de los nanocritters? No se entiende. Las nanomáquinas te curaron de la herida de bala y del cáncer, pero ahora han desaparecido.

—Porque estoy curado. —Jody miró al televisor, pero sin hacer caso del programa que emitía a todo volumen—. Mi padre dijo que cuando hubieran terminado su labor, se disolverían y desaparecerían. Él las programó para que curaran mi leucemia célula por célula. Dijo que tardarían un tiempo, pero que iría mejorando cada día. Y luego, cuando estuviera bien, los nanocritters se desconectarían.

Mulder miró a Scully con las cejas enarcadas.

—Un mecanismo de seguridad. ¿Crees que Darin lo conocía?

—Eso implica un increíble grado de sofisticación tecnológica, Mulder —comenzó Scully. Pero se dio cuenta de que la mera idea de unos policías biológicos que trabajaran en el cuerpo humano utilizando sólo las cadenas de ADN como un manual de instrucciones, era ya demasiado fantástica—. Jody —dijo, inclinándose hacia el niño—, vamos a divulgar todo lo posible estos resultados. Todo el mundo tiene que saber que ya no eres portador de ninguna muestra de nanotecnología. Si no tienes nada, no hay razón para que esos hombres sigan persiguiéndote.

—Como quiera —contestó Jody con cierta tristeza.

Scully no intentó animarle con falsas alegrías. El chico tendría que asimilar su situación a su modo. Jody Kennessy había sido portador de una cura milagrosa, no sólo contra el cáncer, sino probablemente contra cualquier enfermedad que afligiera a la humanidad. Los nanocritters podían incluso haber ofrecido la inmortalidad. Pero ahora que los laboratorios DyMar estaban destruidos, Jeremy Dorman y el perro devorados por el incendio y David Kennessy muerto, se tardaría mucho tiempo en llegar a aquellos resultados en nanotecnología, si es que alguna vez se alcanzaban.

Scully sospechaba lo que haría el Bureau para mantener a Jody a salvo a la larga, tenía cierta idea de dónde le llevarían. No es que le gustara, pero no se le ocurría una opción mejor.

Mulder, mientras tanto, se limitaría a escribir el caso, lo añadiría a todos sus informes y especulaciones y a los demás expedientes. Una vez más, carecía de pruebas para demostrar nada.

Sería un expediente X más.

Scully pensó que en breve Mulder tendría que instalar más archivadores en su atestada oficina, sólo para poder albergarlos todos.