26

Cabaña de los Kennessy

Cordillera litoral de Oregón

Viernes, 13.14 h.

—¡Patrice! —exclamó Dorman con voz ronca, acercándose a toda prisa.

Patrice había comprado periódicos en algunas máquinas en calles oscuras y había leído que el compañero de su esposo también había muerto en el incendio de DyMar, asesinado por los hombres que querían impedir que las investigaciones de David en nanotecnología se hicieran públicas.

—Jeremy, ¿también a ti te persiguen? ¿Cómo lograste escapar?

El hecho de que Jeremy Dorman hubiera salido indemne le daba esperanzas. Tal vez David había sobrevivido también, aunque no lograba hacerse a la idea. Tenía miles de preguntas que hacer, pero sobre todo se alegraba de ver un rostro familiar, otra persona que se enfrentaba a la misma situación que ella.

De todas formas había algo muy extraño en todo aquello. Jeremy había sabido localizarlos en la cabaña. Patrice sabía que David hablaba demasiado. Incluso el refugio secreto de su hermano no debió de ser secreto durante mucho tiempo. Seguro que había hablado de él durante las largas y tediosas horas en el laboratorio con Jeremy…

De pronto Patrice se puso en guardia.

—¿Te han seguido? Si vienen a por nosotros, no tenemos armas.

—Patrice —la interrumpió él—, estoy desesperado. Ayúdame, por favor. —Tragó saliva y su garganta se movió mucho más de lo que debería—. Necesito entrar.

Parecía muy enfermo, apenas capaz de moverse, como si estuviera gravemente herido. Su piel tenía una textura extraña, como si estuviera mojada y no sólo por la humedad del aire, sino como cubierta de moco.

—¿Qué te ha pasado, Jeremy? —Patrice señaló la puerta, sin saber por qué se sentía tan inquieta. Dorman se había hecho bastante amigo de la familia, sobre todo después de que Darin abandonara el laboratorio para irse a las montañas—. Estás fatal.

—Tengo que explicarte muchas cosas, pero no hay tiempo. Mira cómo estoy. Escucha, es muy importante, ¿todavía tienes al perro?

Patrice se había quedado clavada en el porche. Lo único que logró hacer fue agarrarse a la húmeda baranda. ¿Por qué estaba Jeremy tan interesado en Vader? A pesar de que era un amigo, notaba que tenía que estar en guardia.

—Primero quiero saber algunas cosas —dijo, sin moverse del porche. Dorman se detuvo, vacilante—. ¿Cómo sobreviviste al incendio de DyMar? Pensábamos que habías muerto.

—Y tenía que morir allí, es verdad.

—¿Cómo que tenías que morir? La última vez que me llamó por teléfono, David dijo que la manifestación ante DyMar era una especie de mascarada, que no era simplemente un grupo de activistas. Dorman clavó en ella una mirada oscura y atormentada.

—Me traicionaron, como traicionaron a David. —Avanzó un par de pasos.

—¿Qué estás diciendo? —Después de todo lo que había pasado, estaba dispuesta a creer casi cualquier cosa.

Dorman asintió con la cabeza.

—Tenían órdenes de cerciorarse de que no quedaban supervivientes, ni ningún dato de nuestras investigaciones. Todo tenía que quedar reducido a cenizas.

Patrice seguía inmóvil disuadiéndole, con su actitud, de que se acercara más.

—David dijo que la conspiración venía del gobierno. Yo no le creí hasta que volví a casa y vi que la habían saqueado.

Dorman se detuvo a tres metros del porche y luego se apartó del camino entre las hierbas.

—Ahora te buscan a ti también, Patrice. Podemos ayudarnos el uno al otro. Pero necesito a Vader. Lleva en la sangre los prototipos estables.

—¿Qué prototipos? ¿De qué hablas?

—Los prototipos de nanotecnología. Yo tuve que utilizar los de las generaciones anteriores, que eran defectuosos. Los probamos con pequeños animales de laboratorio y mostraron algunas… anomalías. Pero no tuve más remedio. El laboratorio estaba en llamas, todo se quemaba. Yo, en principio, tenía que estar fuera. Pero esta era la única forma de sobrevivir… —La miró suplicante y bajó la voz—. Pero no están funcionando como tenían que funcionar. Con la sangre de Vader, cabe la posibilidad de que se reprogramen dentro de mí.

A Patrice le daba vueltas la cabeza. Sabía en lo que trabajaba David y sospechaba que le había hecho algo al perro.

—¿Dónde está Jody? —preguntó Dorman, mirando las cortinas de la puerta medio cerrada—. ¡Eh, Jody! ¡Ven, no pasa nada!

Jody siempre había considerado a Dorman un amigo de su padre, una especie de tío adoptivo, sobre todo después de que se marchara Darin. Muchas veces jugaban juntos con el ordenador. Jody no había conocido a ningún adulto que supiera tantos trucos con los videojuegos como Jeremy.

Antes de que Patrice pudiera reaccionar, antes de que comprendiera exactamente cuál era la situación, Jody abrió la puerta en compañía de su perro.

—¡Jeremy!

Dorman miró a Vader con evidente alivio, pero el perro le enseñó los dientes y lanzó un gruñido grave y amenazador. Dorman no hizo caso. Se había quedado mirando sorprendido a Jody. ¡El chico estaba sano! La piel del rostro se le movió. Él hizo una mueca y logró que todo volviera a su sitio.

—Jody… ¡Te has recuperado del cáncer!

—Es un milagro —dijo Patrice fríamente—. Una especie de remisión espontánea.

Sintió un nudo en el estómago al ver el súbito y extraño gesto predador de Dorman.

—No, no es una remisión espontánea —dijo él—. ¿No es verdad, Jody? Dios mío, tú también los llevas.

El chico palideció y dio un paso atrás.

—Sé lo que te hizo tu padre. —Por alguna razón, Dorman no apartaba la vista del chico y el perro.

Patrice miró desconcertada a Jody, y en un instante de horror se dio cuenta de la magnitud de lo que David había hecho, el riesgo que había corrido, la auténtica razón de que su hermano hubiera tenido tanto miedo. La buena salud de Jody no era un milagro. El obsesivo trabajo de David había dado resultado, después de todo. Su esposo había encontrado una cura para el cáncer y no le había dicho nada a ella. Y en un instante, su increíble alegría y alivio dejaron paso al miedo hacia Jeremy Dorman. Miedo de sus miradas a Jody, del movimiento antinatural de sus rasgos faciales.

—Es todavía mejor que Vader. —Los oscuros ojos de Dorman llameaban—. Sólo necesito un poco de la sangre de tu hijo, Patrice. Un poco de su sangre, nada más.

Patrice dio un respingo, asustada y desconcertada, pero no cedió terreno. No pensaba permitir que nadie tocara a su hijo.

—¿Su sangre? Pero ¿qué demonios…?

—No tengo tiempo para explicártelo, Patrice. ¡Yo no sabía que pensaban matar a David! Ellos prepararon la manifestación. Querían quemar todo aquello, pero iban a trasladar las investigaciones a un lugar más aislado. —Se le desencajó la cara de rabia—. Yo iba a dirigir las investigaciones en el nuevo laboratorio. ¡Pero a mí también intentaron asesinarme!

Patrice no comprendía. Estaba recibiendo demasiada información al mismo tiempo.

—¿Tú sabías que pretendían incendiar el laboratorio? ¡Tú formabas parte del complot!

—¡No! No era eso lo que yo pretendía. Se suponía que todo estaba bajo control. A mí también me engañaron.

—Dejaste que mataran a David, hijo de puta. Tú querías llevarte todo el mérito de sus investigaciones.

—Patrice… Jody, si no me ayudáis moriré. —Dorman se precipitó hacia el porche, pero Patrice le interceptó el paso.

—Jody, vuelve a la cabaña ahora mismo. ¡No podemos confiar en él! ¡Traicionó a tu padre! —Su voz era fría como el hielo. Él chico tenía miedo y obedeció rápidamente.

Dorman se detuvo a dos metros y la miró furioso.

—No hagas esto. Tú no lo entiendes.

—Sé que tengo que proteger a mi hijo, después de todo lo que ha pasado. Seguramente tú sigues trabajando para esos hombres. No pienso dejar que te acerques a él. —Cerró los puños, dispuesta a acabar con Dorman con sus propias manos—. ¡Jody, escóndete en el bosque! Ya sabes dónde ir, donde habíamos planeado —gritó por la puerta medio abierta—. ¡Vete!

Algo se agitaba dentro del pecho de Dorman. El hombre se agachó sujetándose en el vientre y las costillas… Por fin se incorporó con los ojos vidriosos y una mueca de dolor.

—No… puedo… esperar más, Patrice —dijo, acercándose.

En la parte trasera de la cabaña, se oyó cerrarse una puerta. Jody había huido al bosque. Patrice le agradeció en silencio que no hubiera discutido. Había temido que quisiera ayudar a Dorman. Vader corría ladrando tras el muchacho.

Jeremy Dorman se volvió hacia la parte de atrás.

—¡Jody! ¡Ven aquí, muchacho! —Echó a andar hacia un lado de la cabaña.

Patrice sintió que un grito animal se le formaba en la garganta.

—¡Deja en paz a mi hijo!

Dorman dio media vuelta y sacó un revólver con las manos temblorosas. Patrice lo miró incrédula.

—No sabes lo que estás haciendo, Patrice. No sabes lo que está pasando. Podría haberle pegado un tiro al perro o a Jody y obtener la sangre que necesito. Tal vez habría sido más fácil, al fin y al cabo.

Pero Dorman apenas tenía control sobre sus músculos, y no podía apuntar bien. Patrice no creía que fuera a disparar, de todas formas. Lanzó un grito y saltó por encima de la barandilla del porche, arrojándose contra Dorman. Él retrocedió con una expresión de horror

—¡No! ¡No me toques!

Pero ella cayó sobre él, tirándole al suelo y haciéndole perder la pistola.

—¡Jody, corre! ¡No pares! —chilló.

Dorman se agitaba y se retorcía, intentando apartarla a patadas.

—¡No, Patrice! ¡Aléjate! ¡No te acerques a mí! —Pero ella le atacaba con los puños, con las uñas…

Sin decir una palabra, Jody se internó con el perro entre los árboles.