12 de septiembre
Adán y Eva
LENA SE DETUVO FRENTE a una puerta lacada en negro. Un cartel hecho a mano de los Holy Rollers —¿QUÉ ES EL ROCK SIN EL ROLL?— colgaba torcido a un lado. Llamó a la puerta de Ridley. «¿Rid?».
—¿Por qué estamos buscando a Ridley? —Ya la había visto demasiado ese día.
—No lo estamos. Hay un atajo a los Túneles desde su habitación. El pasaje secreto del tío Macon, ¿recuerdas?
—Bien. Porque ahora su dormitorio es… —observé la puerta, tratando de imaginar cómo habría masacrado Ridley la antigua habitación de Macon. No había vuelto a ella desde el día en que Lena y yo rompimos.
Lena se encogió de hombros.
—De todas formas, él no quiso conservar su vieja habitación. Ahora duerme en su estudio en los Túneles la mayor parte del tiempo.
—Es una buena elección como habitación de Ridley. Porque no es el tipo de chica que se escabulliría por un pasadizo secreto en mitad de la noche —declaré.
Lena hizo una pausa, su mano sobre el picaporte.
—Ethan. Es la persona menos mágica de la casa. Tiene más motivos para temer bajar ahí que ninguno de…
Antes de que pudiera terminar la frase, escuché un sonido inconfundible. El sonido del cielo desgarrándose y de un Íncubo perdiéndose de vista.
Viajando.
—¿Lo has oído?
—¿El qué? —Lena frunció el ceño, mirándome.
—Un sonido como de desgarro.
—El tío Macon ya no lo hace. Y Ravenwood está completamente Vinculado. No hay forma de que ningún Íncubo, por poderoso que sea, pueda entrar aquí. —Sin embargo, y a pesar de sus palabras, parecía preocupada.
—Debe de haber sido otra cosa. Puede que Cocina esté experimentando de nuevo. —Toqué su mano sobre el picaporte, conteniendo la respiración—. Ábrela.
Lena empujó, pero nada sucedió. Empujó de nuevo.
—Es extraño, el picaporte está bloqueado.
—Déjame probar. —Cargué mi peso contra la puerta. No se movió, lo que fue un tanto humillante, así que volví a intentarlo con más fuerza—. No está bloqueada. Está… ya sabes.
—¿Qué?
—Como quiera que sea el término en latín para bloquear una puerta usando magia.
—¿Quieres decir un Hechizo? No es posible. Ridley no podría usar un Obex Cast ni aunque encontrara uno en un libro. Son demasiado difíciles.
—¿Me tomas el pelo? ¿Después de la que ha montado echando abajo la pirámide de animadoras?
Lena miró la puerta, su ojo verde brillando y el dorado oscureciéndose. Sus rizos negros empezaron a ondear alrededor de sus hombros, y antes de que la oyera pronunciar el Hechizo, la puerta se abrió con tanta violencia que se salió de sus bisagras y cayó en el interior de la habitación de Ridley. Lo que parecía la manera Caster de decir «fastídiate».
Encendí la luz de la habitación de Ridley.
Lena arrugó la nariz y recogió un chupachups rosa pegado a unos largos cabellos rubios enroscados en un rulo caliente. Había un gran desorden de ropa, zapatos, laca de uñas, maquillaje y caramelos por todas las superficies, incluso en las sábanas, o escondidas entre las largas hebras de la alfombra de lana rosa.
—Asegúrate de volver a ponerlo donde lo encontraste. Montará en cólera si descubre que hemos estado aquí. Últimamente ha estado muy rara respecto a su habitación. —Lena dio un codazo sin querer a un frasco de laca de uñas abierto que goteó sobre el tocador—. Pero no hay señales de Hechizo. Ni libros o amuletos.
Levanté la alfombra rosa para revelar las finas líneas de la puerta Caster oculta en el suelo.
—Aquí no hay nada excepto… —Lena recogió una bolsa prácticamente vacía de Doritos—. Ridley detesta los Doritos. Le gusta el dulce, no lo salado.
Bajé la vista a la oscuridad de las escaleras sin terminar de creer que estuvieran allí.
—Estoy buscando unos escalones invisibles, ¿y tú me dices que las patatas son raras?
Lena sacó una segunda bolsa, totalmente llena.
—Muy raro. Sí.
Saqué un pie, tratando de tantear hasta que encontré el sólido peldaño en el aire.
—A mí solían gustarme los batidos de chocolate. Ahora me ponen malo. ¿Significa eso que yo también tengo poderes mágicos?
Me adentré en la oscuridad antes de escuchar su respuesta.
Al llegar a la base de las escaleras que llevaban hasta el estudio privado de Macon, pudimos verle sentado en su escritorio, estudiando las páginas de un libro enorme. Lena dio un paso…
—Siete —dijo una voz de chica.
Nos quedamos helados ante el sonido de esa voz familiar. Posé mi mano en el brazo de Lena.
Espera.
Así que permanecimos agazapados en las sombras del pasadizo, al borde de la puerta. No nos habían visto.
—¿Siete qué, señorita Durand? —preguntó Macon.
Liv apareció en el umbral, llevando una pila de libros. Su cabello rubio se desparramaba por la espalda de su camiseta favorita de Pink Floyd, sus ojos azules atrapando la luz. En la oscuridad del subsuelo, Liv parecía estar hecha de sol.
La antigua ayudante de Marian, mi antigua amiga. Pero eso no era exactamente así, y todos lo sabíamos. Había sido más que una amiga mientras Lena estuvo fuera. Pero Lena ya no estaba fuera, lo que nos dejaba, ¿dónde? Liv siempre sería mi amiga, incluso si no podía serlo. Me había ayudado a encontrar mi camino de vuelta a Lena, y hasta la Frontera, el lugar tanto del poder Oscuro como del Luminoso. Había renunciado a su futuro como Guardiana por mí y Lena. Ambos sabíamos cuánto le debíamos a Liv por ello.
Había más de una forma de estar Vinculado a una persona. Lo había aprendido por mí mismo de la forma más dura.
Liv dejó caer los libros sobre el escritorio, frente a Macon. El polvo brotó de las viejas encuadernaciones.
—Hay sólo cinco ejemplos de linajes Caster mezclados con suficiente poder para producir esa combinación. He estado cruzando referencias de cada árbol genealógico de la familia Caster que he encontrado a ambos lados del Atlántico, incluyendo el suyo.
Mezcla de sangre sobrenatural. Ethan, están buscando a John.
Lena apenas podía hablar en kelting. Incluso sus pensamientos habían enmudecido.
Macon estaba mascullando hundido en su libro.
—Ah, sí. Bueno. Todo sea por el interés de la ciencia, desde luego.
—Desde luego. —Liv abrió el familiar cuaderno rojo.
—¿Y? ¿Has encontrado algo como él en alguno de los archivos Custodios de la familia? ¿Algo que pueda explicar la existencia de nuestro misterioso híbrido, el esquivo John Breed?
Supongo que tienes razón.
Liv extendió dos pliegos de pergamino que reconocí de inmediato. Los árboles genealógicos de las familias Duchannes y Ravenwood.
—Sólo hay cuatro posibles coincidencias, al menos, de acuerdo con el Consejo del Custodio Lejano.
¿El Consejo de qué?
Luego, Ethan.
—Uno de ellos es el de los padres de Sarafine Duchannes —continúo Liv—. Emmaline Duchannes, un Caster Luminoso, y vuestro padre, Silas Ravenwood, Íncubo de sangre. Los abuelos de Lena. —Levantó la vista, y vi que sus mejillas se sonrojaban.
Macon rechazó la posibilidad.
—Emmaline es una Empath, una Caster dotada, pero incapaz de transformarse en un Íncubo híbrido que puede pasear a la luz del día. Y, obviamente, nuestro híbrido es demasiado joven para ser el resultado de esa unión en concreto.
Lena se estremeció, y yo apreté su mano.
Están examinando todos esos absurdos árboles familiares, L. Nada de eso tiene sentido.
Aún no.
Lena apoyó la cabeza contra mi hombro, y yo me acerqué más a la puerta para escuchar.
—Eso deja tres posibles candidatos para producir un Caster Íncubo Oscuro e Híbrido. No hay apareamiento de Luz y Luz, por supuesto, puesto que no…
—¿Íncubos de Luz, como lo era yo en mi anterior forma? Eso es correcto. Los Íncubos son Oscuros por naturaleza. Lo sé mejor que nadie, señorita Durand. —Liv cerró su cuaderno, con expresión incómoda, pero Macon hizo un ademán—. No se preocupe. No muerdo. Nunca probé la sangre humana. Lo encontraba todo de muy mal gusto.
Liv continuó.
—Si John Breed es una especie de mestizo sobrenatural, no es por casualidad. Es insólito, sin precedentes y, al menos hasta donde llegan los archivos de la Guardiana, la doctora Ashcroft, no está registrado. Es como si la inscripción de semejante nacimiento hubiera sido suprimida totalmente de la Lunae Libri.
—Lo que demuestra lo que ya sospechábamos. Ese chico es algo más que un simple Íncubo que puede pasear a la luz del día. En caso contrario, nadie se tomaría tantas molestias para esconder su linaje. —Macon se rascó la cabeza con una mano, sus ojos verdes estaban rojos, y se me ocurrió pensar que no tenía idea de si dormía o no ahora que era un Caster. Por primera vez le vi con aspecto de necesitarlo—. Cinco parejas. Es un progreso, señorita Durand, bien hecho.
Liv estaba frustrada. Reconocí su expresión.
—No pienso lo mismo. Aún no hemos encontrado la coincidencia genética. Sin esa información, será imposible determinar las habilidades de John. O cómo encaja en todo esto.
—Un argumento interesante. Pero tenemos que centrarnos en lo que sabemos. John Breed es importante para Abraham, lo que significa que el chico tiene un papel esencial en lo que quiera que esté planeando.
Liv alargó el brazo, las esferas de su extraño reloj casero giraban en su muñeca. Su selenómetro, que le proporcionaba las únicas respuestas en las que confiaba.
—Para ser sinceros, señor, no sé cuánto tiempo tenemos para averiguarlo. Nunca he visto lecturas como estas. Odio decirlo, pero es como si la luna estuviera a punto de caer sobre Gatlin.
Macon se levantó, apoyando una pesada mano en el hombro de ella. Yo había sentido esa presión, una parte de mí pudo sentirla ahora.
—Nunca tenga miedo de decir la verdad, señorita Durand. Estamos por encima de los halagos. Tenemos que seguir intentándolo. Es todo lo que podemos hacer.
Ella se tensó bajo su brazo.
—No estoy segura de conocer el protocolo cuando se trata de enfrentarse a la potencial aniquilación del mundo Mortal.
—Creo, querida, que esa es justamente la cuestión.
—¿Cómo?
—Fíjese en los hechos. Por lo que parece, desde la Cristalización el mundo Mortal está alterado. O, como usted misma ha dicho, el cielo se está derrumbando. El Infierno en la Tierra, como diría nuestra encantadora señora Lincoln. Y el mundo Caster se ha visto invadido por una nueva especie de Caster-Íncubo que nunca habíamos visto antes. Una especie de Adán. Cualquiera que sea el propósito al que sirva ese chico híbrido no es casualidad. El cronometraje es demasiado perfecto. Todo es parte de un gran diseño, o considerando la indudable participación de Abraham, un grandioso diseño.
Lena estaba pálida, y la agarré del brazo, acercándola a mí.
Vámonos.
Se llevó un dedo a los labios.
¿Él es Adán?
L…
Ethan. Si él es Adán…
Liv miró fijamente a Macon, con ojos dilatados.
—¿Cree que Abraham ha maquinado de alguna forma todo esto?
Macon resopló burlón.
—Hunting desde luego no tiene la inteligencia para este tipo de empresa, y Sarafine por sí sola no tiene poder. El chico, por indeterminado que sea su origen, ¿tiene la edad de Lena? ¿O es un poco mayor?
No quiero ser Eva.
No lo eres.
No lo sabes, Ethan. Creo que lo soy.
No lo eres, L.
La estreché entre mis brazos, y pude sentir el calor de su mejilla a través del fino algodón de mi camiseta.
Pero creo que iba a serlo.
Macon continuó, pero con cada palabra parecía alejarse más y más.
—Salvo que John Breed fuera arrancado de algún otro reino, ha evolucionado aquí en el mundo Mortal o Caster. Lo que requiere más de una década y media de despiadada astucia, algo que a Abraham le sobra. —Se quedó en silencio.
—¿Está sugiriendo que John nació en un laboratorio Caster? ¿Como una especie de bebé probeta sobrenatural?
—En términos generales, sí. Tal vez no exactamente nacido sino criado[1], supongo. Lo que explicaría por qué es tan importante para Abraham. —Hizo una pausa—. Esa es la clase de argucia que esperaría de mi hermano, no de Abraham. Me siento decepcionado.
—John Breed —pronunció Liv lentamente—. Oh, Dios mío. Estaba justo delante de nosotros, todo el tiempo. —Liv se dejó caer en la otomana al otro lado del escritorio de Macon.
Abracé más fuerte a Lena. Cuando sus pensamientos surgieron, eran casi un susurro.
Es enfermizo. Es un enfermo.
No sabía si se refería a John o a Abraham, pero no importaba. Tenía razón. Todo era enfermizo.
Abraham se ha ido, L.
Incluso mientras pensaba en ello, sabía que estaba mintiendo. Quizá John se había marchado, pero no Abraham.
—Lo que nos deja dos preguntas, señorita Durand. ¿Cómo? Y la más importante, ¿por qué?
—No importa si John Breed se ha marchado. —El rostro de Liv estaba pálido, y pensé que parecía tan exhausta como Macon.
—¿Eso cree? No estoy dispuesto a sacar conclusiones sin un cuerpo.
—¿No deberíamos centrar nuestra búsqueda en cuestiones más urgentes como las plagas, o el cambio de clima? ¿O en cómo detener estas plagas que la Decimoséptima Luna de Lena parece haber traído al mundo Mortal?
Macon se echó hacia delante en su silla.
—Olivia, ¿tiene alguna idea de lo antigua que es esta biblioteca?
Ella sacudió la cabeza dubitativa.
—¿Sabe lo antiguas que son las bibliotecas Caster? ¿Al otro lado del charco y más allá? ¿En Londres? ¿Praga? ¿Madrid? ¿Estambul? ¿El Cairo?
—No. Supongo que no.
—¿Cree que alguna de esas bibliotecas, muchas de las cuales he visitado durante las últimas semanas, contiene alguna referencia sobre cómo restaurar el Orden de las Cosas?
—Por supuesto. Tiene que haberla. Esto debe haber sucedido con anterioridad al menos una vez.
Cerró los ojos.
—¿Nunca? —Trataba de pronunciar la palabra, pero desde donde estábamos, apenas podíamos oírla.
—Nuestra única pista es el chico. ¿Cómo llegó a ser lo que es y para qué?
—¿O la chica? —preguntó Liv.
—Olivia. Ya es suficiente.
Pero Liv no pensaba dejarlo tan fácilmente.
—¿Tal vez usted ya sepa cómo llegó a ser así y con qué propósito? Desde un punto de vista científico, sería relevante.
Lena me apartó levemente, intentando que su mente se separara de la mía, hasta que me quedé solo en el pasadizo a pesar de que estábamos abrazados el uno al otro.
Macon sacudió la cabeza. Cuando por fin habló, su voz era áspera.
—No comente nada a los demás. Quiero estar absolutamente seguro.
—Antes de contarle a Lena lo que ha hecho —repuso Liv inexpresiva. Era un hecho, pero de alguna forma no lo dijo en ese sentido.
Los ojos verdes de Macon mostraban toda la emoción que nunca habían revelado cuando eran negros. Miedo. Rabia. Resentimiento.
—Antes de que le diga lo que tiene que hacer.
—Tal vez no sea capaz de detener esto. —Bajó la vista a su selenómetro en un acto reflejo.
—Olivia, no es sólo el universo lo que puede resultar destruido. Es mi sobrina. La cual, por lo que a mí respecta, es más importante que mil universos perdidos.
—Créame, lo sé. —Si Liv sentía amargura, no lo dejó traslucir.
Sentí como si mi corazón dejara de latir. Lena se escabulló de mis brazos antes de que me diera cuenta de que se había ido.
Encontré a Lena en su habitación. No lloraba, y no intenté consolarla. Nos sentamos en silencio, agarrados de la mano, hasta que nos dolió, hasta que el sol desapareció, detrás de las palabras, detrás del cristal, los árboles y el río. La noche se deslizó sobre su cama, y esperé a que la oscuridad lo borrara todo.