28 de septiembre
Peligro
CUANDO FINALMENTE LLEGUÉ a casa era ya bastante tarde. Lucille esperaba en el porche delantero, su cabeza ladeada como si estuviera esperando a ver qué es lo que yo iba a hacer. Cuando abrí la puerta y crucé el vestíbulo hacia la habitación de Amma, por fin lo supe. No estaba preparado para enfrentarme a ella, pero necesitaba su ayuda. La Decimoctava Luna de John Breed me venía demasiado grande para poder encargarme de ella yo solo, y si alguien sabía lo que había que hacer, esa era Amma.
La puerta de su dormitorio estaba cerrada, pero pude escuchar ruidos dentro. Estaba murmurando algo, sin embargo, su voz era tan tenue que no conseguí entender lo que decía.
Llamé suavemente a su puerta, mi cabeza presionando la fría madera.
Por favor, deja que esté bien. Sólo esta noche.
Amma entornó la puerta para asomarse por la rendija. Todavía llevaba su delantal, y tenía una aguja enhebrada en una mano. Miré por encima de ella hacia la débil luz de su dormitorio. Su cama estaba cubierta de retales, carretes de hilo y hierbas. Estaba confeccionando sus muñecas, no había duda. Pero algo desentonaba. Era el olor: esa terrible combinación a gasolina y regaliz que me trajo a la memoria la tienda del bokor.
—Amma, ¿qué está pasando?
—Nada de lo que debas preocuparte. ¿Por qué no subes a tu habitación y haces tus deberes un rato? —No me miró a los ojos ni me preguntó dónde había estado.
—¿Qué es ese olor? —Escruté la habitación buscando su origen. Había una gruesa vela negra sobre su cómoda, del mismo aspecto que la que el bokor había encendido. Y vi pequeños saquitos cosidos a mano apilados a su alrededor—. ¿Qué estás haciendo ahí dentro?
Durante un segundo se quedó confusa, pero entonces se rehízo y cerró la puerta detrás de ella.
—Amuletos, igual que hago siempre. Ahora vete arriba y preocúpate por lo que sucede en ese desastre que llamas dormitorio.
Amma nunca había encendido nada que oliera a productos tóxicos en casa, y menos cuando confeccionaba sus muñecas o alguna clase de amuleto. Pero no podía decirle que sabía de dónde había salido esa vela. Me despellejaría si supiera que había estado en la tienda del bokor, y necesitaba creer que había una razón para todo esto —una que simplemente no comprendía—. Porque Amma era lo más cercano a una madre que tenía y, al igual que mi madre, siempre me había protegido.
Aun así quise que supiera que estaba pendiente de ella, que sabía que algo iba mal.
—¿Desde cuándo enciendes velas que huelen como si estuvieran recién salidas de un laboratorio de ciencias mientras haces tus muñecas? Pelos de caballo y…
Mi mente se quedó en blanco.
No pude recordar qué más ponía dentro de esas muñecas ni qué había dentro de los tarros que llenaban las estanterías. Podía recordar el tarro con pelo de caballo. ¿Pero qué había en los otros?
Amma me observaba atentamente. No quise que notara que no podía recordarlo.
—Olvídalo. Si no quieres contarme lo que estás haciendo, no pasa nada.
Me volví airadamente hacia el vestíbulo y salí por la puerta principal. Me apoyé en una de las barandillas del porche, escuchando el ruido de los cigarrones devorando nuestro pueblo de la misma forma que algo estaba devorando mi mente.
Fuera, en el porche delantero, la creciente oscuridad era a la vez cálida y triste. A través de la ventana abierta me llegó el ruido de cacharros entrechocándose en la cocina, las tablas del suelo quejándose cuando Amma empezó a ordenarla. Debía haber renunciado a los amuletos por esta noche. Sin embargo, el familiar ritmo de sus sonidos no me animó como de costumbre. Me hizo sentir más culpable, y mi corazón palpitó aún más fuerte, haciendo que me pusiera a pasear a toda prisa, hasta que los tablones del suelo del porche crujieron casi tan fuerte como los de la cocina.
A cada lado del muro, los dos estábamos llenos de secretos y mentiras.
Me pregunté si el gastado suelo de madera de Wate’s Landing era el único lugar de Gatlin que conocía todos los esqueletos del armario de mi familia. Tendría que pedirle a tía Del que echara un vistazo, si es que sus poderes volvían a funcionar de nuevo.
Se había hecho de noche y necesitaba hablar con alguien. Amma ya no era una opción. Marqué el tres en mi móvil. No quise admitir que no recordaba el número que había marcado cientos de veces.
Ahora las cosas se me olvidaban constantemente, y no sabía por qué. Lo que sí sabía es que no era nada bueno.
Escuché que alguien descolgaba.
—¿Tía Marian?
—¿Ethan? ¿Estás bien? —Parecía sorprendida de oír mi voz al otro lado de la línea.
No estoy bien. Estoy asustado y confuso. Y estoy casi seguro de que ninguno de nosotros va a estar bien.
Obligué a que las palabras salieran de mi cabeza, y bajé la voz.
—Sí. Estoy bien. ¿Qué tal te las arreglas?
Sonaba cansada.
—¿Sabes, Ethan? Tu madre estaría orgullosa de este pueblo. Han venido más personas a ofrecerse voluntarias para reconstruir la biblioteca de las que he visto nunca en todo el tiempo que estuve allí.
—Sí, bueno. Supongo que eso es lo que ocurre con los libros quemados. Todo depende de quien los queme.
Bajó la voz.
—¿Has tenido suerte buscando esa respuesta? ¿Quién los quemó? —Por la forma en que lo dijo pude advertir que sólo pensaba en eso, y eso que, por esta vez, sabía que la señora Lincoln no era la culpable.
—Por eso te he llamado. ¿Podrías hacerme un favor?
¿Podrías conseguir que las cosas volvieran a ser como antes, cuando mi mayor problema era quedarme atrapado leyendo revistas de coches con los chicos en el Stop & Steal?
—Lo que quieras.
Lo que quieras siempre que no me involucre en algo que no pueda ser. Es lo que quería decir.
—¿Podrías reunirte conmigo en Ravenwood? Necesito hablar con Macon y contigo, y con todo el mundo, supongo.
Silencio. El sonido de Marian pensando.
—¿Sobre esto?
—En cierto modo.
Nuevo silencio.
—Las cosas ahora mismo no pintan bien para mí, EW. Como el Consejo del Custodio Lejano considere que he violado las reglas otra vez…
—Vas a visitar a un amigo a su casa. Eso no puede ir contra las reglas. —¿Podría?—. No te lo pediría si no fuera importante. Se trata de algo más que la biblioteca, el calor, lo que está sucediendo en el pueblo. Se trata de la Decimoctava Luna.
Por favor. Tú y Amma sois todo lo que tengo, y ella se ha vuelto más oscura que nunca. No puedo hablar con mi madre. Así que tienes que ser tú.
Supe la respuesta antes de que dijera una palabra. Si había algo que me gustaba de Marian, era que siempre escuchaba lo que se decía, incluso si no lo estabas diciendo.
—Dame unos minutos.
Cerré mi móvil y lo dejé en el escalón junto a mí. Era el momento para otra llamada que no necesitaba teléfono. Levanté la vista al cielo. Las estrellas empezaban a distinguirse, la luna ya estaba esperando.
¿L? ¿Estás ahí?
Hubo una larga pausa, y pude sentir cómo Lena relajaba poco a poco su mente en la mía hasta que estuvimos conectados de nuevo.
Aquí estoy, Ethan.
Tenemos que encontrar una explicación. Después de lo sucedido en la Residencia del Condado, no podemos perder ni un minuto. Busca a tu tío. Yo ya he llamado a Marian, y recogeré a Link de camino hacia allí.
¿Y qué pasa con Amma?
Deseaba contarle lo que había sucedido esta noche, pero me dolía demasiado.
Ahora mismo está en un mal sitio. ¿Puedes pedírselo a tu abuela?
No está aquí. Pero la tía Del sí. Y sería un poco fuerte dejar a Ridley fuera.
Eso no mejoraría la situación, pero si Link venía, iba a ser imposible mantenerla al margen.
Nunca se sabe, tal vez tengamos suerte. Tal vez Rid esté demasiado ocupada clavando alfileres en muñequitas vudú de animadoras.
Lena se rio, pero yo no. No podía imaginar muñecas que no olieran como el veneno que ardía en la habitación de Amma. Sentí un beso en mejilla, a pesar de que estaba solo en el porche.
En marcha.
No quise mencionar el nombre de la otra persona que estaría allí. Y una vez más, tampoco lo hizo Lena.
Cuando volví a entrar, tía Grace y tía Mercy estaban viendo el concurso Jeopardy!, y confié en que fuera una buena distracción, dado que Amma conocía todas las respuestas y fingía no saberlas, mientras que las Hermanas no sabían ninguna e insistían en que sí.
—¿Qué duerme durante tres años? Bueno, conchashima Grace. Estoy segura de que esta la sabes, y no pienso decirte la respuesta. —Conchashima era una expresión inventada por la tía Mercy que se reservaba para las ocasiones en que realmente quería irritar a una de sus hermanas, dado que se negaba a decirles lo que significaba. Yo estaba convencido de que ella tampoco lo sabía.
Tía Grace dio un sorbetón.
—Conchashima para ti, Mercy. ¿Qué hacían todos los maridos de Mercy cuando se suponía que debían estar ganándose la vida? Esa es la respuesta que están buscando.
—En serio, Grace Ann, creo que lo que de verdad están preguntando es cuánto tiempo estuviste dormida durante el sermón del último Domingo de Pascua. Babeando bajo mi bonito sombrero color rosa calabaza.
—Ahí dice tres años, y no tres horas. Y si al bueno del reverendo no le gustara tanto oír su propia voz, tal vez al resto de nosotros nos sería más fácil oírle. Ya sabes que no puedo ver nada salvo plumas y flores sentada detrás de Dot Jessup con ese viejo sombrero de Pascua.
—Caracoles. —Giraron sus ojos hacia Amma sin comprender. Ella se desató el delantal—. ¿Cuánto tiempo puede dormir un caracol? Tres años. ¿Y cuánto tiempo van a tenerme estas chicas esperando para comerse mi cena? ¿Y adónde en los verdes pastos de Dios crees que vas, Ethan Wate?
Me quedé paralizado junto a la puerta. No había forma de distraer nunca a Amma.
De acuerdo con sus normas, Amma no tenía intención de dejarme salir solo de noche: no después de lo de Abraham, el incendio en la biblioteca y la tía Prue. Me arrastró hasta la cocina con tanta fuerza que uno hubiera pensado que yo la había contestado mal.
—No creas que no sé cuando estás tramando algo. —Escudriñó por la cocina buscando la Amenaza Tuerta, pero yo llegué primero y la guardé en el bolsillo trasero de mis vaqueros. Y tampoco tenía un lápiz a mano, así que estaba desarmada.
Hice mi jugada.
—Amma, no pasa nada. Le dije a Lena que cenaría con su familia. —Deseé poder contarle la verdad, pero no podía. No hasta que averiguara qué se traía entre manos con ese bokor de Nueva Orleans.
Ladeó una cadera, dispuesta a soltarme toda su artillería.
—¿La noche que toca cerdo a la barbacoa? Mi plato tres veces ganador de la Banda Azul Carolina Gold, ¿y esperas que me crea esa patraña? —Sorbió y sacudió la cabeza—. ¿Prefieres tomar empanada de pavo en un plato de oro a mi cerdo? —Amma no tenía buen concepto de la comida de Cocina y no andaba muy desencaminada.
—No. Pero lo olvidé. —Era verdad, a pesar de que había mencionado el menú esa mañana.
—Hmmm. —No me creía. Lo cual era comprensible, considerando que en una noche normal esa cena sería lo más parecido a mi idea del paraíso.
—S.I.M.U.L.A.C.I.Ó.N. Diez horizontal. Tú estás tramando algo, Ethan Wate, y no es precisamente una cena.
También ella estaba tramando algo. Pero no encontré la palabra para definirlo.
Me incliné y la rodeé con mis brazos.
—Te quiero, Amma. Ya lo sabes. —Y era verdad.
—Oh, de sobra lo sé. Sé qué estás tan lejos de la verdad como la madre de Wesley lo está de una botella de whisky, Ethan Wate. —Me apartó, pero esta vez la había ablandado. Amma plantada en la sofocante cocina, regañándome lo mereciera o no y lo pretendiera o no.
—No tienes que preocuparte por mí. Ya sabes que siempre vuelvo a casa.
Se aplacó durante un momento, posando su mano en mi cara, y sacudiendo la cabeza.
—Ese melocotón que me estás vendiendo sin duda huele muy bien, pero aun así no te lo compro.
—Volveré a las once. —Cogí las llaves del coche de la encimera y le di un pellizco en la mejilla.
—Ni un pelo más tarde de las diez o tendrás que bañar a Harlon James mañana. ¡Y quiero decir a todos ellos! —Salí por la puerta de atrás antes de que pudiera detenerme. Y antes de que advirtiera que me había llevado a la Amenaza Tuerta.
—Compruébalo. —Link estaba colgando por fuera en la ventanilla del Volvo, y el coche empezó a ladearse hacia su lado—. ¡Guau!
—Siéntate.
Se dejó caer en su asiento.
—¿Ves esas zanjas negras? Parece como si alguien hubiera hecho estallar napalm o disparado con un lanzallamas a lo largo de toda la carretera, llegando directamente hasta Ravenwood. Y luego se hubiera detenido.
Link tenía razón. Incluso a la luz de la luna, pude ver los profundos surcos de más de un metro de ancho a ambos lados de la carretera de tierra. A pocos metros de las rejas de Ravenwood, desaparecían.
Ravenwood permanecía intacto, pero la magnitud del ataque a la casa de Lena la noche en que Abraham soltó a los Vex debió haber sido considerable. Nunca me dijo hasta qué punto había sido violento, ni yo se lo pregunté. Estaba demasiado preocupado por mi propia familia y mi casa, y la biblioteca. Mi pueblo.
Ahora contemplaba los daños, y deseé que eso fuera la peor parte. Aparqué a un lado de la carretera y ambos salimos del coche. Las pirotecnias a esta escala merecían un examen más detenido.
Link se agachó junto al reguero negro enfrente de la reja.
—Es más espeso cuando te acercas a la casa. Justo antes de que desaparezca.
Levanté una rama ennegrecida, que se deshizo en mi mano.
—Este no era el aspecto que tenía la casa de tía Prue. Aquello era más como un tornado. Y esto es como una especie de fuego, más parecido a lo de la biblioteca.
—No sé, tío. Tal vez los Vex hagan cosas distintas en personas diferentes, o lo que sean.
—Los Caster son personas.
Link cogió otra rama, inspeccionándola.
—Sí, sí. Todos somos personas, ¿verdad? Lo único que sé es que esta cosa está achicharrada.
—¿Crees que habrá sido Sarafine? El fuego es muy propio de ella. —Odiaba pensarlo, pero era posible. Sarafine no estaba muerta. Estaba en alguna parte por ahí fuera.
—Sí, seguro que es una tía muy caliente. —Advirtió que le miraba fijamente como si estuviera chiflado—. ¿Qué? ¿No puedo llamarla como la veo?
—Sarafine es la Reina de la Oscuridad, tonto del culo.
—¿Has visto alguna película últimamente? La Reina de la Oscuridad siempre está que arde. Quemaduras de tercer grado. —Se sacudió la ceniza que la rama calcinada había dejado en sus manos—. Salgamos de aquí. Hay algo alrededor que me está dando dolor de cabeza. ¿No oyes ese zumbido, como de un montón de sierras o algo así?
Los Hechizos de Vinculación. Ahora Link podía sentirlos.
Asentí, y volvimos al coche. Las oxidadas y torcidas verjas se abrieron entre las sombras, como si nos estuvieran esperando.
¿Estás ahí, L?
Metí las manos en los bolsillos y miré hacia la enorme casa. Distinguí las ventanas con sus astillados postigos de madera cubiertos de hiedra, como si la habitación de Lena no hubiera cambiado en absoluto. Comprendí que era una ilusión óptica y que, desde su dormitorio, Lena podía verme a través de las paredes de cristal.
Estoy tratando de convencer a Reece para que se quede arriba con Ryan, pero está siendo tan poco colaboradora como siempre.
Link estaba mirando al pórtico bajo la ventana de Lena.
¿Qué ha pasado con Ridley?
Le he preguntado si quería venir. Imagino que se dará cuenta de que todos vamos a aparecer. Dijo que lo liaría, ¿pero quién sabe? Últimamente actúa de forma muy extraña.
Si Ravenwood tuviera rostro, la habitación de Lena sería un ojo guiñado, y la ventana de Ridley el otro. Los desvencijados postigos estaban abiertos, si bien colgaban desiguales, y la ventana tras ellos estaba sucia. Antes de darme la vuelta, una sombra pasó tras la ventana de Ridley. O al menos pensé que era una sombra; a la luz de la luna era difícil saberlo.
No pude ver quién era. Estaba demasiado lejos. Pero la ventana comenzó a temblar, cada vez más fuerte, hasta que la hoja se salió de sus bisagras y cayó por entero justo debajo. Como si alguien estuviera tirando con fuerza de ella para abrirla, aunque eso implicara echar la casa abajo. Durante un segundo pensé que se trataba de un terremoto, pero el suelo no se movía. Sólo la casa.
Extraño.
¿Ethan?
—¿Has visto eso? —Miré a Link, pero él estaba observando la chimenea.
—Mira. Los ladrillos se están cayendo —observó.
El temblor se hizo más fuerte y una extraña energía brotó de la casa. La puerta principal se sacudió.
¡Lena!
Corrí hacia la puerta. Podía escuchar objetos cayendo y rompiéndose en el interior. Alargué la mano y empujé el dintel por el relieve Caster escondido por encima de la puerta. No sucedió nada.
Espera, Ethan. Algo va mal.
¿Estás bien?
Estamos bien. El tío Macon cree que algo está tratando de entrar.
Desde aquí fuera, parece más bien que alguien está tratando de salir.
La puerta se abrió y Lena me arrastró dentro. Sentí la gruesa cortina de energía cuando atravesé el umbral. Link se lanzó de cabeza detrás de mí, y oímos la puerta cerrarse de golpe a nuestra espalda. Después de lo que había experimentado fuera, me sentí aliviado por estar ahí. Hasta que eché un vistazo a mi alrededor.
A estas alturas ya estaba acostumbrado a los constantes cambios en el interiorismo de la mansión Ravenwood. Había visto de todo en esa habitación, desde antigüedades históricas de la época de las plantaciones al estilo gótico de película de terror, pero no estaba preparado para esto.
Era una especie de búnker sobrenatural, el equivalente Caster a la bodega de la señora Lincoln en la que acumulaba víveres en previsión de cualquier cosa, desde huracanes al apocalipsis. Los muros estaban cubiertos con lo que parecía un blindaje —chapas de duro metal plateado de suelo a techo— y el mobiliario había desaparecido. Las estanterías de libros y los sillones de terciopelo habían sido sustituidos por enormes bidones de plástico y cajas de velas y cinta adhesiva. Había un saco con comida para perro que obviamente era para Boo, aunque nunca le había visto comer otra cosa más que solomillos.
Vi una fila de jarras blancas de aspecto sospechoso, como el acopio de lejía que la madre del Link guardaba para «evitar que la infección se extendiera». Me acerqué hasta ellas y levanté una de las jarras.
—¿Qué es esto? ¿Alguna clase de desinfectante Caster?
Lena me la quitó de las manos y la dejó alineada junto a las otras.
—Sí, se llama lejía.
Link golpeó en uno de los bidones de plástico.
—A mi madre le encantaría este lugar. Sin duda sumaría varios tantos a favor de tu tío. Olvídate del paquete de supervivencia de treinta y seis horas y del de setenta y dos. Esos son para pesos ligeros.
Esta preparación es para catástrofes de importancia. Yo diría que tenéis suficientes reservas para tres semanas. Salvo que no tenéis una palanca.
Le miré sin entender nada.
—¿Una palanca?
—Para sacar los cuerpos de los escombros.
—¿Cuerpos? —La señora Lincoln estaba más loca de lo que pensaba.
Link miró a Lena.
—Y tampoco tenéis comida.
—Ahí es donde los Caster se diferencian, señor Lincoln. —Macon estaba en la puerta del comedor, con aspecto totalmente relajado—. Cocina es capaz de surtirnos con cualquier cosa que necesitemos. Pero es importante estar preparado. Esta tarde es una buena muestra de ello.
Hizo un gesto hacia el comedor y le seguimos hasta allí. La mesa negra con patas de garra había desaparecido, sustituida por una de brillante aluminio que parecía sacada de algún laboratorio médico de investigación. Link y yo debimos de ser los últimos en llegar porque sólo había dos sitios vacíos en la mesa.
Si se ignoraba la extraña mesa de laboratorio y los paneles metálicos de las paredes, aquello recordaba al Encuentro, cuando conocí por primera vez a la familia de Lena. Cuando Ridley todavía era Oscura y me engañó para que la llevara a Ravenwood. Ahora casi resultaba gracioso. Un mundo donde Ridley era la mayor amenaza.
—Por favor, tomen asiento, señor Wate y señor Lincoln. Estamos tratando de averiguar el origen de los temblores.
Me deslicé en una de las sillas vacías al lado de Lena y Link ocupó la otra. A juzgar por el número de personas congregadas, yo no era el único en tener algo en mente, pero no dije nada. No a Macon.
Lo sé. Es como si nos hubiera estado esperando. Cuando le dije que ibas a venir, no pareció sorprendido. Y todo el mundo ha ido apareciendo.
Marian se inclinó hacia delante, bajo el haz de luz que el candelabro más próximo arrojaba sobre la mesa.
—¿Qué ha pasado ahí fuera? Hemos podido sentirlo desde el interior.
Escuché una voz detrás de mí.
—No lo sé, pero también hemos podido sentirlo afuera.
Pude ver que Macon hacía un gesto hacia la mesa desde las sombras.
—Leah, ¿por qué no ocupas la silla de la izquierda de Ethan? —Cuando me giré, una silla vacía había aparecido entre Link y yo, y Leah Ravenwood estaba en ella.
—Hola, Leah —saludó Link. Los ojos de ella se abrieron como platos cuando notó el cambio en él. Me pregunté si podía sentir a los de su propia clase.
—Bienvenido, hermano. —Su pelo negro se soltó de la coleta de su cuello, y durante un segundó visualicé a la enfermera de la Residencia del Condado.
—Leah. Tú eras la que estaba con la tía Prue.
—Chist. Tenemos cosas más importantes que discutir. —Estrujó mi mano y me hizo un guiño, en lo que era su forma de dar una respuesta. Había sido ella la que cuidaba de mi tía por mí.
—Gracias.
—No es nada. Sólo hago lo que se me dice. —Estaba mintiendo. Leah era tan independiente como Lena.
—Tú nunca haces lo que se te dice.
Se rio.
—Vale, entonces hago lo que quiero. Y me gusta echar una mano a mi familia. Mi familia, tu familia, es todo lo mismo.
Antes de que pudiera decir nada más, Ridley irrumpió en la habitación, llevando algo que me pareció más ropa interior que otra cosa. Las velas llamearon durante un instante; Ridley aún lograba producir un cierto efecto en la habitación.
—No veo mi nombre en ninguna de las tarjetas de la mesa. Pero sé que estaba invitada a la fiesta. ¿No es así, tío M?
—Eres más que bienvenida a unirte a nosotros. —Macon parecía sereno. Probablemente ya estaba acostumbrado a esas irrupciones de Ridley.
—¿Y qué es exactamente lo que llevas puesto, cariño? —Tía Del se llevó una mano a los ojos como si tuviera problemas para distinguir si Ridley llevaba alguna prenda puesta sobre su cuerpo.
Ridley desenvolvió un chicle y tiró el papel sobre la mesa.
—Así que, ¿qué es lo que soy? ¿Bienvenida o invitada? Me gustaría saber la magnitud del desaire. Me enfado mejor cuando lo sé.
—Ridley, ahora Ravenwood es tu casa. —Macon tamborileó impaciente en la mesa, pero sonrió como si tuviera todo el tiempo del mundo.
—De hecho, Ravenwood pertenece a mi prima, tío Macon, dado que se lo dejaste a ella y nos borraste a todos los demás. —Esta noche parecía estar más enrabietada que nunca—. ¿Qué? ¿No hay rancho? Oh, está bien. Cocina ya no es la misma. Ninguno de vosotros, sobrenaturales, lo sois. Irónico, ¿no es cierto? Estoy en una habitación llena de gente superpoderosa, y ni siquiera conseguís tener la cena en la mesa.
—Qué boca tiene esta chica. —La tía Del sacudió la cabeza.
Macon le hizo un gesto a Ridley para que se sentara.
—Te agradecería que fueras más respetuosa con los pequeños… inconvenientes que todos estamos sufriendo.
—Lo que sea. —Ridley rechazó a Macon con un ademán de sus uñas pintadas de rosa fuerte—. Que empiece la fiesta —dijo subiéndose el tirante de lo que quiera que llevaba puesto que, incluso para los estándares de Ridley, no era demasiado.
—¿No tienes frío? —susurró la tía Del.
—Es vintage —replicó Ridley.
—¿De qué? ¿Del Moulin Rouge? —Liv estaba en el umbral con los brazos llenos de libros.
Ridley dio un ligero golpecito a la trenza de Liv cuando pasó por delante de ella para ocupar el sitio vacío.
—De hecho, Pipi…
—Por favor. —Macon las silenció a ambas con una mirada—. Estoy impresionado con tu puesta en escena, Ridley, aunque no tanto con el vestuario. Ahora, si tomas asiento —suspiró Macon—. Olivia, gracias por unirse a nosotros.
Ridley se deslizó en la silla que había aparecido al lado de Link y trató de ignorarle con todas sus fuerzas. Él parpadeó.
—No sé qué tipo de tienda es Moo Landrews, pero si hay una en el centro comercial de Summerville, pienso comprarte el regalo de cumpleaños allí. —Ridley mantuvo los ojos fijos al frente, fingiendo no notar que él había advertido su presencia.
Macon empezó.
—Olivia, ¿ha sentido los temblores?
Mantuve los ojos fijos en el rostro de Macon. Pero escuché cómo Liv se sentaba y dejaba lo que supuse que era su libreta roja en la mesa, para después dar cuerda a los engranajes de su selenómetro. Conocía todos sus ruidos, igual que conocía los de Link, Amma o Lena.
—Si no le importa, señor Macon. —Liv empujó hacia él una pila de libros y papeles por la mesa—. Con ese último, he querido asegurarme de que tenía las mediciones exactas.
—Continúe, Olivia. —Lena se tensó cuando Macon dijo el nombre de Liv. Pude sentir cómo llegaba en oleadas hasta mí.
Liv continuó hablando ajena a todo.
—Por decirlo sencillamente, está empeorando. Si los números son ciertos, hay una singular energía atraída hacia esta casa. —Genial. Sólo me faltaba que Liv empezara a hablar de atracción.
—Interesante —asintió Macon—. ¿Y se está haciendo más fuerte como sospechábamos?
Ese «nosotros» debía de haber irritado a Lena.
Estoy tan harta de ella.
—¿Liv? —Mierda. Había dicho sin darme cuenta el nombre en alto. ¿Qué me estaba sucediendo? Ni siquiera podía mantener el kelting y hablar correctamente. Lena me miró fijamente, sorprendida.
—¿Sí, Ethan? —Liv estaba esperando a que le hiciera la pregunta.
Toda la mesa se volvió en mi dirección. Tenía que inventar algo rápido. ¿De qué estaban hablando?
Atracción.
—Me estaba preguntando…
—¿Sí? —Liv me miraba expectante. Me alegré de que Reece no estuviera en la habitación, incluso si sus poderes estaban estropeados. Una Sybil hubiera visto lo que estaba sintiendo.
Y no necesitaba un selenómetro para probar o medirlo por mí. A pesar de que nunca seríamos más que amigos, Liv y yo siempre significaríamos algo el uno para el otro.
Mi estómago se contrajo. Esta vez no eran abejas asesinas, sino más bien un tropel de Vex royendo mis órganos internos.
—Vex —dije no sé cómo. Todo el mundo seguía mirándome.
Liv asintió paciente, esperando a que dijera algo que tuviera sentido.
—Sí. Últimamente ha habido mucha más actividad de la usual.
—No. Quiero decir, ¿qué pasa si estamos suponiendo que algo intenta entrar en Ravenwood debido a todo lo que Abraham ha estado lanzando sobre nosotros?
Marian me miró sin comprender.
—Mi biblioteca prácticamente ha ardido hasta los cimientos. La casa de tus tías ha sido destruida. ¿No crees que eso es algo más que una suposición?
Todo el mundo en la habitación me miraba como si fuera idiota, pero proseguí.
—¿Y si estuviéramos equivocados? ¿Qué pasaría si alguien estuviera haciendo esto desde dentro?
Liv levantó una ceja.
Ridley alzó las manos.
—Esa es la cosa más estúpida…
—La verdad es que es brillante —intervino Liv.
—Por supuesto que lo crees, Mary Poppins. —Ridley puso los ojos en blanco.
—Lo creo. Y salvo que tengas datos que demuestren lo contrario, tendrás que callarte y escucharme por una vez. —Liv se giró hacia Macon—. Ethan podría tener razón. Hay una anomalía en las cifras que no he sido capaz de justificar. Pero si tuviera que descartar todo y empezar de cero, tendría todo el sentido.
—¿Por qué querría alguien hacer esto desde dentro? —preguntó Lena.
Mantuve mis ojos fijos en el cuaderno rojo sobre la mesa, en columnas de números, cosas que eran seguras y conocidas.
—La pregunta no es por qué. —La voz de Macon sonó extraña—. Sino quién.
Lena lanzó una mirada hacia Ridley. Estábamos pensando lo mismo.
Ridley saltó de su silla.
—¿Creéis que soy yo? Siempre soy la que carga con las culpas de todo lo que va mal por aquí.
—Ridley, cálmate —pidió Macon—. Nadie…
Pero ella le interrumpió.
—¿Nadie ha pensado que las cifras del reloj de la Pequeña Doña Perfecta puedan estar mal? ¡No, eso sería imposible, porque os tiene a todos comiendo en su mano!
Lena sonrió.
No tiene gracia, L.
No me estoy riendo.
Macon levantó la mano.
—Ya basta. Es perfectamente posible que no haya «algo» intentando entrar en Ravenwood. Puede incluso que ya esté dentro.
—¿No crees que lo habríamos notado si una de las Oscuras criaturas de Abraham hubiera logrado abrir una brecha en la Vinculación? —Lena sonaba escéptica.
Macon se levantó de su silla, sus ojos clavados en mí. Me estaba mirando de la misma forma que la noche que nos conocimos, cuando le enseñé el guardapelo de Genevieve en la mesa.
—Una buena idea, Lena. Suponiendo que se tratara de una brecha.
Leah Ravenwood estudió a su hermano.
—Macon, ¿en qué estás pensando?
Macon caminó alrededor de la mesa hasta que estuvo directamente frente a mí.
—Estoy más preocupado por lo que Ethan está pensando. —Los ojos verdes de Macon empezaron a centellear. Me recordaron el tono luminiscente del Arco de Luz.
—¿Qué está pasando? —susurré a Leah, que parecía confusa.
—Sé que los poderes de Macon cambiaron cuando se convirtió en Caster. Pero no tenía idea que podía cazar mentes.
—¿Eso qué significa exactamente? —Aquello no sonaba bien, teniendo en cuenta que Macon estaba totalmente centrado en mí.
—La mente es un laberinto, y Macon puede navegar a través de él.
Sonaba como una de las respuestas de Amma, de esas que no te aclaran nada.
—¿Quieres decir que puede leer la mente?
—No de la forma que crees. Puede sentir las perturbaciones y anomalías, cosas que no encajan. —Leah estaba mirando a Macon.
Las pupilas verdes de este brillaban sin ver, y sin embargo sabía que estaba observándome. Era incómodo ser visto sin ser visto. Macon permaneció así durante largo rato.
—Tú, entre toda la gente.
—¿Yo qué?
—Parece que has traído algo, no, alguien, aquí contigo esta noche. Un comensal no invitado.
—¡Ethan nunca haría eso! —Lena sonaba tan sorprendida como yo.
Macon la ignoró, sin apartar la vista de mí.
—Aún no puedo poner el dedo en la llaga, pero algo ha cambiado.
—¿De qué está hablando? —Una incómoda sensación se estaba apoderando de mí.
Marian se levantó lentamente, como si no quisiera asustarle.
—Macon, sabes que el Orden está afectando a los poderes de todos. Tú no eres inmune. ¿Es posible que estés percibiendo algo que no está aquí?
El resplandor verde se desvaneció de los ojos de Macon.
—Todo es posible, Marian.
Mi corazón galopaba en mi pecho. Un segundo antes me estaba acusando de haber traído a alguien a Ravenwood, y ahora ¿qué?, ¿había cambiado de parecer?
—Señor Wate, al parecer no es usted el mismo. Le falta algo muy importante. Eso explica por qué no percibí a un extraño en mi casa, incluso si el extraño es usted.
Todo el mundo me estaba mirando. Sentí que mi estómago se revolvía, como si la tierra aún se moviera bajo mis pies.
—¿Qué me falta? ¿Qué quiere decir?
—Si lo supiera se lo diría. —Macon empezó a relajarse—. Lamentablemente no estoy completamente seguro.
No sabía de qué me hablaba, y tampoco me importaba. No pensaba quedarme allí sentado y ser acusado de cosas que no había hecho, porque sus poderes estuvieran del revés y fuera tan arrogante como para no admitirlo. Mi mundo se estaba colapsando a mi alrededor y necesitaba respuestas.
—Espero que se haya divertido cazando, o como quiera que lo llame. Pero no he venido a hablar de eso.
—¿De qué ha venido a hablar? —Macon se sentó de nuevo en su silla en la cabecera de la mesa. Lo decía como si yo fuera el que estuviera haciéndoles perder el tiempo, lo que me enfureció aún más.
—La Decimoctava Luna no se refiere a Ravenwood ni a Lena. Se refiere a John Breed. Pero no sabemos dónde está ni lo que va a suceder.
—Creo que tiene razón. —Liv mordisqueó la punta de su bolígrafo.
—Creí que debían saberlo para que pudiéramos encontrarlo. —Me levanté—. Y siento mucho si no parezco ser yo mismo. Tal vez tenga algo que ver con el hecho de que el mundo se está desmoronando.
Ethan, ¿a dónde vas?
Esto es una mierda.
—Ethan, cálmate. Por favor. —Marian hizo amago de levantarse.
—Dígaselo a los Vex que están destruyendo todo el pueblo. O a Abraham, Sarafine y Hunting. —Miré directamente hacia Macon—. ¿Por qué no vuelve sus rayos X hacia ellos?
¡Ethan!
Ya he terminado aquí.
Él no pretendía…
Me da igual lo que pretendía, L.
Macon me estaba observando.
—No existen las coincidencias, ¿no es cierto? Cuando el universo me advierte sobre algo, normalmente es la voz de mi madre. Así que voy a escucharla. —Salí de allí antes de que nadie pudiera decir nada. No necesitaba ser un Wayward para saber quién se había perdido.