Capítulo 17
Tinker
—¿Te estás quedando conmigo? —me dijo Carrie por teléfono.
—Para nada —respondí, aún con un nudo en el estómago—. No puedo creer que haya podido jugar conmigo de esta forma. Nada de lo suyo era real. ¡Nada! ¿Cómo es posible que todos los hombres que conozco acaben siendo unos mentirosos y unos gilipollas?
—Bueno, sí, este es un mentiroso y un gilipollas —confirmó ella—, pero no te flageles demasiado por ello. Brandon es un malvado y te pasaste una década de tu vida con él, mientras que Cooper…
—Su nombre es Gage —le corregí.
—Pues lo que sea —dijo ella—. Gage es solo un gilipollas muy sexi que te calentó y te fastidió un poco. No es delito federal lo que ha hecho, aunque de nuevo me permito aconsejarte que lo pongas de patitas en la calle. Si puso datos falsos en el contrato del alquiler, debería ser razón suficiente para que puedas echarle.
—Ahora no puedo pensar en eso —respondí—. Joder, está arreglando la azotea, Carrie, y estoy tan liada ahora que no tengo tiempo de buscar a alguien que le sustituya. Tengo que llevar a mi padre a Seattle esta semana para su primera cita con el especialista y mi abogado quiere verme también. Cree que Brandon está intentando algún tipo de artimaña con nuestras finanzas. Hasta ahora no le he presionado realmente, porque pensaba que solo estaba actuando despacio, pero ahora temo que pueda haber algo serio.
—¡Para! —me ordenó mi amiga—. Para un segundo y respira hondo, ¿vale?
Cerré los ojos e intenté hacer lo que me decía, contando hasta diez mientras inspiraba y después exhalando lentamente el aire. Repetí la operación un par de veces.
—¿Qué tal? —preguntó Carrie.
—Mejor —admití—. Ahora ya no me parece que el corazón esté a punto de estallarme en el pecho. No me puedo creer que se inventara que tenía dos hijos.
—Te contó muchas mentiras —repuso ella— y todo indica que no es para nada de fiar, pero creo que deberías considerar una cosa y que conste que no lo digo para defenderle, ¿vale?
—Vale —contesté—. ¿De qué se trata?
—Él no sabe que perdiste a un bebé —dijo— y, aunque es un cabronazo que lo único que merece es que un buitre le saque los hígados, está claro que no pretendía herirte cuando se inventó que tenía una familia.
—No por eso voy a perdonarle —respondí, con tono sombrío. Carrie rompió a reír, pero no era una risa alegre, sino más bien de reina maligna, con un toque de genio diabólico.
—Oh, no —corroboró—, nada de perdonarle, pero tampoco es tan importante como para que merezca mucha atención. A ver qué te parece este plan. Mañana tengo mucho trabajo durante el día, pero puedes venirte a cenar y así hablamos, nos reímos y, si quieres, lanzamos dardos a una foto de Cooper, Gage o como se llame.
—No tengo ninguna foto de él —respondí.
—No te preocupes —me dijo ella—. Le hice una cuando estaba trabajando sin camiseta el otro día. Por la ventana.
—Eso es un poco morboso —repuse.
—Sí, lo sé —reconoció ella—, pero de mi condición de mirona ya hemos hablado mucho, así que centrémonos en lo que importa. Lanzamos dardos a la foto y maldecimos a todos los hombres. Será divertido.
—A Darren no tenemos por qué maldecirle —precisé.
—No, a menos que me cabree de aquí a entonces —respondió ella, con tono muy animado—. Como lo haga, queda incluido automáticamente. Entonces, ¿hay cena?
—¿Y si vienes tú aquí? —le propuse— No quiero dejar solo a mi padre. Puedes traer a Darren y a las niñas.
—Bueno, me has convencido —respondió ella—. Eres mucho mejor cocinera que yo, pero las chicas no creo que vengan. Son demasiado estupendas y adultas como para dignarse a cenar con viejos como nosotros y creo que tienen un plan con amigas suyas. En todo caso, casi mejor que no nos vean lanzando dardos a una foto, no sea que crean que nos hemos pasado de vueltas…
—Eres la mejor amiga que ha habido en la historia —le dije—. Lo sabes, ¿verdad?
—Pues sí —repuso ella— y te prometo que superaremos todo esto. Este tío ha tenido que aparecer justo en un momento en que estabas especialmente vulnerable, pero no es nadie. Saldrás aún más fuerte de lo que ya eras.
—¿Me prometes esto también? —le dije.
—Si no queda usted satisfecha, le devolvemos su dinero —me respondió, riendo—. Sabes que estoy contigo.
***
Gage
Íbamos tensos camino de la sede del club de los Nighthawks.
Ellos sabían que estábamos en la ciudad —tenían que saberlo—. Es imposible que un grupo tan numeroso de moteros como el nuestro pase desapercibido en un sitio tan pequeño como Hallies Falls y además los sucesos de Ellensburg eran ya sin duda la comidilla de todos los vecinos.
Aquel día se había declarado un nuevo incendio y, aunque el fuego se encontraba a más de sesenta kilómetros de la ciudad, el humo había hecho acto de presencia y todo estaba cubierto de pequeños copos de ceniza blanquecina, como si se tratara de una nevada. Era el verano con más incendios que podía recordar. Si lo nuestro fuera una serie de televisión, lo habría tomado por una señal cósmica que nos avisaba de una inminente emboscada y de nuestra muerte a tiros —un bonito espectáculo también, sin duda.
En fin, como esto no era una serie, sino la vida real, casi mejor que no hubiera emboscadas…
Aparcamos junto al edificio del club y conté ocho motos, lo cual significaba una apreciable superioridad numérica para nosotros. Los de la facción de Cord eran cuatro y los otros debían de ser aspirantes o simpatizantes del club, adictos a su causa. O no. ¿Qué narices sabía yo, en realidad? Cody, uno de los aspirantes — no precisamente muy prometedor— estaba fuera vigilando y nos miró con expresión de alarma mientras íbamos alineando cuidadosamente nuestras motos.
Picnic avanzó hacia él a grandes trancos, seguido de cerca por Hunter, y vi cómo Cody tragaba saliva.
—¿Aspirante? —inquirió Picnic, mirando de arriba abajo al muchacho—. Gage, ¿lo conoces?
—Es uno de los de Marsh —respondí al llegar junto a él—. Se compró su primera moto hace pocas semanas.
Pic suspiró y se echó el pelo hacia atrás con la mano.
—Hijo, no tienes ni puta idea de dónde te has metido —le indicó, con voz amable—. Escucha, porque esta es la mejor oferta que vas a recibir esta noche: entréganos tu chaleco, móntate en tu moto y lárgate. Tu presidente y sus amigos están encerrados y van a seguir así durante un tiempo. El club en el que quieres ingresar va a dejar de existir esta noche, así que de momento no vas a poder aspirar a nada. Aprende a manejar tu máquina, crece un poco más e inténtalo de nuevo dentro de unos años. No te tendremos esto en cuenta.
Nunca me había dado la impresión de que Cody tuviera muchas luces, aunque parecía un buen chico. En aquel momento imaginé un hámster dentro de su cabeza, corriendo desesperado en su rueda, ansioso por escapar.
«Móntate en la moto, chico», dije para mis adentros. «Vete de aquí.»
—No voy a entregar mi chaleco, señor —dijo por fin, con voz vacilante pero sin pestañear—. Me han dicho que me quede aquí y vigile las motos y eso es lo que voy a hacer. Si quieren mi chaleco, tendrán que quitármelo.
«Dios mío…»
—Tú has visto mucho la serie Hijos de la anarquía, ¿verdad muchacho? —le preguntó Pic, con un profundo suspiro—. Cuánto daño ha hecho ese puto show. Todos se creen Jax Teller. Vamos, muchachos, cacheadlo y adentro con él.
Un segundo después, Horse y Ruger sujetaban a Cody contra la pared y registraban rápidamente su ropa, en busca de armas. Solo le encontraron una pequeña navaja suiza, de las que llevan sacacorchos y abrebotellas.
Pic y Hunter me miraron, incrédulos, y me encogí de hombros. No podían decir que no les hubiera avisado…
El club de los Nighthawks se había ido a pique.
Pic me hizo una señal con la cabeza para que entrara el primero en el edificio. Nunca tiene gracia abrir la marcha, pero tenía su lógica, dado que era el único al que conocían los de dentro. Abrí la puerta y vi a Cord y a otros cuatro moteros, que obviamente nos estaban esperando. El jefe de la facción disidente de los Nighthawks lanzó un vistazo a mi chaleco, con los distintivos de los Reapers, y si le sorprendió, no lo dejó traslucir. Pic y Hunter me siguieron, mientras los demás rodeaban el edificio.
—Hola —saludó Cord, dirigiéndose a Picnic—. Soy Cord. Nos hemos visto antes, en una convención, hace algunos años. Conozco bien a Rance, el presidente de Bellingham. Ya imaginábamos que vendríais un día de estos.
—Rance está ocupado —respondió Picnic— y me ha pedido que venga yo en su lugar. Este es Hunter, el presidente de los Devil’s Jacks de Portland. Supongo que sabes por qué estamos aquí.
—Marsh Jackson ha hundido este club, ha dejado de pagar sus impuestos y habéis venido a comprobar qué ha pasado —respondió Cord.
El hombre nunca me había parecido un estúpido y parece que mi instinto no me había fallado aquella vez.
—Soy Gage —le dije, mirándole fijamente a los ojos.
—Bonito chaleco —comentó él, en respuesta—. Qué curioso, la última vez que te vi no lo llevabas. No imaginaba que a los Reapers les daba miedo mostrar sus colores en el estado de Washington.
—Teníamos que averiguar lo que pasaba aquí —dijo Pic con voz despreocupada—. Nos llegó información de que era demasiado fácil infiltrarse en el club, decidimos hacer la prueba y vaya si era fácil.
Cord apretó los labios y hubo unos segundos de tenso silencio.
—La verdad es que nada aquí ha ido de manera muy normal —intervino Hunter, mirando a Cord—, pero el resultado es el que es. Sabemos que contactasteis con los Reapers a través de Pipes y ellos han respondido. Querían ver lo que ocurría, lo han visto y ahora estamos aquí hablando con vosotros porque sabemos que sois gente legal. Vamos a buscar la manera de resolver esto y seguir adelante.
—Lo único que no llego a entender muy bien es qué se te ha perdido a ti en todo esto —replicó Cord.
—Aquí el hombre es mi suegro —respondió Hunter, señalando a Pic con la barbilla—. Si él se cabrea, ella se cabrea. No tengo salida. Es un tema serio, hermano. Hay que hacer las cosas bien.
—Parece que te tienen bien agarrado por las pelotas —comentó Cord, arqueando una ceja.
—Es lo que hay, cuestión de prioridades —respondió Hunter, encogiéndose de hombros—. ¿Podemos sentarnos y hablar? Nadie quiere pelear hoy aquí. Los Nighthawks tenían un problema y el problema está en la cárcel ahora, así que es hora de reagruparse.
Cord asintió lentamente.
—Es cierto —dijo—. ¿Queréis beber algo, chicos?
—Después —respondió Picnic—. Es mejor que antes hablemos. ¿Por qué no empiezas por presentarnos a tus hermanos?
—Estos son Wanker, Charlie Boy y Tamarack —respondió Cord señalando a los tres moteros que llevaban distintivos de los Nighthawks—. Esos dos son Cody y Fuckwit, aspirantes de Marsh. Cody se perdió la movida de Ellensburg porque ha estado con gastroentritis y, en cuanto a Fuckwit, cada día nos cae mejor. Creo que el chico tiene futuro.
—El amigo Cody parece que se toma las cosas muy en serio —indicó Picnic—. Al llegar le dijimos que se largara mientras aún estuviera a tiempo y se negó a entregarnos su chaleco.
Cord pareció sorprendido y miró muy serio a Cody, que puso cara de póker, aunque las manos le temblaban ligeramente. Joder, parecía que el chico se lo estaba buscando….
—Está bien, los aspirantes fuera —dijo Pic—. Quedaos a vigilar las motos, con algunos de los nuestros para que os hagan compañía. Pensad un poco. Si os vais esta noche, no pasará nada, no os vamos a juzgar ni a condenar. Los mayores tienen que hablar ahora. ¿Dónde tenéis la «capilla»?
Seguimos a Cord hacia la sala de reuniones, Pic, Hunter, Ruger, Bam Bam, uno de los hermanos de Hunter llamado Taz y yo. Pic se sentó en la mesa del presidente, sin objeción por parte de Cord —era lo normal, ya que los Reapers estaban por encima de los Nighthawks. Siempre lo habían estado y siempre lo estarían. Nos debían respeto, fueran cuales fueran las circunstancias.
—Así es como veo yo las cosas —arrancó Pic, dirigiéndose a Cord—. En esta ciudad hay dos clubes, los viejos Nighthawks y los nuevos Nighthawks. Los viejos eran nuestros aliados y tú eres su líder. ¿Es más o menos así?
—Es una buena descripción —confirmó Cord, con rostro inexpresivo—. La mayoría de mis hermanos de verdad están en la cárcel, con sentencias duras. Deberíais saber toda la verdad sobre esto. Bastantes de vuestros chicos estarían con ellos ahora si no hubieran mantenido la boca cerrada cuando los arrestaron.
—Tienen nuestro respeto por eso —aprobó Pic—. Entonces, por lo que sabemos, Marsh y los suyos aprovecharon para hacerse con el control del club, lo que os dejó a vosotros en una situación bien jodida, ¿correcto?
—Eso es exactamente lo que pasó —corroboró Cord—. Salí en libertad bajo fianza y me encontré con mi club patas arriba, todo jodido.
Por un instante su máscara de hombre duro desapareció y pude ver lo agotado que debía de estar.
—Podías haber venido a hablar con nosotros —le dijo Picnic.
—No era mi papel —replicó él—. Marsh era el presidente, elegido según las reglas. ¿Crees que somos un club de putas, que van corriendo a buscar a papá cuando las cosas se ponen feas? Nosotros mismos nos habríamos encargado de nuestros asuntos, antes o después.
—¿Tú nunca votaste por él? —le pregunté y Cord negó, moviendo la cabeza.
—No, aún estaba en la cárcel cuando lo eligieron —respondió—, pero entiendo cómo ocurrió todo. Era el único hombre fuerte que quedaba libre después de la redada. Todos los demás estábamos fuera de la foto y algunos tienen para diez años. No podíamos estar sin un líder fuerte y los Reapers lo aprobaron.
—Eso es cierto —reconoció Picnic—. Ojalá estuviera aquí Rance. Esta zona cae bajo el control de Bellingham, no de Coeur d’Alene, así que él conoce la situación mejor que yo. Bueno, estamos de acuerdo en que la culpa fue de todos. La cuestión ahora es qué hacemos para resolver la situación.
—Tenéis que saber que no vamos a permitir que Marsh regrese —afirmó Cord—. Ya lo hemos decidido en votación. O se larga, o entregamos nuestros chalecos. Este ya no es el club al que me uní en su día y, aunque quiero a mis hermanos que siguen en la cárcel, no podemos dejar que Marsh se cargue todo lo que tanto nos costó construir. Si hace falta, fundaré un nuevo club, con o sin vuestra bendición.
Un silencio espeso siguió a aquellas palabras, porque todos eran conscientes de lo que significaban.
La guerra. Cord tenía que saber que aquello no podía acabar bien para ellos.
—¿Has hablado con los que están encerrados? —le preguntó Hunter—. ¿Qué dicen ellos?
—Si caen los Nighthawks, quedarán solos y se abrirá la veda para que nuestros enemigos los cacen como a conejos —respondió Cord—. Por eso queremos mantener fuertes nuestras alianzas, por su seguridad. Marsh es una bomba de relojería con patas y no estoy seguro de que los que quedamos en libertad seamos lo bastante fuertes como para oponernos a él. Queremos encontrar una salida que no nos lleve a todos a la tumba.
—¿Y si os ofrecemos un compromiso? —dijo Pic lentamente.
—Te escucho —respondió Cord.
—Marsh y su gente están fuera de juego —declaró—. Para nosotros están muertos. Si enseñan el hocico, si causan el menor problema, podéis ir a por ellos y os apoyaremos. Sin embargo, estamos de acuerdo en que el club de los Nighthawks se ha venido abajo y no podemos permitir un vacío de poder así en nuestro territorio. Aparte de eso, el nombre del club ha quedado manchado por su rebelión contra nosotros. Si lo dejamos pasar, otros clubes podrían seguir el ejemplo. Vamos a tener que echaros el cierre.
La mandíbula de Cord se crispó.
—¿Y qué pasa con los hermanos que están en la cárcel? —preguntó—. Nuestra alianza con los Reapers los mantiene con vida, porque tenéis gente dentro también. Si seguimos estando juntos, hay más probabilidades de que sobrevivan.
Pic asintió con la cabeza y se inclinó hacia adelante.
—Estamos dispuestos a aceptaros como miembros de los Reapers —anunció con voz grave.
Cord alzó una ceja y Tamarack cruzó los brazos. El hombre era de verdad robusto, como un oso, y cada vez que cruzaba la mirada con él, me daba la impresión de que iba a soltarme un gruñido.
—¿Lo dices en serio? —inquirió Cord.
—¿Te parece que estamos de broma? —le respondió Pic—. Lo he hablado con nuestro presidente nacional y está de acuerdo. La decisión tendría que ser votada por todos los presidentes locales, por supuesto, y algunos podrían oponerse. Sabemos que habéis pasado cargamentos al otro lado de la frontera sin pagarnos nuestra parte.
—No nosotros —precisó Cord—. Eso ha sido todo cosa de Marsh. A nosotros nos han quitado lo nuestro también.
—Lo sabemos —intervine—. Yo mismo lo he comprobado y soy consciente de que no te gusta cómo se han hecho las cosas. Sé que no está bien que un hombre llegue a tu ciudad y se meta en tu club sin llevar sus colores, pero teníamos que entender lo que estaba ocurriendo y ahora lo entendemos. Sabemos muy bien que vosotros no participasteis en la traición. Por eso estamos dispuestos a luchar por vosotros y por vuestros hermanos. No queremos que Hallies Falls pierda su club. Si aceptáis la propuesta, todos los hermanos leales sobrevivirán con su dignidad intacta. No solo eso, nuestra alianza será más fuerte que nunca, lo que significa que también nuestros presos estarán seguros. Que sea Marsh el que pague por todo el destrozo que ha causado, Cord. Juntos construiremos una sección de los Reapers en Hallies Falls que se ganará el respeto de todo el mundo.
Cord miró a su alrededor. De las paredes colgaban viejos chalecos de cuero y retratos de miembros del club que habían fallecido.
—¿Y qué hay de los que nos precedieron? —dijo, señalando la insignia del club—. ¿De los Nighthawks originales? ¿Esperáis que los olvidemos?
—No —respondió Pic—. En lo que a nosotros respecta, los hombres que traicionaron vuestros colores nunca existieron. Los demás habéis servido con honor y nosotros nunca olvidamos a nuestros hermanos caídos. Ellos continuarán aquí y tendrán nuestro respeto, si decidís convertiros en una sección de los Reapers. Vamos a daros unos minutos para que podáis discutirlo.
Picnic comenzó a levantarse y los demás lo imitamos, pero Cord habló e hizo que se detuviera en seco.
—¿Y si decimos que no? —preguntó.
—Entonces se acabó —respondió Pic, seco—. Nos llevamos vuestros chalecos e insignias y cerramos el club. No podemos permitir que un club de apoyo nos traicione y sobreviva.
—Entonces no nos dejáis mucha opción, ¿verdad? —dijo Cord, asintiendo lentamente.
—Siempre hay opción —replicó Pic.
—¿Y los hermanos que están en prisión y que guardaron silencio para salvaros el culo? —insistió Cord—. ¿Vais a permitir que los liquiden?
—No —respondió Pic con firmeza—. Continuarán bajo nuestra protección, porque se lo han ganado, pero todos sabemos que serán más fuertes si llevan el nombre de los Reapers. Eso sí, todos vosotros tendréis que estar a prueba durante un tiempo, antes de poder llevar nuestros colores.
—Por supuesto —dijo Cord, con tono amargo.
—Es lo que hay, hermano —terció Hunter.
—Tú no eres mi hermano —replicó Cord.
—Todos los Reapers son mis hermanos —le contestó a su vez Hunter, mirando a Picnic—, incluso el cabrón de mi suegro. Si os unís a los Reapers, tendréis también la protección de los Devil’s Jacks, recuérdalo.
Dicho esto, nos retiramos a la habitación principal para dejar que los Nighthawks debatieran nuestra propuesta.
—Ha ido bien —comentó Ruger.
—¿Tú crees? —le pregunté.
—No ha habido tiros —respondió, encogiéndose de hombros—. Eso es buena señal.
—Bueno, sí —concedí—, si la medida de éxito es que no haya heridos de bala, creo que lo hemos clavado.
—Evitar que me disparen es una de mis principales prioridades, hermano —replicó él, con una sonrisa de oreja a oreja—. Justo por encima de evitar que me apuñalen y de ahí para abajo, de forma gradual y escalonada.
Pic sacó su teléfono móvil y supuse que se disponía a llamar a Shade para comentarle cómo iba la cosa. Decidí salir al aparcamiento, para comprobar si los aspirantes aún seguían allí, y para mi sorpresa no se habían marchado. Cody estaba limpiando la moto de Horse, bajo la mirada severa de mi corpulento hermano.
—El muy cabrón ni siquiera se ofreció voluntario —comentó este—. He tenido que sugerírselo.
Joder, me impresionaba que Cody no hubiera salido de allí a escape.
—Ya han terminado —anunció Taz, sacando la cabeza por la puerta. Entré con los demás en la «capilla», donde nos esperaban Cord y sus hermanos, con rostros serios. Pic saludó respetuoso, con un movimiento de cabeza.
—¿Habéis tomado una decisión? —les preguntó.
—Parece que vamos a cambiar de colores —anunció Cord—, aunque la verdad es que se nos hace muy extraño.
—Lo que importa es si es lo correcto —respondió Pic con tono tranquilo y Cord sacudió la cabeza.
—Lo que ha ocurrido aquí no es como para estar orgullosos —dijo—. Lo mejor es volver a empezar desde cero.
—¿Los hermanos encarcelados estarán de acuerdo? —preguntó Pic y Cord asintió con la cabeza.
—Nadie estaba contento con la situación —admitió—. Pipes empezó a hablar con Painter por una razón. Estaba asustado. Todos sabíamos que, si los Reapers se volvían contra nosotros, los chicos de dentro morirían. No podemos sobrevivir sin vosotros.
—La cosa va en las dos direcciones —le dijo Picnic—. A Painter le van a retirar la libertad condicional. Necesitará el apoyo de Pipes, porque allí casi no tenemos apoyos.
Cord asintió y miró a su alrededor.
—Entonces, ¿cómo va a funcionar esto? —preguntó.
—Gage va a convertirse en nómada —anunció Picnic— y por el momento actuará como vuestro presidente. Hay que formalizar la situación con el resto de los Reapers antes de que podáis optar a nuestros colores, pero no creo que haya problema. No hemos olvidado quiénes erais antes de que Marsh tomara el control.
—Mi hermano Taz se quedará aquí con Gage —intervino Hunter, señalando con un gesto al hombretón situado junto a él—. Oficialmente será nómada también, pero extraoficialmente será vuestro jefe de seguridad. Su principal tarea será ocuparse de que a Gage no le ocurra nada malo. Si se da el caso, habrá una escalada muy poco agradable.
—Encantado de estar aquí —dijo Taz, sonriendo y haciendo crujir los nudillos—. ¿Os gusta la cerveza, chicos? No me vendría mal una.
—Con eso podemos ayudarte —respondió Tamarack, también sonriente—. De lo que andamos fatal es de tetas y de rajas. La loca de la hermana de Marsh ahuyentó a todas las buenas. Tenemos que ponernos las pilas para reconstruir nuestra reserva.
—¿Alguien ha visto a Talia? —pregunté, pensando en Tinker.
—Qué va —respondió Cord—. A la muy zorra ni se le ocurría aparecer por aquí si no estaba su hermano. Si le queda alguna neurona sana, ya se habrá largado de la ciudad.
—Si la veis por ahí, comentádmelo —les dije—. Ah, y una cosa. Tinker Garrett está bajo mi protección, lo que significa que lo está también bajo la vuestra.
Aquello los dejó sorprendidos.
—¿En serio? —dijo Cord—. La tía está muy buena, pero creo que le gustan más jovencitos. Hay por ahí un video…
Le interrumpí con un gesto de la mano.
—Bueno, a partir de ahora, ni una palabra sobre el video —advertí—, o sobre Tinker. Si alguien le falta al respeto, me lo tomaré muy personalmente, ¿está claro?
Tamarack asintió.
—Es una tía legal —dijo—. La conocí en el colegio. Podías haber escogido mucho peor.
—Cerveza —dijo Picnic—. Necesitamos cerveza. El resto son meros detalles.
—¿Y qué hay de los aspirantes? —dijo de pronto Cord—. ¿Serán aspirantes a Reapers a partir de ahora?
Pic y yo nos miramos.
—Vamos a pensarlo un poco —propuse—. No es que sean muy prometedores, pero al menos están aún ahí fuera. Ninguno se ha largado.
—Nos ocuparemos de ellos más tarde —resolvió Picnic—. Ya tenemos muchos asuntos que resolver a nivel nacional y no podemos decidirlo todo en un día. Por el momento los consideraremos nuevos simpatizantes de los Reapers. Bueno, en circunstancias normales diría que es el momento adecuado para una fiesta, pero…
—Somos pocos, pero hospitalarios —le interrumpió Cord—. Nuestras chicas tenían preparados algunos planes de contingencia, por si esto no acababa en una masacre.
Picnic se echó a reír.
—Llámalas entonces —dijo—, que sepan que aún estáis vivos.