Capítulo 16

Tinker

El rostro de Cooper —no, de «Gage»— estaba enrojecido y sus ojos, desorbitados de ansia. La cabeza me daba vueltas y mi cuerpo gritaba, porque el deseo que había sentido por él antes no era nada comparado con lo que experimentaba ahora. Cuando noté la presión de su duro miembro contra mi entrepierna, las ganas de tenerlo dentro fueron tan intensas que me nublaron el pensamiento.

Habría sido tan fácil…

«Déjale hacerlo», me susurró una voz interior. «Deja que te posea y que te haga gozar. Has sufrido tanto, has estado sola tanto tiempo. Te lo mereces.»

Tal vez lo merecía, pero también merecía algunas malditas respuestas.

—Me mentiste —repetí, con voz fría, casi indiferente. Aquel no era el hombre que me había hecho reír la noche en que cenamos juntos. Ni se le parecía. Era más duro y no había ni rastro de emoción en sus ojos. ¿Lujuria? Sí, eso sí, definitivamente. Me deseaba tanto como yo a él, de eso no tenía ninguna duda, pero aquel no era el Cooper que yo había conocido durante las últimas semanas. No era el hombre que me ayudaba a reparar mi edificio o que me había hecho sentir bien cuando le confesé que me habían grabado en video mientras follaba con un bailarín de strip-tease.

Desde luego tampoco era el hombre que había seguido a Talia como un perrito faldero en cuanto ella le había hecho una señal con el dedo. Tenía razón en una cosa, había mentido y no solo con sus palabras. Toda la relación que habíamos mantenido era una mentira.

—Suéltame —le dije, seca.

—¿Y si no qué? —me respondió él, con voz sugerente.

No le respondí, sino que clavé en él la mirada hasta obligarle a desviar la suya. Él sonrió de medio lado y me soltó muy lentamente, como para dar a entender que lo hacía porque era su decisión, y no la mía.

—¿Quién eres? —le pregunté, mientras la presión contra mis piernas enviaba ondas de deseo y de urgencia por todo mi cuerpo. Sin embargo, no era una adolescente primeriza que pudiera ser manipulada tan fácilmente por el deseo.

—Ya te lo he dicho, mi nombre es Gage —respondió—. Soy miembro del club de moteros de los Reapers y a partir de ahora voy a ser el hombre que te folla.

Alcé las manos y presioné con fuerza contra su pecho para dejarle claro que quería separarme de él. Sin embargo, no cedió y sus manos agarraron mis nalgas con más fuerza.

—No vamos a hacer nada —le dije, aunque mi cuerpo estaba en desacuerdo—. No sé quién demonios eres y yo no me acuesto con desconocidos.

—Te follaste a un boy desconocido en una despedida de soltera, ¿recuerdas? —me espetó él.

Noté una punzada en mi interior y se me cortó la respiración.

—¿En serio pretendes avergonzarme con eso? —susurré y noté que su mandíbula se crispaba. Acto seguido sacudió la cabeza, con el ceño fruncido.

—Esto no va bien —dijo y un reflejo de frustración cruzó su mirada.

—¿En qué lo has notado? —respondí, con voz helada—. Mira, hay algo que deberías saber acerca de mí, «Gage». A veces tropiezo y me caigo. A veces pierdo la partida y las cosas no me salen como las había planeado. A veces incluso me siento débil y me vengo abajo durante un tiempo. Sin embargo, hay dos cosas que no me pasan: no me rindo y no abandono nunca la partida.

Dicho esto, golpeé hacia arriba con ambos puños a la vez y le alcancé en la base del cuello, justo encima del esternón. Está claro que le hice daño, porque gruñó y dio un paso atrás. Entonces aproveché aquel momento de desconcierto y, usando su propio cuerpo como punto de apoyo, me impulsé hacia un lado con tanta fuerza que caí al suelo y repté en dirección a la puerta con toda la velocidad que me permitían mis brazos y mis piernas. Sentí un escalofrío debido al bombeo de adrenalina por todo el cuerpo y por la pérdida de calor repentina, al separarme de él. A pesar de todo, aún me sentía excitada, lo cual era muy jodido. Menuda mezcla de sensaciones, lujuria desaforada y cabreo brutal al mismo tiempo…

—¿De verdad te has creído que podías montarte semejante cantidad de mentiras y que yo lo aceptaría tal cual? —le pregunté, poniéndome de pie. Él retrocedió, con el ceño fruncido. Su rostro era la viva expresión de la frustración y de la lujuria, a partes iguales.

—No creo nada —respondió—. Me he pasado las últimas veinticuatro horas metido en un calabozo, sin poder impedir que media ciudad te llamara y te contara historias sobre mí.

Sonreí con amargura.

—La mitad de la ciudad ni me dirige la palabra —respondí—. ¿No te acuerdas de que me consideran una zorra?

—Que les jodan —respondió él, con voz tan furiosa que hasta me sorprendió—. Tú eres mejor que todos ellos juntos, Tinker, y desde luego eres mejor que yo. Sin embargo, acuérdate de cómo les gusta hablar mierda cuando empieces a oír rumores sobre lo ocurrido este pasado fin de semana, rumores sobre mí y sobre lo que va a pasar a continuación. Se avecinan cambios importantes respecto a los Nighthawks.

Tragué saliva. Lo deseaba y lo odiaba al mismo tiempo.

—Eres miembro del club de moteros de los Reapers —dije lentamente y Gage asintió.

—¿Has oído hablar de nosotros? —me preguntó.

—Mi marido era fiscal —le recordé, con tono amable—. He oído muchas cosas sobre tu club y sobre los demás. Y sé de qué clase de cosas sois responsables.

Gage sacudió la cabeza.

—No conoces a mi club —replicó—, pero lo conocerás. Mis hermanos están aquí porque las cosas se han descontrolado con los Nighthawks. Sabes que lo que digo es cierto. Vine a Hallies Falls para verlo con mis propios ojos y comprobé que tienen aterrorizado a todo el mundo. Nosotros vamos a resolver la situación. Después te presentaré a mis hermanos y a sus familias y sabrás cómo somos en realidad.

—No tengo ningún interés en conocer a tus amigos y menos aún a sus familias —le respondí, subrayando esta última palabra—. Sobre todo si están tan enfermos de la mente como tú.

Gage sacudió lentamente la cabeza y su mirada se endureció.

—A mí ódiame todo lo que quieras, pero no juzgues a gente a la que nunca has visto —me dijo—. Mis hermanos Reapers son gente, tan real como tú y Darren o Carrie. Tienen mujeres e hijos. Somos gente, Tinker, no estereotipos. Vivimos la vida según nuestras propias reglas, pero no eres más que una hipócrita si te tragas sin más toda la mierda que dice la gente sobre nosotros, especialmente la gente como tu ex. Es basura, la misma clase de basura que te echaron a ti encima por lo de ese estúpido video sexual.

—¿Cómo puedes comparar una cosa con otra? —repliqué—. ¡A vosotros os han arrestado por posesión de drogas!

—No, Tinker, a mí no —se defendió él—. Todos los que fueron arrestados por eso siguen en la cárcel. Yo no me meto anfetaminas y no me encontraron absolutamente nada. Creo que tus fuentes están algo desencaminadas en esto, ¿eh? ¿Será lo único? Tal vez sería mejor que preguntaras antes de sacar conclusiones.

Respiré hondo y me estremecí de alivio. Solo entonces me di cuenta de hasta qué punto me había alarmado la llamada de Carrie.

—¿Entonces no has estado usando mi apartamento para vender droga? —pregunté.

Gage me miró fijamente a los ojos.

—No, Tinker —respondió—. No he vendido drogas para nada en tu edificio. De hecho, no me dedico a vender droga. Lo único que he hecho ha sido reparar la azotea, desatascar los baños e intentar decidir qué hacer con esta increíble mujer que ha aparecido en mi vida justo en el peor momento, porque me resulta imposible quitármela de la cabeza. Dame una oportunidad, Tinker. Acepta el reto. Conoce a mis hermanos. Conoce a sus familias. Eso sí, mantén la mente abierta. Si no, serás como Maisy y como Heather. Han usado esa grabación contra ti como si fueras una puta que solo merece ser castigada por el hecho de existir. Tú no eres ninguna puta y la verdad nunca es de color blanco o negro. Intenta conocerme, a mí y a mis hermanos. A mi familia. Dales una oportunidad.

Consideré lo que me decía Gage y una idea me saltó a la mente. Si no me hubieran hecho aquella grabación en video, me habría considerado en mi perfecto derecho de juzgarlo y condenarlo sin más. Me había mentido y no podía haber ninguna justificación para ello. Sin embargo, ahora pensaba que, si había actuado así, tal vez podría haber alguna razón detrás de su comportamiento. Me acordé de Sadie y de las señales de violencia en su rostro. Si hubiera acudido a la policía, Marsh tal vez la habría castigado por ello.

Cooper había dicho la verdad en una cosa: la situación en Hallies Falls era terrible y alguien tenía que hacer algo al respecto.

«Pruébalo», me dijo mi voz interior. Prueba a abrir tu mente. Mira a ver qué pasa.»

—¿Eso significa que conoceré a tus hijos? —le pregunté, con un nudo en el estómago. Era cierto, no tenía ni idea de qué podía pasar. No sabía absolutamente nada de aquella nueva versión de Cooper. Traté de imaginármelo como padre —lo había intentado desde que lo conocía—, pero no lo conseguí. La idea de que un hombre que daba tanto miedo tuviera hijos era algo que se me escapaba.

Gage guardó silencio y estudié su rostro, cada vez más inquieta. Lo que había confesado hasta el momento no era todo. Podía verlo perfectamente en sus ojos.

—No tengo hijos —dijo por fin.

Me llevé una mano al vientre, pensando en Tricia.

—¿Que no tienes hijos? —le dije, estupefacta—. ¿Me mentiste también en lo de que eras padre? ¿Cómo pudiste inventarte una cosa así? ¿Qué tiene eso que ver con un club de moteros?

—Mentí sobre todo, Tinker —suspiró él—. Creé a la persona que necesitaba ser, por mi club, pero entonces te conocí y todo se jodió.

Le oía hablar, pero mi cerebro estaba cerrado. La primera mentira me había dolido, pero… ¿aquello? Tratar la idea de tener hijos como si fuera una cosa sin importancia era algo que mi mente no aceptaba. Yo había deseado a mi bebé más que a nada en el mundo. Habría dado todo por tenerla y este tal Gage utilizaba hijos imaginarios como una tapadera en su jueguecito de moteros espías.

Hasta aquí habíamos llegado.

—Fuera —dije, con sensación de náusea. En mi mente se aparecía ahora la preciosa carita de mi hija, como si estuviera dormida. Un hombre de ojos tristes había entrado en mi habitación con una cámara aquella tarde, me había hecho una foto con mi hija en brazos y después ella se había ido para siempre.

Tricia no había sido una mentira.

—Tenemos que hablar —insistió él.

—Largo de aquí —repetí, apretando los dientes, mientras sentía que algo se rompía dentro de mí. Solo quería verlo salir por la puerta inmediatamente.

Gage sacudió la cabeza.

—Resolveremos esto —dijo.

—¡Fuera de mi casa! —grité y le golpeé el pecho con los puños, con todas mis fuerzas. En aquel instante lo odiaba, lo odiaba con toda la cólera que llevaba acumulada en mi interior, y no conseguía que desapareciera de mi vista de una maldita vez. Le agarré por el hombro e intenté obligarle a arrodillarse, tal y como me habían enseñado a hacer en clase de defensa personal. Sin embargo, él me bloqueó en el último minuto, me agarró y me envolvió en sus brazos, haciéndome de nuevo su prisionera.

—Tranquila —me susurró y en respuesta le mordí el hombro, esta vez no en plan juego. Le clavé los dientes a fondo y, de no ser por su chaleco de cuero, le habría hecho sangrar.

—¡Para, joder! —gritó.

Me removí con fuerza y, aunque estaba sujetándome con los brazos, yo tenía la ventaja de que todo me importaba una mierda, hacerle daño o hacerme daño a mí misma.

Solo quería que saliera de mi casa antes de que me hiciera reventar de rabia en mil pedazos.

—Estate quieta —gruñó y yo solté la presa del hombro y me fui en su lugar a por el cuello. Gage no se lo esperaba y gritó fuerte cuando le clavé los dientes, se notaba que le había dolido de verdad, por fin. Sorprendido por mi ataque, me liberó y me empujó para apartarme, con tanta fuerza que perdí el equilibrio y caí de culo contra el suelo. El impacto fue doloroso, pero la ira me hizo olvidarlo pronto, y también el alivio de ver que no era yo la única que se había llevado algo en la refriega, ya que Gage tenía la mano en el cuello y la sangre le chorreaba entre los dedos. El Reaper, o lo que fuera, me miraba ahora como queriendo taladrarme con los ojos, pero yo le ignoré, me puse en pie de un salto y me lancé hacia la mesa donde había dejado su cinturón.

Su cinturón y su pistola.

Agarré rápidamente el arma, retiré el seguro y apunté al pecho del mentiroso hijo de perra.

—Es hora de que te vayas de mi casa —le indiqué, esta vez con tono firme y que no admitía dudas. Gage me observó con precaución, siempre con la mano apretada contra la herida de su cuello.

—¿Sabes? —dijo con voz despreocupada—. El presidente de mi club ya me advirtió de que no te tomarías esto muy bien.

Parpadeé, confusa.

—¿De qué demonios estás hablando? —inquirí

—Picnic —respondió él—. Es el presidente de mi club. Me dijo que seguramente estarías cabreada conmigo por haberte mentido. Parece que tenía razón.

—¿Pero estamos hablando de lo mismo? —le dije, alzando aún más la pistola. ¿Qué cojones…? Yo era la que iba armada allí. Se suponía que él tenía que hacer lo que yo le dijera, y no ponerse a charlar tranquilamente.

—Te lo digo —continué— por si no te estás dando cuenta de lo que pasa aquí. Si no te largas ahora mismo de mi casa, te voy a pegar un tiro.

—Sí, tenía razón —insistió él, pensativo—. Ha sido un error. Me voy, pero no antes de que bajes la pistola.

—¡No voy a bajar la maldita pistola! —repliqué.

—Bueno, quédate con la pistola por el momento —dijo, suspirando—, pero ¿puedes pasarme el cinturón? Seguramente esta no va a ser mi única pelea de esta noche y no quiero que se me caigan los pantalones en el momento clave.

—Pero ¿te das cuenta de que tu vida corre peligro? —le dije, casi histérica—. ¿Qué pelotas te pasa en la cabeza? Tu cinturón me importa una mierda.

Gage frunció el ceño y dio un paso hacia mí.

—Es que es mi favorito —dijo.

Noté que las manos empezaban a temblarme. La pistola me pesaba, pero no era solo eso. Era el hecho de que no le daba la gana de largarse y de pronto me di cuenta de que tal vez tendría que dispararle.

No quería dispararle.

No quería disparar a nadie. Yo era una chica que preparaba dulces, regaba las plantas de su jardín y a veces se emborrachaba con vino tinto sentada en el columpio de su porche. Las chicas así no les pegan tiros a tíos en el salón de su casa.

—Vete, por favor —le susurré y él sonrió casi con ternura y avanzó un paso más hacia mí. Ahora nos separaba solo un metro de distancia. Yo no podía apartar los ojos de los suyos y él alzó las manos, como para indicar que se rendía.

—Dame el cinturón —me dijo—. Te dejo que te quedes con la pistola.

Sentí que las manos me temblaban aún más y busqué a ciegas el cinturón, que se encontraba a mi espalda. Quería que aquel hombre se marchara a toda costa. Necesitaba pensar sobre lo que me había ocurrido, sobre toda aquella locura. No entendía aún cómo había podido llegar a esto, yo apuntando con una pistola a un hombre en el salón de mi casa.

Agarré por fin en cinturón, se lo tendí y susurré:

—Tienes que marcharte.

Él se adelantó para recogerlo, sin dejar de mirarme a los ojos, y de pronto sentí un violento manotazo y la pistola voló hasta el otro extremo de la habitación. Un segundo después me encontré tumbada en el suelo, con el pesado cuerpo de Gage encima y mis dos manos apresadas bajo las suyas, por encima de mi cabeza. El motero me obligó a separar las piernas y situó las suyas en medio, dejándome completamente atrapada.

¿Cómo había podido ocurrir?

Todo lo que me sucedía era horrible y no hacía más que empeorar minuto a minuto. Traté de removerme y, para mi gran disgusto, sentí que los ojos se me llenaban de lágrimas. Odiaba llorar. Había demasiados sentimientos hirviendo a la vez dentro de mí y no podía controlarlos todos. Ahora él estaba encima de mí de nuevo y podía sentir su miembro erecto presionando contra mi cuerpo. Todo ocurría demasiado rápido. De nuevo luché para tratar de liberarme y él dejó escapar un ronco gemido. Mi corazón estaba a punto de estallar y él parecía terriblemente excitado, como un animal enfermo.

¿Cómo podía aquello ser real?

—Hazlo, vamos —resoplé y él se quedó inmóvil.

—¿Hacer qué? —inquirió.

—Viólame o lo que quieras —respondí—, pero acaba de una vez.

Gage me liberó de golpe y se sentó a mi lado.

—Dios mío, ¿quién te has creído que soy? —me dijo.

Me incorporé lentamente, enjugándome las lágrimas con el dorso de la mano, y le miré a los ojos, sacudiendo la cabeza.

—No tengo ni puta idea —le respondí en un susurro y era la pura verdad—. Por favor, vete. Lo único que quiero es que te vayas.

Gage me miró fijamente y después asintió, con el rostro en tensión.

—Me voy por ahora —dijo—, pero no hemos terminado.

—Por esta noche hemos terminado —le respondí.

De nuevo asintió con la cabeza y recogió del suelo su cinturón y su pistola. Di un respingo al ver que avanzaba hacia la mesa, pero se limitó a agarrar su cuchillo. Acto seguido se dirigió hacia la puerta, pero antes de salir se volvió una vez más hacia mí.

—No era así como había planeado esto, Tinker —me dijo—. Lo siento. Mañana hablamos.

***

Gage

Imbécil.

No era más que un jodido imbécil. Mira que Picnic me había advertido de que no hablara con ella y el muy cabrón había acertado. De nuevo. No sé por qué siempre tenía que tener razón, pero aquel hecho innegable me tocaba muchísimo las pelotas.

En el momento en que ella me había mirado a los ojos y me había dicho que adelante, que la violase, algo había muerto dentro de mí. Creo que nunca me había odiado a mí mismo tanto como en aquel instante.

Había una cosa, sin embargo, que me tenía desconcertado. ¿Por qué cojones, de todas las mentiras que le había contado, había sido precisamente la de los niños la que la había hecho explotar? Sabía que era una mierda inventarse algo así, y a nadie le gusta comerse una mierda, pero había esperado que le reventara mucho más lo de mi fingido rollo con Talia, y no eso.

En fin, una cosa más a añadir a la lista de marrones que tendría que resolver con ella la próxima vez que la viera.

Una lista que estaba ya creciendo demasiado.

Mis hermanos Reapers estaban alojados en el mismo hotelucho en que había pernoctado yo a mi llegada a Hallies Falls. Al llegar conté veintiséis motos en el aparcamiento y se veía que habían llamado a la caballería en su auxilio, porque varias de ellas llevaban los distintivos de los Devil’s Jacks. Era una pena que hubiéramos llegado a eso, pero entendía que no tuviéramos elección. Con Marsh y sus chicos aún entre rejas, no volveríamos a tener una oportunidad así de volver a tomar el control de lo que era nuestro.

Pic estaba esperándome en el aparcamiento, en compañía de Horse, Ruger, Bam Bam y varios hermanos más. Aparqué la moto y él se acercó a mí, me chocó la mano y después me dio un fuerte abrazo.

—Me alegro de que estés de vuelta, hermano —me saludó—. ¿Todo bien con tu chica?

Ahora venía lo divertido: odiaba admitir que tenía razón.

—No —dije simplemente.

—¿Quieres hablar de ello? —me preguntó.

—Es lo último en el mundo de lo que quiero hablar —respondí y él se echó a reír.

—Lo creas o no, lo entiendo —comentó—. Te estábamos esperando. Estamos un poco apretados ahí dentro, pero estamos deseando que nos pongas al corriente de la situación.

Seguí al presidente de mi club hasta una de las habitaciones y los demás vinieron detrás. En cuestión de un minuto, la estancia quedó abarrotada de moteros expectantes.

—Qué bien que hayas vuelto, hermano —me dijo Bam Bam, palmoteándome la espalda. Otros lo imitaron y me sorprendió que incluso los Devil´s Jacks se molestaran en saludarme. Hasta aquel momento no me había dado cuenta de lo mucho que había echado de menos estar con mi gente. Con mi familia.

—Bueno, aquí estamos —comenzó Pic, haciendo callar al resto—. Todos sabéis por lo que ha pasado Gage en las últimas semanas.

—Ya he visto la foto de la zorra que tuviste que follarte —comentó Hunter—. Seguro que fue muy duro.

La frase provocó un estallido general de risas, que yo decidí ignorar.

—Esa pájara no tiene una raja entre las patas, sino un par de filas de dientes —repliqué—. No os dejéis engañar por su cuerpo, porque os aseguro que acojona lo suyo. Bueno, en todo caso el tema que importa es su hermano, Marsh. Sospechábamos desde hacía tiempo que no nos estaban entregando la parte que nos corresponde en los envíos a través de la frontera y, efectivamente, lo he comprobado con mis propios ojos. Ahora bien, eso es lo de menos. Los Nighthawks se están viniendo abajo como club. Aunque nos estuvieran pagando, estaríamos obligados a intervenir ya mismo, porque todo el tinglado es una puta bomba de relojería. A Marsh la situación se le ha escapado de las manos y, además, se ha dedicado a reclutar a perfectos inútiles en los últimos tiempos. Si no entramos a saco, perderemos el control sobre todo el territorio.

El rostro de Hunter se puso serio.

—¿Y cómo se ha podido llegar a esto? —preguntó.

—La mayoría de los jefes de antes y la vieja guardia cayeron en una redada y están aún en la cárcel —explicó Picnic—. Marsh aprovechó el vacío de poder. Seguramente deberíamos haber intervenido entonces, pero no teníamos ni idea de lo colgado que estaba este hombre en realidad y, al principio, siguieron cumpliendo con su parte de nuestro trato.

—Hay algunos descontentos que se han retirado —intervine yo—. Son cuatro importantes en total y Cord parece ser el líder. Me gustaría poderos decir más sobre ellos, pero no pude sacarles mucho, ya que ellos me ven como a uno de los perros de Marsh.

—¿Y de esos no han detenido a ninguno el fin de semana? —inquirió Hunter.

—No —respondí—. No les he visto el pelo desde principios de la semana pasada. No fueron a Ellensburg con nosotros y se perdieron el follón. Marsh nos tuvo retenidos la noche anterior en el club, interrogándonos en busca de traidores. Estaba paranoico perdido. No sé dónde se encontraban estos cuatro, pero ahí no.

—Están en el club ahora mismo —me informó Picnic— y nos están esperando para contarnos lo que ha pasado. Cord se puso en contacto conmigo en cuanto supo lo que había pasado. Me da la impresión de que quieren arreglar las cosas. ¿Crees que es posible?

Sopesé la cuestión cuidadosamente, considerando todas nuestras opciones.

—Es una pregunta difícil —admití por fin—. Si conociera mejor a Cord, tendría una mejor respuesta para ti. No me da la impresión de que sea hostil a nosotros. Creo que se veía en minoría y esperó su oportunidad, pero hay más gente en el club que está con él, buena gente, auténticos Nighthawks, no como Marsh y su pandilla.

—¿Entonces crees que deberíamos dejarle tomar el control? —preguntó Picnic.

—A eso no puedo responderte —le dije—. Me gustaría poder decir que le conozco, pero no es así. Lo único que sé es que odia a Marsh.

—Por lo que yo sé, es un tío legal —comentó Bam Bam—. Me moví con él unas cuantas veces y te podías fiar de él. No hablaba mucho, pero si había movida, siempre estaba a tu lado. Es una situación jodida cuando tu presidente empieza a desbarrar. Quiero decir, si él se pone en contra de Marsh, está traicionando a su hermano del club y a su propio presidente, y si no lo hace, está traicionando a los Reapers. Si yo estuviera en su lugar, seguramente esperaría a ver por dónde va la cosa.

—Bien visto —aprobó Picnic—. ¿Alguien más tiene algo que decir sobre él o sobre los demás?

—Pipes también es un buen tío —dijo Ruger—. Estuvo en la cárcel con Puck y con Painter en California y todavía sigue allí. Painter va a volver al mismo sitio y, según me dijo, Cord fue uno de los pocos que hizo el esfuerzo de visitar a Pipes en la prisión. Si llegamos a un acuerdo con Cord, eso podría ser una garantía de seguridad para Painter en la jaula.

—Eso ya es motivo suficiente —comenté—. ¿Tenemos contacto con algún otro de los Nighthawks que están encerrados?

—Sí, con alguno —confirmó Pic—, pero Cord debe de tener más. Nos conviene salvar su situación, porque de lo contrario nos encontraríamos con un vacío de poder en mitad del estado y eso nos obligaría a mantener aquí a nuestra gente.

—Vas a tener que mantener a alguien en cualquier caso —terció Hunter, con el ceño fruncido—. Podemos probar con él, pero no confiar a ciegas.

—Yo me quedo —dije y todas las caras se volvieron hacia mí, aunque la de Horse sonreía se oreja a oreja. Maldito cabronazo sabelotodo…

—Ya has hecho mucho, Gage —dijo Bam Bam—. ¿Estás seguro de lo que dices?

—No tengo ningún problema —confirmé, aunque no estaba para nada dispuesto a discutir todo el asunto de Tinker con semejante audiencia.

—¿Y qué pasaría si les diéramos nuestros colores? —preguntó de pronto Ruger.

—¿A los Nighthawks? —inquirió Hunter—. ¿Te has vuelto loco?

—No a todos —precisó Ruger—, pero sabemos que Pipes es de fiar, ya que se jugó más de una vez la vida por Painter en la cárcel, y parece evidente que Cord y él están juntos. Antes de la llegada de Marsh nunca tuvimos ningún problema con ellos. Lo que tenemos aquí es un buen club de apoyo al que le ha salido un cáncer. Extirpamos el cáncer y recuperamos al club.

—Pero convertirlos en Reapers… —intervino ahora Horse—. ¿No parece un poco demasiado?

—No ahora —precisó Ruger—, pero podríamos darles la oportunidad de redimirse y ver lo que pasa. De momento sería provisional. No se trata de absorber al club entero, sino de cerrar la parte mala del club y darles nuestros colores a aquellos a los que merezca la pena recuperar. Esto enviaría un mensaje muy potente a todos los demás clubes de apoyo: si sois leales, seréis recompensados. A pesar de Marsh, la mayoría de los Nighthawks se han mantenido fieles a nosotros. Lo único que les pasa es que están encerrados, pero recordad que ninguno de ellos ha testificado en contra de sus hermanos o de nosotros.

—Podría funcionar —aprobó lentamente Pic—, pero no es algo muy habitual y tendría que hablarlo primero con Shade. No es cosa que podamos decidir aquí y ahora entre nosotros, así que, chicos, id a prepararos para esta noche mientras hablo con él. Diga lo que diga, tenemos que ir al club de los Nighthawks y hablar con ellos. Si no, daremos impresión de debilidad.

Los hombres empezaron a retirarse y yo me levanté para seguirles, pero Pic me hizo una señal para que me mantuviera en el sitio. Cuando salió el último de los hermanos, cerré la puerta a sus espaldas y vi cómo Pic sacaba su teléfono móvil para llamar al presidente nacional de los Reapers. Shade no llevaba mucho tiempo en el puesto, el más alto dentro de nuestro club, pero desde luego se había ganado todo mi respeto.

—Shade, soy Pic —dijo—. Voy a poner el altavoz para que nos oiga Gage, que está conmigo en la habitación.

—Gage, ya he oído hablar de tu trabajo —dijo Shade—. Pic me ha contado lo ocurrido en Ellensburg ayer y lo siento mucho por Painter. Me jode muchísimo cuando un hermano va a parar a la jaula.

—Ya, vaya putada, es un buen tío —confirmé y era verdad. Durante años Painter había sido para nosotros como el hermanito atolondrado de la familia, pero al final siempre lo había dado todo por el club.

—Coales hará todo lo que pueda —indicó Shade— y eso vale para ti también. Por lo que sé, estás libre de cargos, ¿correcto?

—Aún no, pero tiene pinta de que lo estaré pronto —respondí.

—Me alegro de oírlo —dijo él—. Bueno, ahora ¿cómo veis lo de los Nighthawks?

—La mayoría son mierda —respondió Picnic—, al menos los que están fuera de la cárcel. Los de antes, los que están encerrados, son buena gente y también lo son algunos de los que están fuera. Cord, por ejemplo. Fue a ver a Pipes a la cárcel, a California, cuando estaba encerrado con Painter, y ha sido nuestra primera fuente de información sobre lo que ocurría con los Nighthawks. Gage no ha tenido mucha oportunidad de hablar con él, porque su misión en estos días era intimar con Marsh todo lo que le fuera posible. Cord y sus hombres no le tienen ningún respeto a Marsh ni a su gente, así que pasaron por completo de Gage.

—Bueno, eso es que ha hecho bien su trabajo —aprobó Shade—. Dime lo que piensas, entonces.

—No hace falta ni mencionar que tenemos que librarnos de los hombres de Marsh —indicó Picnic—, los nuevos en el club y los traidores. Esa parte no será difícil, porque no son nada, no son hermanos de verdad en absoluto. Son solo una pandilla de perdedores que van de moteros, pero que ni siquiera han ingresado en el club siguiendo las reglas, los han metido ahí por la cara, por capricho de Marsh. Sin embargo, tenemos que decidir qué hacemos con los hombres como Cord y con los miembros originales que están cumpliendo condena. No podemos permitir que sobreviva un club que nos ha traicionado, pero tampoco podemos dejar que haya un vacío de poder. Hay un grupo importante de gente legal que se consideran Nighthawks y que no tienen nada que ver con toda esta mierda. Es una situación complicada.

—Muy cierto —corroboró Shade—. ¿Alguna sugerencia?

—Hemos pensado que podríamos limpiar la basura y a los buenos darles nuestros colores —respondió Picnic y Shade guardó silencio durante varios segundos.

—¿Te he entendido bien? —dijo por fin—. ¿Tu solución es traerlos a nuestro club como premio por habernos traicionado?

—Vale, ya sé que parece una locura —concedió Picnic—, pero piénsalo bien. Aquí hay muy buena gente, hermanos de fiar, que han mantenido este territorio bajo control durante veinte años y nunca han incumplido sus acuerdos con nosotros. Un grupo grande de entre ellos fue a parar a la cárcel y ninguno testificó en contra de otro o de nosotros. Marsh Jackson aprovechó la ocasión para tomar el control y la verdad es que le dejamos hacerlo cuando podíamos haberlo impedido. Ese es un punto en contra nuestra, Shade.

Miré a Picnic, impresionado. Aquello sí que era hablar claro.

—Me doy cuenta —reconoció Shade—, pero no puedes pretender en serio que autorice la creación de una nueva sección de los Reapers por teléfono. Las cosas no funcionan así, hermano, y los dos lo sabemos.

Picnic se echó a reír.

—No, ya lo sé —dijo—, pero cuando tomemos el control aquí, podemos plantearlo como una posibilidad, decirles a los hermanos leales que los Nighthawks están acabados, tal y como han existido hasta ahora, pero que puede existir una solución de compromiso. Queremos que sigan aquí, estamos dispuestos a trabajar con ellos y, si se muestran favorables, esa sería la recompensa.

—¿Qué piensas tú, Gage? —me preguntó Shade—. Tú eres el que ha estado sobre el terreno. ¿Cómo verías una solución así?

—No conozco bien a Cord —respondí—, pero mi sensación es que es un tipo de fiar, aunque solo sea porque nunca se tragó la mierda de Marsh. Antes de llegar yo, ya estaban al borde de la guerra civil. Cord y su facción no fueron a Ellensburg y me da la impresión de que estaban planeando hacer algo contra Marsh este pasado fin de semana. Creo que merece la pena darle una oportunidad, sobre todo teniendo en cuenta que podría tener consecuencias a largo plazo para Painter, nuestro chico, que ha sido devuelto a la cárcel y está ahora encerrado en Cali. Pipes, uno de los Nighthawks del antiguo grupo dirigente, está encerrado allí también y es uno de los pocos aliados con que contamos en esa prisión. Si quemamos a todos los Nighthawks, quemaremos a Painter también con ellos.

—Bueno, en caso de que fuéramos adelante —explicó Shade—, tendría que hablar con los presidentes de todas las secciones y poner en marcha el proceso para su aprobación. Estoy dispuesto a plantearlo como una posibilidad si tenéis un plan sólido.

—Para empezar, el momento es bueno —indicó Picnic—. Marsh y sus muchachos están todavía entre rejas. No tenemos información exacta sobre su situación, pero todo indica que les han encontrado suficiente mercancía encima como para acusarles de tráfico de drogas. Eso significa que no tenemos que preocuparnos de que salgan, al menos durante un tiempo. Si entramos ahora a saco y limpiamos la casa de todo lo que huela a Marsh, se acabó el problema y punto final. Después reorganizamos a Cord y al resto de los hermanos fieles para empezar la nueva etapa.

—Yo me quedaría en la ciudad para supervisar todo el proceso —intervine—. Me convertiré en un nómada.

—Ese es un gran paso —advirtió Shade—. ¿Seguro que estás preparado?

—Tiene una chica aquí —reveló Picnic—y lo ha agarrado por las pelotas.

—¿Es eso cierto, Gage? —gruñó Shade—. ¿Pretendes hacernos crear una nueva sección de los Reapers solo para poder meter…?

—Bueno, hay que ser justos —le cortó Picnic, entre risas—. No ha sido idea de Gage, aunque sí es verdad que ha conocido a una chica en la ciudad y no le importaría quedarse por aquí durante un tiempo más. Al club le viene de puta madre, así que nada que objetar. ¿Contamos con tu apoyo?

—Sí —dijo Shade al cabo de unos instantes—. Podemos intentarlo, aunque tendrá que ser aprobado en votación por los presidentes. Creo que podría funcionar. Mantenedme informado. Mientras Gage esté por allí vigilando, tendremos una línea abierta permanente y eso está bien. ¿Va en serio lo de esa mujer?

—Tal vez —respondí—. Mejor sería averiguar si ella va en serio conmigo. Ahora mismo está un poco cabreada. Por lo que he podido comprobar, a las mujeres no les gusta que uno les mienta acerca de su identidad y que se folle a otra zorra delante de sus narices durante semanas. No sé cómo va el tema con las putas, pero creo que en mi caso me volvería loco.

Shade rompió a reír.

—¡Qué va, para nada! —dijo—. Por eso yo no tengo mujer de mi propiedad. Demasiado trabajo.

—¡Y una mierda! —intervino ahora Pic—. No tienes ni idea de lo que te pierdes.

Me lo había puesto a huevo para vengarme por lo de antes y decirle que era él quien estaba pillado por las pelotas, pero por primera vez en mucho tiempo no me apeteció burlarme de un hermano por estar con una sola mujer. En lugar de ello, sentí que Picnic tenía razón en lo que decía. Ahí había algo —algo muy bueno— y yo me lo estaba perdiendo.

Con un poco de suerte, no me perdería esa maravillla durante mucho tiempo más.