Agradecimientos

Mi agradecimiento a mi amiga y compañera Mercedes, que trazó magistrales líneas de encuentro; a Valentín Quevedo, que me instruyó sobre ballenas y me prestó «para siempre» el maravilloso libro de Philip Hoare, Leviatán o la ballena; a Nacho y a Reyes, y a Miguel Garrido con los que empecé a instruirme sobre literatura y sagas islandesas; al historiador vasco Jose Antonio Azpiazu que, sin conocerme, me facilitó valiosísima documentación de la vida a bordo de un barco ballenero; a mi colega Fernando López Mirones, por revisar asuntos históricos y biológicos; a Haukur Sigurdsson, el mejor guía posible; a Sigurdur Atlason, historiador, hechicero y director del Museo Magia y Brujería de Strandir, que tan amablemente nos guió por el recién descubierto asentamiento ballenero vasco y por el museo; al historiador Valdimar Gislason, abordado en su propia casa; a Melquíades Prieto, mi generoso mentor literario; a María Abárzuza y a Mikel Gorrotxategi, secretario de onomástica de la Real Academia de la Lengua Vasca-Euskaltzaindia, que me ayudó a deshacer equívocos; a Carmen, Idoia, Marta y María Jesús, por ser tan buenas compañeras de viaje; a Silvia Querini, con la que he emprendido el camino de las letras que anhelaba, y a Lola Gulias, agente y amiga que nos unió; a mi querido suegro, Delfín, que siempre acude al rescate; a Ángela, nuestra «abuela de Madrid»; a mi amiga y psiquiatra Rosario, porque no se puede tener una fan más entusiasta; a mi amiga del alma Leonor, por su buen juicio y apoyo en momentos delicados; a mi madre, que cubrió mis ausencias durante el proceso de documentación y me enseñó a ser mujer y madre; y a Jose, por todo lo que él ya sabe.