68
Llevamos meses durmiendo juntos. Y ya ha comenzado la primavera. El primer crujido del hielo bajo nuestras botas astilló la falsa ilusión de que jamás nos separaríamos. El final está cerca. Pronto empezarán a aparecer barcos. Españoles, holandeses, ingleses… Alguno nos llevará a casa. Y entonces, ¿qué pasará con Erik? Me despierto sobresaltada. Erik me acaricia la mejilla.
—Era solo un sueño —me dice en susurros. A nuestro alrededor, todos duermen. Hace casi dos meses encontramos esta granja abandonada y nos las hemos ingeniado para reconstruirla con la madera que trae la mar desde el continente. Después de varios meses en la cueva, aquella construcción ruinosa nos pareció un palacio. No nos hemos cruzado con alma alguna desde entonces, y Erik se obstinó en no volver a su granja, quizá para no ver, para no saber. El invierno ha sido excepcionalmente crudo, según dice Erik. Gracias a su ayuda, hemos podido sobrevivir. Ya nadie duda de lo mucho que le debemos. A pesar de ello, no es uno de los nuestros.
—No permitirán que vengas con nosotros —comento preocupada.
—Les convenceremos —me asegura. Sé que lo dice para tranquilizarme.
—Deberías volver con los tuyos. Olvidar este invierno —le pido.
Erik no responde.
—¿Qué piensas? —le pregunto.
—Que tienes razón. Los españoles no van a olvidar la matanza y yo soy uno de los asesinos. Deja que tus hombres regresen a España.
—No puedo quedarme aquí —le digo sorprendida.
—Iremos a Escocia o a Noruega.
Imagino lo que eso implica. Pero también que hemos sobrevivido al invierno en el mismísimo infierno. Juntos podemos conseguirlo. Me abrazo a él muy fuerte, como si el futuro volviera a existir.