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—¿Me vas a ayudar? —le insistió Asier.
—Así que has estado con Noelia —respondió Amaia con dureza sin dignarse mirarlo. En realidad, evitando su mirada.
Asier se sobresaltó.
—Has estado con ella, ¿verdad? —preguntó Amaia mirándole a los ojos. Necesitaba saber la verdad para dejar ir. Enfrentarla. Que otro le confirmara que no estaba loca.
—Sí, pero ¿cómo lo has sabido?
Amaia suspiró y volvió la cabeza hacia la ventana.
—Porque ella me lo dijo, claro. Por favor, vete.
Había oscurecido cuando Asier regresó a su casa, confundido, triste, sin saber qué pensar de Amaia y de sí mismo. Esa historia de Noelia era una locura. Amaia no conocía a la sobrina del quiosquero. Bien mirado, ¿quién era Amaia? ¿Una adolescente enamorada de una ilusión? Eso parecía: una niña vieja incapaz de enamorarse de una persona real. ¿Y él? ¿Acaso él la conocía tanto como para haberse enamorado así de ella? Muchas preguntas y demasiadas dudas. Debía explorar otra salida. ¿Cómo continuar? La respuesta solo podía ser una: regresar a Erik. Levantó la vista hacia la página en blanco y se lanzó al teclado, de nuevo en ruta.