144 Cuando a finales de 1974 anuncié a mi padre mi decisión de dimitir del alto cargo funcionarial que desempeñaba en la antigua Diputación Foral de Navarra, para dedicarme a la abogacía y tener así libertad de acción política, trató de disuadirme con estas palabras: «La política es un navajeo de rufianes». Le respondí con mi mayor aplomo: «Papá, eso era en tus tiempos, nosotros lo vamos a hacer mucho mejor». No hay duda de que yo todavía estaba en la edad de la inocencia.