59 El mismo día 11 de septiembre de 1714, fecha de la caída de la ciudad de Barcelona en poder de las tropas borbónicas (franco-españolas), Rafael Casanova, conseller en cap del Consejo de Ciento y máximo responsable político y militar de la ciudad, dirigió una proclama a sus conciudadanos exhortándoles a acudir a los puestos que tenían asignados para resistir el último y definitivo asalto de las tropas del duque de Berwick. De la proclama entresacamos los siguientes párrafos: «Se hace saber a todos ... que la deplorable infelicidad de esta ciudad, en la que hoy reside la libertad de todo el Principado y de toda España, está expuesta en último extremo, de sujetarse a una entera esclavitud (....). Se confía, que todos, como verdaderos hijos de la patria, amantes de la libertad, acudirán a los lugares señalados a fin de derramar gloriosamente su sangre y vida, por su rey, por su honor, por la patria y por la libertad de toda España». Los historiadores catalanistas ocultan esta proclama así como que el militar que dirigió la heroica resistencia de Barcelona durante casi un año fue el general Antonio de Villarroel, nombrado para dicha misión por el archiduque Carlos de Austria. Su padre era un militar gallego y su madre asturiana. Villarroel, que había desertado del ejército de Felipe V, murió en una prisión militar, mientras que Casanova, que consiguió salir de la ciudad, regresó a Barcelona donde continuó ejerciendo su profesión de abogado hasta su muerte en 1743. De modo que cuando las «fuerzas vivas» catalanas acuden cada 11 de septiembre (fecha en que se celebra la «diada nacional») para depositar coronas de flores ante el monumento a Casanova, rinden homenaje a un legitimista español. Así que la pretensión de elevar al último conseller en cap a los altares del independentismo es una espuria manipulación de la historia.