CONCLUSIONES

Queda mucho trabajo por hacer sobre las mujeres masculinas que vivieron en la primera mitad del siglo XX; mucho de este trabajo se está llevando a cabo. En este capítulo y en el anterior he insistido en la necesidad de mantener la etiqueta de «lesbiana» al margen en la primera mitad del siglo XX. Ni Fred (Anne). Lister, ni Woods y Pirie, ni John (Radclyffe). Hall, ni el coronel Barker, ni Robert (Mary). Allen, ni las mujeres de los casos de Havelock Ellis, ni sus amantes su hubieran identificado como lesbianas. Cuando las denominamos así, sin problematizarlo, solemos estabilizar las definiciones contemporáneas de lesbianismo, e inventamos historias muy irreales sobre relaciones puras y asexuales entre mujeres. Por otro lado la defensa a ultranza de nociones modernas de lesbianismo, como vemos en el caso de la discusión de Faderman sobre Woods y Pirie, puede conducir a la ocultación de ciertos acontecimientos históricos y a proyectar los términos de esta ocultación a otros términos racializados. Existe un vocabulario para describir las formaciones sociales, sexuales y de género que queremos examinar, pero estas palabras tienen su especificidad histórica y no pueden trasladarse a otros periodos históricos o a otras comunidades de mujeres muy diferentes. Aunque las categorías inevitablemente se solapan y están construyéndose continuamente, es posible crear definiciones taxonómicas generales de los muy distintos tipos de mujeres masculinas que podemos encontrar a lo largo de la historia. Por ejemplo, Lister fue un marido mujer, una mujer masculina que llevaba faldas, pero que continuamente era confundida con un hombre; ella deseaba a mujeres femeninas, no se identificaba con otras mujeres sáficas y practicaba modalidades codificadas tribádicas para hacer el amor, a menudo con mujeres casadas. Lister mencionó su deseo de tener un pene, pero no quería ser un hombre. Hall era una invertida, una mujer masculina que utilizaba su dinero y su independencia para vestirse con una ropa masculina muy elaborada, y que se movía cómodamente dentro de una amplia comunidad de mujeres identificadas con el sexo contrario; parece que mostró una agresiva respuesta sexual y que adoptó una actitud protectora hacia sus amantes. Hall pensaba en sí misma como en un hombre, pero no intentó hacerse pasar por tal. El coronel Barker era una mujer que se hacía pasar por hombre, que llegó a pensar en sí misma como un hombre; se casó con otras mujeres y utilizó un dildo para mantener su identidad de hombre. Parece que no estuvo conectada con ninguna comunidad de mujeres masculinas, y mantuvo una identidad coherente de hombre siempre que le fue posible. Robert Allen era una invertida que primero estuvo relacionada con otras mujeres masculinas y más tarde con una mujer femenina; parece que satisfizo su deseo de masculinidad emprendiendo una carrera profesional en el cuerpo de policía y vistiendo el uniforme de policía. Formaba parte de muchas comunidades de invertidas, incluido el círculo de Hall y la compañía de otras mujeres policías.

Estas mujeres no son todas del mismo tipo. Obviamente, no es posible identificar exhaustivamente cada tipo de mujer masculina, como tampoco es posible identificar cada tipo de hombre masculino. Sin embargo, del mismo modo que reconocemos distintos tipos de masculinidad entre los hombres, debemos reconocerlos entre las mujeres, y debemos hacerlo así, en vez de clasificar a todas estas mujeres dentro de una categoría «abarcatodo» como la del lesbianismo. Como he intentado mostrar a lo largo de este estudio de las masculinidades de mujeres en la historia, un método de presentismo perverso revela la multiplicidad de masculinidades femeninas existente, tanto las de ahora como las de entonces.