1. Marta Rivas.
domingo de ramos, 9 DE ABRIL DE 2017
Marta se despertó gritando. A su lado, Arturo se revolvió en la cama. Seguía dormido.
Recorrió rápidamente la habitación con la mirada. Sobré el sofá vio a Rodolfo. Permanecía acostado, pero no dormía, la observaba en silencio. No había vuelto a hablar desde que encontraron el cuerpo de su hermano.
Marta se levantó y caminó hasta él.
—¿Cómo estás, hijo? —dijo sentándose en el borde del sofá.
El niño la siguió con la mirada, sin pronunciar palabra. Marta suspiró profundamente.
—Por favor, di algo. Cualquier cosa.
Rodolfo no se inmutó. Continuó inmóvil, sin apartar la vista de ella.
«Es inútil» pensó Marta.
Se inclinó sobre su hijo y le dio un beso en la frente.
—Te quiero —le dijo—. Lo sabes, ¿verdad?
El niño asintió con la cabeza.
«Algo es algo» pensó Marta. Volvió a besarle.
—¿Qué hora es? —preguntó Arturo desde la cama.
—No lo se —dijo Marta—. Pero ya es de día.
Señaló hacia la ventana, dónde los rayos de sol se colaban por las finas juntas alrededor del postigo, que permanecía cerrado.
Arturo se sentó en la cama.
—¿Has podido dormir algo?
Marta negó con la cabeza.
—Muy poco. He tenido muchas pesadillas.
—Acuéstate un rato más —Arturo golpeó suavemente el colchón a su lado.
—Tendríamos que comer algo —dijo Marta sin moverse del sofá. Acarició la cabeza de Rodolfo—. Lleva desde ayer sin probar bocado.
—No vamos a salir de esta habitación —gritó Arturo.
—Necesita comer —insistió Marta. Aunque bajó la mirada sumisa en cuanto pronunció la frase.
—¡He dicho que no!
Marta tembló. Se levantó del sofá y regresó muy lentamente a la cama. Se acostó junto a su marido.
—Buena chica —dijo Arturo cariñosamente—. Sólo tenemos que aguantar otro día y saldremos de aquí. No permitiré que le suceda nada malo a nadie más de la familia. Ya hemos soportado suficientes desgracias.
Marta no respondió. Se limitó a cerrar los ojos y esperar pacientemente a que Arturo se durmiera.
Entonces podría ir a buscar algo de comida para su hijo.