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«¿Quién es el hombre por el que ha renunciado al trono?»

Esa es la pregunta más repetida de la historia. Mi abdicación ha sido recibida con tristeza y sorpresa, aunque no hay nadie más sorprendido que yo. La reacción de la gente en todo el mundo ha sido abrumadora. Ha habido numerosas protestas quejándose del sacrificio que me han obligado a hacer. Lo que la gente no sabe es que nadie me ha obligado a renunciar al trono. He sido yo la que se ha alejado sin mirar atrás, dejando en palacio los secretos. Me he alejado de la obligación de mantener las mentiras, de crear más humo y colgar más espejos tras los que esconder los engaños. Ya no volverán a definir quién soy ni a marcar adónde voy.

Soy libre.

Bueno, lo seré, cuando el polvo se asiente. Ahora mismo me refugio en el apartamento donde Josh me escondió tras rescatarme en medio de un campo. Contemplo la ciudad con los brazos cruzados y la vista clavada en el palacio de Claringdon. Me pregunto cómo le irán las cosas a mi tía Victoria en su nuevo trabajo. Supongo que bien. No se ha puesto en contacto conmigo todavía, aunque Matilda me llama a menudo desde que salí de allí. Está en Argentina, conociendo a la familia de Santiago. Eddie está en rehabilitación y todo va bien, según los empleados del centro. Los Sampson y el doctor Goodridge han desaparecido de la faz de la tierra, cubiertos de vergüenza y oprobio. Supongo que se les dio a elegir entre eso o ser entregados a la justicia. Sin duda fue sir Don quien se ocupó de todo. Se ha quedado en Claringdon para asesorar a Victoria. No hay duda de que ese hombre está comprometido con la causa real hasta el tuétano. La última hornada de secretos lo mantendrá ocupado durante su nueva etapa al servicio de la monarquía. Me imagino que debe de estar encantado.

Antes de que me marchara, me pidió que me disculpara con él. Me reí en su cara. Tal vez no fuera el responsable directo de los intentos de desacreditar a Josh y de sabotear nuestra relación, pero no hizo nada para protegerme de los ataques perversos de Sabina. Dejó que actuara a sus anchas, y probablemente se alegrara de todo lo ocurrido. Su obligación principal era servir a la reina, protegerla, y no lo hizo.

Me estremezco, y no es la primera vez que me pasa. Es irónico pensar que, al final, es Haydon quien tiene sangre real y no yo. Aunque el mundo nunca lo sabrá, igual que tampoco conocerá la corrupción que rodeaba a la familia. Los asesinatos, las infidelidades, los hijos ilegítimos y los sabotajes entre miembros. Todo eso seguirá a salvo tras la barrera de humo y espejos.

Perdida en mis pensamientos, me sobresalto un poco cuando Josh me abraza por detrás. Ha demostrado tener una paciencia infinita durante estos tres días en que hemos sido rehenes de los medios de comunicación. No ha protestado por no poder salir de aquí ni me ha hecho sentir culpable de nada. Y eso que se ha perdido dos entrevistas y ha tenido que posponer el rodaje de su actual proyecto. Y todo por mí.

—¿No te gustaría ir a dar un paseo por el parque? —comento, agarrándome a sus brazos mientras contemplo los puntitos que pasean libremente, disfrutando del aire libre y el hermoso paisaje.

—Calla. —Me besa el pelo y me da la vuelta despacio—. Ven a tomarte un café.

La seda de mi salto de cama se desliza, fría y suave, entre mis piernas mientras camino. Cuando me siento se abre a lado y lado, dejando mis muslos a la vista. No me molesto en taparme. La mirada que Josh me dirige me gusta demasiado y no quiero privarme de ella. Cuando veo un periódico sobre la mesa, lo aparto. No quiero ver los titulares.

—Tu madre ha llamado otra vez. —Josh me sirve el café y me observa mientras yo le doy vueltas, distraída—. ¿Vas a evitarla eternamente?

—Necesito un poco de tiempo —respondo de nuevo.

Descubrir que tu vida ha sido una mentira no es fácil de aceptar. No estoy enfadada ni dolida, pero sigo desconcertada por todo lo que he descubierto. No me siento capaz de ver a nadie ahora mismo. Solo a Josh. Quiero reforzar mi futuro con él en este mundo antes de enfrentarme al pasado.

Levanto la vista y sonrío antes de darle un sorbo al café. Me pregunto si lo habría conocido de no haber soportado una vida de mentiras durante treinta años. ¿Estaba todo escrito? Quiero creer que sí, o la amargura me corroería.

—¿Estás nerviosa por lo de hoy? —me pregunta, apoyando el culo en el borde de la mesa.

Su firme estómago se contrae un poco cuando se inclina hacia mí y me ofrece sus labios. Yo me acerco y le doy lo que desea. Siempre.

Me encojo de hombros.

—Tengo que darle a la gente lo que quiere para poder seguir adelante. —Vuelvo a mirar hacia la ventana—. Pronto descubrirán dónde estoy. Todo el mundo me está buscando.

Él alza las cejas.

—Imagínate la cara que pondrán cuando se enteren de que te has liado con un plebeyo, un actor americano nada menos.

—Ya es hora de que se descubra quién es el hombre misterioso, ¿no crees? Y ya puestos, que descubran quién es tu misteriosa mujer. —Siento un cosquilleo en la tripa. Josh no responde, pero ya sé cuál es su opinión al respecto. Por él ya lo habríamos sacado a la luz hace tiempo—. Debería empezar a arreglarme —digo.

—Yo te miraré. —Me ayuda a levantarme—. ¿Puedo opinar sobre el modelo que te vas a poner para hablarle al mundo de mí?

—¿Qué te gustaría que me pusiera?

—Tengo una idea perfecta.

Entramos en nuestro dormitorio temporal y, una vez más, Josh niega con la cabeza ante las toneladas de ropa que hay por todas partes.

—Voy a tener que ampliar el vestidor de casa.

Me siento en la cama y lo observo mientras rebusca por las numerosas maletas.

—O podríamos comprarnos otra casa —sugiero.

—¿En Los Ángeles?

—¿Por qué no? —Apoyo las manos en el regazo y miro a mi alrededor—. Un ático como este estaría bien.

—¿No quieres vivir en mi casa? —No parece dolido, solo curioso.

—Bueno, es que es tuya —le hago notar—. Y yo nunca he podido buscar piso. Me parece emocionante. También quiero buscar un rancho, un lugar en medio de la nada donde poder montar a caballo horas y horas.

—Lo que tú quieras, nena. —Saca un vestido—. Lo encontré. —Me lo muestra, muy satisfecho consigo mismo—. Es mi favorito.

Sonrío al ver que es el vestido de raso negro que llevaba el día de mi trigésimo cumpleaños, el día en que conocí a Josh Jameson.

—¿Ese?

—Sí, este. —Se acerca y lo deja en la cama, a mi lado—. Es perfecto.

—Muy bien. —Oigo abrirse y cerrarse la puerta principal, seguida por la voz de Kim, que me llama—. ¡Estoy aquí! —grito.

John me roba un beso rápido antes de que Kim entre armada con todo lo necesario para hacerme parecer la desafiante reina que ya no soy.

—Toda tuya —declara, poniéndose unos pantalones de chándal de color gris—. Por ahora.

Tras guiñarme un ojo, sale y deja que me prepare para la entrevista.

—La han citado en palacio —me anuncia Kim, mostrándome una carta con el escudo de armas de Claringdon—. Es de la reina Victoria.

Suelto un resoplido burlón, me levanto y voy al baño.

—Pues sí que ha tardado.

—La entrevista se ha anunciado hace unas horas. Yo diría que se ha dado bastante prisa.

—Está perdiendo el tiempo.

Abro el grifo de la ducha y vuelvo a la puerta. Me agarro del marco a lado y lado y me inclino hacia delante.

—La monarquía ya no tiene poder sobre mí. ¿Qué dice la carta?

—Que quieren ver la entrevista antes de que se emita. —Sigue leyendo—. Que debe ser grabada, no en directo.

—Imposible —canturreo, volviendo a la ducha—. Firmé por una entrevista en directo; van a pagarme millones por la exclusiva.

Me meto bajo el chorro de agua y empiezo a enjabonarme el pelo. No es que necesite el dinero. Solo con las propiedades que mi padre poseía aparte de las que son propiedad pública, Eddie, mi madre y yo podríamos vivir cómodamente varias vidas sin tener que trabajar. Por no mencionar que, aunque ya no sea técnicamente miembro de la familia real británica, mi madre sigue siendo una princesa española, y yo sigo perteneciendo a la realeza, igual que Eddie. El dinero no me preocupa. Pero tengo una buena causa. Para mi sorpresa, de manera totalmente inesperada, los miembros de mi personal decidieron abandonar Claringdon conmigo cuando me fui hace tres días. Renunciaron a empleos estables. No les pregunté si fue una decisión basada en la lealtad que sienten por mí o si, simplemente, la idea de servir a mi tía les resultaba insoportable. El caso es que Victoria es la nueva reina porque yo abdiqué. Fui yo quien los puso en esa situación, así que el dinero será para ellos. Es lo menos que puedo hacer.


Cuando Damon llega para recogerme, he dejado atrás los temblores ocasionales. Ahora ya tiemblo todo el rato, sin parar. Y cuanto más se acerca la entrevista, con más fuerza tiemblo. Josh y Kim permanecen callados mientras camino de un lado a otro frente al gran ventanal.

—¿Está lista, majest…? —Damon se interrumpe y niega con la cabeza—. Perdón, me está costando un poco acostumbrarme. ¿Está lista, señorita Lockhart?

No me sorprendió que Damon decidiera marcharse conmigo de Claringdon. Incluso ahora, nunca se aparta demasiado de mí.

—Puedes llamarme Adeline. —Les he pedido a todos que me tuteen, aunque les cuesta. Me echo a reír y acepto el bolso que me da Kim—. ¿Voy bien?

—Va perfecta. Muy a lo Adeline Lockhart —bromea, y comprueba que la cremallera del vestido esté bien abrochada—. Todo en su sitio.

—Vale. —Respiro hondo. Respiro hondo. Me vuelvo hacia Josh y frunzo los labios al verlo despatarrado en el sofá con un bol de palomitas en el regazo—. ¿Estás cómodo?

—Sí. He oído que dan un programa muy interesante esta noche.

Sonríe con la boca llena de palomitas y lo fulmino con la mirada, en broma. Suelta las palomitas y se acerca para darme un beso que hace que me olvide de todo.

—Sé que estás nerviosa, pero trata de estar contenta también. Cuando haya pasado esta noche podremos empezar una nueva vida juntos. Tú y yo. Todos los días. Sin tener que escondernos, sin sabotajes.

—Calla, me vas a hacer llorar y se me estropeará el maquillaje.

—Sé valiente, sé honesta. —Apoya la frente en la mía—. Sé la mujer que amo y todo irá bien.

Asiento, absorbiendo parte de su calma.

—Para ti es fácil; tú haces entrevistas constantemente.

Él se echa a reír con ganas.

—Nena, nadie ha hecho nunca una entrevista como la que vas a hacer tú, créeme.

—Te creo —refunfuño, mientras Josh me deja en manos de Damon, el único hombre en el que confía.

—Cuídala. —Incluso así, necesita asegurarse.

—Vámonos. —Damon toma las riendas y dejo que me acompañe al coche con el apoyo de Bates y otros miembros del equipo de seguridad de Josh.

Me siento a punto de dar el mayor salto de fe que haya dado un ser humano.