15
Llego al comedor a las ocho en punto, aunque Kim no se fija en mi puntualidad. En lo que se fija es en que voy sin duchar y sin arreglar. No es la manera en que esperaba empezar el día, la verdad. Con toda la elegancia que me permite mi cuerpo dolorido, me siento y agradezco el café que me sirve con una sonrisa. Tras pasar demasiado rato observando mi aspecto nada presentable, Kim toma notas en su teléfono.
—¿Se ha dormido? —me pregunta sin mirarme.
Su actitud es bastante intolerable, pero no le digo nada.
—Eso parece.
Cojo una pastita y la mordisqueo mientras espero a que Kim termine de hacer lo que esté haciendo. Cuando al fin me concede su atención, ya me la estoy acabando.
—¿Empezamos? —pregunto.
En silencio, empieza a sacar hojas de papel de una carpeta y me las va pasando lentamente. Son fotos, Josh y yo, en varios puntos de la pista de baile de la Casa Blanca.
—Son especulaciones. —Las aparto y cojo otra pasta. No pienso contarle nada—. Además, seguro que mi supuesto compromiso con Haydon Sampson ha conseguido distraer la atención de la prensa. —La miro fijamente mientras me echo hacia atrás y doy un bocado—. ¿Sabías algo?
—Claro que no. —Kim parece muy ofendida, demasiado para no ser sincera—. Y con el debido respeto, señora, no creo que ni siquiera el fin del mundo pudiera distraer la atención de estas fotos.
—Pues no, no es el fin del mundo —refunfuño—. Bailé con Josh. ¿Qué pasa?
—¿Que qué pasa? —Kim se echa hacia delante en la mesa—. Adeline, ¿es que no ve las expresiones de sus caras? —Vuelve a empujar una de las fotos y me la pone delante—. Si me dice que no hay algo entre las dos personas que aparecen en esta imagen, me como el sombrero.
Tiene toda la razón. La química traspasa el papel. Suelto el aire, sin saber qué decir. Si lo niego, quedaré como una idiota.
—Bailé con Josh Jameson —repito, apartando la foto y volviendo a morder la pastita—. Si los demás quieren ver ahí más de lo que hay, es su problema, no el mío.
Es oficial: soy una idiota.
Kim se echa hacia atrás en la silla, totalmente exasperada. Es evidente que está de acuerdo con mi conclusión.
—Sé que… —Se echa hacia delante y baja la voz hasta convertirla en un susurro—. Sé lo que pasó en Kellington.
—No. Lo supones.
Yo nunca le confirmé nada.
—¿Y mis suposiciones son erróneas?
—Sí. —Inspiro por la nariz—. No ha habido ni habrá nunca nada entre Josh Jameson y yo.
Cojo la taza de café y doy un sorbo sin apartar la vista de Kim y sin flaquear…, hasta que veo algo a su espalda. Me atraganto y hago un esfuerzo titánico para que no se me abran los ojos como platos.
—Adeline, soy yo. Hace años que nos conocemos —insiste Kim.
Y yo asiento, distraída, viendo a Damon cruzar el salón, con Josh pegado a su espalda. Damon me saluda y Josh me dirige una mirada preocupada. Suelto la taza en el platito con un poco más de fuerza de la necesaria y me obligo a mirar a Kim.
—Perdona, ¿qué decías?
—Decía que está hablando conmigo. Hace años que la conozco y por eso sé que no está siendo sincera.
Básicamente acaba de llamar mentirosa a su reina. Y tiene toda la razón, pero si algo he aprendido en lo que llevo de vida es que la monarquía no ha sobrevivido gracias a la sinceridad.
—Yo también te conozco desde hace años, Kim, y lamento decirte que, desde que tu puesto ha cambiado de nombre, parece que lleves un palo metido por el culo.
Se queda a cuadros.
—Estoy intentando hacer mi trabajo, aconsejarla bien.
—Tu trabajo también consiste en estar de mi parte y apoyarme en todo. Si algo me sobra son consejeros.
Desvío la mirada y veo que Damon y Josh están a punto de alcanzar la libertad. Gracias a Dios.
—Kim. —Vuelvo a prestarle mi atención—. Puede que tu trabajo haya cambiado un poco, pero yo no. Sé que durante mi reinado voy a enfrentarme a muchos muros, que van a tratar de dirigir mis movimientos. En algunas cosas, no tendré elección, pero en otras me mantendré firme y no daré mi brazo a torcer siempre y cuando no perjudique a nadie. Estés de acuerdo conmigo o no, necesito que estés de mi lado. Necesito una amiga, y tú siempre lo has sido.
Se desploma en la silla y le empieza a temblar el labio.
—Yo solo quiero hacer mi trabajo lo mejor posible. Quiero impresionar, demostrar que soy capaz.
Kim lleva años a mi lado y, hasta ahora, nunca la había visto flaquear ni sentirse vulnerable. Verla así hace que me dé cuenta de que no soy solo yo la que se ha visto afectada por el cambio de cargo. A Damon no le ha afectado, y no esperaba otra cosa de él, pero al parecer Kim está sintiendo con fuerza los efectos de la presión. Sé que es capaz de hacerlo, pero necesita que alguien la guíe. Necesito que vuelva Davenport. Ay, ojalá volviera, aunque me temo que eso no va a pasar. No se ha puesto en contacto conmigo, y supongo que esa es su manera de responderme sin tener que rechazarme. Necesito que Kim entienda que es mi confidente y necesito que se ponga al día de la nueva situación cuanto antes.
—¿A quién quieres impresionar, Kim? ¿Para quién quieres hacer el trabajo lo mejor posible? ¿Para ellos o para mí? Y dado que tu futuro está en mis manos, te sugiero que pienses bien la respuesta.
Apoya los codos en la mesa y la cabeza en las manos.
—Para usted, por supuesto. —Su tono es del todo sincero y también oigo en él algo de arrepentimiento.
Le busco la mano y se la aprieto para mostrarle mi agradecimiento. Justo mientras inspiro antes de responderle, se oye un gran estrépito.
Al volverme hacia el ruido, veo a Damon en el suelo y a Josh de pie encima de él, con varias maletas y bolsas entre las piernas.
—¡Mierda! —exclama Damon justo cuando Kim se da la vuelta—. No las he visto.
A Josh se le escapa la risa por la nariz, Damon se encoge de hombros, avergonzado, y Kim se vuelve hacia mí y ladea la cabeza.
«Mierda. Menudo par de idiotas».
—Anda, mira. —Le dirijo una sonrisa inocente y me meto otra pastita en la boca—. Josh Jameson se aloja en el mismo hotel que yo.
Kim suspira.
—Y la trama se sigue complicando.