LA ENFERMEDAD RELACIONADA CON EL ESTRÉS EN LA INDUSTRIA FINANCIERA

El estrés prolongado y severo no sólo pone en peligro el sistema financiero, sino que constituye también una seria amenaza para la salud personal de la gente que trabaja en la industria financiera y en realidad para todas las industrias afectadas por problemas en el sector bancario. En el lugar de trabajo, las pruebas de la diferencia entre efectos agudos y crónicos son más preocupantes. Una respuesta de estrés prolongado, al suspender tantas funciones del cuerpo durante un tiempo prolongado, termina por deteriorar la capacidad del cuerpo para mantenerse a sí mismo. La sangre ha sido desviada del tracto digestivo, de modo que aumenta la propensión a contraer úlceras gástricas.[244] El sistema inmunológico, en su máximo funcionamiento durante las primeras fases de la respuesta de estrés, ha quedado eliminado tras la exposición crónica al cortisol (posiblemente debido al gran consumo de energía que esta sustancia implica), de modo que las personas que están en esa situación se encuentran constantemente en lucha con enfermedades de las vías respiratorias superiores, como resfriados y gripes, y otros virus recurrentes, como el herpes.[245] La hormona del crecimiento y sus efectos han sido eliminados, al igual que el tracto reproductivo y la producción de testosterona.

Este último efecto, agregado a la tensión muscular que impide el flujo de sangre a los llamados cuerpos cavernosos (corpora cavernosa) del pene, hace que financieros como Scott, sexualmente insaciables con el mercado en alza, padezcan dificultades para mantener una erección e incluso para dar muestras de interés sexual, pues la testosterona es el inductor químico de los pensamientos eróticos. El estrés crónico, debido en gran parte a la interacción del cortisol y el sistema dopaminérgico, también puede aumentar la propensión a la drogadicción.[246] Y todos estos efectos se ven aumentados por el hecho de que niveles elevados de cortisol reducen el tiempo de sueño, en particular del sueño REM, y en consecuencia privan a la gente del tiempo de inactividad necesario para la salud mental y física. Los esteroides pueden orquestar una sinfonía de efectos fisiológicos, pero a medida que pasa el tiempo, la música se va convirtiendo en cacofonía.

Tal vez el efecto más perjudicial del estrés prolongado sea la frecuencia cardíaca y la presión arterial crónicamente altas, estado que se conoce como hipertensión. La presión incesante sobre las arterias que acompaña a la hipertensión puede ser causa de pequeñas fisuras en las paredes arteriales, fisuras que después atraen agentes de curación llamados macrófagos o, más comúnmente, glóbulos blancos. Sobre las lesiones arteriales se acumulan montones de esos pegajosos agentes coagulantes, que posteriormente atrapan las moléculas que pasan por allí, como grasas y colesterol. Las placas que se van formando son cada vez más grandes y pueden calcificarse, dando lugar a la enfermedad que se conoce como aterosclerosis, o endurecimiento de las arterias. A medida que las placas crecen y bloquean las arterias, disminuye el flujo de sangre que llega al corazón, lo que es causa de isquemia miocárdica, o angina, dolor de pecho recurrente. Si las placas llegan a ser muy grandes, pueden romperse y producir un trombo, o coágulo, que luego se traslada por el torrente sanguíneo a arterias cada vez más pequeñas y termina bloqueando una arteria del corazón, con un infarto de miocardio como consecuencia, o una arteria del cerebro, lo que provoca una apoplejía.

Cuando la crisis económica se profundiza, los efectos catabólicos del cortisol se agregan a los problemas creados por la hipertensión. La insulina, que normalmente retira glucosa de la sangre para almacenarla en las células, ha sido ahora inhibida durante meses, de modo que los elevados niveles de glucosa y la baja densidad de las lipoproteínas, el llamado colesterol malo, viaja por las arterias de los operadores. También los músculos se descomponen en sus nutrientes, de modo que los aminoácidos y la glucosa resultantes circulan innecesariamente por la sangre en busca de una salida que exija lucha física. Nuestra respuesta de estrés está diseñada para alimentar un esfuerzo muscular, pero el estrés al que se enfrenta la mayoría de nosotros es principalmente psicológico y social y lo soportamos sentados en una silla. La glucosa sin utilizar termina depositada en la cintura como grasa, que es el tipo de depósito de grasa que entraña el mayor riesgo de enfermedades cardíacas. En el extremo, los individuos estresados, con la glucosa alta y la insulina inhibida, pueden ser propensos a la obesidad abdominal y a la diabetes de tipo 2. Los pacientes con síndrome de Cushing son el prototipo del cambio en la forma corporal, pues tienen atrofiados los músculos de los brazos y las piernas y acumulación de grasa en el torso, el cuello y la cara, lo que les da el aspecto de una manzana con mondadientes clavados en ella. Un año en la crisis financiera y aquellos hombres de hierro, macizos gracias a la testosterona de los mercados al alza, empiezan a parecer claramente hinchados.

La enfermedad cardíaca provocada por la incertidumbre y la incontrolabilidad en el lugar de trabajo ha sido ampliamente documentada. En un estudio pionero del estrés laboral titulado Healthy Work, Robert Karasek y Töres Theorell comprobaron que los trabajadores que afrontaban niveles altos de carga laboral junto a la incontrolabilidad en sus empleos padecían mayores tasas de hipertensión, colesterol alto y cardiopatía, todo ello signo de niveles crónicamente elevados de hormonas del estrés.[247] Igualmente, en Gran Bretaña, una serie de estudios conocidos como Whitehall Studies observó el estrés en los empleados del Estado, en particular en los departamentos sometidos a privatización. Los autores llegaron a la conclusión de que los empleados más expuestos a inseguridad en el puesto de trabajo experimentaban niveles más altos de colesterol, mayores tasas de aumento de peso y una incidencia cada vez mayor de apoplejías.[248] Finalmente, hay evidencias epidemiológicas de la amplitud de los daños que las recesiones económicas producen en la salud de los trabajadores.[249] Un estudio realizado en Suecia con 40 000 personas durante un período de dieciséis años comprobó que la salud guardaba una estrecha correlación con el ciclo de negocios y que la mortalidad por enfermedades cardiovasculares y cáncer y por suicidio aumentaban durante las recesiones.[250]

Los datos sobre la industria financiera son escasos, pero las compañías privadas de seguros de salud en Estados Unidos y en Gran Bretaña informaron de un aumento de solicitudes por úlceras pépticas, estrés y depresión tras la crisis de crédito que empezó en el otoño de 2007. En julio de 2008, por ejemplo, la British United Provident Association Ltd., que es la mayor aseguradora sanitaria privada de Gran Bretaña, informó de que la cantidad de empleados de la City que solicitaban tratamiento para el estrés y la depresión había aumentado un 47% desde el año anterior.[251] La Organización Mundial de la Salud también advirtió acerca del aumento de los problemas de salud mental y de suicidios con el desencadenamiento de la crisis y la recesión posterior.[252] Últimamente, algunos años después de lo sucedido, empezamos a tener datos epidemiológicos consistentes sobre los efectos colaterales de la crisis de crédito. Un estudio comprobó que durante el período 2007-2009 hubo un pico en el índice de ataques cardíacos en Londres,[253] y esto se produjo frente a una incidencia decreciente de ataques cardíacos en el resto del Reino Unido. Los autores estiman que este aumento repentino de ataques cardíacos en Londres produjo 2000 muertes adicionales, que, sugieren, fueron resultado del impacto de la crisis de crédito en el distrito financiero. Una crisis del mercado puede producir no sólo un desastre económico, sino también médico.

En la multitud de vías aquí descritas, la respuesta de estrés, tal como se construye y se ramifica en el curso de semanas y de meses, empeora la crisis de crédito. La respuesta corporal iniciada para gestionar el estrés repercute en el cerebro causando ansiedad, temor y una tendencia a ver peligros por doquier.[254] Así, este bucle esteroide de retroalimentación, en el que las pérdidas y la volatilidad del mercado conducen a una aversión al riesgo y a la posterior liquidación de activos, puede acentuar la tendencia bajista de un mercado y convertirla en un crac. Las interacciones del cuerpo y el cerebro, por tanto, pueden alterar sistemáticamente las preferencias de riesgo en el ciclo de negocios y desestabilizarlo. Los economistas y los responsables de los bancos centrales, como Alan Greenspan, se refieren a un pesimismo irracional que sacude los mercados, de la misma manera que en otro tiempo habló John Maynard Keynes del debilitamiento de los espíritus animales. Con el desarrollo de la neurociencia y la endocrinología modernas podemos comenzar a proporcionar explicación científica a afirmaciones pintorescas como ésta: el cortisol es la molécula del pesimismo irracional.