28
—Despierta, dormilona —dice Scar. Abro un ojo. Lleva un pijama de franela, tiene el pelo recogido en una minicoleta y no parece que tenga nada de resaca. Luce un chupetón más que evidente en el cuello que espero que pueda disimular antes de que se lo vean sus padres. Está sentada con las piernas cruzadas al pie de su cama, donde, por lo visto, he dormido yo, a pesar de que no recuerdo cómo llegué hasta allí. Me ofrece un vaso de agua—. Por favor, dime que no te enrollaste con Joe.
—Puaj. No. Claro que no. —Me duele la cabeza, unas punzadas de dolor que irradian de dentro hacia fuera, como si se me estuviera pudriendo el cerebro. Me incorporo a medias y luego vuelvo a tumbarme de nuevo. Demasiado deprisa. Todo va demasiado deprisa—. Oye, he pensado que voy a volver antes a California.
Las palabras me salen de sopetón, sin pensar. La verdad es que no soporto estar cerca de Scarlett y que no seamos nosotras. Supongo que algo parecido es lo que se siente cuando rompes con alguien.
—No te vayas, Jess. En serio. No te vayas así.
—No sé por qué me odias tanto.
Tengo los ojos cerrados, así que me cuesta menos pronunciar las palabras, deslizarlas en la oscuridad. Debí de agotar todas mis reservas de lágrimas anoche, porque ahora no me queda ninguna. Solo siento una sensación apabullante de pérdida.
—No te odio. —Se lanza rápidamente hacia la parte superior de la cama, de modo que ahora se sienta a mi lado y me rodea con el brazo—. Dios, hueles fatal...
Me echo a reír.
—Muchas gracias. Es que vomité.
—No me digas.
—Scar...
—No te odio. —Hace una pausa. Busca las palabras—. Pero te fuiste. No me fui yo. Eres tú la que se fue.
Miro por la ventana, detrás de la cabeza de Scar, y veo que los árboles ya casi están desnudos, a pesar de que aún es otoño. Las hojas han ido cayendo, una a una, y han dejado las ramas desprotegidas bajo el frío. Empiezo a tiritar y me arropo con la manta.
—Eso no es justo. Yo no quería irme y lo sabes.
—Pero es que casi nunca me preguntas cómo estoy. No solo te fuiste físicamente, ¿sabes? Es como si te hubieses ido en todos los sentidos.
—No sé, supongo que di por sentado que tú seguías igual. Me han pasado tantísimas cosas... Quería contártelo todo, todos los cambios en mi vida. Eso es lo que hacemos normalmente... —ahora me empieza a temblar el labio inferior, como de costumbre. Tal vez ella tenga razón y yo esté equivocada y todo sea culpa mía. Scarlett, mi padre, Alguien, y muy pronto, Dri. Tal vez también tengo culpa de lo de mi madre, de algún modo cósmico y extraño. Tal vez las narcisistas egocéntricas como yo no nos merecemos una madre.
—¿Tienes idea de lo duro que ha sido para mí? ¿Crees que quería salir con Deena? Cuando te fuiste, no tenía a nadie. A nadie en absoluto —dice Scar—. Y tú ni siquiera me preguntas..., no sé, nada de nada.
—Lo siento. Tienes razón. Últimamente no veo más allá de mis narices.
—Y me siento culpable por enfadarme contigo porque, bueno, porque se te murió tu madre y luego tuviste que marcharte y vivir con esa gente mala malísima de tu nueva familia... Aunque, por cierto, no parecen tan malos. Pero yo todavía necesito a mi mejor amiga, ¿sabes? No todo gira a tu alrededor.
Entonces se repliega sobre sí misma y se echa a llorar con tanta amargura que le tiembla todo el cuerpo. La abrazo por detrás, pegando la barriga a su espalda, aunque no tengo ni idea de qué le pasa.
—Scar, no pasa nada. Todo irá bien. Habla conmigo —digo, pero no está en condiciones de hablar. Demasiadas lágrimas y demasiados mocos. Así que espero. Puedo esperar. Puedo esperar y luego escucharla.
—Adam va a romper conmigo —anuncia, después de que me haya levantado de la cama y le haya dado un puñado de papel higiénico para que se seque la cara. El suelo se estremece en movimientos ondulados, pero me enfrentaré a esta resaca por Scar.
—¿Por qué? Quiero decir, ¿qué te hace pensar eso? Parece que está mucho por ti —digo, porque es verdad. Antes de que se escabulleran de forma nada sutil al cuarto de la lavadora, él la miraba todo el rato, esperando a ver su reacción cuando él soltaba alguna ocurrencia. No solo quería verla reír, sino que disfrutaba siendo él quien le provocara esa risa.
—Es que, no sé. En parte, es por lo del sexo.
—¿Qué es lo del sexo?
¿Es que no cae en que todavía no me ha dicho que ya lo han hecho? ¿Tanto nos hemos distanciado sin darme cuenta siquiera?
—Sí, mujer... Pues que todavía no lo hemos hecho. Es que, bueno, Deena tuvo un susto muy gordo el año pasado, cuando creía que se había quedado preñada, y yo todavía no estoy preparada. Me da vergüenza decirlo, pero tengo miedo. No sé lo que estoy haciendo.
—Nadie sabe lo que está haciendo la primera vez, ¿verdad?
—Y me siento tan...
Se calla y se tapa la cabeza con la manta. No reconozco a esta nueva Scar. La Scar que yo recuerdo no le tiene miedo a nada, no es como yo, que me aterran las cosas más insignificantes de la vida, como los chicos y esas cositas que les cuelgan.
Le quito la manta y le obligo a mirarme a la cara.
—Dímelo.
—Estoy tan colada por él que no puedo soportarlo. No esperaba que fuese a gustarme, ni siquiera un poquito, y ahora, ufff... No sé qué hacer. Me paso todo el día pensando en él. —Sé exactamente cómo se siente. Es lo mismo que me pasa a mí con Ethan, el «dañado» e imposible Ethan. Pienso en él a todas horas, por mucho que me empeñe en no hacerlo. Aunque no tenga absolutamente nada que ver con lo que estoy haciendo, como cuando estaba bebiendo con el plasta de Joe y me preguntaba si Ethan encajaría en aquel sótano. Él nunca vendrá a Chicago. Nunca verá el sótano de Scar. Pero estaba allí de todas formas, en mi mente.
Y aunque sea una estupidez, admito que también pienso en Alguien del mismo modo. No en Caleb, no en la versión auténtica de Alguien, sino en la que aparece en mi pantalla. La que siempre me apoya y está a mi lado.
No es real, claro que no. Todos somos mejores versiones de nosotros mismos cuando disponemos de ese tiempo adicional para redactar el texto perfecto. El Alguien que yo conozco y con el que estoy obsesionada no tiene equivalente en el mundo real. Es un alma gemela virtual, no verdadera. Soy consciente de eso.
—Scar, eso es genial.
—No, es terrible. Me siento como una idiota. Pero si es Adam, por el amor de Dios... Tu antiguo vecino. Adam, el chico que peor besa en el mundo... Aunque ahora besa de maravilla.
Vuelve a taparse la cabeza con la manta y se la arranco de golpe.
—Mírame. A él también le gustas un montón. En serio, ha estado haciendo ejercicio. Se lo noto. ¿Y por qué otra razón iba a empezar a hacer ejercicio? Y no puede parar de tocarte y te mira embobado todo el rato. ¿Me oyes? Todo el rato.
La abrazo, porque me siento muy feliz. Se merece un buen novio y cualquier otra cosa que quiera en la vida. Y desde luego se merece el final feliz de la comedia romántica con el vecino de toda la vida, aunque técnicamente fuese mi vecino y no el suyo. Es casi lo mismo.
Y tiene razón: me fui y no me preocupé ni por un segundo de lo que mi marcha significaría para ella. No le he preguntado lo suficiente por Adam, por su nueva vida, tan ocupada estaba quejándome de la mía.
—Siento mucho no haber estado a tu lado cuando me necesitabas. Me he comportado como una estúpida idiota, pero ahora estoy aquí, ¿vale?
—Vale —dice, sorbiéndose la nariz en mi hombro.
—Pues cuéntamelo todo —le pido, y eso hace.
Más tarde, estamos comiéndonos la sopa de fideos y el tofu con salsa picante que prepara su madre y que Scar asegura que es mano de santo para la resaca. Para mí comer sin que se me revuelva el estómago ya es toda una victoria.
—Adam quiere que le diseñe unas pegatinas para su ordenador —comenta, y yo le sonrío. Está coladísima. No importa de qué hablemos, ella siempre encuentra la forma de sacar a Adam en la conversación.
—Son una chulada. Deberías venderlas por internet.
—Sí, ya ha escogido qué diseños quiere por si algún día se decide a hacerse un tatuaje de verdad, pero yo quiero diseñarle una pegatina que signifique algo. Que sea como un símbolo de él, o de nosotros dos... Pero no sé. A lo mejor es demasiado pronto.
Nos tomamos la sopa, con la mirada fija en el líquido turbio de los cuencos. No sé si es demasiado pronto. No soy ninguna experta en el tema y no quiero cortarle el rollo.
—¿Eso que no deja de hacer ruido es tu móvil? —me pregunta Scar. Desde que nos hemos sentado, he contado al menos diez mensajes, pero podrían ser más.
—Sí —respondo.
—¿Y no quieres ver quién es?
He dejado el móvil dentro de la bolsa adrede. Ha sido una decisión intencionada y consciente, no obligada por las normas de aviación comercial. Cuando lo encendí esta mañana, ya tenía un montón de mensajes que me daba miedo leer. Unos cuantos de Agnes y Dri, pero he pensado que si quieren romper nuestra amistad, eso es algo que puede esperar hasta el lunes. De todas formas, tal vez el que me da más pánico leer es uno de Alguien. No me puedo creer que fuese tan estúpida como para chatear con él estando borracha. Necesito una aplicación con alcoholímetro para que me bloquee el teléfono. ¿Existe alguna? Si no, tendré que inventarla, revolucionar la industria y ganar megamillones de dólares.
—Pues no, la verdad.
—Podría ser algo urgente.
—¿Qué podría ser urgente? Si mi padre quiere hablar conmigo, tiene tu fijo. Ahora mismo soy toda tuya. Nada de idioteces de Wood Valley.
—Me encantaría oír todas las idioteces de Wood Valley. En serio —dice Scar, levantándose, y se pone a hacer unos estiramientos que me hacen preguntarme si estará yendo a clases de yoga—. Solo quiero poder hablar también de mí de vez en cuando, eso es todo.
—Lo siento mucho.
Mi nuevo mantra. Espero que de tanto repetir esas palabras —las habré dicho como cien veces esta mañana— no les esté quitando valor. Cuando murió mi madre, esa era la expresión que más odiaba porque parecía una forma fácil para que la gente pudiese acercarse a mí y luego olvidarse de mi existencia y pasar página; eran solo palabras, una caja de regalo con un envoltorio precioso sin nada dentro. Nadie parecía querer reconocer que el hecho de que hubiese muerto significaba que ahora estaba muerta, y que seguiría muerta todos los días, para siempre.
—Voy a sacar tu móvil.
—No, por favor.
—Alguien tiene que hacerlo.
Lo saca de mi bolsa y limpia la pantalla.
—¿Qué código de seguridad tienes?
Me arde la lengua y me escuecen los ojos por culpa de la salsa picante. Aun así, tomo otro sorbo de sopa. Rehúyo la mirada de Scar. Remuevo los fideos y las algas en un nudo enmarañado.
—Vale, da igual. Ya me lo sé.
—No, no te lo sabes —digo, aunque claro que se lo sabe.
—Uno, dos, tres, cuatro. Sí, ya está, ¿ves? ¿Cuántas veces te he dicho que lo cambies?
Me río, pero tengo miedo. ¿Qué hay en mi móvil? ¿Qué tiene que decirme Alguien? ¿Por qué me escriben Dri y Agnes cuando saben que estoy fuera? Rezo para que me escriban para decirme que Liam ha recobrado el juicio, y él y Gem vuelven a estar juntos, y no porque están enfadadas conmigo. Es raro que Wood Valley haya llegado hasta aquí, a medio país de distancia.
—¡No puede ser! —chilla Scar, y empieza a dar palmas—. ¡Uff, qué ganas tenía de que no fuese él!
—¿De qué hablas? —pregunto.
—¡Mira!
Me da el móvil y veo el intercambio de mensajes entre Agnes, Dri y yo.
Agnes: |
NOTICIA BOMBA. Acabo de ver a Caleb en los almacenes Barney’s. |
Dri: |
¿Y? |
Agnes: |
¡PUES QUE ESTABA CON SU HERMANA! |
Dri: |
¿No está muerta? |
Agnes: |
No. Está vivita y coleando, y comprándose un bolso que vale mil dólares. |
Dri: |
¡¡JESSIE!! PERO ¡¡K FUERTE!! ¡¡K FUERTE!! |
Agnes: |
Yo ya os decía que Caleb no es Alguien. |
—Espera un momento, ¿qué?
Miro a Scarlett. No lo entiendo. Pues claro que Alguien es Caleb. A ver, es que tiene que serlo. Su forma de vestir es la de un tío que quiere ser anónimo. Y después está el hecho de que tuviera el móvil en la mano en la fiesta, y la manera en que se presentó en ¡Abrapalabra! después de decirle yo que trabajaba allí, y eso de que siempre me envía un mensaje minutos después de que hayamos hablado en persona. Y, bueno, lo de agitar el móvil en plan código secreto entre nosotros... ¿Se inventó lo de la hermana muerta?
¿Y no hablamos una vez Alguien y yo sobre mi sugerencia de ir a tomarnos un café, aquel día, cuando luego me arrepentí y retiré mi propuesta? Busco el mensaje. Y ahí está:
Yo: |
(3) Y oye, que lo retiro. Lo del café... yo solo... |
Alguien: |
vale, solo y sin azúcar para ti. |
Yo: |
¿Qué? |
Alguien: |
es un chiste. una frase de Seinfeld. |
Yo: |
No tiene gracia. |
Alguien: |
solo es café. tranquila. |
Le devuelvo mi móvil a Scar, como si estuviese envenenado. ¿Y si estoy totalmente equivocada? ¿Malinterpretó Alguien mi frase? ¿Pensó que cuando decía «yo solo...» quería decir que tomo el café solo? Yo creía que él quería decir que no había para tanto, que solo era un café y no había que darle tanta importancia a vernos en persona.
—¡Bieeeen! Cuánto me alegro de que no sea Caleb. La verdad, parece un capullo..., sin ánimo de ofender. Con su Kilimanjaro y todo. Vamos, que lo normal, si se pasa tanto tiempo escribiéndote mensajitos, es que quiera que quedéis en algún momento.
—Espera, así que tú crees que no es él. ¿En serio?
La cabeza me da vueltas otra vez. Scar me ha mentido. Esta sopa no es mano de santo para la resaca, ni mucho menos. Siento cómo la salsa picante me sube por la garganta y me quema, me quema, me arde.
—Claro que no. ¿Quién se inventa una hermana muerta?
—Los frikis que se dedican a escribir mensajes anónimos a sus compañeras de clase.
—Imposible. Es oficial. Caleb no es Alguien.
—Entonces, maldita sea, ¿quién es? —pregunto.
—Mira —dice Scar, y vuelve a darme el móvil.
Alguien: |
oye, estoy preocupado. estás bien? puedes estar cabreada, pero dime que estás bien, vale? |
Alguien: |
hola?? |
Alguien: |
vale, estoy intentando calmarme, aunque son las tantas de la noche y no puedo pensar con claridad. voy a decirme a mí mismo que te has quedado sin batería o que has apagado el móvil porque no quieres hablar conmigo, y eso me parece bien, aunque no lo entiendo, pero no estás tirada, borracha, en alguna zanja con ese estúpido gilipollas que no te dejaba en paz. |
Alguien: |
ya se ha hecho de día. estás bien, verdad? verdad. ¿¿VERDAD?? |
Alguien: |
tres cosas: (1) solo te he dicho una mentira. el resto, todo lo demás, era verdad. y aunque era una mentira muy gorda, me parece que entenderás por qué te la dije. dios, eso espero. (2) ESTO es más importante que cualquier otra cosa. esto es real. incluso aunque todo lo demás parezca que no lo es casi todo el tiempo. (3) me he pasado toda la noche pensando en ti, he releído tus mensajes un millón de veces y me parece que ya sé quién crees que soy, y te equivocas. |
Alguien: |
solo por hoy, voy a decirte una cosa número 4. quedemos en persona. |
—O sea, que sí es Caleb. Porque dice que mintió. Así que tiene que ser Caleb —afirmo—. Mintió sobre su hermana y todo lo demás es verdad.
—¡Qué dices! Mintió sobre otra cosa. O tal vez mintió sobre lo de su hermana, pero no fue Caleb el que mintió. Es que no es él. Lo sé —dice Scar, y por alguna razón, a pesar de que no conoce a ninguna de aquellas personas, la creo. Caleb siempre ha mostrado un desinterés total por mí, ni siquiera se ha parado a charlar un momento conmigo. Alguien es todo lo contrario, siempre quiere saber algo más, todos los detalles que componen la totalidad de mi día—. Creo que es Liam.
—Imposible.
—Eso explica por qué dejó a Gem por ti.
Sonrío a Scar, pero no porque una parte de mí espere que Alguien sea Liam. Eso sería una putada por muchas razones, siendo Dri una de las más importantes.
—Me has estado escuchando —digo, y me siento tan agradecida de que todavía sea mi amiga, de que lo vaya a ser, con un poco de suerte, para siempre. Ella conocía a mi madre. Y a mi yo de antes. Y eso no es poca cosa.
—Pues claro que te he estado escuchando.
Yo: |
Siento lo de anoche. No era yo misma. Es una larga historia. Pero sí... quedemos en persona. Creo que ya es hora. |
Alguien: |
sí, definitivamente, ya es hora. |