Capítulo XXVI
LA CARTA DE LA MUERTA
"Gleninch, 20 de octubre de 1…
"Querido esposo: Voy a comunicarte algo desagradable acerca de uno de tus más antiguos amigos. Si me trataras con mayor confianza, te participaría esto de viva voz en vez de escribírtelo. El hombre contra quien he de ponerte en guardia es huésped de tu casa, y no conozco persona más falsa y perversa. Recordarás que me atreví a manifestar mi desaprobación cuando me anunciaste su llegada. Si me hubieras dado la oportunidad de explicarme, te habría expuesto las razones de mi antipatía; mas no quisiste aguardar, acusándome de tener prejuicios contra él a causa de su incapacidad física. No es así. Quería advertirte que, en otro tiempo, Dexter me pidió que accediera a ser su esposa. Y tengo motivos para creer que su pasión por mí no se ha apagado. Sin embargo, esperé que sabría contener sus sentimientos por respeto a ti. Pues bien: al contrario, después de una semana de permanencia en nuestra casa, ha empezado a perseguirme con sus pretensiones amorosas. Cuando se ha convencido de que te amo profundamente y que jamás prestaré oído a sus súplicas, ha empezado a denigrarte, afirmando que es capaz de probarme cómo sólo te inspiro aborrecimiento y maldices el día en que nos casamos.
"He luchado mucho; pero la tentación ha sido demasiado fuerte. Te amo de todo corazón, y las palabras de Dexter han despertado una duda cruel que me mata.
"Me ha dicho también que me facilitará la lectura de un «Diario» tuyo. Para poder entrar clandestinamente en mi cuarto, robó la llave de la puerta de comunicación con el estudio, y debo confesarte que, a fin de «estar segura», consentí ver ese «Diario».
"Comprendo que es una vileza por mi parte dar crédito a ese falso amigo, y que debería ponerte en guardia. Vendrá a verme hoy, cuando hayas salido, como de costumbre, hacia las dos. Le diré que no me contento con echar una rápida ojeada a tu «Diario», y que me lo traiga mañana a la misma hora. Tú saldrás, como todos los días; pero volverás enseguida, y al ir en busca de tu «Diario», no lo encontrarás. Luego ve a apostarte ante el estudio, y cuando Dexter me haya dejado, le sorprenderás con el «Diario» en la mano.
"¡Dios te proteja! Tengo miedo, Eustaquio; tengo miedo de ese hombre y de su salvaje pasión."
SIN embargo, la carta no llegó a su destino. Aquel hombre diabólico se introdujo secretamente en la habitación de la señora Macallan, le robó el cofrecillo, y durante un ataque de locura producido por los celos, concibió su venganza atroz.
En el cofrecillo había un paquete de arsénico, y mientras la señora y la enfermera dormían, no tuvo dificultad en mezclarlo con el medicamento. La dosis que Macallan le dio por la noche y la que por la mañana le hizo tomar la enfermera, completaron el envenenamiento.
Atribuyeron la culpa al marido, y así se vengó Dexter de los dos a un tiempo.
No obstante, en aquel cerebro enfermo había, a veces, algún rayo de cordura. Y Dexter no pudo soportar la idea de que su amigo acabara en el patíbulo. Entonces quiso defenderle, salvarle; hasta trató de impedir que los funcionarios de la policía se apoderaran del "Diario", y acusó a la señora Beauly.