Aden observó las llamas y sintió su calor. Las oyó crepitar. Tucker había muerto, así que aquello no podía ser una ilusión.
Estaba petrificado. Aquello no era una ilusión, pero tenía que ser una pesadilla. La mansión de los vampiros estaba ardiendo ante sus ojos.
Sólo había estado fuera unos días. Hacía un rato, Seth le había enviado un mensaje diciéndole que todo iba bien. Por lo menos, todo lo bien que podía ir, teniendo en cuenta lo que había ocurrido con Ryder y con Shannon. Pero ahora…
—No… esto no puede ser… —Victoria se tapó la boca con la mano. Estaba conmocionada.
Las almas, las dos almas que todavía estaban con él, guardaban silencio.
Junior no rugía. Tal vez fuera porque Aden se había quedado aturdido. Entumecido.
Victoria y él habían estado buscando a Riley y a Mary Ann bajo la lluvia, pero no los habían encontrado. Habían decidido volver a casa a buscar a unos cuantos lobos para continuar la búsqueda. Maxwell y Nathan no habían respondido al teléfono.
Aunque Aden sabía que sus emociones estaban alteradas, había terminado por teletransportarlos a los dos hasta la mansión. Sólo había tenido que pensar dónde quería estar, y lo había conseguido.
Esperaba poder reunirse con Sorin para que le informara de lo que había ocurrido durante su ausencia; visitar a Ryder, a Seth y a Shannon, y hablar con Maxwell para enterarse de si había averiguado algo más. La información que habían recogido en aquella habitación secreta del hospital no era relevante para Julian, pero podría serlo para las otras dos almas. Aden tenía planeado formar un grupo para buscar a Mary Ann y a Riley, aunque no sentía preocupación por ellos, porque pensaba que todavía estarían discutiendo.
Había visto el fuego y, al principio, no había entendido lo que estaba ocurriendo. Había pensado que estaban en un lugar equivocado. Sin embargo, no era así. Las llamas estaban devorando la mansión de los vampiros.
No había nadie huyendo del incendio, ni nadie intentando apagarlo.
¿Cuántos se habían quemado dentro de la casa?
¿Cuántos habían conseguido escapar, esconderse, ponerse a salvo?
Él era el rey, y debería haber estado allí. Debería haberlos protegido. No lo había hecho.
—No… —susurró Victoria—. Mis hermanas… Mi hermano… Mis amigos… Dime que están bien.
—Están bien —dijo Aden. Eso era lo que esperaba con toda su alma.
Pero lo dudaba.
Ella gimió.
—¿Quién ha podido hacer esto?
«Tu padre», quiso decir él, pero no lo hizo. Vlad había quemado ya el Rancho D. y M., así que, ¿por qué no iba a quemar su antigua residencia? El vampiro era tan vengativo que no tendría problemas en asesinar a sus propios hijos con tal de vengarse de él.
Victoria cayó al suelo. Al suelo seco. Allí no llovía. Todavía no. El cielo estaba negro, y no se veía ni una sola estrella.
«Lluvia, comienza a caer, —pensó Aden—. Ayúdanos».
Notó una gota en la nariz. Otra en la barbilla. El cielo se abrió, y la tormenta estalló con furia. Pronto, el agua apagó el fuego.
Tal vez pudiera incluso controlar el tiempo atmosférico, pensó Aden con amargura.
¿Cómo habían podido llegar tan lejos las cosas? ¿Cómo?
—¿Qué vamos a hacer? —preguntó Victoria.
No tenía respuestas para esa pregunta. Aden se sentó a su lado en el suelo, y supo que sólo había una manera de intentar arreglar las cosas. Era algo a lo que se había resistido, aunque todo el mundo se lo hubiera pedido.
En aquella ocasión no podría negarse.
—Puedo… puedo arreglar esto —dijo.
«No, Aden, —dijo Elijah—. Sé lo que estás pensando. No lo hagas».
—No hay otra solución.
Victoria se frotó los ojos con el dorso de la mano.
—¿Aden?
—Voy a volver al pasado. Volveré y me aseguraré de que no ocurra nada de esto.
—¡Sí! Sí, eso es perfecto, y… no —dijo ella, y comenzó a negar con la cabeza—. Tú mismo me dijiste que hay muchas cosas que pueden salir mal.
«Y no sabemos si los vampiros han muerto, —dijo Elijah—. Puede que hayan huido. Tal vez se hayan teletransportado, como tú. Tal vez viajes al pasado sin motivo».
Sí, cabía la posibilidad de que se hubieran salvado algunos. Pero no todos. Ni tampoco los humanos que estaban dentro. Una muerte era demasiado para él. Volver al pasado no sería algo inútil.
El fracaso le pesaba tanto que no estaba seguro de si volvería a ver la luz del día. Aunque consiguiera cambiar las cosas, nunca olvidaría lo que había ocurrido, y sabría lo que tenía que hacer, y lo que no. Él nunca olvidaba.
Sin embargo, ellos sí lo olvidarían. Todos. Victoria, Mary Ann y Riley. No sabrían lo que había ocurrido una vez, el destino que les esperaba. Y si aquello funcionaba, Vlad no comenzaría una guerra contra Aden, sino contra Dmitri, porque Dmitri se convertiría en el rey de los vampiros. Victoria se vería obligada a casarse con él. Aquel pensamiento hizo que Aden apretara los puños. Sin embargo, no iba a cambiar de opinión. Tenía que actuar.
Riley seguiría siendo un hombre lobo.
Mary Ann no se convertiría en una embebedora.
Aden nunca se encontraría con Mary Ann. Nunca llamarían a las criaturas del mundo sobrenatural.
Ryder no moriría.
Tucker tampoco.
Shannon no se convertiría en un zombi.
El Rancho D. y M. no ardería, y Brian no moriría dentro.
Aden no se convertiría en un vampiro. Junior no nacería.
Victoria no se convertiría en una humana y no perdería sus habilidades.
Tal vez Eve y Julian volvieran con él.
—Tengo que hacerlo —dijo—. No puedo dejar las cosas así.
«¿De veras quieres saber cómo serían las cosas?», le preguntó Elijah.
«Yo debería estar de acuerdo con esto, —dijo Caleb—. Pensaba que lo estaría. Pero hay algo que me da mala espina. Tengo un mal presentimiento».
—Normalmente, tú no eres la voz de la razón. No empieces ahora.
—Aden, escúchame. Respóndeme —le dijo Victoria—. ¿Adónde vas a volver?
—Al principio.
Ella abrió unos ojos como platos al entender las implicaciones.
—Vamos a hablar de esto. Vamos a pensarlo bien. Si vuelves al pasado, ¿estará Eve contigo? ¿Y Julian? ¿Y qué pasará con tu bestia? ¿Seguirás siendo un vampiro?
—Probablemente. Tal vez. No lo sé. Seguramente no. Tal vez.
—Tus marcas…
—No las tendré —dijo él. Entonces, se inclinó hacia Victoria y le dio un beso en los labios—. Te quiero. Lo sabes, ¿verdad?
Debería haber hecho eso hacía mucho tiempo. Debería haber hecho caso a todos los que se lo habían pedido, pero había permitido que el miedo lo guiara. Y eso los había llevado a todos a aquella situación horrible, inaceptable.
—Sí —dijo ella, observándolo fijamente con sus ojos azules. Tenía una mirada de derrota—. Yo también te quiero. Pero tiene que haber otro modo de…
—No lo hay.
Si las cosas ocurrían de la manera que él tenía pensada, Victoria y él no iban a conocerse.
Nunca se produciría un acontecimiento tan catastrófico.
Él preferiría conocerla y enfrentarse a aquello, pero no iba a hacerlo. Y eso era por amor.
Iba a abandonar a Victoria, como sus padres lo habían abandonado a él. Pero al contrario que sus padres, él no lo haría por sí mismo, sino por ella.
Al final, todo aquello iba a matarlo. Si él pasara a su lado, Victoria no lo reconocería, pero él a ella sí.
—Aden, por favor, dame la oportunidad de…
—Es la única manera. Ahora lo sé con certeza.
La besó de nuevo. Le dio el beso más intenso que nunca le hubiera dado. Un beso desgarrador. Su último beso. Dejó que sintiera todo su anhelo, todos sus sueños. Todas sus plegarias para el futuro.
Y cuando se retiró, estaba temblando. Ella lloraba. Él notó aquellas lágrimas saladas en la boca. Le rompieron el corazón.
Aden le secó las lágrimas con una mano temblorosa y después hizo lo que tenía que hacer. Cerró los ojos y se imaginó el día en que se había cruzado por primera vez con Mary Ann…