9
K
illeen se despertó con una languidez blanda y sedosa. Se volvió y descubrió que estaba junto a Shibo. Ella yacía encogida a su lado y él se dejó llevar por ese momento de pereza y placer. Pasó un rato hasta que las mentes intranquilas de sus Aspectos lograron turbar su dulce indolencia y le trajeron preguntas que había apartado la noche anterior.
La fruta semilla, ese era el problema. Su riqueza aromática se había convertido en un remolino en el interior del cuerpo de Killeen y había borrado las voces de rabia, acallado sus viejos instintos de vigilancia y constante alerta.
A mitad de la celebración, Shibo le había dicho:
—Me alegro por ti. Por todos nosotros. —Y cuando él había hecho un leve gesto de asentimiento, ella se había reído alegremente y le había tocado la cara con un racimo húmedo de frutas semilla.
El banquete se había prolongado durante horas. La fruta se coció con todo su perfume sobre los fuegos de la Familia. Se alzaron cánticos sobre las laderas de las montañas. Rezos espontáneos y tristes surgieron de pronto en los fogones, por los muertos recientes. Los labios desgranaron canciones de duelo, primero con rabia y después como estallidos de energía desnuda. Cuando los efectos de la fruta semilla se manifestaron, las canciones se transformaron en las baladas suaves y lentas, que hablaban de los viejos tiempos. Las Familias de este planeta también habían vivido sus tiempos de gloria, también tenían sus lugares sacralizados por el trabajo y el sacrificio, sus Ciudadelas y campos maravillosos, perdidos y asolados para siempre. Y seguían cantando, a pesar de las últimas derrotas.
El alcohol también había corrido. Los pequeños recipientes que transportaban algunos hombres eran como los de las Familias de Nieveclara, cuidadosamente tallados y ornamentados. Killeen se había obligado a no probar el licor con olor a fruta cuando llegaba a sus manos, a pesar de que se le hacía la boca agua al olerlo. Si lo tomaba, la caída sería brutal.
Su Supremacía había reunido a las Familias cuando la celebración general se convirtió en fatiga y borrachera. Killeen había escuchado sólo a medias los aullidos del hombre, porque esperaba que explicara lo que había sucedido esa noche. Su Supremacía habló del Sembrador del Cielo, lo cual era una buena definición: las semillas caían en cada uno de los descensos de la cosa.
Pero la jerga religiosa oscurecía los encantamientos rítmicos de Su Supremacía. Frases que se encadenaban unas a otras y describían al Sembrador del Cielo como la fuente del contacto del ser humano con todas las fuerzas naturales, la Tribu se sentía parte del ciclo de la vida del Sembrador del Cielo. El hombrecito de voz autoritaria habló de devolver esos dones infinitos con las frutas del suelo fértil y fructífero. La señal más perfecta de la vida era su unión, lo que tejía Toda la vida en Una. Habló mucho rato con voz potente, habló del Sembrador del Cielo como el lazo vivo de la unión de la Tribu con los Candeleros, como mensajero divino, como el único ser vivo que los meses no podían destruir. Comer sus semillas era un acto religioso, una comunión sagrada con las altas fuentes del reino de la vida.
—Aquí está la sangre y el cuerpo de los reinos más vastos; nos los han puesto entre las manos —había aullado Su Supremacía, los ojos en blanco y la cara inundada de sudor e inspiración—. ¡Tomad! ¡Comed! ¡Y preparaos! Preparaos para la marcha de mañana. ¡Para las victorias que vendrán!
La novedad de los planes para nuevas batallas había acallado a las Familias, había llenado de tristeza la celebración. Su Supremacía había vuelto a usar el recurso de encender su propio esqueleto. Killeen se había preguntado por qué mantenía aquella técnica eléctrica que no parecía tener otro uso. Tal vez formaba parte de aparatos más grandes que no se veían.
Sin embargo, Killeen no había visto habilidades como esas entre los humanos de Nieveclara. El Mantis había desplegado algo semejante cuando Killeen se hundió en su sistema sensorial. Seguramente la humanidad había usado eso en el pasado, tal vez se trataba de tradición para aumentar la autoridad de un líder. Debía admitir que los huesos articulados, luminosos, conferían al hombrecito un aspecto impresionante. Las Tribus desconocidas, se dijo, podían ser tan extrañas como los alienígenas.
La verdad era que la forma en que manejaban el aire de depresión y angustia que había rodeado la retirada era digna de todo respeto. El grave canto fúnebre de Su Supremacía decía:
Sembrador, sembrador lleno de pena.
Dador, dador lleno de angustia.
Hablaba de una historia larga y triste en la que el Sembrador del Cielo estaba unido a la suerte de la humanidad.
Esas Familias tenían a sus heridos en orden, incluso a los hombres y mujeres que se quedaban mirando a lo lejos y no sabían qué debían hacer. Mantenían a los heridos al cuidado de los viejos y los jóvenes; todos los que no podían combatir, siempre en el centro de la Formación de la Familia. Todo eso se parecía a las tácticas honradas por el tiempo en Nieveclara, costumbres que estaban instauradas en la médula, en lo más profundo de la sangre.
Ahora yacía en el aire aguzado y congelado de la mañana y miraba las nubes polvorientas sucias de los terremotos. La cuerda cósmica había interrumpido su giro durante la celebración. La montaña todavía crujía y roncaba, como si quisiera quitarse de encima a los seres humanos que se habían apoyado sobre su lomo. Entre las nubes oscuras, arremolinadas, llegó a vislumbrar el azul pálido del cielo y buscó la línea leve, rápida. Nada. El misterio del Sembrador del Cielo todavía lo molestaba.
Llamó a su Aspecto Grey, y la voz ronca y quebrada tardó mucho rato en contestarle.
Creo… deben de ser… ruedas giratorias… las llamaban… los historiadores. Cables vivientes… crecidos en el espacio interplanetario…, incluso entre las estrellas… o en nubes moleculares…
—¿Cómo pueden vivir en el espacio?
La voz de la anciana arrastraba un tono de lamento y maravilla.
Leyenda… todo perdido… no sé por qué las hacen. Textos parciales… parece… evolucionaron de cosechadores de asteroides… o algunos dicen de animales que dirigen cometas… debe de ser desde… al menos… Era de los Candeleros… o antes.
—¿Y qué hace aquí?
Busca superficie planeta… deja semillas… está en fase reproductora… necesita acceso a la bioesfera fértil…, no es suficiente con los cometas… o eso creían los historiadores. Fue antes, mucho antes… tiempo de mis antepasados…
De repente en el ojo izquierdo de Killeen apareció un mapa de la órbita del Sembrador del Cielo. Killeen intuyó la habilidad de Arthur en eso pero la voz seguía siendo de Grey.
—¿Viene directo desde la atmósfera? —Killeen casi no podía creer esos esquemas de simulación de movimiento.
Debo decir que esa información me parece muy dudosa. Grey debe de estar equivocada. ¡Piensa en las dificultades de ese proyecto desde el punto de vista de la ingeniería! La resistencia de los materiales que se requieren… Además, ningún planeta es una esfera perfecta. Las protuberancias atraerían a cualquier cable como este y variarían la longitud y latitud. Por otra parte, debe de haber vibraciones torsionales severas inducidas por el paso hacia la atmósfera. Además, ¿cómo es posible que un sistema dinámico como ese soporte el peso de la atmósfera? No…, se derrumbaría inmediatamente.
—Entonces, ¿cómo explicas lo que hemos visto?
Estoy formulando un modelo. Pero eso requiere un tiempo, claro.
—Mira, haz los cálculos, ¿quieres?
Después de una pausa, la voz serena de Arthur dijo:
No puedo probar que los recuerdos de Grey sean erróneos, claro. Pero me gustaría señalar que la velocidad de semejante artefacto superaría el kilómetro por segundo cuando entrara en la atmósfera. Esa veloci…
—Sí, provocaría esos bombazos que oímos.
No me entiendes. ¿Te parece que una planta puede tolerar esa fuerza? A mí me resulta imposible de creer…
Killeen dejó que la voz de Grey se adelantara en su mente, con su acento y su lentitud habituales.
Muchos historiadores… incluso los de los Candeleros… pensaban lo mismo. Pero nosotros sabíamos que… los viajeros de las estrellas hablaban de ellos… ruedas que giran sobre mundos de pasto y selva… bajo lejanos soles…
—¿Para qué?
Concepto de motivación… complejo en biología… la vida trata de reproducirse… llenar… su medio… todo lo que puede…
—Pero esa cosa vive en el espacio.
Podría… llenar la galaxia… con el tiempo.
—Los mecs parecen más eficientes en eso. Ellos soportan el vacío y el frío.
Sí… y tal vez para contrarrestar eso… de alguna forma… alguien… creó materiales biológicos… pudieran sobrevivir a los rayos cósmicos… nadar entre estrellas… expandirse…
—¿Quién?
Historiadores de… Candeleros… decían… humanos antiguos en el Centro Galáctico… en los Tiempos de Gloria. Pensaban… tal vez… ruedas que giran… fabricadas en ese tiempo…
—¿Podían hacer eso los humanos?
Éramos… tan grandes… pero como en mis tiempos… de lamentables… Arcologías… no más grandes que esta montaña… diminutas… comparadas con… Candeleros…
—Sí…, sí…, supongo… —Killeen trató de imaginarse una ciudad tan grande como las enormes rocas que lo rodeaban. Si Grey consideraba que eso era una construcción trivial, pequeña…—. Los Candeleros, claro…, eran lo más grande que hicimos.
No, no… hubo cosas mucho mayores… antes… en los Tiempos de Gloria…
Killeen se preguntó si debía creer en los recuerdos desconectados de ese Aspecto. Tal vez Grey repetía antiguas leyendas. La Humanidad había sobrevivido durante demasiado tiempo con comida robada y mentiras gloriosas.
Agitó la cabeza y empezó a levantarse, pero sus articulaciones protestaron. Ya era hora de cumplir con sus obligaciones. Entonces lo recordó: no era Capitán. Sintió tristeza por la reducción de su papel en la Familia pero también alivio por el peso que le habían quitado de encima. Así que, en realidad, nada cambiaba.
Lo cual significaba que podía olvidarse de los asuntos de la Familia por un tiempo. Se levantó sin despertar a Shibo y fue a ver cómo estaba la mano de Toby.