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Q

uath se concentró en su principal prioridad en medio del clamor del combate: el Nada. Su Nada.

La incursión de los Nadas había bajado la montaña a una distancia considerable de Quath, sorprendiéndola con su velocidad. Beq’qdahl y su banda se habían movido para interceptarlos. Quath había visto cómo se apresuraban hacia el valle ancho y quebrado, más abajo.

Ella no podía avanzar tan rápido a través de las capas rotas de tierra. Llamó a la Tukar’ramin para pedir ayuda.

*Aquí reina el caos, Quath’jutt’kkal’thon. La insurrección se expande en nuestra Colmena*. Los olores sombríos y pesados de la Tukar’ramin llegaban con fuerza al aura eléctrica de Quath.

‹¡Necesito ayuda!›.

*Lo comprendo. Pero estoy sitiada en lo que fue una vez mi gran provincia*.

‹Envía aunque sea a unas pocas›. Quath emitió hilos desesperados de urgencia.

*Ya no puedo desprenderme de más. He enviado ayuda dos veces pero los dos grupos han caído en emboscadas. Las podia renegadas que obedecen las órdenes de la facción rebelde de las Iluminadas están en todos los pasajes alrededor… ¡Qué herejía! ¡Qué traición!*

Quath siguió trepando sobre viejos caparazones de mecs, y los aplastaba al pasar, sin reparar en ellos. No tenía dudas de que la Tukar’ramin estaba en lo cierto, pero ahora tenía que actuar con enorme prudencia.

‹¿Qué haremos?›.

*¡Permanecer fieles a nuestra ley! A las gloriosas Iluminadas, las líderes del Camino verdadero…, las que dicen que los Nadas de la nave son importantes*.

‹Puedo tomar al Nada principal›, replicó Quath. ‹¿Qué hago después?›.

*Escapar con él. Debes volver a la nave*.

‹Entonces, envía un transbordador. Puedo encontrarme con él en…›.

*Los campos de aterrizaje de los transbordadores están en poder de las renegadas. Están en todas partes*.

Quath comprendió que su visión de las cosas había sido demasiado limitada. Se había preocupado por cuestiones como la vida y la muerte mientras a su alrededor las podia conspiraban y manejaban la situación en secreto. ¡Una insurrección contra la Tukar’ramin! ¡Peor que eso: la revuelta se debía a una disensión entre las Iluminadas! La idea todavía la llenaba de alarma.

‹¿No puedes tomar un transbordador?›.

*Ni siquiera sé si podré conservar mi posición en la Colmena*. La frase cabalgaba sobre una corriente de desesperación y oscuridad.

Beq’qdahl tiene a muchas con ella. No sé si podré mantenerlas a raya mucho tiempo›.

*Estás mejor equipada que ellas. Recuerda que se equiparon de forma precipitada*.

‹Pero si encuentro al Nada en medio de la batalla, seguramente me perseguirán hasta que el cansancio me venza›.

*No puedo enviarte ayuda, Quath*.

Ese mensaje teñido de tintes hormonales oscuros calmó a Quath mientras seguía adelante por la montaña. Los Nadas ya saltaban y corrían en las colinas de abajo. Gracias a su agilidad resultaban difíciles de atrapar. Eran más rápidos y más hábiles que las manadas que había atacado ella para defender a Beq’qdahl.

La vio ahora, una niebla pálida que corría sobre edificios mecs aplastados por la guerra. Entonces, tenía buenas defensas. Para retrasarlas, Quath necesitaría una buena dosis de astucia y habilidad.

Extendió un cono de interrogación eléctrica hacia los Nadas. Ahora que sus pequeñas auras pulsaban con tanta intensidad podía introducirse en ellas más fácilmente. Entró…, y tuvo que retroceder, asustada.

¿Cómo no se había dado cuenta antes? Los muchos sabores de los Nadas los separaban en dos grupos. No era una distinción cruda, como digital/analógico o acústico/magnético, sino una diferencia antigua: el sexo.

Había sabido que esos Nadas todavía mantenían el antiguo mecanismo que proveía la evolución. Lo había experimentado antes, al entrar en el Nada macho.

Ahora veía la razón por la que no había podido soltarse con rapidez de esa aura. Para esos animales, el sexo era un punto de apoyo inalienable. Los definía con un poder absoluto. La falta de habilidad de Quath para desatar esos nudos primitivos en la mente del Nada la había atrapado.

¿No habían aprendido a prescindir de esas fuerzas primitivas y cegadoras en la personalidad? Las podia habían visto hacía ya siglos que el macho era irrelevante, que se le podía suplantar con facilidad mediante la manipulación genética. Todavía vivían algunos en reservas especiales en el planeta de origen, pero sólo como curiosidad histórica.

Entre los Nadas, en cambio, el intenso sabor del sexo inundaba cada una de las percepciones, cada juicio. ¿Cómo podían pensar en medio de aquella tormenta de gritos?

Pasó sobre los olores y armonías disparadas de los Nadas en combate. ¡Tantas emociones juntas! Además no las delegaban a submentes.

En lugar de eso, se desarrollaba una lucha despiadada de impulsos en el escenario abierto de una sola mente. Las facciones se gritaban y chocaban unas contra otras. El instinto, la razón, todo el mundo abigarrado de las emociones hormonales…, cada una respirando en las venas del sexo que salpicaban constantemente con su calor ferviente.

¡Una complejidad imposible! Con razón parecían tan ridículos. Su interior era el escenario de combates incesantes.

Eso complicaba más su búsqueda. Pero en el momento en que ya desesperaba, olió a su Nada. Allí estaba…, ¡a salvo! Se movía con rapidez un poco más abajo.

Su aura se mezclaba con la de otro, el Nada que Quath había ocupado en una ocasión. Los dos estaban desplazándose alrededor de las podia. Quath se apresuró colina abajo. Si podía ponerse a tiro…

Los dos Nadas pretendían asaltar a una podia de seis miembros. Quath se encontraba demasiado lejos para estar segura de poder disparar contra la podia sin dañar a los Nadas. En lugar de eso, buscó una entrada en las capas oscuras de la mente de su Nada.

Ahí estaba. Transmitió conocimientos acerca de la podia. Al Nada le resultaría extraño, pero tal vez podría asimilar los datos.

Sí…, vio que los Nadas acertaban fácilmente a la podia con disparos certeros en los puntos más fáciles e importantes.

Bien. Entonces podía ayudarlos. Pero ¿conseguiría recoger al Nada y alejarse con él?

No, había algo más. Al entrar en los ambientes posteriores del aura eléctrica de su Nada, sintió poderosos hilos de conexión. Estaba ligado con otros. La red vibraba y se ondulaba con una canción curiosa de emoción espesa e instinto salvaje, de un color esmeralda.

Mientras los Nadas bajaban por la colina a la carrera, Quath se esforzó por comprender esta nueva faceta. Aunque los Nadas se creían individuales, debajo de su conciencia se extendían conexiones fuertes, sinuosas y enredadas. Operaban con orgullo pero necesitaban la unión. Esa era la razón por la que el sexo tenía tanta importancia para ellos. Si desconectaba a su Nada de los demás, lo dañaría terriblemente.

Las órdenes de la Tukar’ramin eran que debía salvar a ese Nada, pero ahora se daba cuenta de que eso no funcionaría. Los Nadas no vivían en soledad.

No había sentido la profundidad de ese Nada cuando lo bajó de la órbita. Había ignorado el dolor que sufría cuando lo separaban de los de su especie.

Ahora comprendía que cortar los lazos de los Nadas implicaba un daño en todo el sistema.

Los dos Nadas se reunieron con otros. Uno emitió una emoción aguda, llena de necesidad en el ser murmurante de su Nada. Aquí estaba la verdadera resonancia. Su Nada experimentó una sinfonía de deseos enlazados profundamente con el murmullo complejo del sexo.

No, no podría arrancarlo de esas anclas tan poderosas. Tendría que pensar en otra cosa.

Mientras tanto, los disparos y los estallidos resonaban de colina en colina. Quath corrió desesperadamente hacia el valle, donde empezaba la batalla. Una de las del grupo de Beq’qdahl detectó a su Nada más abajo.

Quath envió un disparo poderoso contra la podia, que se derrumbó y empezó a humear.

Bien. Era una extraña para Quath y pudo olvidar el estigma que venía subiendo desde sus submentes. Pero Beq’qdahl estaba en el valle y Quath no sabía si podría intervenir allí. Sintió un nudo duro y enredado: era el conflicto que se agrandaba en su cuerpo. Trató de empujarlo hacia abajo, hacia las submentes, pero ellas no aceptaban aquellas fibras hinchadas. La agitaban interiormente como un quiste rosado. ¿Podría matar a las suyas para defender a un Nada?

No sabía cómo desatar aquel nudo. Mientras tanto, siguió corriendo.