Prólogo

De cómo Gorim buscó un dios para su pueblo y cómo encontró a UL en la montaña sagrada de Prolgu, basado en El libro de Ulgo y otros textos.

Al comienzo de los tiempos, los siete dioses rescataron al mundo de la oscuridad y crearon bestias, aves, serpientes, peces y, por último, al hombre.

Entonces vivía en los cielos un espíritu llamado UL que no participó en la creación, y al no prodigar su poder y sabiduría, muchas de las cosas que se hicieron salieron desfiguradas e imperfectas. Innumerables criaturas resultaron deformes y extrañas, y los dioses más jóvenes intentaron hacerlas desaparecer para que todo lo que hubiera sobre la tierra fuera hermoso.

Pero UL extendió su mano y lo evitó, diciendo:

—No podéis destruir lo que vosotros mismos habéis creado. Habéis alterado la paz y el orden de los cielos para forjar este mundo como un juguete o un entretenimiento. Sabed ahora que cualquier cosa que hagáis, por monstruosa que sea, permanecerá como muestra de vuestra locura, pues el día en que una de las cosas que hayáis creado se deshaga, se destruirá todo.

Los dioses jóvenes, enfadados, se dirigieron a los seres monstruosos o desfigurados:

—Id a UL y que él sea vuestro dios.

Luego cada dios eligió entre las distintas razas a los hombres que más le gustaban. Y a los que quedaron sin protección, los dioses jóvenes los llamaron y les dijeron:

—Id con UL, él será vuestro dios.

Y UL calló.

Durante largas y amargas generaciones, los seres sin dios vagaron por las selvas y desiertos del Oeste y clamaron al cielo sin que nadie los oyera.

Entonces apareció entre ellos un hombre justo y bueno llamado Gorim. Él reunió a la multitud y les dijo:

—Nos marchitamos y caemos como hojas por el esfuerzo de nuestro peregrinaje. Nuestros niños y nuestros ancianos mueren. Sería mejor que sólo muriera una persona, así que quedaos en esta llanura y descansad. Yo buscaré al dios UL para que podamos venerarlo y tener un lugar en el mundo.

Gorim buscó a UL durante veinte años, pero fue inútil. Con el paso del tiempo su pelo se volvió gris y se cansó de buscar. Desesperado, subió a una montaña muy alta y clamó al cielo con voz atronadora:

—¡Basta!, no seguiré buscando. Los dioses son una burla y un engaño y el mundo es un árido vacío. UL no existe y yo estoy harto del dolor y de la maldición de mi vida.

El espíritu de UL lo escuchó y le contestó:

—¿Por qué estás furioso conmigo, Gorim? Vuestra creación y vuestra existencia no son obra mía. —Gorim, asustado, se arrodilló—. Levántate, Gorim, pues yo no soy tu dios.

Pero Gorim no se levantó.

—¡Oh, mi dios! —gritó—, no escondáis vuestro rostro a vuestro pueblo. Ellos están terriblemente apenados porque son parias y no tienen un dios que los proteja.

—Levántate, Gorim —repitió UL—, vete de este lugar y deja de quejarte. Busca un dios en algún otro sitio y déjame en paz.

Pero Gorim no se levantó.

—¡Oh, mi dios! —dijo—. Me quedaré aquí. Vuestro pueblo padece hambre y sed, busca vuestra bendición y un lugar donde habitar.

—Tu discurso me cansa —dijo UL y se marchó.

Gorim se quedó en la montaña, donde las bestias y las aves le prodigaban alimento. Llevaba allí más de un año, cuando los monstruos y las criaturas desfiguradas que los dioses habían creado vinieron a sentarse a sus pies y se quedaron contemplándolo.

El espíritu de UL estaba preocupado y por fin apareció ante Gorim.

—¿Sigues ahí? —le preguntó.

Gorim se postró y dijo:

—¡Oh, mi dios!, vuestro pueblo gime de dolor ante ti.

El espíritu de UL huyó, pero Gorim siguió allí un año más. Los dragones le traían carne y los unicornios, agua. Entonces volvió UL.

—¿Aún sigues ahí?

—¡Oh, mi dios! —dijo Gorim tras arrodillarse—, vuestro pueblo perece sin vuestro patrocinio.

Pero UL huyó de aquel hombre justo y transcurrió otro año en que las criaturas horribles y sin nombre vinieron a traerle comida y bebida. UL volvió a la montaña y le ordenó:

—Levántate, Gorim.

Gorim siguió de rodillas y le suplicó:

—¡Oh, dios mío, tened piedad!

—Incorpórate —respondió UL, y se acercó a levantarlo con sus propias manos —. Soy UL, tu dios, y te ordeno que te incorpores y que vengas ante mí.

—Entonces, ¿seréis mi dios, y el dios de mi pueblo? —preguntó Gorim.

—Soy tu dios y también el dios de tu pueblo —dijo UL.

Gorim miró hacia abajo desde lo alto de la montaña y contempló a las horribles criaturas que lo habían cuidado en los momentos de zozobra.

—¿Y qué pasará con ellos, dios mío? ¿Seréis el dios del basilisco y del minotauro, del dragón, de la quimera, del unicornio, de la serpiente alada y de las criaturas sin nombre o sin rostro? Pues ellos también son parias, a pesar de que en cada uno de ellos hay algo hermoso. No les volváis la espalda, dios mío, pues son seres muy dignos. Los dioses jóvenes los enviaron ante vos, ¿quién será su dios si los rechazáis?

—Lo hicieron por despecho —dijo UL —. Los dioses jóvenes enviaron a estas criaturas para humillarme porque yo los reprendí. De ningún modo seré el dios de los monstruos.

Las criaturas que estaban a sus pies gimieron y Gorim se sentó en el suelo.

—Entonces me quedaré, mi dios.

—¡Quédate si te place! —dijo UL y se marchó.

Todo siguió igual que antes. Gorim se quedó, las criaturas lo alimentaron y UL comenzó a preocuparse. Hasta que el gran dios, conmovido por la bondad de Gorim, se arrepintió y volvió.

—Incorpórate, Gorim, y sirve a tu dios. —UL se acercó y levantó a Gorim —. Trae ante mí a las criaturas que se sientan a tu alrededor y yo las juzgaré. Si en ellas hay belleza y dignidad, como dijiste, consideraré la posibilidad de convertirme en su dios.

Gorim llevó a aquellos seres ante UL. Las criaturas se postraron a los pies del dios y le suplicaron que los bendijera, y UL se extrañó de no haber descubierto antes la belleza que había en ellos. Levantó las manos y los bendijo.

—Soy UL y encuentro belleza y dignidad en cada uno de vosotros. Seré vuestro dios, así prosperaréis y habrá siempre paz entre vosotros.

Gorim se sentía muy dichoso y llamó al lugar donde estaban Prolgu, que significa "lugar sagrado". Luego se marchó a buscar a su pueblo para traerlo ante el dios, pero ellos no lo reconocieron, pues Ul lo había tocado y todo el color había desaparecido de su cuerpo, dejando su cabello y su piel blancos como la nieve. La gente le temía y le arrojaba piedras para ahuyentarlo.

—¡Oh, mi dios! —le dijo Gorim a UL —, vuestras manos me han cambiado y mi pueblo no me reconoce.

Entonces UL levantó la mano y su pueblo perdió el color como Gorim.

—Prestad atención a las palabras de vuestro dios —dijo UL con su voz atronadora —. Este es el hombre al que llamáis Gorim y él me ha convencido de que os aceptara como a mi pueblo, para que os cuide, os asista y sea vuestro dios. Por lo tanto, os llamaréis UL-Go en honor a mí y a la bondad de Gorim. Haréis lo que él diga y lo seguiréis a donde vaya, y a todo el que no le obedezca o no lo siga lo abandonaré para que languidezca, sucumba y muera.

Gorim ordenó a la gente que recogiera sus posesiones y su ganado y lo siguiera a las montañas. Pero los ancianos del pueblo no creían en él y pensaban que la voz que habían oído no era la de UL.

—Si eres el siervo del dios UL —le dijeron a Gorim con despecho—, demuéstralo realizando algún milagro.

—Mirad vuestra piel y vuestro pelo —respondió Gorim —, ¿no es suficiente con eso?

Los ancianos vacilaron y se alejaron, pero luego volvieron ante él.

—Este estigma es señal de una plaga que has traído de algún lugar insalubre y no constituye ninguna prueba de la bondad de UL.

Gorim levantó las manos, y las criaturas que lo habían alimentado vinieron a él como ovejas a su pastor. Los ancianos se asustaron y se alejaron, pero pronto regresaron.

—Esas criaturas son monstruosas y horribles. Eres un demonio que viene a arrastrar a nuestro pueblo a la destrucción y no un siervo del gran dios UL. Aún no hemos visto ninguna prueba de la bondad de UL.

Entonces Gorim se cansó de ellos.

—Os digo que habéis escuchado la voz de UL —gritó con voz atronadora —. He sufrido mucho por vosotros, y ahora regreso a Prolgu, el lugar sagrado. Aquel que me crea, que me siga; quien no lo haga, que se quede aquí.

Se volvió y se dirigió hacia las montañas. Unos pocos fueron con él, pero la mayoría se quedó e insultó a Gorim y a aquellos que lo seguían.

—¿Dónde está el milagro que demostraría el patrocinio de UL? No seguimos ni obedecemos a Gorim, y, sin embargo, no sucumbimos ni perecemos.

Entonces Gorim los miró con tristeza y les habló por última vez.

—Me pedisteis un milagro, pues aquí lo tenéis. Tal como dijo la voz de UL, sucumbiréis y os marchitaréis como una rama cortada de un árbol. En realidad, hoy mismo habéis perecido.

Y condujo a aquellos que lo seguían por las montañas en dirección a Prolgu. Los que quedaron atrás se burlaron de él y volvieron a sus chozas a reírse de los tontos que lo habían acompañado. Pero con el tiempo no rieron más, pues sus mujeres se quedaron estériles y dejaron de alumbrar hijos. El pueblo languideció, sucumbió y pereció.

La gente que siguió a Gorim llegó con él hasta Prolgu, donde construyeron una ciudad. El espíritu de UL estaba con ellos y vivieron en paz con las criaturas que habían alimentado a Gorim.

Gorim vivió el tiempo equivalente a varias generaciones, y, después de él, todos los sumos sacerdotes de UL fueron llamados Gorim y tuvieron largas vidas. Durante mil años, UL les concedió el don de la paz, y ellos pensaron que duraría para siempre.

Pero el malvado dios Torak robó el Orbe creado por el dios Aldur, y comenzó la guerra de dioses y hombres. Torak utilizó el Orbe para partir la tierra y dejar entrar al mar, pero el Orbe le produjo quemaduras espantosas y el dios huyó entonces hacia Mallorca.

La tierra se enfureció por las heridas que le había causado Torak, y las criaturas que habían habitado en paz con la gente de Ulgo también enloquecieron y se alzaron contra el patrocinio de UL. Asolaron las ciudades y asesinaron a su gente, de modo que sólo unos pocos sobrevivieron.

Los que pudieron escapar huyeron a Prolgu, donde las criaturas no se atrevían a entrar por temor a la ira de UL. La gente lloraba y se lamentaba con desconsuelo; UL, preocupado, los guió a las cuevas sagradas que había debajo de Prolgu, donde se establecieron.

Pasado un tiempo, Belgarath el Hechicero condujo al rey de los alorns y a sus hijos hasta Mallorea para recuperar el Orbe. Cuando Torak salió a perseguirlo, la cólera del Orbe lo detuvo. Belgarath entregó el Orbe al primer rey de Riva y le dijo que el Oeste estaría a salvo siempre que uno de sus descendientes tuviera la piedra en su poder.

Entonces los alorns marcharon hacia el sur en busca de nuevas tierras y se desperdigaron. Los pueblos de otros dioses también estaban preocupados por la guerra de divinidades y de hombres y huyeron hacia otras tierras que bautizaron con nombres extraños. Pero el pueblo de UL se quedó en las cavernas de Prolgu y no se trató con ellos. UL los escondió y los protegió, de modo que el resto del mundo no conocía su existencia. Pasaron siglos sin que la gente de UL tuviera contacto con el mundo exterior, ni siquiera salieron cuando la tierra se estremeció con el asesinato del último rey rivano y de su familia.

Pero cuando Torak marchó sobre el Oeste al frente de un ejército poderoso y pasó por las tierras del pueblo de UL, el espíritu del dios habló con el Gorim. El Gorim preparó a su gente en secreto durante la noche, sorprendió al ejército de Torak mientras los soldados dormían y causó enormes estragos en las filas enemigas. De este modo debilitó las tuerzas de Torak y provocó su caída ante los ejércitos del Oeste en un lugar llamado Vo Mimbre.

Luego el Gorim se marchó para reunirse con los vencedores y volvió con la noticia de que Torak había sido herido de gravedad. A pesar de que el discípulo del malvado dios había robado y escondido su cadáver, se decía que el dios dormiría un sueño similar a la muerte hasta que un descendiente rivano se sentara en el trono de Riva, lo cual era imposible, pues se sabía que no quedaban descendientes de aquel linaje.

La visita del Gorim al mundo exterior había causado conmoción, pero no pareció provocar ningún daño. Los hijos de UL prosperaban bajo el cuidado de su dios y la vida seguía igual que antes. El pueblo advirtió que el Gorim pasaba menos tiempo dedicado al estudio de El libro de Ulgo y más en escarbar antiguas profecías; pero era de esperar alguna excentricidad de alguien que había salido de las cavernas para penetrar en el mundo de otros pueblos.

Más tarde, un viejo desconocido apareció en la puerta de las cavernas y pidió hablar con el Gorim. Era tal el poder de su voz que el Gorim fue convocado. Entonces, por primera vez desde que la gente buscara refugio en las cavernas, se le concedió la entrada a un extraño. El Gorim llevó al forastero a sus habitaciones y estuvo reunido con él durante vanos días. Después de aquella vez, aquel extraño hombre de barba gris y ropas andrajosas aparecía de vez en cuando y el Gorim lo recibía con alegría.

En una ocasión, un niño comentó que había visto a un enorme lobo gris con el Gorim, y a pesar de que el niño se negó a retractarse, lo más probable es que sólo se tratara de una alucinación provocada por una enfermedad.

La gente se acostumbró a las rarezas de su Gorim y acabó aceptándolas. Pasaron los años y siguieron dando gracias a su dios, conscientes de que eran el pueblo elegido del gran UL.