imagen

 

 

Cuando hay que enfrentarse a malos hábitos adquiridos, muchos de nosotros intentamos atacar el problema de frente, procurando abandonarlos. Esta táctica, claro está, no funciona, y aplicándola no hacemos más que corroborar que abandonar un vicio cuesta muchísimo, una afirmación muy acertada. La culpa de ello la tiene el cerebro. Aunque a este se le da muy bien construir redes, se le da muy mal destruirlas. Por más que intentemos acabar con él, el mal hábito seguirá estando ahí, instalado en nuestro cerebro, aguardando con paciencia la ocasión de ser usado.

La solución pasa por ignorar el mal hábito y dedicar la energía a crear uno nuevo que se fije sobre el anterior. Un buen ejemplo de esta técnica se encuentra en el trabajo de la Shyness Clinic, un programa que tiene su base en Los Altos, en California, y que ayuda a personas con una timidez crónica a mejorar sus habilidades sociales. Los terapeutas de la clínica no se sumergen en la historia personal de sus clientes; no intentan «arreglar» nada. Lo que hacen es centrarse en crear nuevas aptitudes a través de lo que ellos denominan un «modelo de buena forma social», que consiste en una serie de ejercicios sencillos, intensos, de desarrollo gradual, que sirven para desarrollar nuevos «músculos» sociales. Uno de los primeros ejercicios que deben asumir los pacientes de la Shyness Clinic consiste en acercarse a un extraño y preguntarle la hora. Cada día el ejercicio es más exigente, y al poco tiempo los pacientes tienen que preguntar la hora a cinco transeúntes, llamar por teléfono a personas conocidas o conversar en el ascensor con otros usuarios. Transcurridos unos meses los pacientes han adquirido ya la buena forma social mínima que les permitirá poner en práctica el ejercicio final: entrar en una frutería llena de gente, levantar una sandía sobre sus cabezas y, a propósito, dejarla caer al suelo, soportando triunfalmente las miradas de todos los desconocidos presentes. (A los equipos de limpieza de las fruterías estos ejercicios no les gustan tanto como a los pacientes.)

Para construir nuevos hábitos, empieza despacio. Da por sentado que al principio sentirás que te invade la torpeza y la frustración; después de todo, la nueva red no se ha construido todavía, y tu cerebro quiere seguir el patrón antiguo. Construye el hábito nuevo aumentando gradualmente la dificultad, poco a poco. Se tarda un tiempo, pero es la única manera en que crecen los hábitos. Si te interesa saber más sobre el tema, lee El poder de los hábitos de Charles Duhigg.