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Uno de los momentos más satisfactorios de una sesión de práctica es cuando realizas una repetición perfecta.

Cuando eso te ocurra, detente. Rebobina la cinta mental y reproduce el movimiento en tu cerebro. Memoriza el sentimiento, el ritmo, las sensaciones físicas y mentales.

El propósito de ello es registrar el momento: ese es el punto al que tienes que regresar una y otra vez. No se trata de ningún punto final, sino de una nueva línea de salida para perfeccionar la habilidad hasta que se convierta en algo automático.

Como dijo Kimberly Meier-Sims, del Sato Center for Suzuki Studies: «La práctica comienza cuando empiezas a hacerlo bien».