Muchas veces se nos dice que la gente con talento adquiere sus destrezas siguiendo sus «instintos naturales». Suena bien, pero eso es, de hecho, una tontería. Toda mejora tiene que ver con asimilar y aplicar nueva información, y la mejor fuente de información la proporcionan quienes más saben de una u otra materia. Así pues, robémosela a ellos.
Este tipo de robo cuenta con una larga tradición en el mundo del arte, en el deporte y en el diseño, donde con frecuencia recibe el nombre de «influencia». El joven Steve Jobs robó la idea del ratón del ordenador y los menús desplegables del Centro de Investigación de Palo Alto, de Xerox. Los Beatles, en su juventud, robaron aquellos gritos agudos que usaban en sus canciones «She loves you», «From me to you» y «Twist and shout» de su ídolo Little Richard. El joven beisbolista Babe Ruth basaba su swing en el poderoso golpe ascendente de su héroe Joe Jackson, apodado el Descalzo. Como dijo Pablo Picasso (que tampoco se quedaba corto en el arte del robo) «los buenos artistas toman prestado; los grandes artistas roban».
Linda Septien, fundadora de la Septien School of Contemporary Music, un semillero de talento situado en las inmediaciones de Dallas que ha producido millones de dólares en música pop (con talentos musicales de la talla de Demi Lovato, Ryan Cabrera y Jessica Simpson), recomienda a sus alumnos: «Cariño, tienes que robar como loco. Fíjate en artistas que sean mejores que tú y mira si puedes tomar algo de lo que ellos tienen. Y hazlo tuyo». Septien predica con el ejemplo, pues lleva ya escritos trece gruesos cuadernos llenos de ideas robadas de grandes artistas. Anotados en solapas de libros, a veces en servilletas de papel, aparecen consejos sobre asuntos tan dispares como la mejor manera de alcanzar una nota aguda o cómo enfrentarse a un público poco atento (lo más eficaz, en esos casos, es contar un chiste).
«Robar» ayuda a arrojar luz sobre patrones misteriosos del talento, por ejemplo, por qué los miembros más jóvenes de algunas familias musicales son los que tienen más talento. (Una lista incompleta: el hermano menor de los Bee Gees, Andy Gibb; Michael Jackson; el menor de los Jonas Brothers, Nick. Por no hablar de Mozart, J. S. Bach, y Yo-Yo Ma, todos ellos los hermanos menores de sus respectivas familias.) Lo que marca la diferencia puede explicarse, en parte, a causa del fenómeno del parabrisas (véase Consejo #1) y, en parte, a causa del robo. A medida que crecen, los hermanos menores tienen más acceso a buena información. Disponen de muchas más oportunidades para ver actuar a sus hermanos mayores, para imitarlos, para ver qué funciona y qué no. En otras palabras, para robar.
Cuando robes, concéntrate en aspectos concretos, no en impresiones generales. Capta y asimila hechos específicos: el ángulo que adopta el codo izquierdo de un golfista justo antes de golpear la bola; el giro de muñeca de un cirujano; la forma y la tensión precisas de los labios de un cantante cuando emite esa nota aguda; la duración exacta de la pausa de un cómico antes de soltar el comentario final. Y pregúntate:
• ¿Cuáles son, exactamente, los movimientos fundamentales?
• ¿En qué se diferencian esos movimientos de los míos?