Imaginemos que dentro de una semana vas a presentarte a un examen sobre las siguientes diez páginas de este libro. Dispones de treinta minutos para estudiar. ¿Cuál de los dos siguientes métodos de práctica te ayudará a obtener una mejor nota?
A) Leer esas diez páginas cuatro veces de un tirón e intentar memorizarlas.
B) Leer esas diez páginas una vez, y después cerrar el libro y redactar un resumen sobre una página.
No hay color. Existen estudios que demuestran que la gente que sigue la estrategia B recuerda el 50 % más del material, a largo plazo, que la gente que opta por la estrategia A. Ello es así a causa de una de las reglas más básicas de la práctica profunda: «aprender es esforzarse». La lectura pasiva de un libro —un proceso relativamente carente de esfuerzo, que deja que las palabras resbalen por nosotros como el agua cuando nos bañamos— no nos coloca en el punto óptimo. Menos esfuerzo equivale a menos aprendizaje.
En cambio, cerrar el libro y redactar un resumen nos obliga a averiguar cuáles son los puntos clave (una serie de esfuerzos), a procesar y a organizar esas ideas para que tengan sentido (más esfuerzos), y a ponerlos por escrito en una sola página (más esfuerzo, además de una repetición). La ecuación es siempre la misma: más esfuerzo equivale a más aprendizaje.