«Konets»

Residencia de Erika Lopategui

Iberia (área euroafricana norte, sector ártico sur)

Julio del 2054

—Kai-Xi Chengwu —pronunció Erika.

El comando de voz cumplió su cometido: desactivación del sujeto.

Una chimenea antigua.

Leños ardiendo.

Olor a la combustión de la madera.

Pestañeó varias veces, como si de esa forma fuera a facilitar la tarea a su cerebro.

Sentado. Cómodo. Tranquilo.

Extrañamente, su sistema nervioso no emitió ninguna orden de alerta, a pesar de que no era capaz de recordar cómo había llegado hasta allí.

Rebobinó mentalmente hasta alcanzar la última imagen que tenía en la cabeza. Había logrado llegar a la sala acristalada y una mujer de edad avanzada a la que jamás había visto pero que le resultaba familiar le indicó que no estaba haciendo la pregunta correcta.

La misma persona que en aquel preciso instante le estaba observando desde un sofá idéntico al que él ocupaba.

—¿Quién soy? —balbuceó.

—Tú mismo lo has escrito hace tan solo unos minutos —le respondió señalando un trozo de papel que descansaba sobre la mesa—. Reconocerás tu propia letra.

Kai-Xi extendió el brazo y cogió la nota.

Tú eres el último bogatyr.

No temas.

Ella tiene las respuestas.

Solo escúchala.

La leyó un número indefinido de veces hasta que consiguió reponerse. Las facciones de la mujer se habían vuelto borrosas e imprecisas, las lágrimas no le permitían ver con nitidez.

—Lo lamento —dijo ella—. Lamento que hayas sufrido tanto, pero fue tu elección. Mi nombre es Erika Lopategui, pero tú me conociste como Rusalka.

Erika se percató de que Kai-Xi seguía atrapado por el desconcierto y resolvió alterar el entorno.

—Hoy hace un día maravilloso, si me acompañas hasta el acantilado te daré lo que has venido a buscar —le ofreció tendiéndole el brazo para que la ayudara a incorporarse.

Tras relatar de forma algo más resumida y escueta lo mismo que había contado hacía pocas horas a sus invitados, en el semblante de Kai-Xi se percibía la mutación que había progresado desde la confusión absoluta a la armonía transitoria. La brisa marina colaboró en la tarea.

—Nos acercamos a las respuestas que buscas —anticipó ella.

Kai-Xi se agarrotó y de forma inconsciente desvió la mirada hacia el horizonte.

—Siempre fuiste un chico curioso, entrometido —calificó Erika captando de nuevo la atención del bogatyr—. Donde se pierde la vista —señaló— es el cabo Machichaco. Allí se escenificó una batalla que algún día, si me lo permites, me encantaría narrarte. Sin embargo, hoy nos tenemos que remontar solo hasta el año 2037, cuando enfermaste gravemente y tuvieron que ingresarte. Una noche en el hospital escuchaste una conversación que condicionó tu porvenir. Creyendo que estabas bajo los efectos de los somníferos, tu padre estuvo hablando de cómo había castigado a los indios bengalíes ordenando gasearlos con Margaritka un mes antes. Las terribles imágenes de sus efectos sobre la población se propagaron por las redes como un virus y a ti te dejaron marcado. Cuando saliste del hospital ya no eras el mismo. Semanas más tarde conociste a Anatoliy Sokolov en una reunión del Bloque Asiático que tu padre convocó en su propia casa, como era su costumbre. Tú ya eras un experto en descodificación y, no sabemos cómo, lograste entrar en la información sobre el programa Bogatyr que Anatoliy Sokolov guardaba en su equipo.

El rostro de Kai-Xi reflejaba la ansiedad al tratar de recuperar infructuosamente aquellas imágenes.

—No te esfuerces, no puedes acceder a esos recuerdos. No te queda otra opción que fiarte de mí. Transcurridos unos días te pusiste en contacto con Tolya y, para su sorpresa, insististe, más bien lo coaccionaste, para participar en el programa Bogatyr.

—Por eso su cara me resultaba tan familiar.

—Y si él te hubiera visto en Lukomorie también te habría reconocido, puedes estar seguro de ello. Prosigo. Ante nuestra negativa, nos amenazaste con desvelárselo detalladamente a tu padre. No nos dejaste muchas alternativas y tengo que admitir que colocar una pieza en el seno de la cúpula militar de China fue algo difícil de rechazar. Además, tu afinidad hacia el mundo cibernético nos resultaba muy favorable para afrontar el proceso. A partir de ahí todo se desarrolló con extrema celeridad. Aprovechando tu historial clínico, Tolya convenció a tu padre de que te trasladara a Alátyr para aplicarte un tratamiento médico revolucionario para paliar tu enfermedad. En esa estación Khimera completamos el enriquecimiento y tan solo un año más tarde estabas preparado para actuar. Nuestra obsesión se centraba en descubrir la identidad de la persona que tenía en su poder la fórmula de Perséfone, a quien bautizamos con el nombre de Koschéi, el antagonista del bogatyr en los cuentos populares rusos, ¿recuerdas?

Su expresión decía que no, pero Erika decidió obviarlo.

—Teníamos que detenerle cuanto antes y prácticamente lo único que sabíamos era que tu padre estaba dispuesto a pagar lo que hiciera falta por hacerse con ella. En sus manos el mundo habría dejado de ser un planeta habitable —aseguró Erika—. Trazamos un plan que consistía en llegar hasta él recorriendo el camino inverso. En Haifa conseguiste el ADN de un funcionario israelí para que pudiéramos acceder a sus sistemas y obtener información con la que negociar con un alto dignatario del servicio secreto de la Alianza Islámica. El encuentro se produjo en Marrakech con el propósito de desenmascarar a la persona con la que tu padre mantenía reuniones frecuentes. Resultó ser un militar norcoreano llamado…

—Cho Min Sung —se adelantó Kai-Xi—. Bào y yo nos ocupamos de él cuando descubrimos que la comunicación que sacó a mi padre de casa se hizo desde su UAT. Por cierto, ¿dónde y cómo está mi hermana?

—Está bajo custodia, no temas por ella, no sufrirá daño alguno —le garantizó—. Nos enteramos recientemente de la muerte de Min Sung.

—Nosotros no lo matamos.

—No. Él mismo se encargó tras sufrir un «desafortunado percance», llamémoslo así.

—No siento ninguna lástima por ese perro.

—Tampoco es el motivo de esta conversación.

Kai-Xi extendió la mano invitando a su interlocutora a seguir hablando.

—Detectamos un pequeño fallo de seguridad en los sistemas de nuestros aliados los chinos, un hueco muy estrecho por el que nos podríamos colar para obtener los códigos de lanzamiento de misiles. Para ello debíamos entretener a tu padre durante el tiempo suficiente como para que accedieras a su equipo y copiaras los códigos. Por eso necesitábamos la colaboración del difunto mayor general Min Sung, para montar ese falso encuentro. En cuanto tu padre salió de casa te pusiste manos a la obra. Lo lograste en menos de diez minutos. Prodigioso.

Kai-Xi no pestañeaba.

—El plan consistía en validar los códigos de ese día y obtener los del siguiente para así disponer de veinticuatro horas para extorsionar a tu padre con el lanzamiento de misiles a las potencias militares de la Alianza Islámica en el sudeste asiático a cambio de la identidad de Koschéi. Pero sucedió algo que no esperábamos. Odiabas tanto a tu padre que conseguiste anteponer tus deseos personales a los programados por Khimera. Así, decidiste usar los códigos de aquella jornada para ordenar el mismo lanzamiento con el que teníamos previsto amenazarle. Cuando nos dimos cuenta de tus intenciones y te desactivamos ya era demasiado tarde.

—Y desperté con el sonido del disparo.

—Los acontecimientos hicieron que la aversión que sentías hacia tu padre revertiera en sentido contrario, es decir, hacia aquel que le había empujado al suicidio.

Kai-Xi comprendió entonces que su padre no pretendía ponerle tras la pista del bogatyr a través de aquella nota. Solo quiso demostrarle que sabía quién era.

Por una cara Kai-Xi, por la otra el bogatyr. Un hombre con dos caras. Un Yin Yang distorsionado.

—No volvimos a activarte —continuó Erika—. Hasta hoy. El resto de tu historia la conoces mejor que yo. Personalmente, nunca he podido digerir aquellos millones de muertos, aunque muchos sostuvieran entonces y sostengan hoy que la confrontación entre la Alianza Islámica y el Bloque Asiático hizo que se equipararan las fuerzas entre los tres contendientes y que, a la postre, provocó que el conflicto concluyera pocos meses después. Nunca lo sabremos, pero lo cierto es que todo el proyecto Khimera se vino abajo. Me encerré aquí mismo hasta que mi querido Tolya vino a rescatarme transcurrido un tiempo con la noticia de la segunda mutación. Juntos convinimos no quedarnos al margen.

Kai-Xi se sentó al borde del acantilado e introdujo la cabeza entre las piernas mientras se masajeaba las sienes con firmeza, como queriendo acelerar el hallazgo de una explicación con las yemas de sus dedos. La suave brisa estaba a punto de convertirse en fuerte vendaval.

—Al igual que tú, yo también estuve marcada en mi juventud por las decisiones que tomó mi padre —retomó Erika, empleando un tono cargado de melancolía y afecto que se ganó la atención de Kai-Xi—. Era hombre singular, fiel a sí mismo y a los valores que le inculcaron. Sin embargo, estaba profundamente obsesionado con entender la patología del comportamiento criminal. Jamás se resignó a la obtusa explicación que se fundamentaba en la consustancialidad de la especie. En cierta ocasión le escuché decir que al pasar la última página hay que cerrar el libro. Aunque él nunca se aplicó el cuento —aclaró con marcada añoranza.

Un destello alumbró la oscura mirada de Kai-Xi.

—Siempre me he preguntado cuándo y cómo se sabe que ha llegado al final —conjeturó él.

Erika tardó en responder. Tenía las palabras escogidas, pero quiso evitar que se perdieran en una ráfaga de aire. Esperó pacientemente hasta que el viento rolara ofreciendo una tregua.

—Cuando uno escribe de su puño y letra la palabra Konets.