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Ventaja

Al hombre de las aguas le chorreaba su propia pálida sangre de los dedos cuando Nerron le cortó las ataduras. Se había escoriado varias escamas de los brazos para liberarse. Con seguridad, una parte de su carne color verde oliva se había quedado también pegada a la rueda del carruaje, pero no pestañeó.

Naturalmente les habían quitado las armas.

Te has dejado tomar el pelo por un príncipe más estúpido que cualquier caballo que hayas montado nunca, Nerron.

Vieron el palacio ya desde lejos. El enano había traído, pues, el cadáver de Gismundo. Nerron estaba enfermo de rabia cuando dirigió el catalejo a la atalaya ante la cual debía celebrarse el intercambio. Un montón de piedras apiladas, que se parecían sospechosamente al monumento fúnebre de un gigantón, y, delante de ellas, unos muertos. No podía divisar quiénes eran, pero el gigantón que se inclinaba sobre ellos no se podía pasar por alto. Se trataba de un vigoroso ejemplar. ¡Pero qué demontre de encorvado había pasado allí!

—¿Ves a Louis? —Nerron estaba feliz de que el odio en la voz del hombre de las aguas no le concerniera a él.

Sacudió la cabeza.

—Quiero oír cómo se rompe su principesco pescuezo… —susurró Eaumbre—. O estrujarle el cuello hasta que su estúpida cara se tiña del azul del cielo.

Había hombres de las aguas que pasaban años intentando cazar a un hombre que los había ofendido o mentido. Eaumbre había sido muy paciente con Louis. Pero a Nerron le daba igual si el príncipe aún vivía. Todo lo que le interesaba era si Reckless estaba entre los muertos. En cualquier caso, la información no valía una pelea con un gigantón.

Volvió a colgarse el catalejo del cinturón.

Eaumbre examinaba las ruinas y el palacio, que estaba dispuesto como una corona de piedras alrededor de la montaña:

—El verdugo de las brujas poseía más tesoros que la simple ballesta, ¿no es cierto?

—Probablemente.

Eaumbre se pasó la mano por los brazos heridos:

—Si Louis está allí, lo quiero para mí —susurró.

—¿Y si no es el caso?

El hombre de las aguas enseñó los dientes:

—… confío en encontrar suficiente oro para consolarme.