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Corre
Miedo. Y más miedo. La paz de entremedias había sido demasiado corta.
Estaba tan cansada que ni siquiera el pelaje le ofrecía ya consuelo. Había bebido de su propio miedo, pero Zorro seguía sintiéndolo. Como un temblor en su interior.
Lugares que se fijaban al corazón como moho… la sórdida casa, que olía a mar. El Cuarto Rojo. Simplemente no se podían dejar atrás. Por muy rápido que la zorra corriera. El único que la protegía de ellos era Jacob.
Zorro quería dormir a su lado. Solo estar junto a él y sentir cómo su calor le hacía olvidar el Cuarto Rojo. Y la casa, que olía a sal.
Pero tenía que correr.
Llevaba la vida de Jacob colgada del cuello.
Nada había pesado nunca tanto.