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Demasiado tarde

La casa de un barbazul. Naturalmente. El balbuceo de Louis tenía ahora, al menos, algo de sentido. Blanca como la leche. ¿No había estado lo suficientemente claro? Nerron maldijo su propia terquedad cuando vio los setos marchitos y el ciervo, que estaba perdido delante de la casa apagada. Huyó saltando antes de que los perros de presa lo atraparan.

El barbazul yacía en su Cuarto Rojo, rodeado de nueve mujeres. Yacían junto a su asesino como si durmieran. Lelou vomitó fuera, en el pasillo. El escarabajo tenía un estómago delicado cuando se encontraba con la muerte. Pero incluso Eaumbre miró con turbación la hilera de hermosos cadáveres antes de ir en busca de las salas con los tesoros del barbazul. En cualquier caso, los hombres de las aguas dejaban vivir a las jóvenes que secuestraban… aunque algunas de sus víctimas hubieran preferido la muerte a un cautiverio en un charco de por vida.

Negro como un pedazo de noche engarzado en oro. Eres idiota, Nerron. Louis le había dicho todo lo que había querido saber. Dondequiera que el corazón se hubiera ocultado en aquel sombrío lugar, Nerron habría apostado la cabeza y la mano a que Reckless lo había encontrado. Y también estaba seguro de que la sangre que había abajo, en el vestíbulo, no procedía de su competidor.

En el patio encontraron huellas borradas, pero no era fácil hacerse invisible cuando se transportaba a un herido. Y uno iba más lento.

Los alcanzarían pronto.