2011
—Nunca te dije lo que significó para mí aquel día —dice Elisa, sobresaltándome.
Sea a lo que sea a lo que haya venido, no se anda con rodeos. Acaba de bajar al mismísimo centro de la Tierra y ha plantado su núcleo candente bien visible frente a nosotras.
Qué esperaba yo si no, si está aquí después de dieciocho años y mil mares.
—Un desastre, ¿no? —digo con ligereza, intentando encubrir mi súbita incomodidad.
¡Yo, azorada por el recuerdo de mi primera vez con esta mujer!, me burlo de mí.
Elisa me mira extrañada, esbozando una leve sonrisa. Cree que ha sido una broma, pero cuando constata que hablo en serio, su expresión se oscurece, se levanta y viene hacia mí.
—No —dice muy seria—. ¿Por qué dices eso?
Me alzo de hombros. Nunca, en todos aquellos años, hablamos de aquel día. He hecho de la omisión un arte, ahora me doy cuenta. Con Elisa, con Nacho. En su momento, con Valeria, aunque fuera ella quien me lo pidiera. Conmigo misma, finalmente. Me doy cuenta, también, de que, en realidad, he pasado de puntillas por caminos que creía haber pisado con fuerza. Quién o qué soy yo, me digo, descorazonada.
La voz de Elisa me saca de mi introspección.
—Para mí fue maravilloso —dice. Un ligero velo cubre su mirada—. Fue hermoso, Nuria.
Cabeceo, quitándole importancia, intentando recomponer el desastre que la zozobra va dejando a su paso dentro de mí.
—Da igual —digo—. Hace mucho tiempo de eso.
Intento girarme, salir del escenario que me lleva a ese día, pero ella me retiene cogiendo mi muñeca.
—Nuria, por favor —me pide, y noto el dolor en su voz—. ¿Hice algo mal? ¿Algo que no te gustara? Acaso… —vacila—, ¿te presioné o…?
—No, no fue nada de eso —respondo, tajante—. Hace mucho tiempo de eso, Elisa, ¿qué más da ya?
—Para mí es importante —dice, y el brillo en sus ojos adquiere una intensidad que parece abocada a la decepción—. Es uno de los recuerdos que he guardado con mayor celo durante todo este tiempo, como algo muy especial. Para mí significó, para mí fue… —vacila, ahogada por la emoción—. Tenerte de ese modo, sentirte así por primera vez…
Se calla. Parece darse cuenta de que su intensidad no solo la arrolla a ella, sino que me lleva a mí por delante. El brillo de sus ojos se apaga de un modo herido.
—Lamento muchísimo que para ti no significara lo mismo —musita, dejando caer su mano.
—Creí que te había decepcionado —digo, incapaz de soportar su desencanto. Sí, yo hago mías también sus palabras, yo también sentí todo aquello, el prodigio de tenerla de aquel modo. Pero continúa habiendo una espina clavada en mí de aquel día—. Que lo había hecho, como amante. Por mi torpeza.
Me sonrojo, como si el tiempo no hubiera avanzado y yo continuara siendo la tonta del trío, la inexperta. Como si no hubieran existido los siete años siguientes a esa primera vez. ¿Cómo ha empezado esta conversación? ¿Y si me doy media vuelta y echo a correr?
—Te sigue ocurriendo —le oigo decir, maravillada.
—¿El qué? —pregunto, confusa.
—Era lo que más me gustaba de ti, el modo en cómo te sonrojabas siempre —sonríe—. Val era una experta en conseguirlo.
—Cómo no —digo y, por un instante, Val se pasea entre nosotras, enmudeciéndonos.
La deslenguada y escandalizadora de tontas Val.
—Me encantaba que lo hiciera —dice Elisa—. Tú bajabas la mirada y así podía observarte a mi antojo. Era la época en la que empezaba a sentir por ti algo más que amistad.
La miro con asombro. Nunca me lo había contado. Lee eso en mi expresión.
—Debimos abrirnos más la una a la otra. Ser más sinceras —lo dice como quien contempla las ruinas ennegrecidas de lo que una vez fue un hogar luminoso. Vuelve su mirada hacia la cama, me mira—. Aquel día fuiste todo lo que siempre había deseado.